Julio López
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De un vistazo y muchas aristas. ¿Economía verde o lucro “legitimado”?
Por (reenvio) Biodiversidad - Wednesday, Jul. 18, 2012 at 2:54 PM

Desconociendo a los sujetos, despersonalizando a los cuidadores, se inventa un ente abstracto que efectúa un servicio que puede tener precio para comprarlo, venderlo, valorizarlo o utilizarlo como bono financiero.

De ahí a toda la maraña que se mueve en torno a la “financierización de la Naturaleza” y a las posibilidades mercantiles que arrasarán la cubierta vegetal del planeta si los dejamos, es el tamaño de ese nuevo invento de la estafa: “la economía verde”. Desde varios rincones, diversas miradas nos ayudan a desenmascarar este verde lucro.

Desde los años 70 hasta ahora, el capitalismo ha buscado nuevas formas para superar sus crisis de sobre-producción, sobre-valorización del capital, del crecimiento económico y de la tasa de ganancias. Algunas de estas “soluciones” fueron los planes de ajuste estructural, privatizaciones, apertura indiscriminada de los mercados, el lucro perpetuo por procesos usureros de endeudamiento o el constante saqueo del trabajo humano y de las bases materiales, principalmente en los países del Sur, para garantizar el crecimiento y la acumulación capitalista. Es un proceso propio del neoliberalismo, conocido como “sacar sin hacer”. Sin embargo, no les es suficiente. Hoy, no sólo quieren expandir esas mismas políticas; también quieren lucrar con la crisis económica, alimentaria y ecológica que han provocado, con la creación de nuevas mercancías y con las “falsas soluciones” al cambio climático.

Esto implica una mercantilización extrema de la Naturaleza, incluidos sus ciclos y funciones, que son la base misma de la vida. Así, los bosques, el agua o el aire se transforman en una mercancía. Esto va a traer un fuerte impacto sobre la biodiversidad, la tierra, la cultura y la vida, sobre todo de los pueblos originarios, campesinos y comunidades tradicionales. En sus territorios, estas poblaciones enfrentan diariamente conflictos ambientales con empresas y gobiernos para defender y garantizar otra relación con la Naturaleza: de complementariedad, interdependencia y solidaridad, y no de explotación, depredación y saqueo. Estos procesos de mercantilización van acompañados de una profunda financiarización de la Naturaleza, donde todo se puede comprar o vender en cualquier bolsa de valores del mundo. Con esta nueva fase del capitalismo, con el mercado de los bonos de carbono, los Programas de Reducción de Emisiones de Carbono causados por la Deforestación y la Degradación de los Bosques (REDD+), los Mecanismos de Desarrollo Limpio (MDL), los Servicios Ambientales y otros, los aborígenes, campesinos, afrodescendientes y otras poblaciones pasan a proveer un nuevo tipo de trabajo asalariado, sus bosques se transforman en mercancía y los bienes de la Naturaleza pasan a ser “servicios ambientales”.

Las “falsas soluciones” al cambio climático son propuestas que siguen proliferando, generando grandes impactos en las comunidades más vulnerables. Así vemos que comunidades enteras son expulsadas de sus tierras. Hablamos de la vida concreta de millones de personas, hombres y mujeres, tanto del campo como de los centros urbanos, que día a día sufren la voracidad del capital y se ven afectados en su vida cotidiana, sus costumbres, saberes, culturas y creencias. Todo para que las corporaciones acumulen más poder y sigan ganando millonarias sumas de dinero. Jubileo Sur Américas, Frente a la mercantilización de la vida y la Naturaleza: ¡Nuestras resistencias y alternativas!, 15 de noviembre, 2011

En medio de la actual crisis ambiental, financiera, económica, la biodiversidad ha cobrado una enorme importancia por el papel que puede jugar para la “economía verde” que quedará consolidada a través de los acuerdos de la Cumbre Río+20. No es sino una nueva cara del capitalismo en la que la biodiversidad, el agua, los suelos, los ciclos biogeoquímicos, la fotosíntesis, las funciones y estructuras de la naturaleza podrán ser convertidas en mercancía.

Parte de este proceso son las falsas soluciones al cambio climático, como los mecanismos REDD (Reducción de Emisiones por Deforestación y Degradación Evitadas) o la economía llamada TEEB (Economía de los Ecosistemas y la Biodiversidad). Marañas de propuestas que buscan en esencia el control de tierras, bosques, agua y biodiversidad como recurso de compensación, o como materia prima de nuevas tecnologías.

