Julio López
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Declararon los hijos de un sindicalista de YPF desaparecido
Por reenvio - Wednesday, May. 30, 2012 at 11:47 AM

Jorge Ricardo y Adriana Reydó contaron al Tribunal la historia de su padre, un militante de la Juventud Peronista que luchaba por recuperar las 6 horas de trabajo en la Destilería de Ensenada. También declaró desde Barcelona una Abuela de Plaza de Mayo a través de una videoconferencia. La audiencia sigue mañana a las 9.30.

Por Secretaría de Prensa y Difusión – APDH La Plata

(21MAYO2012) - La audiencia del juicio a los genocidas del Circuito Camps se reanudó este lunes con una videoconferencia desde Barcelona, España, en la que Carlotta Ayub de Quesada, integrante de Abuelas de Plaza de Mayo, declaró por el secuestro de su hija Gabriela Quesada y leyó varios fragmentos de las cartas que intercambiaron Ramón Camps y Suárez Mason, en las que el jefe de la Policía Bonaerense solicitaba autorización para el exilio de un grupo de detenidos, entre ellos, María Magdalena Mainer, Liliana Amalia Galarza, Graciela Quesada de Bearzi, Juan Mainer, Cecilia Idiart, Nilda Susana Salomone, Guillermo Marcos García Cano, María del Carmen Moretini y Domingo Héctor Moncalvillo. La respuesta fue negativa y en la actualidad ésta nómina de detenidos figuran como desaparecidos.

“Ellos son los responsables de su destino, si están en África o en Montevideo”, sentenció la mujer, y agregó que “mientras no me demuestren lo contrario, voy a sostener que están desaparecidos”. “La sangre canta, no pretendemos usurparle la identidad nadie, solo que un juez les de su verdad”, concluyó.

Por su parte, María Julia Bearzi, hija de Luis Eduardo Bearzi y Graciela Quesada Ayub, declaró en segundo lugar. Contó que se había criado con sus abuelos paternos a partir del 9 de noviembre de 1976, día en que un grupo de tareas dependiente de la Policía Bonaerense asesinó a su padre, cuando acudía a una cita con su compañero de militancia de la organización Montoneros, Marcelo Betini. “Ellos estaban convencidos trabajando con la gente de las villas de emergencia, hacían guarderías, centros de salud, sanitarios, trabajaban para mejorar sus condiciones de vida”, explicó Bearzi.

A su madre, que era estudiante de Antropología, la querían convencer de que se fuera a vivir a España, donde se había refugiado el resto de la familia después del asesinato de Luis Eduardo. Sin embargo, “lo desestimó por la convicción absoluta de lo que estaba haciendo”. En marzo de 1977, la mujer ya había perdido todo tipo de contacto con la familia, que había empezado a sospechar que había sido secuestrada.

La testigo tenía apenas 2 años al momento de la desaparición de sus padres y su hermano casi 4. En junio recibieron una llamada telefónica de su madre, quien les dijo que estaba bien, aunque sin decirles dónde. “Mi abuelo, que era un gran ginecólogo, decía que mamá tenía un embarazo de 7 meses, porque ella se había acercado a una de mis tías a pedirle un par de zapatos porque tenía los pies hinchados”, recordó Bearzi.

Los contactos con la mujer se perdieron en noviembre de 1977. La familia supo que había estado en centro clandestino conocido como “La Cacha”, a través del testimonio de Patricia Pérez Catán.

“Yo me he pasado los últimos 15 años de mi vida tratando de cerrar el agujero negro que significa la desaparición de una persona, la incertidumbre”, sintetizó la testigo. Y concluyó: “Agradezco este espacio de memoria, verdad y justicia, y espero que así sea para los 30 mil desaparecidos y para los 400 nietos que todavía viven sin su verdadera identidad”.

Y que sea la última vez

Amalia Cecilia Chambo había parido a su hijo Juan Pablo una semana antes de ser secuestrada de la casa de sus padres, en City Bell, el 7 de febrero de 1977. “Yo lo estaba amamantando (a Juan Pablo), cuando el grupo irrumpió”, precisó la testigo, en alusión a los miembros de las fuerzas conjuntas que le hicieron dejar al bebé y a la alianza de matrimonio en el domicilio, minutos previos a que se la llevaran detenida.

El vehículo escogido por el grupo de tareas fue un Torino blanco, al que la subieron para conducirla a la Brigada de Investigaciones de La Plata (BILP).

-¿Quién es el responsable? -se atrevió a preguntar Chambo en esa circunstancia.

Y el conductor dijo que era él.

-Entonces es Usted el responsable de todo lo que me pase de aquí en adelante.

La víctima se permitió el tono desafiante y si bien fue tabicada, pudo ver cómo la introducían a una suerte de garage. “Ahí entramos y nos pusieron, primero, parados en una pared, tabicados y esposados; después me llevaron a un calabozo con otras personas, donde pasaban lista”, señaló Chambo. Ante la pregunta de los jueces, precisó haber escuchado los nombres de Patricia Urchansky de Simon y David Aleksoski, entre otros compañeros con los que compartió cautiverio.

También recordó a Pablo Mayner, a quien conocía de la infancia en City Bell. “Se llamaba como mi hijo, que tenía 7 días; él estaba entregado, pero yo le decía que iba a salir”, confesó la testigo. Y agregó: “Me dijo que me iba a conseguir un sacaleche, porque se me estaba produciendo mastitis, ‘Igual no vas a salir’, me decía”.

