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A los militantes, activistas y luchadores sociales de Argentina: A 36 años del golpe
Por Militantes Revolucionarios de Argentina - Friday, Mar. 23, 2012 at 9:59 PM

Quien une al pueblo hace la revolución

A los militantes, ac...
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Declaración de una nueva generación de militantes revolucionarios a 36 años del Golpe Genocida.

A los militantes, activistas y luchadores sociales de Argentina:


La primera desaparición********************************

No hay Verdad, ni Justicia sin Memoria. Ambas se erigen con esta última, que es de un pasado, pero también de un porvenir. Por eso llamamos a recordar que los 30.000 compañeros torturados, asesinados y vejados mediante tormentos no luchaban por una Democracia, sino que, con sus distintas matices, luchaban por una Revolución Social que acabara con la explotación de los trabajadores y la opresión del pueblo por el saqueo imperialista. Este fue el motivo de su “desaparición”. La Memoria es recordar, que estos desaparecidos no fueron bajo ningun punto de vista una juventud ingenua o “pobres víctimas”, si no, mas bien, luchadores que se entregaron en cuerpo y alma, para una realidad y un mundo diferente: la Revolución y sus consecuencias dentro un sistema mundial capitalista.

Lo que estaba en juego en los ’70 era mucho más que las ideas. Eran proyectos puestos en práctica por organizaciones revolucionarias de una generación pujante de trabajadores y campo popular contra una burguesía entreguista que, obedeciendo las directivas del Imperialismo, buscaba impedirlos para poder instaurar un nuevo modelo económico de saqueo. Cuando el ensayo de la Triple A demostró no ser suficiente la vía del Golpe de Estado se materializó con crudeza superlativa. La dureza estructural del Golpe, en comparación a sus antecesores, obedeció a una necesidad práctica: detener el nivel alcanzado por las movilizaciones de masas, cuyo punto álgido fue el Rodrigazo en junio de 1975. El avance de las luchas populares y de las organizaciones revolucionarias estaba haciendo tambalear el orden del capital imperialista (que durante la dictadura, además de enriquecerse exponencialmente buscó formas de disciplinamiento llegando al punto de instaurar un campo de concentración en el interior de la fábrica, como el caso de Ford). Para instaurar el plan económico pro imperialista fue necesaria la aniquilación física de toda una generación de resistencia, que había tomado la determinación de pasar a la ofensiva…

Como fue necesaria la aniquilación física para conquistar el saqueo de este continente (considerado el mayor Genocidio de la Historia Universal) o la “unidad nacional”: unidad territorial, en base al despojo y aniquilamiento de Pueblos Originarios, dentro de un mismo Estado, “una sola Nación” antes de 1880. La historia misma de Argentina y Latinoamérica devino en Genocidio. Como devino en Resistencias y luchas por la emancipación de los explotados. Por eso nuestros 30.000 no fueron una excepcionalidad histórica, fueron de los tantos movimientos revolucionarios que necesariamente aparecen y resurgen cíclicamente mientras continúe existiendo la explotación.

La segunda desaparición*******************************

El kirchnerismo al tomar en su agenda las banderas del movimiento de Derechos Humanos (“Juicio y Castigo”, “Memoria, Verdad y Justicia”), instaura un discurso reversionado de lo que estaba en juego: un Estado terrorista contra una juventud con ideales nobles. Categorías distorsivas que reactualizan la teoría de los dos demonios, pero en clave de buenos y malos, y nuevamente con objetivos de “unidad nacional” en tiempos de fuerte agudización de las contradicciones sociales.

En 2002 la Masacre de Avellaneda evidenció los debates que la burguesía venía teniendo durante el gobierno de Duhalde en cuanto a cómo rearmar el sistema represivo después del 2001, para contener el avance del movimiento piquetero y las luchas sociales. Las discusiones giraban en torno a cómo reestructurar la doctrina de Seguridad Interna con gendarmería y prefectura (es decir, reactualización de la Doctrina de Seguridad Nacional de la dictadura), incluso Ruckauf agitó entonces la idea de reflotar el Decreto de Aniquilación de la Subversión del ’75.

