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Moyano versus gobierno y una postura desde el marxismo
Por Rolando Astarita - Friday, Jun. 22, 2012 at 3:35 AM

El conflicto entre el sindicato de Camioneros y el gobierno divide aguas en la política argentina, y de manera tajante. Es que Moyano ha puesto en primer plano tres reivindicaciones que afectan al conjunto de los trabajadores, que son el impuesto a las ganancias sobre los salarios, las asignaciones familiares para los ingresos mayores a 5200 pesos, y la ruptura del tope que quiere imponer el gobierno a las discusiones salariales. Por supuesto, se puede objetar que Moyano convocó al paro y a la movilización a la plaza de Mayo de forma burocrática, y motivado en buena medida por las diferencias que mantiene con la presidenta. Sin embargo, el hecho clave es que las reivindicaciones mencionadas interesan a los trabajadores de conjunto, y por eso los esfuerzos de los defensores del gobierno para debilitar el reclamo y aislar a los camioneros. Los K-argumentos son variados. Así, se sostiene que es irresponsable poner en jaque servicios básicos por demandas salariales o condiciones de trabajo; que hay que anteponer los intereses nacionales a los sectoriales; que es necesario defender “el modelo productivo y con inclusión social”; que Moyano es funcional a los intereses de Clarín (“llama a un paro nacional desde TN”, se observa); y que ir a la Plaza de Mayo implicaría fortalecer a la burocracia sindical. Pero no son argumentos sólidos.

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En primer lugar, hay que decir que la mayoría de las huelgas afectan, de una manera u otra, servicios esenciales, por la simple razón de que el trabajo asalariado es la base sobre la que se levanta la sociedad entera, con sus expresiones políticas, jurídicas, culturales e ideológicas. Pero además, en la sociedad capitalista el trabajo es explotado (un “detalle” que pasan por alto los K-revolucionarios) y en consecuencia, la manera más efectiva que tienen los explotados de defender el salario y condiciones laborales es con la huelga, con la negativa a trabajar. Por eso, incluso sectores de la derecha muy enfrentados al gobierno rechazan y critican a los trabajadores. “Afectan a la población”, “perjudican a otros trabajadores”, “los usuarios son los rehenes”, son las cantinelas que machacan sin descanso los grandes medios, y repiten como loros los funcionarios y los defensores de la presidenta. Lo mismo dicen cuando hay paros de subterráneos, o colectivos, o de cualquier otro servicio. Es la forma más efectiva que tienen siempre los reaccionarios para salir en defensa del capital, y del estado capitalista, cuando hay conflictos gremiales. Es necesario enfrentar ese discurso, ya que apunta a debilitar el derecho de huelga, y prepara el terreno ideológico y político para avanzar con medidas represivas. Entre ellas, la aplicación de la reaccionaria Ley de Abastecimiento, y sacar a la calle a la Prefectura y Gendarmería.

En segundo lugar, el argumento de que es necesario defender la unidad nacional, es el típico que antepone la conciliación entre las clases a la defensa de los intereses del trabajo frente al capital. Aquí se evidencia el abismo que separa a los marxistas de los defensores del orden establecido. También se desnuda el rol reaccionario que juega la ideología patriótica, en la que participan todas las fuerzas enemigas del socialismo. Aunque la esencia del asunto es otra, ya que la clase dominante, el gobierno y los altos funcionarios del estado, no están defendiendo a la patria, sino sus intereses de clase. Los que llaman a “deponer intereses sectoriales porque hay que pensar en el interés nacional”, son los mismos que amasan fortunas, encaramados en altos puestos del estado o explotando directamente al trabajo.

Algo similar puede decirse acerca del llamado a “defender el modelo”. La realidad es que “el modelo” hoy está avanzando sobre los salarios (como explicamos en una nota anterior). Con la inflación por arriba del 25% anual, y todas las paritarias cerrando con aumentos de entre el 20% y 25% (al pasar, los docentes universitarios cerraron con aumentos de solo el 20,5%), lo que se está operando es un “ajuste”. Para colmo, la mayoría de los aumentos son escalonados. En otras palabras, desde el gobierno, y con acuerdo de las patronales, se están bajando los salarios en términos reales. ¿Por qué los trabajadores tienen que defender esta política “del modelo”? Es natural que la defiendan los funcionarios -para eso les paga el capital-, pero los asalariados no tienen por qué consentir o aplaudir su empobrecimiento. Esto sin entrar a considerar otros aspectos del asunto, como es la distribución del ingreso extremadamente desigual (en relación a otros países capitalistas), o la pobreza y la indigencia que siguen afectando a amplios sectores de la población.

