La escriba quien la escriba, la historia la hacen los que luchan. Y de eso los trabajadores podemos dar cuenta a lo largo del desarrollo de la Historia del Movimiento Obrero, que es el desarrollo mismo de la humanidad.
Nuestras luchas tienen más de un siglo, y arrancan desde las primeras huelgas, con la presencia de aquellos fundadores del Movimiento Obrero, los mismos que, contra toda bestialidad y por toda justicia, plantaron las banderas del internacionalismo, en aquellos ejemplares primeros cuatro actos del 1º de mayo de 1890 en Buenos Aires, Rosario, Bahía Blanca y Chivilcoy.

Somos luchadores que mantenemos viva la memoria histórica de nuestro pueblo.

Damos cuenta de ello cada vez que alzamos la voz contra este sistema capitalista cuya base de existencia consiste en la injusticia de negarnos una vida digna y un futuro para la humanidad.

Cada vez que rescatamos el ejemplo, los valores y la entrega a la causa de los trabajadores, de miles de militantes y dirigentes y obreros populares, desaparecidos y asesinados.

Cada vez que nos proponemos recuperar los mejores programas y tradiciones de la Clase Obrera, para, en definitiva, elevar los reclamos a la altura de la perspectiva política de la lucha por la única sociedad que posibilita una vida digna, aquella donde gobiernen los trabajadores y el pueblo: la Sociedad Socialista.

Y nutrirnos de lo mejor que hemos conseguido como clase, es asumir las banderas del Internacionalismo y del Socialismo.
A la par, es preciso poner en práctica todas y cada una de las experiencias en la autoorganización de los trabajadores, que indefectiblemente tienen que ser independientes de los partidos patronales, de la burocracia traidora y del Estado Burgués.

Este acto del 1° de Mayo, no es un acto más. No es un paseo más. No es un locro más. Es sostener los principios y las banderas en la Plaza López.

Y lo tenemos que señalar desde nuestra condición de educadores, una actividad en que la inmensa mayoría son trabajadoras de la educación. Tenemos la vista puesta en el ejemplo de aquella costurera que encabezó la marcha de aquel primer acto y fue oradora de la jornada ante más de un millar de obreros: Virginia Bolten.

Frente al modelo que pretende imponernos el sistema -hasta con una presidenta que para cada ocasión gasta un vestuario de miles de pesos- se nos revela en las condiciones de nuestras heroicas hermanas de clase,  toda la virtud de la actitud de entrega para con el pueblo. Y esa enseñanza impagable se nos presenta como un compromiso que deberemos cumplir con nuestra humildad en la firmeza, nuestro amor en el coraje y nuestra rabiosa pelea por cada primavera de lucha con que construimos el futuro.

Es estar allí, como la primera vez hace 122 años, contra toda la brutalidad e injusticia, que ayer como ahora, los capitalistas y sus gobiernos descargan sobre los trabajadores y el pueblo. Tenemos ante nuestros ojos constancias de un panorama de pobreza y represión, encarnados cada una con nombre propio: ajuste y Ley Antiterrorista. La misma Presidenta que, encaramada en el insuperable escenario de apertura del año legislativo nacional, dedicó a los docentes la descalificación de vagos y al Gobernador Bonfatti los elogios por su miserable propuesta salarial,  no se priva de atacar a todos los que luchan, como cuando llama extorsionadores a los trabajadores que reclaman con la acción concreta por sus necesidades. Mientras, su Ministra de Seguridad, pretende explicar lo inexplicable: que espiar en los conflictos y las organizaciones populares de idéntica manera que la Dictadura Genocida, es algo sin trascendencia, cuando hasta el reaccionario Poder Judicial reconoce que la inteligencia es parte esencial del plan sistemático de exterminio.

Por una Nueva Central de Trabajadores Clasista, Internacionalista, independiente de los patrones, el Estado y los partidos de la burguesía.