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La Liga de la Decencia, una gestión de la complicidad civil con la dictadura
Por Fuente: La Capital - Sunday, Mar. 25, 2012 at 11:03 PM

25-03-2012 | Fundada en 1963, tuvo llegada directa al poder y contó con la adhesión de conocidos represores. En sus reuniones convocó a las más altas autoridades religiosas y judiciales de Rosario.

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Imagen: La cena con que la Liga de la Decencia festejó su aniversario en julio de 1976, poco después del golpe, con la presencia de altas autoridades militares, religiosas y judiciales.

Por Osvaldo Aguirre / La Capital

Fue conocida por su enconada oposición al casino, por sus concepciones retrógradas sobre la sexualidad y por sus campañas en pro de la moral y las buenas costumbres. La democracia no le sentó bien, y dejó de existir a mediados de los años 90, ante la indiferencia general de los rosarinos. Pero la Liga de la Decencia llegó a ser un grupo de presión con llegada directa al poder, en los años más oscuros de la historia reciente, los de la última dictadura, cuando se constituyó en la expresión más clara de la complicidad civil con el régimen militar.

Fundada el 25 de julio de 1963, con el lema "una sociedad más digna para nuestros hijos", pasó a llamarse Liga por la Decencia en mayo de 1984, cuando su prédica empezó a declinar. Su cara visible fue el contador Pedro Martín García, quien la presidió. Pero además contó —en particular durante la dictadura— con el apoyo de altas autoridades militares, religiosas y judiciales de Rosario y la provincia.

"La Liga de la Decencia se involucró directamente con la dictadura, a la que acompañó, legitimó y dotó de una base de apoyo más amplia que la dimensión estrictamente militar. Fue una colaboración voluntaria, de adhesión ideológica y política activa a la dictadura", destaca la historiadora Gabriela Aguila (ver entrevista en la página 24).

Los pronunciamientos de la Liga tenían lugar en las reuniones que organizaba para festejar su aniversario. Eran actos significativos por la composición del público; en su transcurso se otorgaban distinciones a personas destacadas por su acción "frente a los problemas morales de la ciudad", en general militares, policías, jueces y periodistas. La lista de oradores incluía invariablemente al contador García y al arzobispo de Rosario, Guillermo Bolatti.

Un público selecto. En julio de 1976 la Liga festejó su décimotercer aniversario con la presencia, en la cabecera de la mesa, de Ramón Genaro Díaz Bessone, entonces jefe del II Cuerpo de Ejército; el arzobispo de Rosario, Guillermo Bolatti; el juez Eduardo López Roldán, de la Corte Suprema de Justicia de la provincia, ; el jefe del Distrito Militar Rosario, coronel Hugo Laciar; el director del Ente de Calificación Cinematográfico, el organismo dedicado a la censura, Miguel Tato; y el dirigente justicialista Luis Sobrino Aranda. Al año siguiente se sumaron, entre otros, el capitán de navío José Segade, en representación del almirante Massera y el intendente de Rosario, Augusto Félix Cristiani.

La adhesión de esas figuras no fue episódica sino que se sostuvo en el tiempo y a través de acciones concretas. Bolatti, López Roldán, Laciar y Tato conformaron una especie de elenco estable en las reuniones anuales; Sobrino Aranda, electo diputado en 1984, impulsó presentaciones acordes con los reclamos de la Liga, como el rechazo a la derogación del Ente de Calificación Cinematográfica y a la instalación de casinos en la provincia, un caballito de batalla del contador García; y Díaz Bessone manifestó su apoyo hasta último momento, como en 1993.

En 1981, cuando cumplió 18 años, la Liga sentó en la cabecera de la mesa al ministro de Educación y Cultura de la provincia, Eduardo Sutter Schneider, al coronel Edgardo Pozzi, del II Cuerpo de Ejército y al arzobispo de San Juan, Italo Di Stéfano. La justicia de Rosario asistió prácticamente en pleno ese año, con la presencia de jueces de faltas y de instrucción, y del fiscal de cámara en lo penal y la asesora de Menores.

El final de la dictadura se insinuaba y los discursos eran más pesimistas. Los ideólogos de la Liga comenzaron a hablar de una crisis moral y a plantear un "grito de alerta" por la "permisividad" de la televisión, el cine, las revistas y la literatura. "La Liga de la Decencia está poniendo un dique al avance permanente de la inmoralidad pública y ha conseguido muchos éxitos. Pero continuamos en la lucha", dijo entonces el arzobispo Bolatti.

Tal vez fue ese diagnóstico lo que llevó a la Liga a editar un boletín. Fue una publicación mensual de cuatro páginas, dirigida por Pedro García y con Hugo Arroyo como jefe de redacción. La portada estaba dedicada a una nota editorial y en el interior se incluían noticias de las agencias RAN y Aica. De acuerdo a la información de la propia Liga, el boletín alcanzó una tirada de 2.600 ejemplares, que circulaban entre "socios, suscriptores y amigos", y se publicó hasta diciembre de 1995, de acuerdo al archivo que se conserva en el Museo de la Memoria de Rosario.

El boletín contó también con colaboraciones de autoridades de la Iglesia Católica, como Italo Di Stéfano y Julio Triviño, conocido por su arenga ante militares en pro de "las armas espirituales y materiales" contra "la democracia pornográfica y delictiva", en alusión al gobierno de Raúl Alfonsín.

La democracia —interpretada como sinónimo de "destape" y de agresión "a la familia y a la juventud"— fue una pésima noticia en la opinión de la Liga. "Nos hallamos en una etapa preinstitucional en la que advertimos claramente señales de peligro: el ejercicio desordenado de la libertad de expresión va dando carta de ciudadanía al erotismo y a la inmoralidad", se lamentó García en agosto de 1983.

Otra vez a la carga. La cruzada moralista recrudeció durante los primeros años de la democracia. En octubre de 1984 el juez correccional Eduardo Costa incautó la película "La dama del autobús", ante una denuncia de José Luis Aguirre y Pedro García, para quienes el filme incluía "una inequívoca serie de obscenidades que como tales tienden a excitar los apetitos sexuales".

La pornografía, la homosexualidad, la prostitución, el juego y la sexualidad fueron los temas insistentes de los boletines, y de argumentaciones generalmente enrevesadas. La Liga no sólo pretendió criminalizar el aborto sino también el uso del DIU. Además abogó con énfasis por la penalización del consumo de drogas: "Es cierto que el drogadicto es un enfermo —sostuvo—. Pero debemos admitir que es un enfermo que la mayoría de las veces ha contraído voluntariamente esa enfermedad. Y ocurre que cuando se encuentra bajo los efectos de las drogas, se convierte en un individuo potencialmente peligroso".

La homofobia llegó a constituir una línea editorial en los boletines. Como una anticipación de Micky Vainilla, el personaje nazi de Diego Capusotto, la Liga justificó la discriminación de los homosexuales, con la excusa de que discriminar significaba, sencillamente, "distinguir una cosa de otra" (número 154, abril de 1990). Pero las ideas que entonces sonaban absurdas habían sido las normales, en la época más oscura de la historia argentina.

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