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Los efectos de la tormenta... crónica de una catástrofe anunciada: El resultado del saqueo
Por Prensa Convergencia Socialista - Wednesday, Apr. 11, 2012 at 9:07 AM
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Crónica de una catástrofe anunciada...

Los efectos de la to...
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Foto: compañeros y compañeras de CS junto a vecinos del Camino Negro en uno de los piquetes del día de ayer

La tormenta intensa que cayó sobre la Ciudad de Buenos Aires y el conurbano boenaerense no hizo más que desnudar los límites insalvables del actual plan de Ajuste, Saqueo y Explotación que aplica el gobierno K, demostrando la absoluta incapacidad de los gobernantes para resolver las cuestiones elementales que hacen al aumento de la calidad de vida de la mayoría de la población.

Los postes de luz que se cayeron, las respuestas lentas e ineficientes a la falta de electricidad y agua, las paredes o los techos de las casas, escuelas y hospitales precarios que se derrumbaron o volaron por los aires, mostraron, mejor que cualquier propaganda opositora, la absoluta precariedad dentro de la cual viven los trabajadores y el pueblo de nuestro país.

Pero esta situación no es "natural" sino el producto de años de saqueo, llevado adelante por los gobiernos anteriores a este y profundizado por Néstor y Cristina, al servicio de los grandes monopolios, nacionales y extranjeros.

Por eso no se cayeron los edificios de los ricos, de los que viven bien gracias a las políticas antiobreras de los K. Ellos no sufrieron, ya que tampoco estaban en la ciudad o el Gran Buenos Aires: pasaban la Semana Santa en Punta del Este o en algún otro punto turístico, disfrutando los beneficios del Saqueo.

Esto, que no es nuevo, lo hemos denunciado varios años atrás. Por eso reeditamos una nota escrita por la compañera María Alvarez en El Trabajador número 94 (primera época) de junio del año 2007:

Bastaron unos pocos días de frío intenso para provocar -durante la última semana de mayo- un colapso tremendo del sistema energético. Treinta muertos, cortes programados en la industria y los shoppings, interrupción de las ventas de GNC y gasoil, más de 200 escuelas en Capital y Gran Buenos Aires sin calefacción, suspensión de las clases en Tucumán y La Rioja y, por primera vez en la historia, un corte total del suministro del gas a Chile.

Esta crisis, como también el estallido protagonizado por los pasajeros en la estación Constitución -causada por el colapso del sistema de transporte- sorprendió al gobierno en plena campaña electoral, obligándolo a tomar medidas de emergencia.

Así fue como le anularon la concesión del Ferrocarril Roca al empresario Taselli, para entregársela a los grupos que tiene el control del Sarmiento y los subtes, por los cuales viene cobrando los subsidios millonarios que le regala el Estado sin concretar ninguna mejora en los servicios.

Para garantizar que la falta de luz y de gas no afectara los hogares de la Capital en los días previos a las elecciones, tuvieron que ordenar la reducción del uso de la energía eléctrica en todas las empresas y varios organismos del Estado.

Las compañías grandes, medianas y chicas fueron obligadas a paralizar completa o parcialmente la producción, desafectando turnos enteros o parando las líneas, como sucedió en la General Motors, que dejó de producir 500 vehículos.

En algunas fábricas del gremio plástico y químico que utilizan procesos continuos, los cortes significaron la paralización total, mientras que en la Terrabusi, por las mismas causas, la patronal despidió a 100 trabajadores contratados del turno noche.

La decisión del gobierno, que se hizo al servicio de ahorrar 800 megavatios (el equivalente a dejar sin luz a toda la ciudad de Córdoba), fue acompañada del corte del suministro de gas a Chile y la compra de electricidad al Uruguay y al Brasil.

Sin embargo, todas esas medidas no alcanzaron para evitar la escasez de GNC o que la falta de gasoil dejara fuera de servicio a la central eléctrica de Dock Sud y que otro tanto sucediera con la central Embalse de la provincia de Córdoba, algo parecido a lo que había pasado el 18 de mayo, cuando el incendio de un transformador de una distribuidora eléctrica en Ezeiza, dejó sin luz a 5 millones de personas.

El fracaso de las privatizaciones

La falta de energía para sostener el crecimiento de la producción agrícola, la industria y el comercio, marca los límites del “veranito económico” y señala el agotamiento del plan económico, que se sostiene, no en base a importantes inversiones en la infraestructura productiva (energía, maquinarias, tecnología, transporte, caminos, etc.) sino en el saqueo de los recursos naturales y la explotación del pueblo trabajador.

El colapso energético, así como el de la salud, la educación o el transporte no son más que el resultado de la política de entrega del patrimonio nacional consumada durante la década de los ‘90 a través de las privatizaciones de las empresa del Estado.

Esta política fue implementada por todos los gobiernos patronales hasta la fecha (Dictadura, Alfonsín, Menem, De la Rúa, Duhalde y Kirchner) y contó con el apoyo de la burocracia sindical peronista y el resto de la “oposición” patronal, como Macri, Lavagna, Carrió y compañía.

Estos representantes de la “burguesía nacional” cipaya, que funciona como socia menor de los grandes grupos económicos imperialistas, tuvieron desde siempre una política consecuente: su principal fuente de enriquecimiento no proviene de las inversiones y la planificación productiva de largo plazo, sino del saqueo y la súper-explotación.