Lo que en 2002 no pudo aplicar Duhalde por falta de legitimidad, el kirchnerismo (surgido de su riñón político) lo aplicó entre gallos y medianoches durante su gestión: la intromisión de las Fuerzas Armadas en asuntos de “seguridad interna”, bajo la consigna de “revalorizar” (reconciliar) la mirada social sobre las Fuerzas Represivas. Políticas como disponer oficiales de estas fuerzas para represión de conflictos o con objetivos de contención de zonas potencialmente conflictivas, fueron aplicadas en paralelo a la política de Derechos Humanos. Por ejemplo: Operativos de ocupación transitoria y rotativa en los barrios populares (500 gendarmes en Fuerte Apache, 500 prefectos en La Cava y 400 policías bonaerenses en la Villa Carlos Gardel). Fueron impulsados en 2003 por N. Kirchner y rápidamente se transformaron en ocupaciones permanentes. Operativo Centinela 2010 (envío de 6.000 gendarmes para reforzar los 24 partidos bonaerenses). Operativo Cinturón Sur 2011 (más de 2500 efectivos de gendarmería y prefectura –en coordinación con la PFA- en 6 barrios del sur de la capital). Cinturón Norte: Fortín I 2009 y Fortín II 2011, bajo la conducción de las fuerzas armadas. Solo algunos ejemplos.

El kirchnerismo en vez de negar el contenido político de los desaparecidos, lo reinventó. Enunciando que la lucha revolucionaria en los ’70 se trataba de una juventud que luchaba por una democracia, es decir por esto que tenemos desde el ‘83. De acuerdo a esto, y en paralelo con la exaltación de la figura del desaparecido, toda iniciativa de la organización popular que pretenda ir más allá de una democracia formal (como en los hechos hicieron los revolucionarios que hoy recordamos, pues había proyectos más allá de derrotar la dictadura) es un acto sedicioso digno de persecución. La gestión kirchnerista, según datos de la CORREPI, es el gobierno con mayor cantidad de muertos por la represión institucional desde el retorno de la democracia, y con más de 5.000 presos políticos y procesados por luchar. Donde la aplicación de las figuras de la Ley Antiterrorista (sancionada por directivas del Imperialismo norteamericano) a los procesamientos de los luchadores y la articulación de formas de represión terciarizada (patotas, rompehuelgas y grupos parapoliciales) resultan agravantes. Esta no es la democracia por la que nuestros compañeros desaparecidos luchaban, porque ni siquiera la democracia era su fin, el fin era la Revolución.

La tercera desaparición. Sin teoría revolucionaria no hay práctica revolucionaria************************************

La izquierda post dictadura hizo de una política defensiva como lo era la de Derechos Humanos (surgida como movimiento de resistencia desde el exilio para presionar, desde los fueros internacionales, para que se conozca la realidad que sucedía en Argentina en cuanto a la represión) un aspecto principal de su cuerpo ideológico. Por eso el retorno de la democracia fue asumido por esta izquierda (que no era la combatiente de los ’70, debido a que esta última fue barrida casi en su totalidad) como un triunfo, y no como el epicentro de la derrota de un gran proceso revolucionario protagonizado por los trabajadores y el pueblo. El kirchnerismo como fenómeno progresista burgués, al tomar o apropiarse de las banderas del “Juicio y Castigo” desarmó políticamente a una izquierda post dictadura que además se encontraba ya en crisis por no haberle opuesto a la burguesía un programa claro ante el cimbronazo insurrecional del 2001. Los que entendemos que la izquierda actual está en crisis se lo atribuimos, no al kirchnerismo, sino al carácter contradictorio de su propia dinámica interna: sigue siendo hegemónica –principalmente el trotskismo- en cuanto a su influencia (directa o indirecta) sobre la militancia de izquierda, pero se trata de una hegemonía en franca crisis política desde el estallido social del 2001.