En la práctica, se pretende profundizar la aplicación de medidas neoliberales frente al problema del clima, al manejo de la biodiversidad o a la protección de los bosques. Exalta el paradigma de que la solución está en los mercados, en los derechos de propiedad, en la correcta asignación de precios y en la mercantilización de toda la naturaleza, de los saberes tradicionales o las culturas asociadas, en desmedro de la justicia, las soberanías y el respeto a los derechos humanos y de la naturaleza.

[...] Durante el camino hacia Río+20, y en la COP11 de la CDB de la India, se darán pasos para definir instrumentos financieros, políticas y asociaciones público-privadas que se requieren para obtener la mayor apropiación de territorios y despojo de derechos de los pueblos como jamás se ha dado en la historia de la humanidad. Debido a su escala y ámbito de acción, lo que se propone tendrá efectos devastadores en los territorios y los derechos.

[...] Con los mismos discursos de alivio de la pobreza, conservación y sustentabilidad que beneficiaron a los sectores industriales, militares y financieros, tratan de convencernos nuevamente que la “economía verde”, impulsada por los mismos actores, es la solución.

Ante esta realidad, las organizaciones, redes y movimientos sociales abajo firmantes exhortamos a los gobiernos convocantes a la reunión de Quito a que detengan la mercantilización de la naturaleza; de igual manera, hacemos un llamado a los participantes en el evento a impedir el avance de la Economía Verde que se está fraguando y actuar en concordancia con modelos de sociedades distintos del sistema capitalista depredador y que son construidos sobre principios comunitarios y formas de relación con la naturaleza basadas en el cuidado de la vida. Carta abierta a la secretaría de la Convención de Diversidad Biológica y a los gobiernos de Japón, India, Noruega, Suecia y Ecuador, 9 de marzo, 2012, suscrita por un sinnúmero de organizaciones e individuos a nivel internacional

La conferencia climática de Durban no tomó ninguna decisión significativa en cuanto al combate de la crisis climática. Un nuevo acuerdo vinculante se firmará, quizás, en 2020. ¿En 2020? Según la red de organizaciones y movimientos llamada Climate Justice Now, esto constituye un “crimen de lesa humanidad”. Parecería que los gobiernos, y en gran medida aquéllos más responsables de la crisis climática, han abandonado la idea de tomar en cuenta a las personas, especialmente a las mujeres pobres, que hoy son víctimas del cambio climático y están siendo afectadas o fuertemente amenazadas por él.

Sabemos y hemos visto que esos gobiernos sí toman en cuenta, y mucho, sus propios intereses, sus riquezas, sus empresas transnacionales y sus instituciones financieras. Siguen negando su responsabilidad —histórica— por el cambio climático, y siguen contaminando, incluso más que antes, pero señalan con el dedo a países como China, India y Brasil, que han comenzado a contaminar más. Los pueblos, tanto del Norte como del Sur, e incluso muchos gobiernos, sobre todo del Sur, no son más que observadores en las conferencias. No son consultados, a pesar de que las consecuencias serán enormes para la gran mayoría de la población mundial, que vive en el Sur, y cuya responsabilidad por la crisis climática es ínfima.

El próximo encuentro en el que los gobiernos discutirán sobre el clima y el medio ambiente será la Conferencia Río+20, en junio de 2012, veinte años después de la conferencia de 1992 realizada en la misma ciudad. En 1992, la crisis ambiental ocupaba un lugar más importante en el debate internacional. Veinte años más tarde, el problema del clima y, en términos más generales, el problema ambiental, ya no son prioritarios para los gobiernos del Norte. Aparentemente, sólo les interesan si pueden beneficiar a sus empresas, sus bancos y su crecimiento económico, incluida la posibilidad de compensar su contaminación a través de proyectos REDD+, falsamente destinados a conservar los bosques. Así, no causa sorpresa que la palabra “economía” —y no ambiente, ni clima, ni naturaleza, ni población— figure en el centro del debate de Río+20. Y para que suene mejor, y no tan “lo mismo de siempre”, se le llama “economía verde”.

En Durban, en diciembre pasado, se podía oír, entre las organizaciones de la sociedad civil y los movimientos sociales que hablaban de la conferencia oficial, comentarios como los siguientes: es hora de que construyamos y decidamos nuestra propia agenda, en lugar de seguir la de los gobiernos y sus conferencias, que no conducen a soluciones reales sino a más frustraciones, además de beneficiar a las empresas. Quizás esta idea de una “agenda propia” sería una manera más fructífera de actuar y de influir sobre conferencias y gobiernos.

