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Juicio al fascismo policial cordobesista
Por Cecilio Manuel Salguero - Thursday, Feb. 23, 2012 at 6:48 AM
ceciliomanuel2002@yahoo.com.ar

Continuo ayer 22 de febrero el jucio oral contra los policias fascistas cordobeses del Comando Radioelectrico , que asesinaron cobardemente , CON 125 BALAZOS a 3 estudientes de la UNC. militantes del Peronismo Revolucionario en la JUP. en junio de 1976. La Corriente del " PERONISMO REVOLUCIONARIO KIRCHNERISTA ARGENTINO " en CORDOBA le rinde el merecido homenaje a ANA MARIA, JORGE y CARLOS y a sus familiares que despues de 36 años han conseguido Justicia. ¡¡¡NO OLVIDAMOS ¡¡¡ ¡¡¡ QUEREMOS JUSTICIA y REPARACION INTEGRAL ¡¡¡ PRKA ----------- Hoy 23 de febrero continuara el juicio al fascismo cordobesista, en el jusgado federal N° 2 , frente a Plaza España... ¡¡¡ AMIGO TU PRESENCIA ES MUY IMPORTANTE PARA TODOS NOSOTROS ¡¡¡ ¡¡¡NO TE BORRES, .... PARTICIPA y ENTERATE LO QUE NOS HICIERON LOS FASCISTAS A LA GLORIOSA GENERACION del "CORDOBAZO" y del "VIVORAZO "... 23/2/2012





”No les bastaba con matarla: querían borrarla”
Declararon una prima y dos hermanas de Ana María Villanueva y un primo de Jorge Diez. Los numerosos cadáveres apilados en la morgue del Hospital Córdoba, el exilio interior, la vida universitaria y el dolor familiar fueron los ejes de un relato impresionante.

2012-02-22 ::



Katy García - Prensared

“Si seguís con esto vos sos boleta. Sabían donde estaban mis hijos”, reveló entre lágrimas. María Cristina Villanueva, hermana de Ana María, apenas empezó a declarar esta mañana durante la cuarta jornada del juicio al Comando Radioeléctrico que se está desarrollando en el TOF 2. Hizo la denuncia ante la fiscal López de Filoñuk y manifestó que se sintió acompañada y contenida por el equipo de protección a los testigos.

Emocionada y segura contó que junto a su hermana Susana también militaban en la universidad. Se enteró de la muerte de Ana María en la casa de sus suegros, pero no pudo ir al velatorio porque le avisaron que allanaron la casa paterna y que solicitaron fotografías de los hermanos. “Eso fue terrible para mi (…)”No les bastaba con matarla: querían borrarla”, dijo que pensó.
Militaba en una agrupación universitaria de izquierda, en tanto que Jorge y su hermana lo hacían el la JP, aclaró.

Exilio Interior

Con su novio y actual esposo se refugiaron en el campo, unos 20 días, sin saber nada de la familia. Después volvieron y se casaron en Etruria. “No dejaba de pensar en eso del enfrentamiento. No podía dormir y empecé a tomar pastillas. Y soñaba que le disparaban y tenía pesadillas. Mi esposo me despertaba, me quedaba sentada en la cama, y no quería volver a dormirme”, narró.

Dejó de estudiar y de ver a sus amigos y compañeros de facultad y militancia. “Seguíamos aterrorizados, no hablábamos de nada con mis padres. Como si no hubiera pasado nada. Teníamos buenos momentos y cada uno con sus dolores. No lo hablábamos, para no ponernos tristes”, graficó el estado en que discurrían sus vidas.


“Armé otro mundo que no era el elegido. Era feliz”, evocó esos tiempos y explicitó que la llegada de su primer hijo le trajo tranquilidad. Dejó de tomar pastillas y las pesadillas se espaciaron. En 1978, se encontró con una compañera del secundario que era traductora de inglés. Así, tomó contacto con un periodista deportivo alemán que estaba cubriendo el Mundial 78 y buscaba información sobre lo que estaba pasando en el país. Ahí pudo contarle cómo murió su hermana y los otros jóvenes. A fines de los setenta contó que partieron con la familia a Cutral-Có donde su marido de profesión geólogo encontró trabajo.

Lágrimas de dolor

En 1982 volvió a Córdoba para terminar la carrera de Psicología lo cual concretó. Ese mismo año se encontró con Patricia una amiga de su hermana quien “en voz baja” le contó “que una persona vio cuando los subieron a un auto de la policía”.

