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Las atrocidades del "Circuito Camps" se siguen destapando
Por Fuente: ANRed - Tuesday, Mar. 06, 2012 at 1:35 AM

LUNES 5 de marzo de 2012 - Se retomaron las audiencias del Juicio por el Circuito Camps, en el cual se juzgan a 26 represores que participaron de 6 centros clandestinos de detención. El testimonio de Jorge Rafael Videla previsto para hoy fue finalmente desistido por la misma defensa que había solicitado su presencia el mes pasado. Durante esta jornada se escucharon cuatro testimonios de familiares de desaparecidos y víctimas de secuestros y desapariciones. Por Colectivo de Trabajo Periodismo y Comunicación Social - Cauce UNLP.

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La primera de las testigas fue citada al estrado a las 13:35 por el Presidente del Tribunal Oral Criminal Federal Nº1, Carlos Rozansky. Se trató de Carmen Leda Barreiro de Muñoz, quien, luego de presentarse ante las partes y de escuchar la primer pregunta de su defensa, comenzó describiendo un momento de su vida, en el cual “de los cinco miembros de mi familia, sólo mi hijo de 9 años no estaba secuestrado”.

La familia Muñoz-Barreiro, de dos hijos mayores y uno menor, vivía en Mar Del Plata en 1975 y se encontraba perseguida por la Concentración Nacional Univesitaria (brazo universitario de la Triple AAA). “Un día ingresaron a mi casa buscando a mi hijo Beto y a su novia, quienes no estaban en el lugar, y se pusieron a torturar a nuestro hijo de 9 años adelante nuestro para que le diga adónde había ido su hermano”, contó y agregó que el niño no les dio la información. Finalmente Alberto se fue a Mendoza y fue detenido allí; sus padres viajaron al lugar buscándolo hasta que: “un día vimos a un canillita con el Diario Los Andes que en la tapa traía la foto de mi hijo y su novia torturados”, explicó Barreiro. Finalmente pudieron visitarlo y al joven lo trasladaron por 7 años más a la Unidad 9 de La Plata.

Por otro lado, su hija Silvia, tras las persecuciones de la CNU, había decidido dejar su carrera de Psicología, y su militancia en la JP de Mar Del Plata, para mudarse a La Plata. La familia Muñoz comenzó así a vivir de provincia en provincia, perseguidos continuamente: “viajábamos todo el tiempo, de Entre Ríos a Córdoba, a La Plata, teníamos, paradójicamente, un Falcón donde llevábamos nuestras sábanas y frazadas, y hasta llevábamos una gallina que ponía huevos”, pareció ironizar la testigo.

Silvia organizaba los encuentros en La Plata con mucha seguridad para no “quemar” a sus padres: “nos hacia cerrar los ojos cuando llegábamos a sus distintos lugares”, comentó. Llegando la Navidad del 76, la familia estaba organizando un encuentro en La Plata, donde Silvia les iba a dar un regalo. “El 22 de mayo visitamos por la mañana a Beto en la Unidad 9 y la esperábamos a Silvia y a su pareja, Gastón Larriu, en una Plaza al mediodía. De pronto llegó él y nos dijo que Silvia no había aparecido la noche anterior”. La familia la buscó varios días, sin resultados.

El regalo que Silvia Muñoz tenía para darle a sus padres la noche de Navidad era que estaba embarazada. Sin embargo, fue secuestrada el día anterior. La familia no supo por varios meses dónde y cómo estaba Silvia. “Un día estábamos en Córdoba y apareció mi hermano que se vino en camión desde Mar Del Plata con una carta”, continuó la testigo. Contaba que la mujer estaba secuestrada en el Pozo de Banfield. Meses después recibieron el llamado de Adriana Calvo (ex detenida desaparecida), quien les contó que habían estado juntas en Banfield, Arana y en la Comisaría Quinta.

