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El Michelismo, el FIT y la Recomposición
Por José Luis Rojo/Nuevo MAS - Thursday, Mar. 15, 2012 at 4:00 PM

¿A dónde va el FIT?

¿A dónde va el FIT?
El michelismo, la izquierda y la recomposición

Como señalamos en esta edición, en las últimas semanas se ha abierto una nueva coyuntura política en el país. Una coyuntura más dinámica, marcada por una crisis creciente en el gobierno de Cristina y, también, por una mayor conflictividad y malhumor social. Es en estas condiciones que, de alguna manera, se están poniendo a prueba todas las formaciones políticas y agrupaciones que se encuentran a la izquierda del gobierno, dado que, esta misma crisis, tiende a canalizarse por la izquierda del kirchnerismo, entre otras razones ante la evidente parálisis en que quedó la oposición patronal luego de las elecciones de octubre pasado.

La emergencia del michelismo

No nos referiremos aquí a las direcciones sindicales tradicionales o que encabezan las centrales sindicales (CGT y CTA oficialista) más “representativas”. Queremos dedicarnos, más bien, a lo que está, política y sindicalmente, a la izquierda de ellas ocupando lo que podríamos llamar la amplia vanguardia.
En este sentido, debemos comenzar por la CTA Micheli. Es obvio de toda obviedad que desde comienzo del año, el michelismo se viene dando una política para intentar acaparar (o mismo “copar”) todos los espacios de resistencia al gobierno. En puridad, esta no fue una ocurrencia de De Gennaro y Pablo Micheli en si misma, sino que se trata de un acuerdo tomado en la dirección del FAP a finales del año pasado (con la presencia del mismo Binner), en el sentido que en el 2012 más que la tarea electoral (no hay elecciones a la vista), lo que había que hacer era “agitar la agenda social”.
Además, esta claro que la CTA Micheli, menos representativa desde el punto de vista de afiliados que la oficialista de Yasky, tiene un poco la exigencia de mostrarse más “dinámica”, de manera tal de ir ganando un mayor terreno. Ni lerdo ni perezoso, consciente de esta limitación que estamos señalando, el michelismo puso en obra una suerte de “frente único” de manera conjunta con la Corriente Clasista y Combativa de Alderete y el PCR, así como con Barrios de Pié, la organización piquetera de Libres del Sur de Tumini y Donda. Este acuerdo no termina aquí. También integra, más bien como “aguateros suplentes”, al MST, y mismo al Frente Popular Dario Santillan, los que de distintos modos se caracterizan por tratar siempre de cerrar filas contra cualquier iniciativa, instancia o terreno que sean impulsadas por las corrientes de la izquierda clasista (PO, PTS y nuevo MAS).
Está claro que si desde el punto de vista sindical, este “frente único” funciona con sus más y sus menos (el MST no participó de la marcha del 14), políticamente hay todavía “cuentas que cerrar”. Porque el FAP (que integran desde Binner y el PS, pasando por la Stolbizer, hasta Libres del Sur) es una cosa, Proyecto Sur (de Solanas hasta el MST y, en algunos casos, el PCR, aunque este último también ha hecho sus acuerdos con el FAP) es otra, y el FPDS todavía no ha definido sus perspectivas político-electorales más generales.
