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Once: La imagen, el movimiento y la muerte
Por (reenvio) revista Contratiempo - Wednesday, Apr. 04, 2012 at 1:38 AM

En La invención de Hugo Cabret, el protagonista sueña que un tren descarrila, arrasando todo a su paso en una multitudinaria estación de París de principios de los años 30.

El funcionamiento maquínico de la vida metropolitana, la experiencia continua de imágenes-movimiento, se espeja en una de sus producciones, la que a su vez actúa como forma de resistencia: el cine.

Pero no es la única: en la estación aún se baila el tango, se toma café sin los apuros del tiempo productivo y alguien todavía repara juguetes viejos. Incluso, hay tiempo para el amor y la lectura de volúmenes memorables sobre bandidos que roban para los pobres, y donde germinan también escritores y magos.

La multitud y la técnica interactúan como piezas fundamentales del engranaje fílmico, una es impensada sin la otra y ambas motorizan las posibilidades de salvación: sin un público ávido, no hay film que rescatar o mostrar, pero sin técnica no hay posibilidad alguna de interrumpir ese tiempo tan creador como destructor.

El film de Scorsese mira el origen-pasado para lanzarlo al futuro, escarba sobre los escombros para encontrar en ellos fragmentos de una experiencia surgida con la modernidad pero que a la vez, como Chaplin y el mismo Hugo, que se cuelgan de los relojes, intenta detenerla.

La Gran Guerra hizo lo suyo, cambió paradigmas y formas de expresión y generó a la vez ese tiempo del medio, de intercepción de dos catástrofes, donde surgieron manifestaciones artísticas que de alguna forma preanunciaban los siniestros años por venir. A fines de los 20 todavía fulgura la utopía del maquinismo como instancia liberadora del hombre y sobre todo, de sus circunstancias metropolitanas. Para los años venideros quedaría el desencanto y el horror frente a una razón que se instrumentaliza al grado de convertir en variable poco redituable todo lo que encuentra a su paso.

Sobre todo, si eso que encuentra a su paso son hombres comunes que tienen el cuerpo y el alma configurados como artefactos-mercancías siempre listos para el consumo y el descarte. Como en la estación Once, como en Cromagnón, Ycuá Bolaños, como en tantas catástrofes metropolitanas tan evitables como predecibles.

25/2/12

Nota de tapa° 91 / Febrero-marzo 2012

fuente http://www.revistacontratiempo.com.ar/

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