En cuanto a que Moyano ahora recibe prensa de Clarín (y posiblemente el aplauso de sectores de la derecha más recalcitrante), es absolutamente cierto. Pero nunca la lucha de clases se da de manera pura. A medida que surgen dificultades económicas, es inevitable que se agudicen los conflictos sociales, y por lo tanto las contradicciones en la misma clase dominante. ¿Por qué los trabajadores, o la izquierda, no van a aprovecharlas? En El Capital Marx señala cómo la clase obrera inglesa aprovechó en su favor las diferencias entre terratenientes e industriales para conseguir la reducción de la jornada de trabajo. En innumerables países y circunstancias, el trabajo avanzó, o defendió posiciones, aprovechándose de esas diferencias. Argentina no fue, ni es la excepción. ¿Por qué entonces la clase trabajadora, o cualquier otro sector en lucha, debería renunciar a estas posibilidades? Muchos intelectuales progres y de izquierda justifican, en aras de la “alta estrategia política”, cualquier bajeza. Pero ponen el grito en el cielo cuando esto lo hacen los trabajadores en lucha contra el gobierno.

Algo similar puede decirse sobre el argumento de que Moyano es un burócrata. “¿Están ustedes con la burocracia sindical?”, pregunta el K-progresista a la izquierda. Para algunos, el “problema” de la burocracia pasa a segundo plano cuando ésta opera a favor del gobierno y la conciliación de clases, pero se convierte en tema “de principios” cuando interviene en un sentido “no conveniente” para los intereses “patrióticos”. Sin embargo, también es posible que algún sector de izquierda ultra, teñido de infantilismo ultraizquierdista, adopte la táctica abstencionista (“no podemos participar en ningún acto convocado por la burocracia”). Frente a esto, hay que recordar lo que ya dijimos: ninguna lucha se da de manera pura, y menos en un período en que hay una profunda debilidad de las fuerzas socialistas, o simplemente “clasistas”. Por eso, lo fundamental a tener presente es que en esta pelea un triunfo de las reivindicaciones planteadas por el sindicato de Camioneros beneficiaría al conjunto de la clase trabajadora. Naturalmente, el ala de Moyano también se fortalecería (así como se fortalecerían los Barrionuevo y Lezcano si fuera derrotada). Es inevitable que sea así, dada la debilidad de los sectores antiburocráticos. Pero en la medida en que la clase obrera tenga éxito en la defensa de los salarios y condiciones laborales, mejoran las condiciones para proponerse objetivos más altos, incluyendo la democratización de los sindicatos.

Los intereses generales

Por todo lo anterior, y desde mi humilde posición, pienso que sería conveniente que las fuerzas de izquierda y progresistas, y los activistas y militantes obreros y antiburocráticos, procuren extender y levantar los intereses generales del movimiento. Hay tres reivindicaciones que son centrales, y no atañen solo a Camioneros: romper los topes salariales; suprimir la restricción de las asignaciones familiares y acabar con el impuesto a las ganancias para todos los trabajadores asalariados. Son reivindicaciones elementales, referidas a la distribución entre el salario y la plusvalía. Son tan elementales, que la posición del gobierno no resiste el análisis. Por ejemplo, en este país, si una persona compra terrenos fiscales a precio vil, y los vende al año por un precio 10 veces superior, ganando en la diferencia millones de dólares, no paga impuestos a las ganancias. Pero un trabajador, padre de familia, que recibe poco más de 8000 pesos, paga impuestos a las ganancias. Hace falta mucha dialéctica parlanchina para explicar que esto “está de acuerdo con la esencia del movimiento nacional”.

Sin embargo, a lo anterior agregaría una cuarta reivindicación esencial: la lucha contra el trabajo en negro y precarizado. Casi el 40% de los trabajadores están en esta situación, ante la pasividad casi completa del Ministerio de Trabajo y de otras instituciones estatales. Hace poco una trabajadora me decía que había estado empleada en una tienda importante (una cadena), en pleno Centro porteño, sin obra social ni aportes jubilatorios, con un salario de apenas 2800 pesos mensuales a cambio de un trabajo de 66 horas semanales. Cuando se quejó, la echaron, sin indemnización. Como éste, hay decenas de miles de casos. La defensa de los intereses de los trabajadores debe ser integral. Los trabajadores en negro se han convertido en una parte importante del “modelo K”. Es necesario acabar con esta situación. Por eso, habría que incorporar la reivindicación de acabar con el trabajo en negro al reclamo anterior. Por supuesto, quedan otras cuestiones, igualmente candentes; entre ellas, el reclamo por las jubilaciones (el 70% de los jubilados recibe un ingreso literalmente de miseria). Lo importante sería unir fuerzas en torno a lo más sentido y urgente. La confluencia en una unidad de acción -como puede ser la marcha a la Plaza de Mayo, y otras acciones- sería un paso en el sentido correcto. A pesar de las diferencias que desde la izquierda sigamos teniendo con Moyano y los dirigentes burocráticos. El conflicto planteado divide aguas, y hay que saber en qué lado estar.

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