Julio López
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Soldados esclavos: la solución mejor y más cara
Por (reenvio) Busca Fortunas - Sunday, Aug. 05, 2012 at 7:42 PM

Algunos historiadores ya han subrayado la íntima relación entre mercenarios y soldados esclavos. Las formaciones más conocidas son, con certeza, los mamelucos en Egipto y los jenízaros turcos, pero también los omeyas en España y los fatimidios en África conformaban sus guardias personales y tropas de élite con extranjeros, por lo que compraban habitualmente esclavos nubios o europeos – estos últimos conocidos como «saqaliba».

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Los esclavos ya servían como soldados en los ejércitos del Profeta, pero se trataba de prisioneros de guerra o de esclavos personales de algunos guerreros. Los soldados esclavos se convirtieron en una institución permanente alrededor de 820 en el califato de los abbasidas, que compraban esclavos en gran cantitad y formaban con ellos un ejército permanente. Al mismo tiempo transladaron su capital de Bagdad a Samara, donde los esclavos militares – se habla de 70.000 hombres - vivían en barrios propios.

Al pensar en soldados esclavos no hay que pensar en esclavos comunes y corrientes. Servían como soldados profesionales y por ello recibían como éstos un pago regular. Al fin, eran mercenarios con un contrato vitalicio, y al ser licenciados tampoco volvían a sus países de origen. A pesar de que el uso de prisioneros de guerra, que eran realmente esclavos, tenía una larga tradición en el Oriente – ya los asirios llenaban así sus ejércitos - , los abbasidas empezaron una práctica novedosa: compraban niños y les educaban durante largos años como soldados de élite. La edad ideal era 12, la máxima 17. Se les consideraba importantes que ya tenían experiencia en el oficio de las armas de sus tribus y estaban acostumbrados a una vida dura y rica en privaciones. Los turcos de Asia Central eran los prototipos ideales. No solamente eran jinetes y arqueros excelentes, sino también los autores árabes subrayan a menudo su resistencia, su valor y su lealtad. A lo largo de su educación, que se extendía entre 5 y 8 años, se les enseñaba en el islam, apredían nuevas técnicas de combate y la disciplina de estar al servicio de un ejército de un estado desarollado.

Pero lo más importante era el desarollo de una lealtad sin condiciones. Arrebatados como adolescentes de su entorno familiar, aislados dentro en una cultura extranjera, recibían una nueva identidad. El largo proceso educativo también servía al fomento de la dependencia con respecto de su señor. Como esclavos no solamente eran propiedad de éste, sino que también pertenecían a su familia. Y los califas sabían perfectamente cómo aumentar esta lealtad con regalos y privilegios. Los soldados esclavos pertenecían en el islam a la clase alta. Este sistema de esclavos privilegiados, educados con grandes gastos, fué después importado por Egipto, España y, al final, por los mismos turcos. Había diferencias, que en realidad eran sólo variaciones. Así, en Maruecos y en España, donde era difícil conseguir turcos, se compraban nubios de África o eslavos de la Europa central. Al fin, el origen no era tan importante, sino su juventud, su maleabilidad y su valentía y arrojo.

Los mamelucos, como fueron llamados habitualmente los soldados esclavos, se convirtieron rápidamente en una parte integral del Islam y formaban la espina dorsal de los ejércitos en la mayoría de sus estados, o por lo menos las guardias de élite de los señores. No hay relatos que dejen constancia de que estos esclavos hubieran luchado por recuperar su libertad o que trataran de escapar para regresar a sus países de orígen. En caso de rebelión, el motivo era esencialmente el mantenimiento de posición y de los privilegios que de ella derivaban. En ello tenían un comportamiento similar al de la guardia pretoriana romana. También los califas abbasidas en Samara fueron, en pocas generaciones, totalmente dependientes de sus guardias turcas, que llegaron a decidir según su voluntad a quién colocaban como califa. En Egipto los mamelucos hasta se hicieron con el poder en 1250, fundando sus propias dinastías, y en Turquía los jenízaros destronaron y proclamaron muchos sultanes.

