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“Aquí hay que aguantar lo inaguantable”
Por [Reenvio] Apdh - Sunday, Mar. 18, 2012 at 12:28 AM

Esa frase estaba escrita en la pared de un calabozo de la Comisaría Quinta, con la firma de Mónica Santucho, según el testimonio de Graciela Liliana Marcioni, quien además dijo que Arana era “lo más parecido al infierno”.

Por Secretaría de Prensa y Difusión – APDH La Plata

(7MARZO2012) - El Tribunal Oral en lo Criminal Federal N°1 de La Plata, conformado por los jueces Carlos Rosanzki, Claudio Falcone y Mario Portela, dispuso reanudar la audiencia poco antes del mediodía de ayer con la declaración de María Olga Bustamante, quien sufriera la desaparición de su esposo, Rodolfo Agustín Ramírez, y la de su cuñado, ambos secuestrados de su casa, ubicada en la calle 501 entre 28 y 29.

Según el relato de algunos vecinos del barrio, la víctima habría sido alojada en el Centro Clandestino de Detención conocido como Destacamento de Arana. “Mi marido había sido policía, pero se había ido por pelearse con el comisario”, dijo la testigo. Y agregó que a la denuncia la hizo en la Comisaría Décima de Gonnet, donde paradójicamente estaba secuestrado su cuñado. Hasta la actualidad, los hermanos Ramírez continúan desaparecidos.

Teresita Lucía Cassino, en segundo lugar, habló por el caso de su hermano, José Cassino, un estudiante de la carrera de Bioquímica que se había casado con Clarisa García, alumna de la Facultad de Medicina de UNLP, el 10 de diciembre de 1976. “Mi hermano rindió su última materia después de casarse, luego se fueron de luna de miel a la Costa Atlántica, y regresaron a Tolosa el 2 de enero de 1977”, afirmó Teresita Lucía.

Pero los tiempos corrían bastante rápido en aquella época: “El 3 de enero a las doce y cuarto del mediodía, personas de civil, muy armadas, pidieron permiso al vecino, que se llamaba Antonio Simeone, para allanar la casa de mi hermano”, precisó la mujer, y luego describió la violencia con que habían ingresado al domicilio, donde hallaron el mimeógrafo con el que el joven y sus compañeros de militancia realizaban la revista del Centro de Estudiantes. “Se fueron (los militares de la casa), pero volvieron a la media hora, y finalmente se los llevaron detenidos”.

Del testimonio ofrecido surge que el matrimonio habría pasado por la Brigada de Investigaciones de La Plata, durante veinte días, para luego ser trasladados a la Comisaría Quinta. Asimismo, Teresita Lucía confesó que su hermano “casi se descompuso de los nervios” cuando se enteró de que iban a llevarse a su mujer, logrando conseguir que fueran trasladados los dos juntos. “A partir de ahí no supimos más nada de ellos, pero dicen que ella fue vista en el Pozo de Banfield y que a él lo habrían alojado en Campo de Mayo”, concluyó la testigo.

La “culpa” del sobreviviente

Guillermo Sobral, Pacífico Díaz y José Miguel Lancillota eran peronistas y compartían un estudio de arquitectura que habían montado en 1974, ubicado en una planta alta de la esquina de 17 y 55. La sociedad, además de realizar tareas administrativas en la oficina, contaba con un albañil de confianza llamado Daniel Eduardo Zerillo, quien ayer compareció en la sala de la ex Amia para relatar el allanamiento al local, del que también fue víctima.

-Prometo, por mi honor, decir la verdad que tengo.

Daniel Eduardo contó que corría diciembre de 1976 cuando terminó una obra en 60 y 19, y se dirigió al estudio para comunicárselo a Pacífico, con quien además tenía una relación de amistad. “Llegué y vi a personas vestidas tipo hippie, me agarraron de los pelos, me pusieron contra la pared y me preguntaron si conocía a alguien, así me tuvieron varias horas y luego me metieron a un auto, en la parte de atrás”, recordó el testigo. Y precisó que el traslado duró alrededor de veinte minutos: “ahí estaba Pacífico”, dijo.