Sin embargo, aun con estas limitaciones, en general el michelismo, la CCC, Barrios de Pié y el MST (acompañados la más de las veces por el Frente Popular) han venido sosteniendo iniciativas en común. Las mismas han ido desde el impulso de las marchas contra la ley Antiterrorista (donde, evidentemente, hemos participado las corrientes de la izquierda clasista), la jornada del 14 de marzo (el nuevo MAS participó críticamente), o mismo listas burocráticas como la Negra-Verde del neumático, amén, por ejemplo, de tener posiciones más o menos en común también en el camino a la preparación del último 8 de marzo.
¿Qué es lo que caracteriza esta entente? En el terreno político, el alejamiento de todo criterio de independencia de clase. Y en el terreno sindical, la falta de un planteamiento antiburocrático consecuente. Está claro que la CTA Micheli no podría ser “antiburocrática”. Es, simplemente, una ruptura de la CTA, agrupamiento que, desde el principio, siempre reflejó un ala de la burocracia, en todo caso la que no se sentía contenida en la CGT.
Sin embargo, ahora resulta que desde la CCC hasta el MST pasando mayormente por el FPDS, todas estas corrientes de la “izquierda” están postulando a la CTA Micheli como una suerte de “punto de referencia” o mismo “el ámbito” de la recomposición de los trabajadores, lo que solamente está significando el llevarle los procesos independientes (dónde pueden hacerlo) a sus pies. Por ejemplo: en el gremio docente están postulando la necesidad de “un nuevo gremio docente nacional alternativo a la CTERA”. ¿Cuáles son los fundamentos de este planteamiento? Ninguno, más allá del obvio carácter burocrático de la CTERA de siempre. Su planteamiento de nuevo sindicato docente no parte de ninguna experiencia real desde abajo, ni de ponerse a disposición de sus desarrollos independientes, ni de una ruptura organizada de una masa de sus afiliados, sino de la exigencia de un mero operativo burocrático desde arriba, al servicio de la pelea de aparatos entre ambas fracciones de la CTA para ver quién se queda, en definitiva, con el sello de la misma.
Algo similar está ocurriendo en el neumático. Rompiendo la experiencia de la Marrón apoyados en sus componentes más débiles, sindicalistas y no clasistas, la idea es transformar al SUTNA en otro banco de pruebas de la pelea interburocrática roñosa entre las dos CTA; de paso, por supuesto, tratan de “fumigar” la experiencia independiente que refleja la Marrón en repudio a todo sector burocrático.
En todo caso, una cosa debe estar clara: más allá de cualquier consideración táctica, el michelismo y sus adláteres conforman una corriente burocrática que no está al servicio de la independencia de clase y de un curso antiburocrático consecuente para la nueva generación obrera y de trabajadores que emerge sino de lo contrario: de su cooptación al servicio de algún proyecto burgués centroizquierdista y no de clase.

