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La relación entre el modelo extractivo, los planes sociales, y los gobiernos progresistas
Por (reenvio) Raúl Zibechi - Sunday, Feb. 12, 2012 at 6:38 PM

Introducción: Someter sin luchar: cuatro propuestas para el debate.

“El supremo Arte de la Guerra es someter al enemigo sin luchar.” Sun Tzu.

Aunque atraviesa una profunda crisis estructural, el capitalismo durará tanto tiempo como los de abajo demoremos en encontrar alternativas sostenibles, o sea, capaces de auto-reproducirse. Ningún sistema desaparece hasta tanto nazca otro capaz de sustituirlo: uno que esté capacitado para cumplir de modo más eficiente las funciones que no puede seguir realizando el sistema en decadencia.
Por esta sencilla razón (…) las élites se empeñan en impedir que nazcan, crezcan y se expandan formas de vida no capitalistas, capaces de superar el inevitable aislamiento inicial, para crecer hasta convertirse algún día en sistema.
En esa función, las políticas sociales juegan un papel relevante, insustituible. Con la excusa de aliviar la pobreza, buscan la disolución de las prácticas no capitalistas y de los espacios en los que ellas suceden, para someterlas a las prácticas estatales. (…)
No importa tanto qué sistema sea el que pueda surgir (…). Las clases dominantes perciben/saben que allí anidan peligros que deben atajar, por una elemental cuestión de sobrevivencia. Ese peligro consiste en las formas de vida heterogéneas que practican los movimientos en sus territorios autogestionados.

Los de arriba saben que las prácticas alternativas surgen en los márgenes y en la pobreza.
Como los conquistadores con los indios, no sólo explotaban su fuerza de trabajo, forzándolos a concurrir a las minas, sino que se empeñaron en desfigurar sus culturas, interferir en sus cosmovisiones, y controlar sus espacios comunitarios para debilitar sus resistencias.
Los opresores siempre se empeñaron en eliminar o controlar los espacios sociales autónomos de los oprimidos, porque saben que allí se tejen las rebeliones

A mi modo de ver, las políticas sociales implican cuatro grandes dificultades para los movimientos antisistémicos:

1) Instalan la pobreza como problema, y sacan a la riqueza del campo visual.
Se ha instalado la idea de que los pobres son el gran problema de las sociedades actuales, ocultando así el hecho incontrastable de que el problema central es la acumulación de capital y de poder en un polo, porque desestabiliza y destruye todo rastro de sociedad.
A los pobres se los considera objetos de estudio; en cambio, son raros los estudios sobre los ricos… Sin embargo, son ellos los que provocan las crisis, como quedó demostrado durante la crisis financiera de 2008.

2) Eluden los cambios estructurales, congelan la desigualdad, y consolidan el poder de las elites.
El programa “Argentina Trabaja” (…) su aplicación busca tres efectos. Primero, consolidar las relaciones de poder en las periferias de Buenos Aires, privilegia a los intendentes peronistas, base de apoyo del gobierno nacional. Segundo, consolidar las bases sociales del gobierno, favoreciendo a las organizaciones afines (entre las que se destaca el Movimiento Evita). Tercero, aislar a las organizaciones autónomas que siguen resistiendo.

3) Bloquean el conflicto para facilitar la acumulación de capital.
Toda arquitectura de las políticas sociales está enfocada a mostrar que sólo se pueden conseguir demandas, sin conflicto. El caso del pueblo mapuche de Chile: 1.538 comunidades y 330 asociaciones que obtuvieron personería jurídica y acceso a los programas públicos. El tipo de organización creada “las asemeja a organizaciones propias de la sociedad chilena que en nada tienen que ver con la organización tradicional mapuche”. El estado promovió la creación de comunidades legales, lo que ha redundado en fragmentar las organizaciones ancestrales.
La entrega de tierras como forma de resolver conflictos, pero se ofrecen tierras en lugares que implican el traslado de la comunidad de sus tierras de origen, cuestión que genera divisiones internas, aunque libera espacios para la expansión de los cultivos forestales de las grandes empresas privadas. Se privilegia a algunas comunidades en detrimento de otras, para fortalecer el clientelismo y como forma de pago a testigos protegidos que declaran contra las comunidades más combativas.

Las políticas sociales generan división y fragmentación. A los sectores que siguieron resistiendo y ocupando tierras se les aplicó la Ley Antiterrorista heredada de la dictadura de A. Pinochet.
Estas políticas no disminuyeron la pobreza, pero facilitaron la expansión del monocultivo foresta que ya ocupa dos millones de hectáreas en la Araucanía en manos de tres grandes empresas. El conjunto de las tierras mapuche no llegan a 500 mil hectáreas, donde viven unos 250 mil comuneros en unas dos mil reservas que son islotes en un mar de pinos y eucaliptos.

4) Disuelven la autoorganización de los de abajo.
Las políticas sociales como el programa “Argentina Trabaja” buscan justamente destruir la autoorganización que es un aspecto clave, determinante, para que la economía solidaria juegue un papel en la emancipación a partir de la lucha por la sobrevivencia.
La autoorganización presenta formas de organización propias, autodeterminadas y no decididas fuera de esos espacios, son “des-ordenadas” para el observador exterior, lo que equivale a decir que tienen un orden propio, nacido en el interior de cada experiencia.
La autoorganización es Autonomía. Eso es precisamente lo que intentan vulnerar los planes sociales al pretender que se relacionen prioritariamente con el Estado, sustituyendo la multiplicidad de vínculos y al imponerles un orden decidido externamente. Éste es, entre otros, el modo de someterlas a la voluntad estatal, que es la mejor manera de desfigurarlas. Cuando aceptan esas condiciones, dejan de ser organizaciones autónomas.

La batalla crucial a mediano plazo no será “una batalla sobre el capitalismo, sino sobre lo que lo sustituirá como sistema social” (Wallerstein, 2010).
Lo esencial: el fortalecimiento de los espacios y las prácticas no capitalistas.

Los gobiernos progresistas de la región ponen en marcha políticas sociales que son herederas del “combate a la pobreza”, promovido por el Banco Mundial luego de la derrota de EEUU en Vietnam para frenar, aislar y liquidar a los movimientos populares.

Los Planes Sociales siguen siendo políticas focalizadas y compensatorias que no introducen cambios estructurales. Buscan lubricar la gobernabilidad de la mano de la institucionalización de los movimientos, un buen modo de limar sus aristas antisistémicas. Militariza las periferias urbanas y criminaliza la protesta de los pobres (y en última instancia, la pobreza misma).

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