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La democracia obrera y la conquista del salario mínimo
Por Economía La Capital - Sunday, Aug. 26, 2012 at 3:22 PM
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En la madrugada del jueves murió Horacio Zamboni, un hombre capaz de encontrar esa huella en el momento en que la teoría y la práctica se embarran en el mismo proceso histórico.



En tiempos en que los empleados hacen paros para que le suban las tarifas a los patrones y los autos le hacen piquetes a los peatones, requiere un esfuerzo de inteligibilidad encontrar en el relato caótico de un tumulto de conflictos, el hilo que conduzca a la esencia del conflicto fundamental, el del capital y el trabajo. En la madrugada del jueves murió Horacio Zamboni, un hombre capaz de encontrar esa huella en el momento en que la teoría y la práctica se embarran en el mismo proceso histórico.

Zamboni fue uno de los más prestigiosos abogados laboralistas del país. Pero fue sobre todo un militante del movimiento obrero. Representante legal del Sindicato de Obreros y Empleados Petroleros Unidos (Soepu) entre 1968 y 1974, cuando fue preso y puesto a disposición del Poder Ejecutivo para tiempo más tarde marchar al exilio, protagonizó el proceso de construcción de la intersindical obrera del cordón industrial. Una historia "silenciada", se quejaba el mismo Zamboni, por el recuerdo "incómodo" de la autonomía que los trabajadores expresaban en la toma de decisiones a través de las asambleas, "forma por excelencia de la democracia directa que se rescataba como ideal político".

A la vuelta de su exilio en Perú, donde hoy se recuerda su colaboración en el bloque de Izquierda Unida y sus trabajos en la revista Actualidad Económica, fue también representante del Soepu hasta el fin de la huelga de un mes en Pasa en 1989, aplastada como un anticipo de lo que sería la avanzada antilaboral de la década menemista. Muchos años después, y en otro contexto político y económico, la muerte lo alcanzó en ejercicio como asesor legal del Sindicato de Obreros y Empleados Aceiteros de Rosario (Soear). Organización que lo tuvo como referente intelectual, y que transita una rica experiencia de recuperación de conquistas en el polo oleaginoso con influencia en el resto de los gremios del cordón industrial.

Seguro no fue nada fácil, para los dirigentes gremiales que compartían su lucha, seguir a este abogado militante que buscaba siempre ir por más y que creía en las decisiones tomadas por los obreros en asambleas. Un abogado para quien el derecho laboral no era el punto de llegada para planchar disputas sino una plataforma de consolidación de programas surgidos de una construcción sindical democrática y combativa.

Por eso sus escritos eran obras de política, economía y derecho. El intercambio más activo con este diario comenzó en los primeros 90, cuando el boom de los primeros años de la convertibilidad cautivaba a la opinión pública y la clase política, ocultando la masacre laboral que se maceraba debajo del ancla inflacionaria y el dólar barato. Lo inquietaba, en aquel momento, explicar un paquete de reformas laborales que se discutía en el Congreso, a través de la cual los representantes de la burocracia sindical preservaban la centralización de la negociación colectiva al mismo tiempo que abrían el camino para habilitar su discusión a la baja.

En los argumentos, abundantes en citas keynesianas y más allá, desplegaba una erudición profundamente operativa, que sin grasa y fuegos de artificio, descubría como finalidad el proceso de conocimiento. La obsesión por entender, por encontrar líneas de interpretación aun conociendo la incertidumbre propia de los conflictos y los procesos históricos en general. "Todavía no logro ver cómo sigue esto", solía quejarse al cabo de una enorme explicación cruzada de citas bibliográficas, artículos noticiosos, recuerdos personales y análisis teóricos, impactante para cualquiera, insuficiente para una mente que buscaba la pieza suelta del rompecabezas como si el destino del mundo dependiera de ella.

Hace un par de años, durante una jornada de historia del movimiento obrero regional realizada en Humanidades, cautivó al auditorio con una explicación de la crisis mundial que lo llevó desde la reivindicación de las asambleas como núcleo de la democracia obrera hasta la contribución del Partido Comunista chino a la baja internacional de salarios. Una mirada, dentro de un panorama general, del lado oscuro del boom de las potencias emergentes, que hace unas semanas vivieron dramáticamente los obreros sudafricanos.

Consolidar conceptos producidos en el amasijo de teoría y práctica era una habilidad peculiar. Un artículo suyo publicado en 2002 en una contratapa de este suplemento es una joya interpretativa, escrita en el momento caliente, de la génesis de la posconvertibilidad. Un análisis que podría hoy mismo servir de hoja de ruta para explicar la crisis de deuda europea.

Ya en tiempos en que mejoraron las condiciones de reparación de derechos laborales, su militancia a favor de defender el cálculo del salario, mínimo vital y móvil de acuerdo a todos los términos establecidos constitucionalmente, encontró en el sindicato de aceiteros de Rosario un vehículo de consolidación. Hoy, ese mínimo salarial es el piso de demanda de la actividad que disputa ingresos con los grupos empresarios más rentables del país, y es la base de negociación para todo el cordón agroexportador.

Sus compañeros del Soear lo despidieron: "Nos dejó nuestro maestro político, gremial y espiritual, el que nos marcó un camino que no tiene retorno, guiándonos en las asambleas y en las estrategias para lograr una conciencia de clase que tiene como resultado un salario que dignifica a los obreros. Nuestro homenaje será transmitir el mensaje al conjunto de la clase".

http://www.lacapital.com.ar/ed_impresa/2012/8/edicion_1390/contenidos/noticia_5151.html

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