La “inconsecuencia” o “hipocresia” que la izquierda hegemónica le atribuye al progresismo burgués en cuanto a los derechos humanos es un placebo ante la falta de un programa revolucionario serio. Solicitarle a la justicia burguesa que pene la represión actual, pero no tener una política concreta para resistirla en los hechos, resulta paradigmático. Pues son electoralistas en esencia y por herencia de su origen, como corriente hegemónica, con el retorno de la democracia en los ’80. No hay programa, ni estrategia, pura inercia y aplicación de recetas vacías que ya han demostrado su inutilidad. Su objetivo son los votos, no la Revolución Social. Este carácter triunfalista que los compañeros le han atribuido al retorno de la democracia (cuyo contexto ideológico fue la teoría de los dos demonios, el pacto de silencio y la “unidad o reconciliación nacional”) explica en parte por qué han menospreciado, y continúan haciéndolo, las experiencias revolucionarias guerrilleras de los ’70, reduciéndolas todas a un aventurerismo foquista o a expresiones ultraizquierdistas.

El manto de silencio que desde la izquierda se ha cernido sobre estas valiosas experiencias ha impulsado la aparición de investigaciones y revistas especializadas sobre el “tabú guerrilla”, que son muy recientes. Sobretodo a partir del sabor a triunfo inconcluso que han dejado las jornadas del 2001.

Por otro lado, las críticas a la izquierda desde la izquierda no son por lo general programáticas, sino más bien de modales o formas. Nadie le opone una alternativa programática clara. El debate no es si están las condiciones subjetivas para la revolución (trotskismo tradicional); si están dadas para la lucha armada (resurgimiento guevarista); o si el problema de la izquierda es que es muy sectaria y antidemocrática (surgimiento de nuevas organizaciones de izquierda post 2001). El debate es cuál es la estrategia social para la revolución, y cuál su programa. El conjunto de las organizaciones de izquierda no está debatiendo cuál es la estrategia para enfrentar las bases de apoyo y los centros de poder de la burguesía y el imperialismo (o sea, la toma del poder por los trabajadores y el pueblo).

Quien une al pueblo en la Argentina hace la Revolución************************************

Los sectores de nuestro pueblo que hoy están saliendo a luchar, después del 2001 y con respecto a la década del ’90, son más amplios: hay un ensanchamiento de la base social que se organiza, aunque de forma atomizada. Son sectores más diversos saliendo a luchar, pero de forma desarticulada (proletariado urbano y rural, movimiento estudiantil, precarizados, cooperativistas –movimiento piquetero con una nueva fisonomía-, campesinado, originarios, asambleas populares socioambientales, sindicalismo antiburocrático de oposición, sindicalismo paralelo, bachilleratos populares, expresiones de cultura popular y medios alternativos, sector de los sin techo, etc). En este sentido, nos resulta ilustrativa de los tiempos que corren la frase del Perro Santillán en la edición Nº 101 de Sudestada: “quien une al pueblo hace la revolución”.

Este ensanchamiento de la base social en las luchas de los trabajadores y del pueblo tiene su correlato en la diversificación de la base social en la que se busca apoyar la burguesía y en las expresiones políticas que aglutina cada facción dentro de esta última. La burguesía no logró consolidar una unidad estratégica, su unidad es ficticia, esporádica y táctica (represión, etc.) y en este plano es que ensaya sus movimientos para gobernar, pero no va más allá porque sus intereses no se lo permiten (existen contradicciones económicas en el seno de la burguesía, porque esta responde cipayamente a los intereses imperialistas en pugna). En cambio la unidad estratégica del campo obrero y popular (aún germinal, pero en desarrollo), no solo es posible sino necesaria, ya que tienen un mismo enemigo: el saqueo imperialista.

En cuanto a la unidad en términos generales, la cuestión pasa por quién se consolidará primero. Quien una al pueblo, hará la revolución; pero la facción burguesa que logre articularlo para controlarlo, consolidará la contrarrevolución cerrando un proceso histórico y excepcional dentro de la historia argentina: el proceso revolucionario abierto desde la rebelión popular del 2001.

¡AHORA ES CUANDO! ¡Por una Revolución Social de los Trabajadores y el Pueblo!

A 36 AÑOS DEL GOLPE GENOCIDA… POR LOS 30.000 COMPAÑEROS PRESENTES EN LA LUCHA Y POR LOS CAÍDOS EN LA PROTESTA POPULAR EN DEMOCRACIA… ¡SEGUIMOS LEVANTANDO LAS BANDERAS DE LA REVOLUCIÓN Y LA LUCHA ANTIIMPERIALISTA!

Militantes Revolucionarios de Argentina

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