Finalmente la familia se volvió a Mar Del Plata, hasta que el 16 de enero de 1978 los secuestraron a su esposo y a ella durante cuatro meses. Allí el hijo de 13 años se quedó solo, “nunca me atreví a preguntarle qué hizo durante esos días, hasta que el otro día declaró en un juicio que durmió en las plazas, porque no se animaba a ir a ninguna otra casa”. Hasta el día de hoy Silvia, Gastón y su bebé siguen desaparecidos.
“Son el porcentaje de error en la lucha antisubversiva”

Luego fue el turno de los testimonios de la pareja de Gustavo Escofet (quien pasó primero) y Angélica Raquel Moreira. En cada una de sus declaraciones ambos contaron cómo fueron secuestrados del departamento de la madre de Escofet en Diagonal 80 y 116, cuando ellos estaban de visita en la ciudad. Los llevaron a un centro clandestino que no pueden llegar a identificar si es el de 1 y 60 o la Brigada de Investigaciones de La Plata.

Finalmente, tras 18 días de detención, al no haber sido reconocidos por ningún otro secuestrado, fueron liberados. “Son el porcentaje de error de la lucha antisubversiva”, les dijeron. Allí conocieron a Liliana Ross, quien ingresó al lugar con cuatro meses de embarazo. “Fue torturada salvajemente, y me contó que al momento del parto la hicieron tenerlo sola en la mesa de una comisaría, luego la obligaron a limpiar todo, y finalmente se llevaron su bebé”, explicó Moreira.
La Masacre de Melchor Romero

Finalmente fue el turno de Alejandra Santucho. “Mis padres eran militantes políticos que fueron perseguidos en Bahìa Blanca, hasta que la situación nos llevó a mudarnos a La Plata, al barrio de Melchor Romero”, explicó la mujer. Catalina Ginder y Rubén Heldy Santucho fueron militantes de la JP y ya en La Plata formaban parte de Montoneros; en 1976 Alejandra tenía 10 años, y vivía con sus padres junto a su hermana de 14, un hermano de 2 años y otra pareja de militantes.

El 3 de diciembre de 1976, decenas de patrulleros, celulares policiales y soldados aparecieron en la cuadra cuando la testigo se encontraba jugando con una amiga al frente de su casa. Según recordó Santucho, allí se realizó un tiroteo de larga duración, y ella fue rescatada en la casa de su vecina. “En un momento salgo para afuera y veo que a mis dos hermanos los sacan del lugar y se los llevan; también vi un camión donde los soldados ingresaban cosas tapadas con frazadas donde podrían estar los cuerpos de mis padres”. Años después consiguió los papeles de entrada de dos cuerpos N.N con las características de sus padres, en el cementerio.

El día de la masacre, Alejandra es llevada a la casa de otra vecina junto a su hermano menor, pero las fuerzas represivas se llevaron a Mónica, de 14 años. Al día siguiente recibieron la visita de una Asistente Social que le dijo a la niña (la testigo) que en dos días la irían a buscar para llevarla con su abuela en Bahía Blanca. Luego le pudo contar esto a un compañero de su padre; así fue que a la madrugada las pasaron a buscar un grupo de militantes que ella conocía y las llevaron por diferentes casas, luego a lo de una tía en Ezeiza -“yo pude recordar la dirección exacta”, afirmó- y finalmente con su abuela en Ezeiza.

A Mónica Santucho sus hermanos no la vieron nunca más. “Supe de testigos que estuvo en Arana y en la Comisaría Quinta alrededor del 23 de Enero de 1977, y que la torturaron”, sollozó finalmente Alejandra entre tragos de agua, sentada frente a los Jueces y de espaldas a 15 de los 26 represores acusados de participar de los secuestros, torturas, y apropiaciones de niños de más de 300 víctimas.

“En el 2009 recuperamos el cuerpo de Mónica y lo llevamos a Bahía, gracias al trabajo de antropología forense; estaba con sus dos brazos rotos y también sus costillas, por ser baleada a corta distancia”, intentó concluir Alejandra, y finalizó agradeciendo: “Valoro este momento democrático, pero ya que tengo esta oportunidad de estar frente a la justicia, quería decirles que ya pasó mucho tiempo y ya perdimos muchas cosas, muchas abuelas, muchas madres, se mueren los genocidas, y esto es demasiado largo. Les pedimos que se aceleren los juicios lo máximo posible; queremos cárcel común para todos los genocidas, justicia por mis padres, por Mónica y por los 30.000 desaparecidos”.

Por Equipo periodistico - Cobertura del Juicio al circuito Camps - Colectivo de Trabajo

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