Tal vez una forma de elaborar esa agenda de los pueblos por las organizaciones y los movimientos podría ser que, en lugar de gastar tiempo, dinero y energía en asistir a las conferencias, se invirtiera tiempo, dinero y energía en encuentros con las comunidades a escala local y regional, para analizar lo que sucede en dichas conferencias y contribuir a discutir sobre acciones locales, regionales, nacionales e incluso internacionales con el fin de ejercer presión sobre los gobiernos. Quizás un impulso coordinado de ese tipo, en muchos países del mundo, en el Norte y en el Sur, antes, durante y después de las conferencias, lograría que los gobiernos estuvieran más dispuestos a escuchar a la gente y a considerar sus reclamos.

Más concretamente, para Río+20, las organizaciones participantes —en lugar de asistir a las conferencias y organizar sus propios programas de actividades, que suelen ser interesantes pero resultan a menudo separadas y fragmentadas—, podrían trabajar en la elaboración de un programa conjunto, que incluya un apoyo concreto a las luchas populares contra proyectos destructivos, con el fin de presionar a nuestros gobiernos para que adopten soluciones reales para la crisis del clima y las otras vinculadas a ella. Una propuesta de este tipo podría convocar a muchas más personas a nuestras movilizaciones y tendría quizás una influencia mucho mayor sobre nuestros gobiernos. Ese espíritu de cooperación debería continuar más allá de Río+20, para construir un movimiento más fuerte. Movimiento Mundial por los Bosques Tropicales, ver (http://www.wrm.org.uy/RIO+20/Nos_movilizamos.html)

La “Economía Verde”, ampliamente divulgada como la nueva estrategia industrial-tecnológica para neutralizar los efectos del cambio climático, viene a constituir la nueva visión capitalista del mundo, cuyo objetivo principal es utilizar la biomasa terrestre como fuente productiva de materia, energía e información, con el fin último de seguir potenciando los sistemas productivos que, durante los últimos cincuenta años, han depredado y explotado los bienes naturales, y al hombre mismo, provocando el cuadro de deterioro-degradación del planeta, pero ahora oculto dentro de un esquema de desarrollo humano sustentable.

Según los teóricos que sustentan la “Economía Verde”, la nueva estrategia de producción-consumo girará en torno a la producción primaria del planeta Tierra que, según estimaciones de varios expertos, sobrepasa los 250 mil millones de toneladas al año de biomasa o materia viva. De ese total, sólo 62 mil toneladas al año es utilizado para satisfacer las necesidades humanas y los requerimientos industriales actuales. La diferencia (188 mil toneladas-año) queda a disposición del nuevo modelo productivo basado en la “Economía Verde”; es decir, con fines de renta o lucro capitalista.

Para la “racionalidad capitalista” ese 86% de la biomasa no utilizada puede convertirse en el principal objetivo-meta de la industria como fuente de carbono “verde” para abastecer, o parcialmente sustituir, los combustibles fósiles del carbón “negro” provenientes del petróleo; esto es, el carbón y gas que actualmente sostienen las economías industriales que soportan al modelo capitalista —responsables directos del cambio climático que está destruyendo al planeta Tierra.

Lo que se vende como un cambio benigno y benéfico, del carbón negro al carbón verde, es un vulgar despojo global de recursos naturales para sustentar una nueva fuente de riqueza corporativa. Si esta apropiación tiene lugar, podría consumarse un nuevo atropello contra la humanidad, profundizando la injusticia, la pobreza y el hambre en el mundo. Acaparar los frágiles ecosistemas para ampliar los inventarios de carbono es una acción criminal contra la humanidad que vive en un planeta ya en crisis. Edgar Jaimes, “El futuro deseable es sin la economía verde, El grano de arena, 2 de enero, 2012. http://attac.info.mx/2012.02/el-futuro-deseable-es-sin-la-economia.html

Se intensifica la ofensiva del capitalismo, vía la economía verde, para privatizar todos los ámbitos de la vida y la naturaleza. Y en un contexto de crisis económica como el actual, una de las estrategias del capital por recuperar la tasa de ganancia se basa en mercantilizar los ecosistemas. Se presentan la nuevas tecnologías (nanotecnología, agrocombustibles, geoingeniería, transgénicos) como la alternativa a la crisis climática cuando éstas no harán sino intensificar la crisis social y ecológica que enfrentamos.

