Julio López
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(libro) El Manifiesto de SCUM y la Revolución Hiperfeminista
Por (reenvio) Valerie Solanas - Sunday, May. 20, 2012 at 2:15 AM

Precedido de SCUM, Cell 16 y la Revolución Hiperfemenista Introducción, traducción y notas de Diego L. Sanromán.

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SCUM, Cell 16 y la Revolución hiperfeminista

Diego Luis Sanromán

1. Valerie Solanas, la chica que disparó contra Andy Warhol Que las prácticas de tiro con blanco humano son en los Estados Unidos una afición que disfruta de una mayor consideración social y cuenta con un mayor número de adeptos que –pongamos por caso- la literatura o la militancia política es un hecho que pocos se atreverían a discutir a estas alturas. Los yanquis han hecho del asesinato preferiblemente masivo- una de las bellas artes y las hazañas de Henry Lee Lucas son más conocidas que las obras de Thomas Jefferson y los Padres de la Constitución. La lista de sus Presidentes –y aspirantes al cargo- y la de sus respectivos magnicidas deberían estudiarse en las escuelas en columnas paralelas, y bien podría proponerse la construcción de un Museo de Atrocidades (conforme al modelo de J. G. Ballard) en el espacio dejado por las Torres Gemelas del WTC en la isla de Manhattan. Por esta razón, Valerie Solanas ocupa en la historia popular de los States el lugar de la chica que disparó a Andy Warhol y a un par de sus próximos, y no la posición que le correspondería como avanzada del feminismo radical de los años sesenta del siglo pasado o como autora de un mordaz panfleto político-satírico que lleva el abracadabrante título de SCUM-Manifesto.

Pero incluso en este ámbito, el lugar ocupado por Solanas está preñado de peculiaridades y hasta de contradicciones. En primer lugar por su género, pues es bien sabido que la cantidad de féminas que se dedican a esto del asesinato en masa –o en serie, como prefieren llamarlo ellos, muy aficionados también a la televisión- resulta más bien menguado en comparación con el número de varones: una o ninguna, que diría el otro. Ellas prefieren la mirada amarga, la palabra aduladora, el beso (Wilde dixit) o el veneno, armas todas ellas típicamente femeninas y que, aunque facilitan el trato personalizado del crimen, son poco productivas cuando hay que enfrentarse a conjuntos de población algo mayores(1). La espada, por el contrario, es un arma macho que tiene algo de falo de acero. En este sentido, Solanas es una anomalía que los malintencionados se apresuran a explicar apelando a la orientación sexual de la encausada: “Valerie –dirán- no era más que una bollera machorra, una de esas male- women contra las que, paradójicamente, arrojaba sapos y culebras en su condenado Manifiesto”. Y por otro lado –y aquí viene lo contradictorio del asunto-, Valerie Solanas es una asesina fracasada –al fin y al cabo, ¡mujer tenía que ser!-, que debe su inclusión en el venerable mausoleo de los grandes criminales norteamericanos más al carácter egregio de su fallida víctima que a sus propios méritos de matarife. De ahí que no resulte nada extraño que su nombre aparezca, en una enciclopedia disponible en Internet, asociado al de Mark David Chapman, famoso solamente por haber acabado a balazos con la vida de John Lennon (2).

Tampoco es nada chocante, según lo dicho, que la biografía de Valerie adquiera entre los cronistas la forma del historial clínico y que el Manifiesto de SCUM sea interpretado como un mero documento psiquiátrico, como el desvarío inconsistente de una pobre mente enferma. Que Valerie hubiera sido violada y torturada cuando era una cría lo explica todo: su odio hacia los hombres, sus tendencias homosexuales, sus delirios paranoicos, SCUM y el asunto Warhol. Absolutamente todo. Lamentablemente la reducción psicologista es también una práctica muy extendida dentro de la cultura estadounidense –lo que equivale a decir: occidental-, a cuya sombra prosperan la industria de la farmacopea, el encierro terapéutico y la literatura de autoayuda. Es verdad, sin embargo, que Valerie era mujer, de tez morena, pobre y que a lo largo de su existencia la habían jodido de todas las maneras imaginables. Tenía motivos más que sobrados, en consecuencia, para estar cabreada y repudiar una sociedad capitalista cuya hegemonía en todos los ámbitos pertenecía a los varones heterosexuales, ricos y blancos(3). Su historia es un relato del reverso del sueño americano y tal vez merezca ser narrada una vez más, siquiera sea brevemente.

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