Mameluco Pero estos esclavos no sólo dominaban al estamento militar, sino que también solían ocupar posiciones clave en la corte y la administración. Los eunucos sobre todo eran los que conseguían ocupar los rangos más altos. Los eunucos eran, en cierto modo, la forma ideal del mameluco: como éstos, eran separados de sus vínculos familiares, culturales y sociales, pero por encima de todo no podían formar familias propias. Por eso, el nepotismo – uno de los problemas más graves de toda corte – se reducía al máximo. Tenían que transferir su lealtad a su señor o a al grupo.

En su brutal simplicidad, esta idea parecía tan genial que muchos soberanos hubieran utilizado también eunucos en sus ejércitos si no fuera porque se les consideraba malos guerreros – poco ‘masculinos’-, y además eran demasiado caros ya que el índice de mortalidad a raíz de las castraciones era bastante elevado. No obstante, se buscaba un compromiso de manera que los hijos de mamelucos eran excluidos del servicio en estas formaciones. Mientras duró el gobierno de los mamelucos en Egipto, unos 500 años, esta norma se mantuvo con especial rigidez. En la clase más elitista sólamente entraban aquellos que habían sido comprados cmo esclavos, mientras que sus propios hijos formaban parte del grueso de la población. También los jenízaros turcos tenían reglas parecidas.

En este contexto, las cuestiones más interesantes son el por qué se formaba estas unidades, y por qué se las encuentra casi exclusivamente en el Islam (artículos específicos se ocuparán de historias más detalladas) de algunos nos vamos a ocupar en articulos especiales). Es sorprendente que los especialistas en este tema se ocupen poco de estas preguntas, o den unas repuestas insuficientes. Así, Patricia Crones menciona solamente de paso unos ejemplos en otras sociedades, pero no explica una palabra sobre por qué el occidente cristiano nunca utilizó cuerpos militares semejantes. Daniel Pipes hace grandes esfuerzos para demostrar que después de la muerte del Profeta muchos arabes se retiraban frustrados de la política activa, y dejaban la lucha a otros. Sin embargo, según nuestra opinión, los árabes demonstraron en las incontables guerras internas que tenían pocos problemas para luchar entre sí. También si les concedemos cierto escepticismo respecto de las actividades de gobierno, parece que tenemos que buscar los motivos reales en otro lugar.

Para entender el problema, habría que detenerse en el hecho que durante la Edad Media la gran mayoría de las guerras eran internas. Casi cada rey europeo luchaba con frecuencia contra su nobleza rebelde, aún contra sus propios hijos y hermanos, o a veces contra sus hermanas o esposas. Ya los merovingios eran famosos por el entusiasmo con el que se exterminaban el uno al otro. Los reyes normandos de Inglaterra luchaban más contra sus barones rebeldes que contra Francia, y el gran Enrique II debería, además, sofocar las graves rebeliones de sus hijos. En el Imperio alemán, el conflicto entre güelfos y gibelinos se extendió durante generaciones. Las guerras en la Edad Media tenían sobre todo un carácter de guerras civiles, y por eso un soberano tenía bastantes razones para utilizar esclavos y eunucos leales para respaldar con ellos el poder central.

Realmente hubo algunos esfuerzos que iban por este camino. Ya bajo Carlomagno y Ludovico Pío había bastantes quejas de la nobleza referentes al hecho que antiguos esclavos hubieran llegado a ser consejeros del rey o de los obispos. Sobre todo Carlomagno, que había perdido casi por completo la confianza en su nobleza después de sus incontables rebeliones, había nombrado unos esclavos como condes. En este tiempo la palabra germanica «skalkr», que significaba «criado», se convirtió en «mareskalk», derivando en «mariscal» para designar uno de los cargos más importantes en la corte. Estos esclavos no fueron comprados para estas funciones, sino que normalmente eran desde generaciones propiedad de la familia real, donde se ocupaban de la adiministración de los latifundios. En todo caso estaban muy vinculados a su señor y no tenían ninguna relación con la nobleza local. No obstante, estos ejemplos eran solamente unos intentos vacilantes que mostraban esencialmente la necesidad de servientes leales que solucionaran el contínuo problema de las rebeliones de la nobleza. A lo largo de las extensas guerras de sucesión entre Ludovico Pío y sus hijos, las tierras de la corona carolingia fueron utilizadas para comprar el apoyo de los nobles, de forma que quedaron tan disipadas que en 880 casi no quedó nada del gran imperio.