Todo apunta a que la Cumbre de Río+20 va a servir para despejar el camino a las empresas para legitimar sus prácticas de apropiación de los recursos naturales. De aquí la importancia de la Cumbre de los Pueblos de Río+20, que se celebrará días antes de la cumbre oficial, organizada por un amplio abanico de movimientos sociales y que presentará un programa y una hoja de ruta alternativos.

En Europa y en Estados Unidos, en cambio, la resistencia indignada se centra en la movilización contra los recortes sociales, las privatizaciones, la banca y el pago de una deuda ilegítima. Temas, paradójicamente, centrales en América Latina en las décadas de los años 80, 90 y 2000. Colocar la cuestión de la crisis ecológica y la economía verde en la agenda de estos nuevos movimientos sociales (indignad@s y occupiers) fue otra de las cuestiones repetidamente planteadas en el Foro Social Temático. En definitiva, la necesidad de vincular la lucha por la justicia social con la lucha por la justicia ecológica. Esther Vivas, “De la economía verde, l@s indignad@s y los foros sociales”, Alai Amlatina, 30 de enero de 2012.

El calentamiento global es el resultado del sistema capitalista de producción, distribución y consumo. Las transnacionales, las instituciones financieras, los gobiernos y los organismos internacionales a su servicio, no quieren reducir sus emisiones de gases con efecto de invernadero. Ahora intentan imponernos la “economía verde” como solución para la crisis ambiental y alimentaria, lo que además de agravar el problema, resulta en la mercantilización, privatización y financiarización de la vida. Rechazamos todas las falsas soluciones para esas crisis, como los agro-combustibles transgénicos, la geo-ingeniería y los mercados de carbono, que son nuevos disfraces del sistema.

La realización de Río+20, en el mes de junio en Río de Janeiro, pasados 20 años de la Eco ’92, refuerza la centralidad de la lucha por justicia ambiental en oposición al modelo de desarrollo capitalista. El intento de “enverdecimiento” del capitalismo, acompañado por la imposición de nuevos instrumentos de la “economía verde”, es una alerta para que los movimientos sociales reforcemos la resistencia y asumamos el protagonismo en la construcción de verdaderas alternativas a la crisis. Asamblea de Movimientos Sociales, Porto Alegre, Brasil, 28 de enero, 2012.

Ecologistas en Acción califica el Borrador Cero, el documento de partida para la Conferencia de la Tierra Río+20, como un gran oximorón, ya que intenta conjugar el crecimiento económico con la lucha contra la pobreza y la degradación ambiental. Se mantienen invariables las mismas tesis del modelo económico actual de las últimas décadas, obviando que el crecimiento se produce en base a la generación de desigualdades y a la devastación de la naturaleza.

El instrumento básico que se plantea en el borrador para alcanzar este crecimiento es la mal llamada “economía verde”. Parece claro que cuando el borrador habla de economía verde está hablando, básicamente, de seguir como hasta ahora profundizando en la liberalización y la privatización, y no de un imprescindible cambio de modelo económico.

Esto mismo se muestra cuando señala como actores principales de esta economía verde a las corporaciones multinacionales. ¿Cómo es posible que entidades que tienen que maximizar sus beneficios todos los años para “ser competitivas” puedan, al mismo tiempo, pilotar un cambio de modelo que huya de la adicción al beneficio que genera la necesidad imperiosa de crecer de forma continuada? De hecho, numerosos informes vienen denunciando la vulneración sistemática de derechos humanos por parte de las multinacionales. La concentración del poder económico y político del sector privado por la desregulación de las legislaciones estatales y la inexistencia de normas obligatorias para las empresas en el derecho internacional están en la base de la actual crisis.

Otros de los agentes del “cambio” indicados son el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional y la Organización Mundial del Comercio. Ecologistas en Acción denuncia que a estas alturas es imposible plantear que estos organismos, que han sido claves en el desarrollo de la economía globalizada, puedan servir para darle el giro copernicano que necesita.

