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Contra la siniestra repetición del pasado colonial español
Por Luis Martín-Cabrera / Rebelión - Monday, Mar. 05, 2012 at 2:24 PM

El tesoro de la fragata “Nuestra Señora de las Mercedes” no pertenece a España

Contra la siniestra ...
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Uno de los efectos más nefastos y menos reconocidos de la amnesia colectiva impuesta durante la transición a la democracia consiste en que no sólo condena al olvido o la banalización el pasado franquista y la guerra civil, sino también nuestro pasado colonial. El pasado colonial en España es hoy, por desgracia, el olvido del olvido. Al echar al olvido o reflexionar con anteojeras sobre la dictadura franquista --por ejemplo celebrando a Fraga como un gran estadista--, nos olvidamos también de que Franco, como hicieron todos los fascismos Europeos, ensalzó hasta la saciedad las “virtudes de la raza hispánica” y las gloriosas gestas de aquellos “viriles” conquistadores que hicieron que el sol no se pusiera en nuestro imperio. No en vano el yugo y las flechas falangistas que yacen bajo el águila imperial del escudo franquista son los emblemas de Isabel y Fernando, yugo una y flechas el otro para ponerle el dogal y casi borrar del mapa a las milenarias culturas indígenas de América Latina.

Desde la transición a la democracia no ha habido ningún intento colectivo serio de abrir una reflexión pública sobre este ominoso pasado colonial. Mientras los pueblos indígenas se levantaban por todo el continente latinoamericano en 1992 para celebrar 500 años de resistencia y abrir un nuevo ciclo de luchas indigenistas que con distintas intensidades acabaría produciendo el Zapatismo en México o la victoria de Evo Morales en Bolivia, en España la ciudadanía fue inducida a “celebrar” los 500 años de “el encuentro entre dos mundos”. Los niños alborozados se subían a las réplicas de las carabelas de Colón en la Expo de Sevilla, imaginándose otra vez surcadores de los océanos y valedores de pálidas doncellas, mientras los empresarios españoles firmaban suculentos contratos con políticos vendepatrias latinoamericanos para hacerse con los nuevos tesoros que la ola de privatizaciones de los noventa puso en sus manos; ajenos todos ellos, niños y adultos, a la violencia genocida que siniestramente subyacía a estas celebraciones.

Casi con la misma precisión con la que se repiten las lluvias o las tormentas, volvemos asistir de nuevo a un intento estatal de inocular a una población, ya de por sí sometida a palos y recortes, con el virus del orgullo patrio imperial. Ayer llegaron a España los restos del “tesoro” de la fragata “Nuestra Señora de las Mercedes”. Uno tras otro, todos los medios de comunicación españoles, el telediario de la cadena estatal RTVE a la cabeza, señalan la legitimidad absoluta del Estado español sobre el “tesoro” y la victoria moral que supone habérselo arrebatado a la codiciosa empresa norteamericana “Odyssey”. La fragata se hundió para siempre el 5 de octubre de 1804 frente a las costas del Algarve bajo la presión de los cañonazos de la Armada británica, la pérfida Albión otra vez. En el 2007 la compañía Odyssey la rescato del fondo del mar junto con 600,000 monedas de oro y plata pertenecientes en su mayoría a mercaderes españoles. Ahora las cortes estadounidenses le dan la razón al Estado español y el tesoro vuelve, según las autoridades españolas, a sus legítimos propietarios.

El diario español La Razón relata de la siguiente manera la llegada del tesoro a España:

“A las 13:50 horas, y ante una gran expectación mediática, con más de 60 medios de comunicación acreditados, aterrizaron en la base aérea de Torrejón de Ardoz los dos aviones Hércules que transportaban tan valioso cargamento, y que habían despegado ayer de la base de MacDill, en Tampa (Florida, EEUU), sobre las seis de la tarde, hora española.

A pie de pista, el comandante del Ejército del Aire Miguel Ángel Tobías Martínez, el general de la Guardia Civil José Cuasante y el jefe de la base aérea de Torrejón de Ardoz, el general Yagüe, han protagonizado este nuevo episodio de la apasionante historia del tesoro de "La Mercedes", hundida en 1804 frente a las costas del Algarve (Portugal) por un ataque británico.” [1]

El solemne tono de la descripción puede parecer inocuo o simplemente sacado del monárquico y casposo libro de estilo de Luis María Ansón, pero es mucho más que eso; es la repetición de un afecto colonial nunca reconocido como tal. Se ponen los pelos de punta sólo de pensar que este General Yagüe pudiera ser familia de aquel otro general Yagüe responsable de las matanzas de Badajoz durante la guerra, se me abren las carnes de pensar en esta “apasionante historia” tan manchada del silencioso ruido de la sangre, el dolor y la explotación de los pueblos indígenas de las Américas.


No podemos seguir callados, el silencio es cómplice, tenemos que preguntarnos en voz alta: ¿Cómo y en qué situación fueron extraídos el oro y la plata de esas 600,000 monedas? ¿Qué implicaciones tiene para la ciudadanía española considerarnos legítimos herederos de ese “tesoro”? ¿Qué efectos políticos tiene que el Ministerio de Cultura se haya hecho cargo del tesoro y lo considere un legado histórico? Para responder a estas preguntas creo que ayudaría volver a leer, o leer por primera vez, “La brevísima destrucción de las indias” de Bartolomé de las Casas, las crónicas y los dibujos del gran Guamán Poma de Ayala (ver ilustración) o cualquier cosa que nos ayude a entender lo que fue el sistema de la encomienda en América, el yugo impuesto hasta la muerte o la extenuación sobre la población indígena y sobre los esclavos de África para extraer el oro y la plata de las minas del Perú y de otros virreinatos. Yo no quiero ese legado histórico, no podemos identificarnos como pueblo con esta miserable historia de reyes decadentes y mercaderes explotadores, no podemos permitir que se vuelva a ensalzar en nuestro nombre la deshumanización de los pueblos indígenas de las Américas.

Habrá quién esté pensando si estoy defendiendo el derecho de la compañía “Odyssey” a quedarse con el tesoro. Nada más lejos de mi intención, no podemos confundir la justeza de una “decisión ética” con una barriobajera disputa entre poderes o ex-poderes imperiales: Estados Unidos, España e Inglaterra. Los únicos legítimos herederos de ese “tesoro” son los indígenas de Perú y Bolivia, dueños antes de la llegada de los Europeos de sus recursos naturales y descendientes de quiénes dejaron sus vidas en esas minas para que hoy podamos ir de paseo a la Granja o a El Escorial y admirar la magnificencia de nuestro pasado. Sí, reparaciones, y para ello España haría bien por primera vez en su historia consultando a estos pueblos –no a los estados, a los pueblos originarios que no son una foto, ¡existen!-- para saber qué quieren hacer con el legado que les fue expoliado y que les sigue siendo expoliado impunemente. Que quede claro: ninguna cantidad de dinero puede rescatar de la muerte a tantos hombres y mujeres que perecieron bajo el yugo imperial español. No se trata tampoco de pagar por el perdón embarrándolo todo con la culpa, se trata de dar un primer paso hacia la Justicia, como condición de una relación diferente entre el pueblo español (todos menos nuestras élites financieras y políticas) y los pueblos indígenas.

[1] http://www.larazon.es/noticia/4553-el-tesoro-de-la-mercedes-llega-a-espana

Luis Martín-Cabrera es profesor de literatura y estudios culturales en la Universidad de California, San Diego.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

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