Baron rebelde Durante el siglo X los emperadores alemanes volvieron a intentar reestablecer su poder y la hegemonía del territorio. Transfirieron a los obispos nuevos derechos y privilegios, convirtiendo así a la iglesia en el más importante apoyo de la corona. El argumento decisivo era en estos casos, la vida en celibato – recordemos la forma de vida de los eunucos – del clero, que debería impedir relaciones familiares demasiado estrechas con la nobleza local, y la herencia de propiedades y cargos.

Militarmente, los emperadores promovieron a los «ministeriales», que ya no eran las levas carolingias formadas por sujetos libres, sino por sirvientes y esclavos. Bajo la proteción de los emperadores, estos «ministeriales» eran reclutados entre su propia servidumbre, y ahora estaban en el mejor camino de convertirse en caballeros de la nueva élite militar. El historiador Karl Bosl, uno de los mayores especialistas en este tema, escribe que los reyes se apoyaban tanto en sus sirvientes porque éstos «eran instrumentos dependientes de la voluntad real, listo para cada servicio, y por eso solamente defendían los intereses del estado y del rey». Más o menos se trata de las mismas virtudes que los califas estimaban de sus mamelucos.

Así pues, los problemas que un soberano cristiano tenía para consolidar su poder no eran muy diferentes de los que sus colegas musulmanes sufrían. Y por eso todos trataron soluciones semejantes. Sin embargo, aún queda una pregunta sin resolver : ¿Por qué los reyes occidentales nunca formaron guardias de esclavos leales? La respuesta es fácil: esta solución superaba sus escasos medios financieros.

El último período del declive del Imperio Romano está caracterizado por una gran escasez de oro y plata. En la Baja Edad Media, esta situación empeoró hasta el punto que ha llegado a hablarse de una ausencia casi absoluta de dinero. A los soberanos les quedaba solamente la posibilidad de pagar los servicios militares con tierra y privilegios. Por el contrario, el islam se había apoderado mediante sus conquistas de recursos de metales preciosos realmente importantes. La plata se explotaba en el Hindu-Kush, en Túnez y España, pero sobre todo llegaba oro del Sudán por las rutas del Sahara. Y fueron las monedas árabes las más utilizadas en occidente para el comercio para el comercio internacional. Si los monarcas europeos acuñaron monedas, lo hicieron habitualmente por cuestiones representativas y tras haber fundido monedas árabes o bizantinas.

Además de la mayor abundancia en oro y plata, el norte de África y el Oriente disponían también de un sistema económico bastante más desarrollado que el parte occidental del Imperio Romano, devastado con secuelas más graves por las invasiones bárbaras. De esta manera, Oriente no sólo estaba en condiciones de producir objetos de lujo para la exportación, sino también de mantener un sistema fiscal basado en la moneda. Se sabe que en el siglo X, y cuando ya habían perdido el control del norte de África, los califas de Bagdad disponían de un presupuesto de 14.5 millones de dinares. Si un dinar pesaba 4.25 gramos de oro, el oro acumulado pesaba más de 60 toneladas, la mitad de las cuales sirvió para el mantenimiento del ejército. En España Abd al-Rahman III tenía, en el año 921, ingresos de 20 millones de dinares (=85 toneladas de oro). Y se supone que su sucesor al-Hakam II, dobló en 961 esa cantidad hasta 40 millones. Con este dinero no solamente se podían pagar una gran cantidad de mercenarios, también se podían permitir el lujo de comprar niños e invertir durante años en su educación.