Por si cupiese alguna duda, la economía verde que define Naciones Unidas se basa en “instrumentos del mercado”, “asociaciones entre el sector público y privado”, “investigaciones sobre el capital natural mediante incentivos y políticas adecuadas”. Es decir, exprimir a la naturaleza con nuevos nichos de mercado como la economía de la biomasa, la privatización de la biodiversidad o el controvertido programa de REDD+ (Reducción de Emisiones por Deforestación y Degradación de Bosques) que amenaza la supervivencia de los pueblos indígenas y comunidades que dependen de los bosques, está produciendo violaciones a los derechos humanos y podría resultar en el despojo masivo de tierras. Ecologistas en Acción, “Mal empieza el camino hacia Río+20”, 3 de febrero, 2012

La economía verde necesita de la extrema mercantilización de la naturaleza, entregar mayor poder a las corporaciones y al sistema financiero. Río+20 tendrá algunos temas críticos para enrumbar las negociaciones hacia una economía verde:

Los empleos verdes, con los que se pretende distraer de la grave recesión económica de los países industrializados. Se habla de millones de empleos en una agricultura, industria o servicios que supuestamente preservan o restauran la calidad ambiental, a partir de manejar al antojo términos como la “inclusión social” —para vender la economía verde en los sectores de trabajadores afectados por el modelo de producción imperante.

La energía es también central en la agenda de Río+20. La Asamblea General de Naciones Unidas declaró a 2012 como el Año de la Energía para Todos. Sin embargo, la energía a la que se hace referencia está alejada del principio de la soberanía energética. Se trata de energía “eficiente, moderna y renovable”, basada en más hidroenergía, agrocombustibles, expansión de paneles y granjas eólicas, sin mencionar siquiera la necesidad de extraer menos combustibles fósiles o los impactos de estos proyectos energéticos a gran escala sobre los derechos de los pueblos y la naturaleza.

El problema de las ciudades es abordado con una serie de compromisos acerca del acceso a saneamiento, o al agua potable. Sin embargo, en los documentos oficiales referidos al tema, no se hace ningún análisis sobre la urbanización forzada debido al vaciamiento del campo ni a los programas de ajuste que buscan privatizar los servicios públicos.

La alimentación y la agricultura son prioritarias para la cumbre de Río. No sólo por la inclusión de los suelos en el mercado del carbono, sino porque el hambre constituye un buen negocio para las empresas agroindustriales y de semillas.

La “economía azul”, tiene el claro matiz de vincular el derecho al agua, y las fuentes de agua dulce, con el capitalismo verde. El agua es un asunto crucial en Río+20. Los océanos son el nuevo botín de la economía de los ecosistemas y la biodiversidad. El “carbono azul” es la nueva frontera de los negocios del cambio climático.

Las crisis humanitarias —debidas a los desastres que en su mayor parte son provocados— se abordan desde el concepto de lo que se denomina la resiliencia. Esto implica que las poblaciones más vulnerables a los desastres, sin ser las responsables de los problemas, deben simplemente adaptarse a los cambios. Acción Ecológica, “Cuando el río suena piedras trae”, febrero de 2012

Aun cuando los elementos de la raíz de la actual crisis ecológica y social se encontraban presentes en la conferencia de Río en 1992, la conciencia de un mundo finito y parcialmente destruido —a causa del carácter irreversible de algunos fenómenos (clima, biodiversidad, agotamiento de los recursos)— era por entonces relativamente marginal y circunscrita a círculos de expertos o captada por estos círculos.

A comienzos de los 90, la globalización económica y financiera era todavía generosamente presentada como “el horizonte infranqueable” y el camino del progreso para toda la humanidad. En este contexto, la conferencia de Río en 1992 reafirmó el “desarrollo sostenible”. La ambigüedad de este concepto hace referencia a las tensiones que ya se hacían presentes en Río: ¿se trata de garantizar la permanencia de un modelo por demás agotado o bien garantizar la perdurabilidad de las sociedades y de sus ecosistemas frente a la persistencia de un desarrollo depredador de los recursos naturales y humanos?

Está demostrado que el “desarrollo” resulta globalmente inviable: la perdurabilidad de las sociedades es incompatible con las políticas preconizadas al unísono por el Banco Mundial y el FMI, por la OMC, y más globalmente con un modelo de sociedad centrado en la rentabilidad a corto plazo y en la expropiación masiva de los bienes comunes. Paradójicamente, la globalización económica, en su afán de expandir los límites del mundo por el libre comercio generalizado, prometiendo prosperidad y crecimiento a través de la inclusión en el mercado mundial, puso de manifiesto la finitud del planeta y profundizó las desigualdades sociales.