¿Y por casa cómo andamos?

Pero lo anterior coloca, inmediatamente, las responsabilidades de la izquierda clasista en nuestro país. Es decir, del FIT y de nuestro partido. Es conocido en la amplia vanguardia que desde el año pasado venimos con una durísima polémica con el PO y el PTS dado el electoralismo con el que abordaron la construcción de su frente electoral. Y, lamentablemente, ese electoralismo está, en estos momentos, haciendo estragos en este momento en que es necesario poner en pié una alternativa a la avanzada michelista.
Es que las limitaciones del FIT son, en todo caso, demasiado obvias, o están quedando en evidencia, justo cuando la situación política se esta dinamizando y emerge un polo de centroizquierda no clasista a la “izquierda” del gobierno.
El hecho es que, lamentablemente desde el vamos, el FIT ha sido un proyecto electoralista. Trazar la raya desde el punto de vista de la independencia de clase en el terreno electoral, obvio, es ya un avance, más allá que limitado. Pero las cosas tienen su dinámica. Más allá que la propia constitución del frente se hizo mediante el mecanismo sin principios de excluir al nuevo MAS dirimiendo relaciones de fuerza por cuestiones puramente de legalidades partidarias, la cosa es que el FIT se encargó de sembrar “gigantescas” expectativas, expectativas que, evidentemente, no esta satisfaciendo.
Ese es el problema de dinámica de las cosas a la que estamos haciendo referencia. Es que el FIT asumió una determinada responsabilidad frente a sus votantes, y ahora, es como que está resultando en un chiste de mal gusto. ¿Qué hacer con un acuerdo meramente electoral en un año que no hay elecciones? ¿Qué canal darle a todo ese activismo que confió en el FIT y que ahora intuye que no parece servir para gran cosa? Se trata de interrogantes lícitos, casi insalvables precisamente por las mismas limitaciones de naturaleza del FIT: su estricto carácter electoral, agravado por el burdo electoralismo de sus componentes.
Electoralismo que el año pasado hizo casi una escuela de oportunismo político durante la campaña electoral: se “olvidaron” de nombrar al gobierno a lo largo de la misma; el mismo gobierno que ahora está siendo ampliamente cuestionado. Pero que, además, en estos momentos, dónde la situación política y las luchas se dinamizan, se trata de un reafirmado electoralismo en las condiciones dónde no atinan a dar respuesta alguna de conjunto.
Es verdad, el PO y el PTS han cerrado algunos acuerdos de listas sindicales. Pero, donde corresponde o conviene, esto es tradición y no hace falta ningún acuerdo previo (sin ir más lejos, nuestro partido cerró un acuerdo en el neumático con compañeros del PTS). Más allá de esto, en general lo que hacen en conjunto con IS, es sortear juntos en las marchas como elemento mínimo para “mostrar” el FIT, y, de paso, garantizarse una mejor ubicación que si sortearan por separado, y no mucho más.
Pero el problema es de otra índole: el FIT no ha sido capaz de ninguna manera de llamar a conformar a su alrededor un polo de reagrupamiento clasista (incluso boicotearon el que se llegó a esbozar en el Bauen en noviembre pasado alrededor de la pelea contra la persecución del Pollo Sobrero). No se trata solamente de que todos sus debates son ridículamente auto-referenciales (ya nos dedicaremos a ello más abajo). Sino que siquiera son capaces de dar un solo paso práctico en común en el terreno de los problemas que plantea la realidad. Siquiera se les conoce últimamente declaraciones acerca de los principales problemas políticos y de la lucha de clases de los últimos meses.
Es decir: lo que queremos destacar aquí es su total impotencia para llamar o convocar de manera realmente franca y abierta a conformar un polo de reagrupamiento clasista más de conjunto frente a la crisis del gobierno, el reposicionamiento en general de las burocracias más “representativas” y la emergencia, en la vanguardia amplia, del michelismo.
Claro. Esto no les es fácil. Sólo con ver la posición oportunista y de intriga del PO en el neumático, alcanza para dar cuenta del tipo de dificultades que se enfrentan. Recordemos que en FATE, su aliado del FIT, el PTS, es parte de la Marrón.

El debate sobre el “partido unificado”

