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Entusiasmo adolescente en las luchas por la identidad
Por Indymedia Pueblos Originarios - Saturday, May. 05, 2012 at 12:27 AM
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Eduardo Duarte (18) y Lucas Vega (19) son dos amigos que crecieron en el campo, a 50 kilómetros de la Capital Federal. El primero vive en el fondo de Punta Canal, a 100 metros del sitio sagrado Punta Querandí. El segundo se crió donde se encuentra otro yacimiento ancestral llamado Rancho Largo, en un complejo de viviendas de la fábrica histórica de Dique Luján. Ambos son protagonistas de un movimiento que busca frenar la destrucción y privatización masiva de los barrios privados en el sector continental del valle de inundación del río Luján.

Fotos: Verónica Tello

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Eduardo Duarte, en una de las actividades en defensa de los lugares públicos y sagrados

“Preferiría que la fábrica quede como recuerdo, un montón de gente vivió ahí”, confía Lucas Vega, amigo de los chicos de Punta Querandí. Para él, las viviendas destruidas de Rancho Largo, que se alcanzan a ver desde el parador del árbol caído, representan muchas emociones. Allí vivió desde que tenía un año hasta los 11. Su familia fue la primera en irse. La Sociedad Anónima Formio Argentino, fundada en 1928, ya había cerrado en 1992.

Cuando no faltaba al colegio “para ir con mi viejo a buscar leña al campo a las 5 de la mañana”, recuerda, su familia lo cruzaba en bote a la misma orilla en donde se hacen las reivindicaciones al sitio sagrado indígena Rancho Largo. Desde ahí, iba por el camino costero hasta la Escuela 16 Reconquista ubicada en el pueblo. El mismo establecimiento funcionó en la fábrica entre las décadas del 40' y 60'.

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Luquitas le señala al abuello kolla Pedro Moreira el lugar donde vivía: Rancho Largo

Como gran parte de los primeros pobladores de la zona, los Vega eran de Entre Ríos, isleños acostumbrados a esforzados trabajos. Eran cinco familias las que vivían en Rancho Largo. Entre muchas anécdotas, Lucas recuerda a “Osvaldo, que murió de cáncer, y todos los días antes de ir a la escuela me daba un sanguche de dulce de leche o de fiambre”.

“Si fuera por mi volvería de nuevo a vivir en ese lugar”, dice convencido, aunque cambió mucho ya que “antes estaba más natural”, aclara. Lucas habla sobre los caminos internos que comunicaban los distintos lugares de la fábrica, “como un laberinto, con árboles a ambos lados”.

Su familia vivió cinco años en Dique Luján y hace tres que está en el barrio San Miguel de Ingeniero Maschwitz.

CON VOZ PROPIA

Domingo 11 de marzo de 2012, en una de las casas de Punta Canal se hace el balance de la jornada. Esa tarde, integrantes de pueblos originarios y vecinos del paraje hicieron una caminata de dos kilómetros, desde Punta Querandí hasta la costa en frente de Rancho Largo. Se colocó un cartel que identifica este segundo sitio como sagrado y se realizó una ceremonia, para luego hacer allí una reunión con integrantes de la Sociedad de Fomento de Villa La Ñata. Allí se intercambiaron opiniones sobre el pasado, presente y futuro de la zona, con una clara preocupación: el destino de reservas naturales, lugares históricos y cementerios milenarios que vienen siendo destruidos por los barrios privados desde fines de la década de los 90'.

“Emocionadísimo”, describe su sentimiento Eduardo Duarte, el mayor de siete hermanos que defienden y disfrutan de Punta Querandí. “Estamos reclamando sitios indígenas para que se puedan mantener, también los bosques y los árboles, como siempre estuvo, y no de un día a otro esté todo destruido”, explica a Indymedia.

Eduardo sabe de lo que habla. Desde el 2007 vio como el campo de en frente de su casa era destruido y las dos familias numerosas que allí vivían eran forzadas a vender. Ahora se encuentra allí el barrio San Benito con “una Iglesia a la cual no puedo entrar, lo único que sé de ese country es que hay un alambrado y nada más”.

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Edu colaborando con los preparativos de la ceremonia, en la "esquina" de su cuadra

De a poco se sumó al “acampe de los indios”, sin saber que también tenía sangre indígena, siendo hoy uno de los principales protagonistas. “Nos quitaron el río, un camino en el cual nos podíamos comunicar de un pueblo a otro, sectores de pesca y caza, y hasta lugar de diversión, porque en el campo nosotros nos divertíamos”, resume.

Mientras avanzaban las obras del barrio San Benito, comenzó la protesta indígena por el sitio sagrado de Punta Querandí. “Cada día que pasa siento que soy uno más y de a poco puedo ir aportando ideas para que los lugares sean públicos y seguir defendiendo muchos espacios verdes”.

“No pensé estar donde estoy ahora, de a ir a marchas, de conocer gente nueva todos los días”, exclama Eduardo. “Nosotros siendo jóvenes nos preocupamos por la joda, porque somos adolescentes, por los estudios, por el trabajo y a todo eso le sumamos la lucha, le ponemos todo lo que podemos”.

Las luchas por la identidad histórica y milenaria del Gran Buenos Aires tienen energía renovada.

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