En el Imperio franco – como en muchas otras regiones económicamente débiles– la exportación de esclavos era una de las pocas posibilidades de obtener algunas divisas. En esta época Verdun se convirtió en la manufactura de eunucos más importante de Europa, con el objetivo de venderlos a al-Andalus.

Francos visitando el Califo en Bagdad Las comparaciones fiscales entre oriente y el occidente cristiano sólo pueden establecerse en la Alta Edad Media, cuando en éste último empezaba lentamente la explotación de oro y plata. Por ejemplo, se estima que los ingresos del emperador Federico «Barbarroja» en todo su Imperio al norte de los Alpes, sumaban 2.800 kilos de plata, equivalentes a unos 240 kilos de oro! Sus beligerantes incursiones para controlar el norte de Italia, respondían a la esperanda de obtener de ese territorio unos ingresos aproximados de 10.000 kilos de plata. Pero ni aún contando con esa cantidad era posible pagar a mercenarios como los famosos brabanzones más que unos pocos meses. En Inglaterra, donde el sistema fiscal estaba mucho mejor organizado, la corona aún podía disponer, en 1130, de 23.000 kilos de plata. Por esta razón, en este tiempo los reyes normandos eran los contratistas de mercenarios más importantes. Aunque tampoco podían soñar con un ejército o una guardia permanente. Las únicas tropas regulares pagadas eran los de la escolta real -el «household»-, que oscilaba normalmente entre 30 y 100 caballeros, pero que en períodos de crisis podía aumentar a varios centenares de soldados.

En Italia, en el siglo XIII, un caballero recibía cinco onzas de oro mensuales (=ca. 100 gramos). Así, para emperadores y reyes era posible reclutar algunos miles de hombres, sobre todo cuando aprovechaban sus oportunidades de obtener crédito. A pesar de ello, no podían pagarles regularmente más que unos pocos meses. Además hay que tener en cuenta los gastos provocados por la construción de castillos y el mantenimiento de las guarniciones, la flota y la corte.

No obstante, la mayoría de los monarcas trataba de reforzar o reemplazar sus levas de vasallos con mercenarios. A pesar de su elevado precio, al menos éstos no exigían permanente nuevas tierras y privilegios, estaban más tiempo disponibles para la guerra y demostraban en combate que eran las mejores tropas. Cuando en 1197 Ricardo Corazón de León preparó una nueva campaña en Francia, exigió en Inglaterra no la leva forzosa de sus vasallos, sino el sueldo anual para pagar a 300 caballeros. Su mejor amigo y ayuda en este teimpo era Mercadier, el jefe de los mercenarios.

Con la evolución de las sistemas fiscales en Europa tambien aumentaba de forma constante el porcentaje de mercenarios entre las tropas. No obstante, y hasta el siglo XVII, el mantenimiento de grandes ejércitos de mercenarios hasta el siglo solamente era posible durante unos meses – normalmente coincidiendo con las campañas de verano. Sólo cuando la economía financiera, y con ésta los impuestos habían crecido y se habían consolidado lo suficiente, los estados empezaron mantener ejércitos permanentes de decenas de miles de hombres. Durante este período absolutista, las condiciones de vida de los soldados se acercaban mucho a la de los esclavos. Eran vendidos, regalados o alquilados. La gran diferencia los mercenarios europeos y los soldados esclavos del Islam era que los mercenarios eran remunerados y tratados tan miserablemente que la deserción se convirtió en el problema más grave de todo general. Al contrario, en Turquía y en Egipto las clases altas hicieron todos los esfuerzos para obtener acceso a las privilegiados tropas de guardias de esclavos: los jenízaros y los mamelucos.

Bibliografía:
-Pipes, Daniel, Slave Soldiers in Islam: The Genesis of Military System, New Haven 1981
-Crone, Patricia, Slaves on horses : the evolution of the Islamic polity, Cambridge 1980
-Bosl, Karl, Frühformen der Gesellschaft, München Wien 1964

fuente http://www.buscafortunas.com/media/esclavos.htm

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