Un poco como cortina de humo frente a esta realidad de profunda parálisis, es que el PO lanzó a correr la campaña de que en su próximo congreso votaría un planteo “llamando a conformar un partido común” al PTS e IS. Claro que esta cuestión es una de la máxima responsabilidad. Una cosa delicada y que no se puede utilizar como moneda de cambio para “mantener en alto” la existencia del FIT, sobre todo con (limitadas) miras en vistas de las elecciones del 2013 y la posibilidad de obtener algo (como parece ser el fondo verdadero del planteo del PO).
Porque, lamentablemente, ni de parte del PO, ni del PTS, el debate parece serio. IS al menos ha dicho con claridad que la cosa “no le interesa”. Sin embargo, debería ser del máximo interés, sino fuera por los propios reflejos de sectas del PO y el PTS. Leyendo con cierta atención las respectivas cartas que se han intercambiado recientemente, lo que se puede observar es que el PO condiciona toda apertura de una discusión, a que el PTS acepte, por anticipado, que se pondrá en marcha un “Congreso de Unificación” y que en el mismo se formará una dirección “proporcional”, pero dónde dirigirá aquella corriente que sea mayoría mediante los “métodos del centralismo democrático”… Es decir, el propio PO.
Por su parte, el PTS no quiere comprometerse a nada y, simplemente, lo que pide es que “se abra una discusión pública entre los componentes del FIT con artículos en la página de sus periódicos”. Esta claro que el PTS tiene temor a que el PO le aplique “la máquina de votar” mediante los desocupados del Polo Obrero; pero eso no quita que los planteamientos del PTS no carezcan también de toda seriedad al tratarse de una corriente cada vez más ombliguista y autorreferencial (ya casi ridícula) que utiliza los planteos “unitarios” solamente al servicio de sus propias campañas de construcción y no par dar ningún paso real (esto no lo decimos nosotros. Digamos que es una percepción compartida por casi toda la vanguardia independiente).
Pero hay algo que ni el PO ni el PTS ni la IS dicen: la realidad es que, al principio, cualquier intento de partido en común de la izquierda revolucionaria, debería establecer algún mecanismo de tendencias publicas o fracciones públicas que permitieran ir haciendo la experiencia en común, evaluando posibilidades de trabajo y confluencia creciente hasta poder llegar a verdaderas condiciones de funcionamiento centralista democrático. La experiencia indica que la fusión de “corrientes militantes históricas” (como son las nuestras) no es nada fácil; para que ocurra, en general, debe “tallar” una lucha de clases mayor que la que actualmente existe en nuestro país.
Pero, en todo caso, es un mal precedente pretender imponer una mayoría artificial por fuera de una experiencia práctica común real entre las corrientes implicadas en un supuesto proceso de “fusión” o confluencia. Y, en todo caso, por fuera del reaseguro que implicaría el funcionamiento por todo un período mediante tendencias públicas, las que necesariamente se irían reabsorbiendo. Esto en la medida de la propia evolución de la lucha de clases, del clima fraterno y los crecientes acuerdos a partir de una experiencia común. Es decir, de una práctica verdaderamente de democracia socialista al interior de la organización conjunta, todo lo cual terminaría desembocando en un funcionamiento centralista democrático que sería algo a obtenerse como parte de esta experiencia en común y no una condición previa impuesta bajo la suerte de un ultimatismo ridículo como el del PO, que se vanagloria de haber ganado no se sabe qué “campeonato” (digamos que la dirección del PO no debería creerse todas esas estupideces que le pasa diciendo a su base y saber que no hay otro rasero –para todas las organizaciones revolucionarias- que el de la lucha de clases y la revolución. Así fue en Octubre de 1917 y así volverá a ser).
En todo caso, el problema es que los ridículos reflejos de sectas del PO y del PTS, de ambos, su autoproclamación y auto referencialidad fuera de todo criterio de realidad, el considerarse, ambos, ya “fenómenos objetivos” y el tener criterios de construcción doctrinarios y no verdaderamente leninistas, los imposibilitan para nada más que un “campeonato fraccional” a ver quién si impone (aparatistamente, no políticamente) y que, seguramente, este planteamiento que hacemos de libertad de tendencias públicas transitoriamente en una organización y experiencia en común hasta llevar a un necesario funcionamiento centralista democrático, de ninguna manera podría ser contemplado por ellos.

La posición del nuevo MAS

En todo caso, desde nuestro partido siempre dijimos y dimos una pelea en “soledad”, en el sentido de que el FIT tenía un carácter electoralista que lo cuestionaba. Lamentablemente hoy, ese electoralismo, en la nueva coyuntura abierta, con centro en las luchas y no en las elecciones, se ha puesto al rojo vivo.
Otro problema del FIT, ha sido siempre su autoproclamación y auto-referencialidad. Lo ridículo del caso es que incluso en esta supuesta discusión sobre “un partido unificado”, no se le abre el juego a nadie, solo es una discusión (que no parece haber ido muy lejos) entre las cuatro paredes del frente electoral.
Sin embargo, aun así queremos dejar sentada claramente nuestra posición, independientemente que no hayamos sido invitados a este “debate”: estaríamos dispuestos a participar en cualquier discusión sobre una organización revolucionaria en común sobre la base de un planteo serio que parta de comprender que las enormes diferencias programáticas y de concepción entre nuestras organizaciones solo podrían ser saldadas mediante una práctica común y una organización que se caracterice –durante todo un período- por la libertad de tendencias en su interior. Porque cualquier otra cosa sería un operativo aparatista llamado a estallar al segundo día (sino al primero) y que para nada serviría, salvo para desmoralizar a la militancia de izquierda en nuestro país.
Junto con lo anterior, al menos desde el PO, el PTS, IS y nuestro partido, deberíamos comenzar a ver cómo hacer para avanzar en acuerdos mínimos de puesta en pié de un polo clasista alternativo al del michelismo y sus adláteres.

José Luís Rojo

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