Por eso no se preocupan en absoluto por la depredación de los recursos, ni la destrucción del medio ambiente, ni mucho menos de la salud física y psíquica de sus trabajadores, razón por la cual promovieron la privatización total de la tierra, del petróleo, gas, luz, agua, teléfonos y hasta las propias rutas.

Por eso, ahora hay petróleo y gas para 8 años, mientras que en los ’90 –antes que YPF y Gas del Estado fueran entregadas a los imperialistas- el país contaba con reservas para abastecerse durante 35 años.

Durante todos estos años en que los burgueses depredaron los recursos energéticos, la exportación de combustibles no renovables alcanzó cifras record, en tanto que entre 2000 y 2004 las ganancias llegaron a más de 30.000 millones de dólares.

No es ninguna casualidad que las únicas inversiones que se realizaron en el sector hayan sido las que tuvieron que ver con la extensión de los gasoductos destinados a venderle combustible a Chile.

Este enriquecimiento fabuloso de los monopolios petroleros fue de la mano del empobrecimiento de los de abajo. Un ejemplo de esto es que la mitad de la población, que carece de gas de red, tiene que pagar un precio 6 veces más caro que antes por el consumo de gas de garrafas.

La falta de inversiones privadas para el mantenimiento, deterioró la capacidad del conjunto de las instalaciones. Para colmo de males, los escasos fondos públicos que deberían haberse utilizado en obras se usaron para sobreprecios, los que fueron retribuidos por coimas –como las del caso Skanska- para importantes funcionarios Kirchneristas.

Este caso, que puede considerarse el equivalente del escándalo IBM-Banco Nación del gobierno Menemista, es apenas una muestra de la corrupción estructural que corrompe al régimen y al sistema semicolonial que impera en la Argentina y que Kirchner está tratando de legitimizar.

Lo peor todavía está por venir

A muy poco tiempo de las elecciones presidenciales, la crisis energética crítica está poniendo al gobierno de Kirchner como aquel que tiene una frazada corta para taparse y si tira de un lado, se destapa del otro.

Los productores del campo amenazan con medidas de fuerza si no se los provee del gasoil que necesitan para garantizar el transporte de las semillas para la siembra y de la cosecha.

Los industriales y los grandes empresarios del comercio, presionan para mantener la competitividad de sus negocios, amenazados por la escasez de insumos y el aumento de los precios debido al desabastecimiento. Mientras tanto, las petroleras no quieren importar gasoil para abastecer el mercado interno, por la sencilla razón de que no les resultaría rentable.

En el otro extremo -durante el pico de las bajas temperaturas- los vecinos de algunos barrios de la capital y el conurbano bonaerense se vieron obligados a cortar calles y rutas en protesta por los cortes de luz y del gas.

Estudiantes, padres y maestros continúan movilizándose por las condiciones edilicias y la falta de calefacción en las escuelas, mientras que los taxistas y los remiseros vienen de protestar por la pérdida de sus ingresos a causa de la falta de GNC.

La bronca que genera este tipo de situaciones alimenta también la combatividad de los de abajo, lo cual explica la explosión de los usuarios del Roca o el paro triunfante –con ocupación de fábrica- con que los trabajadores de Terrabusi le respondieron a la patronal, cuando esta despidió a 100 obreros por reducción de energía.

Aún no ha comenzado el invierno; y si Kirchner no logra garantizar una buena provisión de energía al campo y a la industria, estos sectores se verán obligados a trasladar los mayores costos al precio de sus productos. Esta situación acelerará a su vez el aumento de la inflación -que ya es importante- empujando de esa manera a la lucha a todos los que viven de un salario.

Para satisfacer la demanda empresarial, el gobierno tendría que reducir el consumo domiciliario -aplicando los cortes de energía directamente a los hogares- o imponer un tarifazo, minando así una buena parte de su actual popularidad y provocando como respuesta otra escalada en las luchas.

Ante estas circunstancias, si durante los tres meses que durará el invierno las bajas temperaturas llegasen a los niveles de la última semana de mayo, Kirchner no tendrá manera de implementar medidas de emergencia que no signifiquen duros golpes al bolsillo de la mayoría de la población.

Pase lo que pase, tarde o temprano el gobierno debe jugarse a imponer la única receta que conocen los capitalistas para mantener el nivel de sus ganancias: aplastar la resistencia obrera y popular para que la crisis la continúen pagando los de abajo.

Esa perspectiva no muy lejana, combinada con el ascenso obrero en curso y la incipiente respuesta con que las masas comenzaron a enfrentar las consecuencias del colapso de la infraestructura, muestran la dinámica explosiva que seguramente adquirirán las próximas luchas.

Por todo esto, la tarea de los luchadores y las organizaciones de izquierda es –además de ponerse a la cabeza de estas luchas- construir la dirección y los organismos que hacen falta para coordinar la resistencia y dotarla, a su vez, de un programa socialista alternativo, capaz de enfrentar con éxito la crisis que provocaron los capitalistas.

Este programa debe proponer -entre otras cuestiones- que no habrá manera de resolver la debacle energética y productiva del país ni de poner toda la infraestructura nacional al servicio de los intereses de los trabajadores y el pueblo, sin renacionalizar las empresas privatizadas, poniéndolas a funcionar -bajo el control de sus trabajadores- en el marco de un Plan de Reactivación Obrero y Popular.

El financiamiento de un plan de semejantes características saldrá de la implementación de impuestos progresivos a las grandes empresas y del desconocimiento del pago de las deudas externas que mantiene la Argentina con los respectivos acreedores internacionales.

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