Respecto al centro clandestino donde fueron alojados, Daniel Eduardo no pudo determinar si se trataba del Destacamento de Arana o del “bosque”, aunque afirmó que se trataba de un lugar grande, con un pasillo ancho y que no se filtraba ningún ruido. También se explayó sobre el caso de “un chico que era menor, que yo supuse que era un resabio de la Noche de los Lápices”, quien le contó que le habían golpeado mucho las piernas y que por eso las tenía gangrenadas, y que había pasado por varios lugares de detención.

Al testigo también le practicaron torturas a través de la picana eléctrica: “No quiero hablar del dolor personal, porque (el dolor) es ajeno, es de todo el país, es de las Madres y las Abuelas, es el dolor con mayúsculas, la ausencia con mayúsculas”. Además, confesó que todavía soñaba que tenía conversaciones con Pacífico Díaz. “No nos afanaron la vida solamente, nos afanaron la muerte, cosa mas tremenda no pude ocurrir”, sintetizó.

Durante las torturas, Daniel Eduardo fue sometido a interrogatorios que tenían por fin extraerle información acerca de qué eran los “embutes” y, puntualmente, sobre Pacífico. “Siempre respondí que para mi era peronista, pero para ellos había sido montonero”, dijo, y aclaró que al “Negro” Sobral no lo conocía tanto, pero que supo que había desaparecido de la celda antes que su compañero.

Por último, relató que un día lo llamaron a un interrogatorio, pero que fue liberarlo. “Les pedí un cigarrillo cuando estábamos en el auto, me dejaron en la calle 69 entre 5 y 6, y me dijeron que me sacara la venda, luego de contar hasta diez”, afirmó. Y sinceró: “Desde ese momento pensé en por qué no me mataron, sentí la culpa del sobreviviente y en que no habría hecho los suficientes meritos de dignidad para que me maten”.

En su nombre

Hugo Pablo Marini, por su parte, contó que fue secuestrado de la casa de sus padres el 11 de enero de 1977 a las 4.40. “Yo estaba de vacaciones estudiantiles y esa madrugada golpearon fuerte la puerta, miré por la mirilla y vi que nos apuntaban, eran policías”, de manera que expresó haberse puesto nervioso, lo que no le permitía encontrar las llaves, lo que desató la impaciencia del grupo de tareas y su irrupción violenta a través de la ruptura de la puerta.

-Yo soy Hugo Marini –les dijo el padre a los hombres, quienes le respondieron con golpes en la cara.

Según el testigo, también buscaban a Eduardo Cagnola y a otros compañeros de la Juventud Universitaria Peronista y del Centro de Estudiantes, entre ellos, Marta Di Pierro.

El traslado fue inmediato, en el baúl de un auto y atado con alambre fardero, a lo que conoce se conoce como el “Campito de Arana”. Allí lo recibieron a los golpes, lo esposaron y condujeron a un calabozo, donde “sólo había piso”, y aseguró: “no me dieron de comer y recibí algunos toques eléctricos”. Entre los compañeros que pudo reconocer en el centro clandestino estaban Di Mattias, militante de la JUP en la Facultad de Veterinaria y Antonio Nissi, orindo de City Bell, con quien el testigo había vivido.

Hugo Pablo advirtió una marcada diferencia en el trato después de los primeros tres días, ya que le compraron comida y le permitieron estar sin vendas. “Yo era el único en esa situación”, dijo, y aclaró que supo que se trataba de Arana porque “había compañeros que así lo decían, porque conocían el lugar”.