La testigo declaró que no hizo la denuncia ante la CONADEP porque su madre estaba enferma y su padre mediante una carta le expresó que se sentía orgulloso de que lo hiciera pero le aconsejó no hacerlo debido al estado de salud de su madre.

Recién a finales de los noventa, después que fallecen ambos, comienza a buscar información por Internet con la idea de hacer una denuncia formal.

“Mis lagrimas son de dolor. Es un privilegio que la causa de mi hermana haya llegado a juicio, para mis héroes inmortales. Nunca soñé este momento”, dijo llorando. Y agradeció a los organismos de de derechos humanos, a la política del estado de los dos últimos gobiernos, que hicieron que vuelva a creer y que “a sus verdugos les llegue la justicia”.

Rearmar la historia

Recordó que su hermano Tito empezó a investigar y que se mantenían en contacto por Internet con otras personas amigas y familiares de las víctimas y así fueron rearmando la verdadera historia. Ella le contaba lo que conocía. Y que su padre en los noventa no pensaba que fuera un enfrentamiento.


Ante las preguntas de las partes reafirmó lo que significaba la militancia universitaria –asambleas públicas, elecciones, actividades en el centro de estudiantes-y cómo desde el golpe de estado cívico militar empezaron las restricciones a la participación y las persecuciones.
Precisamente, en 1975, estuvo detenida en el D2, vendada, en silencio, junto a otras personas en iguales condiciones, por pintar paredes en contra del golpe de estado. “No me sentía perseguida por lo que yo era, si por lo que pensaba. En el 76 no hubiera salido libre”, aseveró.


También hizo referencia sobre la vida universitaria. “Fue cerrada la carrera periodismo. Las facultades tenían guardias, había que mostrar la libreta universitaria” y se acordó de un episodio protagonizado por un amigo que pretendió entrar con el pelo largo y barba y le hicieron un consejo de guerra y condenaron un año.

Reveló además que su hermana no vivía con sus padres “porque se sentía perseguida y no quería ponernos en riesgo a nosotros. Me lo dijo junto a Jorge.”, manifestó.
Negó que manejara armas. “Trabajaba en el Hotel Nogaró como administrativa, se vestía de manera elegante. Tampoco cree –expresó- que pensara pasarse a Montoneros.

En otro tramo de la declaración y ante una pregunta de la defensa amplió. “En el 76 ya no eran asambleas públicas, charlábamos entre nosotros, el boca aboca. Muchos nos fuimos quedando en el mundo privado. A la calle se salía, pero más de una vez se veía que bajaban a gente del colectivo y le pedían los documentos. Uno tenia miedo de moverse y los cuidados eran esos.”, detalló.
Cuando uno de los jueces le preguntó porqué no hicieron denuncias respondió: “no fuimos por terror, por miedo; porque justicia queríamos”, afirmó.

La “Z” en el cuerpo

La primera en declarar fue María Esther Tobares, prima de Ana María Villanueva. Con su familia viajaron desde Río Cuarto.
Esa noche mientras esperaban el cuerpo le tocó atender la puerta. “Sonó el timbre y salí. Aquí no ha muerto nadie”, dijo que les respondió a unas personas que ofrecían servicios de cochería.

Testimonió que no pudieron vestirla. “Según mi padre de la cintura para abajo estaba como si le hubieran hecho con un arma de grueso calibre una zeta”, refiriéndose a que el cuerpo se encontraba destruido.

“Lo que más me causó dudas sobre el enfrentamiento era la presencia de quemaduras con cigarrillo en la parte del pecho y en la cara, que le faltaba el diente de lata que tenía de chica y que tenia solo los pernos”, aseveró. “Tenía morada la pera y como un golpe del lado contrario al que la miraba; tenía moretones a la altura de la cien, como una lastimadura”, agregó.

Acerca del cadáver de Jorge afirmó que su padre comentó que “tenía la cabeza desfigurada”. Asimismo, se acordó que había mucha gente y que su tía le contó que “allanaron la casa y que le pidieron fotografías de sus hijos y que les habían faltado unas joyas y una plata”.

Apilados, como bolsas

Caracterizó a su prima como “una persona muy alegre, activa, como un cascabel, le daba vida a la casa. Los otros hermanos eran mas tranquilos, ella siempre sonriente, con mucha vida”.