Chambo mencionó las torturas que escuchaba mientras permaneció allí cautiva, y continuó con el traslado al Destacamento de Arana. “Me llevaron enfundada de la cabeza a los pies, adentro de un coche, con gente arriba y abajo, sin poder respirar; me bajaron cuando llegamos, había una radio muy fuerte, como tapando las torturas”, describió la mujer, que a su vez podía ver por debajo de las vendas.

-Vamos a zarandearla un rato -dijo uno de los represores.

-¿Por qué sangras? -le preguntó otro.

-Ustedes saben por qué -les dijo-. ¡Déjenme criar a mis hijos, si ustedes me dicen cuál es la causa!

-Usted es la jefa de sanidad de Montoneros.

-¿De dónde sacaron eso?

-No te hagas la estúpida.

Hubo más insultos y una lista de nombres propios, a quienes les había pasado lo que ahora a ella. “Me preguntaron por la prima de mi ex marido y yo les dije que habíamos estado juntas en Navidad, pero era febrero; y él estaba trabajando como médico guardavidas en la Costa, no negué que él estaba en ese lugar”, sostuvo Chambo. Pero las respuestas fueron más amenazas de muerte.

-¡Bueno, si sos tan hombre, dame un arma a mi! -los increpó la mujer-. ¡Si total me van a matar por algo que no hice!

Y al instante alguien pidió que pararan, que era una buena chica y que había que “largarla”. Esa misma noche la devolvieron a la BILP, donde ya no estaban sus compañeros, y a los pocos días le otorgaron la libertad. “Me llevaron hasta Plaza Italia y me pidieron que los mirara, yo no quise, pedí monedas y me fui en el 513, como una linyera, hasta la casa de mis padres”, precisó Chambo, y aseguró que en aquel momento ni ella se reconocía frente al espejo.

El testimonio terminó con un pedido a la Justicia: “Yo estoy para colaborar, pero que sea la última vez que declaro, por favor”. “Nunca más”, subrayó.



La declaración de Jorge Ricardo Reydó tuvo como eje la desaparición la su padre, Raúl Reydó, un delegado del Sindicato Unido Petroleros del Estado (SUPE) y además presidente de la Juventud Peronista de Ensenada, quien fue secuestrado de su casa de la calle 30 entre 45 y 46, el 20 de mayo de 1977, mientras almorzaba con su familia.

Del operativo de secuestro participó el jefe del Regimiento 7 de Infantería, general Roque Presti. Este dato lo aportó la esposa del desaparecido, quien días después reconoció a Presti cuando apareció en el diario junto al jefe de la Policía provincial, coronel Ramón Camps, en un acto por el día de la Independencia.

Como empleado de YPF y sindicalista, Reydó militaba por reconquistar las 6 horas de trabajo y por la abolición del sistema de insalubridad al que estaban expuestos. “Él estaba enfrentado con el gremio actual, liderado por Diego Ibáñez y Omar Piumare, con los que tenía diferencias”, afirmó el testigo.

La mañana en que Reydó fue secuestrado por más de 30 efectivos policiales fue “muy atípica”. “Tenía que ir a trabajar y no fue, porque sabía que algo le iba a pasar, tal es así que nos despedimos, y mi hermana y yo nos fuimos a la escuela”, contó el testigo, y aclaró que al mediodía, un vecino que tenía una rotisería en el barrio se acercó al establecimiento para dar aviso del “despliegue” que había en la cuadra. “Fui corriendo hasta casa y vi el operativo, que estaba comandado por el Ejército; había un camión, 5 o 6 vehículos particulares, Torinos y Falcons, y vi cómo se llevaron a mi padre”, relató.

Según pudo saber el testigo a través de testimonios vertidos ante la CONADEP y en otros juicios penales, Reydó padre fue llevado a la BILP, luego al BIM 3 y, por último, al centro clandestino conocido como “La Cacha”, donde habría sido visto a fines de 1977.

Reydó mencionó, hacia el final de su testimonio, una reunión que su tío tuvo en 1978 con el padre con Graselli, quien le pidió que al “Negro” y no lo buscaran, porque “no estaba más”. Similar fue la respuesta que la familia obtuvo con el ex capellán Christian Federico Von Wernich, poco tiempo después.

Por su parte, Adriana Reydó, hija del desaparecido empleado de YPF y sindicalista, señaló en su testimonio que ese 20 de mayo, cuando volvía de la escuela por calle 47 casi esquina 30, se sorprendió al ver que la cuadra estaba llena de autos, como intentando impedir el paso. “Había 5 autos, con gente vestida de civil y armas largas adentro; me quedé quieta y vi a mi padre en uno de esos autos, con su suéter color crema”, precisó la testigo, quien además advirtió que los efectivos del grupo de tareas tenían gorras verdes.

Adriana Reydó puso énfasis en un acontecimiento fortuito que vivió en 1983: se encontró en un colectivo con un hombre que tenía cicatrices en los brazos y que había estado secuestrado en otro centro clandestino junto a su padre. "Él estaba conmigo hasta julio de 1977 -le dijo el ex detenido, de apellido Lazcano-, estaba muy mal por la tortura, había adelgazado 30 kilos".

Esta persona le reveló que el lugar en el que estuvo con su padre Raúl era la Brigada de Investigaciones de la Policía, y que los llevaban a torturar al Batallón de Infantería de Marina N° 3, con una frecuencia de cinco sesiones de tortura por semana. Desde aquel entonces, Raúl Reydó continúa desaparecido.

La audiencia del juicio a los 25 represores del denominado Circuito Camps se reanuda mañana a partir de las 9.30 en la sede de la ex Amia.

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