Pero para el capitalismo global, los desastres sociales o naturales, como son el cambio climático o el colapso de la biodiversidad, representan nuevas oportunidades, nuevos mercados, posibilidades para una economía y un crecimiento pretendidamente verdes. Es así que aparecen las pseudo-soluciones —como los mercados de derechos de contaminar, los mercados de la biodiversidad o incluso la promoción de agro-combustibles y proyectos de geo-ingeniería— en un postrer intento de hacer perdurar un sistema que conduce directamente al abismo. Geneviève Azam y Michael Löwy, Movimiento altermundista y desafíos de Río+20, Rebelión, 17 de febrero, 2012

Ante esta realidad, precisamos convertir Río+20 en un proceso mundial de fuerte movilización, que confronte la realidad de un sistema de muerte (que busca perpetuarse a cualquier costo) y fortalezca las luchas y resistencias por nuestra sobrevivencia a través de la construcción de alternativas no-capitalistas como la soberanía alimentaria. La continuidad y la profundidad de las actuales crisis, su carácter sistémico y cada vez más militarizado y violento, la falta de respuestas adecuadas por parte de la mayoría de los gobiernos y el secuestro de los procesos de negociación multilateral por parte de los intereses geopolíticos y corporativos, van marcando con urgencia la construcción de un espacio propio, plural, democrático y autónomo, con un mensaje contundente y logros concretos, capaz de constituirse no sólo en caja de resonancia de nuestras denuncias y demandas sino en multiplicador de nuestra creatividad y fortalezas, nuestra solidaridad y esperanza.

Frente a la enorme fiesta de las falsas soluciones que están preparando para Río+20 las grandes corporaciones, los bancos y entidades financieras internacionales y los gobiernos cómplices, con el fin de consolidar un capitalismo reverdecido como única respuesta ante las múltiples crisis por ellos mismos desatadas —crisis económica, ecológica, alimentaria, energética, democrática, climática, de derechos, de género, en fin, crisis civilizatoria—, la Cumbre de los Pueblos tendrá el desafío de hilvanar y visibilizar las verdaderas soluciones que desde los pueblos se vienen construyendo, en el campo, en los bosques, en las fábricas, en las comunidades, los barrios, las escuelas y demás lugares de trabajo y de convivencia.

Convocamos entonces a involucrarnos en este proceso y a movilizarnos en cada lugar camino a Río+20, impulsando campañas e iniciativas de debate y formación, de ampliación de plataformas de estrategia y acción conjunta, de coordinación y apoyo solidario entre las luchas concretas y las demandas aglutinadoras.

Llamamos a los pueblos y movimientos en lucha contra todas las formas de explotación, depredación y dominación, a unirse con nosotros en una Asamblea Permanente de los Pueblos, donde afirmaremos nuestros derechos y los de la Naturaleza frente a la mercantilización de la vida y el “reverdecimiento” del capitalismo, sobre la retórica de la “economía verde”.

A través de los testimonios y el análisis, los intercambios y la solidaridad, la movilización y las acciones concretas, tendrá además el desafío de fortalecer las luchas presentes y convocar a nuevas acciones e iniciativas, generadoras de nuevas plataformas de unidad.

[...] Se realizarán además actividades auto-gestionadas en torno a aspectos vitales del proceso de transformación sistémica y civilizatoria, buscaremos conocer y apoyar directamente las luchas de los pobladores de Río de Janeiro, y de todos los lugares, en sus esfuerzos de sobrevivencia ante la embestida del capitalismo y su cara reverdecida, incluyendo los mega-eventos, los acaparamientos de tierras, los mega-proyectos, los mecanismos llamados de desarrollo limpio y otras tantas siglas y nombres engañosos como REDD, REDD+, biocombustibles.

Denunciaremos a los responsables, organizaremos acciones directas y también, como corresponde, celebraremos la vida y la esperanza que nacen y se nutren de nuestras luchas y conquistas. Movimientos sociales en la Cumbre de los Pueblos por justicia social y ambiental, contra la mercantilización de la vida y la naturaleza y en defensa de los bienes comunes. “Nos movilizamos junt@s camino a Río+20 y más allá, por Nuestros Derechos y los Derechos de la Naturaleza, contra la Mercantilización de la Vida y el Reverdecimiento del Capitalismo”, 2012.

fuente http://www.grain.org/es/article/entries/4495-de-un-vistazo-y-muchas-aristas-economia-verde-o-lucro-legitimado

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