La respuesta del oficialismo no se hizo esperar. El punto culminante
lo marcó Cristina Fernández en una intervención
que generó importantes debates. No sólo en torno a
las implicancias de participar o no de la medida lanzada desde la
cúpula cegetista, sino a partir de los planteos políticos
e ideológicos expresados en la misma. Por un lado, Cristina
pronunció un discurso tendiente a criminalizar la protesta
sindical y social, responsabilizando a un grupo de empleados petroleros
que tomaron la planta de Cerro Dragón, en Chubut, de la muerte
de una decena de gendarmes que habiendo sido enviados a reprimirlos,
fallecieron en un accidente de tránsito.
Por el
otro, al intentar confrontar a los trabajadores de mayores y menores
ingresos, la Presidenta presentó datos que, en cambio, dejaron
al descubierto la crítica situación en la que se encuentra
el grueso de los trabajadores -el 81% recibe menos de $5500 por
mes -. En este sentido, también habló del alto porcentaje
de trabajadores precarizados -1 de cada 3- pero sin reconocer la
lógica de precariedad laboral que involucra tanto a empleadores
privados como al mismo Estado en sus diversos niveles, tras nueve
años de gobierno kirchnerista.
El final del conflicto actual es incierto. El oficialismo osciló
en los días previos al 27 entre la acusación de golpismo
contra Moyano -de quien repentinamente recordaron su pasado en la
CNU, organización vinculada a la Triple A-, los intentos
de minimizar la medida de fuerza y finalmente, la confrontación
vía Cadena Nacional a cargo de la propia presidenta.
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En lo que a las organizaciones sindicales respecta, el panorama
se complejiza. Las políticas del gobierno han sido sucesivamente
de intervención (elecciones CTA), limitación del poder
político y creciente hostilidad. En el corto plazo, el movimiento
obrero puede quedar dividido en cinco centrales: la Central de Trabajadores
de la Argentina partida en dos (la opositora y la kirchnerista)
y la CGT, en tres (moyanista, Azul y Blanca y kirchnerista). Como
plantea la socióloga Maristella Svampa "el kirchnerismo
no tiene un sindicalismo 'nacional y popular' que ofrecer; una figura
que pueda confrontar con el sindicalismo empresarial plebeyo que
Moyano encarna, todavía con éxito". Antes de
que se publicara su pasado genocida, el ex dirigente de la UOCRA,
Gerardo Martínez era el candidato para 'suplir' al 'Negro'
en la CGT. Los últimos meses, el gobierno apuntaló
sin éxito como posible heredero al metalúrgico Antonio
Caló. Ahora, el taxista Viviani, ex íntimo moyanista,
quiere instalarse como el sucesor, en una movida con pronóstico
reservado.
El resultado
de la estrategia separatista del movimiento obrero al momento ha
sido, al menos pintoresca: se pudo ver en vivo y en directo por
C5N -con la conducción del el trístemente célebre
Eduardo Feinmann- al Secretario de Derechos Humanos de la CGT, el
moyanista Julio Piumato, “corriendo por izquierda” al
líder de la CTA oficialista, Hugo Yasky, por haber llamado
públicamente a boicotear un paro obrero.
Otras
postales incluyen a la CGT Azul y Blanca, de impronta duhaldista,
marchando junto a Moyano y sectores de izquierda. Y la CTA conducida
por Pablo Micheli acompañando las reivindicaciones de la
CGT -que son, en su núcleo, las mismas levantadas en el paro
nacional realizado por esta CTA el 8 de junio-, pero sin movilización,
argumentando una falta de invitación al diálogo de
Moyano. Y convocando en las últimas horas a construir un
nuevo paro nacional.
Como pocas veces en los últimos años, este junio,
que vió pasar dos paros generales de dos centrales, ha puesto
en la agenda pública al movimiento obrero, sus reivindicaciones,
formas de organización y también, la criminalización
gubernamental de la protesta social.
Creemos
necesario compartir y aportar al debate diversos artículos
que colaboran en la profundización de las lecturas y a la
proyección de tendencias.
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