El testigo fue muy preciso a lo largo de su declaración, pues logró mencionar los nombres de varios de sus compañeros de cautiverio y algunas de sus características: Eduardo Baggio, que era estudiante de arquitectura y oriundo de General Villegas, Juan Carlos Arrazo, una chica “que menstruaba y pedía por favor higienizarse”, un formoseño de apellido Benitez, que todavía está desaparecido, y Alberto, un trabajador petroquímico de la zona de Olmos. Vale destacar que con los últimos dos fue trasladado a la Comisaría Quinta, entre enero y febrero de 1977.

“En la Quinta había militantes del Partido Marxista-Leninista”, precisó el testigo. Y mencionó a otros tantos, entre ellos, Héctor Malnatti, alias “Sam”, un tal “Franky” y a José Cassino, con quien “compartía objetivos, sueños, muchas cosas en común”, porque se conocían de chiquitos, y además habían sido presidente y vicepresidente, respectivamente, del Centro de Estudiante de Chacabuco.

Finalmente esbozó los nombres de Clarisa García, esposa de García, Juan Carlos García Abachián, Federico Bachini. Jorge Bonafini, Ricardo Antonio Díaz Anselmi, Carlos De Francesco, Patricia Dylon y un joven de apellido Laborde. En este sentido, hizo mención al caso de Adriana Calvo, quien parió a su beba durante su cautiverio en la Comisaría Quinta, al igual que Inés Ortega a su hijo Leonardo Fossati.

El próximo en comparecer ante el Tribunal fue Martín Trincheri, amigo de Rubén Fossati e Inés Ortega, padres de Leonardo, quien recuperó su identidad en 2005, luego de acercarse a la filial platense de Abuelas de Plaza de Mayo.

El testigo dijo que se había enterado de los detalles del secuestro de Martín a través de Emir Camiletti, un amigo que tenían en común, y de Gabriela Guley, compañera de cautiverio de Inés que la había acompañado durante el parto.

Lo más parecido al infierno

Por último, declaró Graciela Liliana Marcioni, quien fue secuestrada en su propia casa cuando tenía 22 años, en enero de 1977, y permaneció desaparecida una semana. El recorrido por los centros clandestinos es similar al de la mayoría de los testigos que hasta el momento han contado su historia: Brigada de Investigaciones-Destacamento de Arana-Comisaría Quinta.

La mujer confesó haber escuchado torturas, música muy fuerte por las noches y gritos de mujer en los tres lugares, y describió a Arana como “lo más parecido al infierno”. Allí compartió cautiverio con Gabriela Guley, Mari Marín, Inés Menescardi, Cristina Villarreal y Nélida Leguizamón.

Respecto a la Comisaría Quinta, arguyó que las condiciones de cautiverio eran “un poco mejor”, aunque un día se les dio de comer polenta con gusanos. Entre sus compañeras, mencionó a Inés Ortega, Diana Martínez, que estaba separada de ellas y sobre la que “había un halo de misterio”, y Clarisa García.

La fiscalía y la querella le preguntaron a Graciela Liliana acerca del personal policial y pudo precisar a dos de ellos: “El Correntino” y “El Capitán” o “Coronel”.

-¿Usted conocía a los Santucho? –quiso saber una de las juezas.

-No, pero ahora que me dice, me acuerdo que en la pared del calabozo (de la Comisaría Quinta) había una inscripción que decía “Aquí hay que aguantar lo inaguantable. Mónica Santucho”.

La audiencia continúa el próximo lunes a las 12 en la sede de la ex Amia, ubicada en 4 entre 51 y 53.

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correccio
Por marini maria - Saturday, Feb. 09, 2013 at 9:03 PM
marinimeva@hotmail.com

A mi viejo no lo llevaron directo a arana, lo llevaron a la brigada de san nicolas, donde estuvo solo, por eso tenian otro trato con el y quien le daba de comer eran prostitutas que los "policias" habian levantado, despues lo llevan a arana y como ultimo centro termina en la comisaria 5ta de la plata-

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