Comentó que tenían casi la misma edad. Y que “sabía que iba a las villas a ayudar con otros compañeros pero yo no los conocía” y que un día se llevó una bandeja con dulces que habían traído ellos.


Explicó que sabía que militaba en la universidad y que “compartía su habitación y nunca vi un arma en la casa”, señaló.
La defensa en un momento dado inquirió si sabía quién la había matado. “Se dijo un enfrentamiento, salió en un diario de la época pero se sabía que gente del Comando Radioeléctrico”, manifestó.

"Mi padre, mi tío y otro primo fueron al Tercer Cuerpo de Ejército. Sé que fueron a un hospital del centro. Mi padre entro en la morgue y mi tío se descompuso cuando ingreso. Dijeron que había muchos cuerpos apilados, como bolsas…”, atestiguó.

Varios cadáveres en "enfrentamientos"

“Yo estaba trabajando, llamó el padre al hotel y me comunicó que en un enfrentamiento lo mataron al hijo. En ese momento fui a verlo y me dijo: encárguense ustedes, que yo no quiero saber nada”, contó Ángel Manuel Diez y Diez, primo de Jorge y sobrino del padre. Realizó los trámites en el Tercer Cuerpo y al otro día fue a la morgue con personal de la funeraria.

“Entré a la sala y había varios cadáveres. Me descompuse y tuve que salir. Y me preguntaron de cuando habían sido. Y el de la pompa fúnebre dijo que eran los tres del Chateaux”, le contó al Tribunal.

Se recuperó y entró. “Me costo reconocerlo. Vi unas manchas negras en el cuerpo pero no se más, me sentía muy mal, mareado…ver todo eso”, rememoró. “Me dijeron que había habido un enfrentamiento en las sierras –Ascochinga- y que había varios cadáveres”, refirió.
La madre de Jorge -su tía- le dijo que lo llevaran al cementerio San Jerónimo. Se lo entregaron a cajón cerrado. Recordó que su tío estaba con unos amigos y que le dijo que lo llevaran a un panteón hasta que consiguieran nicho.

Orosz solicitó que se incorpore la declaración que realizó en 2010 donde explica que “recuerdo que tenia orificios de bala me parece que en el cuerpo, tenía la cara muy golpeada, una vez que constaté no seguí mirando”.


En relación al automóvil manifestó que se encontraba en el depósito de la policía y que un abogado se encargó de retirarlo y que al tiempo el tío se lo regaló a él.
Confirmó lo dicho por la hermana de Oliva respecto a la equivocación de los féretros. No arriesgó hipótesis sobre la reacción de sus tíos. “Creo que había diferencias entre los padres, estaban separados”, especuló. Pero aseguró que ambos “estuvieron muy mal” y que después vivieron juntos.

Nunca vi algo raro

Expuso que la familia tenía un departamento en calle Chacabuco y una casa en el Cerro de las Rosas a la que ubicó “subiendo por Díaz Vélez, cerca de canal 12”. Y que el hotel fue vendido a la cadena Aragón.


Dijo que al hotel asistían Lacabanne, García Rey y otros funcionarios del gobierno de facto y le parece que se hospedó Videla. Explicó que el tío no se relacionaba con los viajeros y que ellos se reunían con empresarios y tenían su personal de seguridad.
El testigo explicó que “Yo no indagué nada. El padre de la novia me fue a ver al trabajo para verlo a mi tío. Pero no lo recibió. No quería hablar con nadie”, sostuvo.

“De acuerdo a los diarios dijeron que fue un enfrentamiento…y los empleados del hotel decían que si no habría andado en algo…pero yo no sabia nada y nunca vi algo raro”.
“Yo lo veía, lo saludaba, pero no me interesé. Lo quería, pero no vivía con el, trabajaba 12 horas y solo lo veía cuando iba al hotel”, afirmó.
Negó que haya hablado del tema con otros empleados y dijo que Juan Pablo Fernández era primo de Jorge por parte de madre, que lo había visto en el cementerio y en Buenos Aires.

Durante la audiencia el presidente del Tribunal manifestó que se había decidido hacer lugar al pedido de convocar a dos testigos solicitados por la fiscalía y la defensa. La audiencia pasó a cuarto intermedio para mañana a las 9.


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