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Chris Marker, último eclipse
Por Fuente: Sin Permiso - Wednesday, Sep. 12, 2012 at 12:23 AM

Jacques Mandelbaum · · · · · 02/09/12

Chris Marker, último...
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El hombre que discretamente se ha apagado el 29 de julio de 2012 en su domicilio parisino del distrito 20, justo en la fecha de su 91 cumpleaños, fue un gigante. Su nombre, Christian-François Bouche-Villeneuve, no le dirá probablemente nada a nadie. Su pseudónimo, Chris Marker, evocará los recuerdos de cine más precisos, aun cuando al artista que lo llevaba le repugnaba toda forma de mediatización, cultivando un arte total de la retirada, una forma gozosa pero inexpugnable de misterio. Pocas fotos, pocas entrevistas quedarán de él. Una herejía para nuestra época de extrema visibilidad a cuya comprensión, sin embargo, tanto había contribuido. La obra permanece, no obstante, y su importancia, pese a su marginalidad, basta para enlutar a la comunidad cinéfila.

En ella se reúnen en grado inédito la investigación formal y el compromiso político, la vibración íntima y la lucidez analítica, cuya síntesis forma un arte documentado y poético de la historia convulsa del siglo XX. Pocos cineastas habrán cultivado tanto como él la confrontación con las imágenes, el desafío respecto a su supuesta transparencia, la necesidad de hacer de ello un lugar de reflexión, incluso en contra de sí mismo. Si hubiera que reducir a Marker a la etiqueta, siempre un poco infamante, de cineasta militante, habría entonces que precisar que confiere al género sus cartas de nobleza buscando revolucionar en primer lugar los perjuicios de la ilusión cinematográfica. El término sin duda le habría sorprendido, a él que no evocaba su trabajo más que bajo los auspicios del “bricolaje”.

La cincuentena de películas que realizó oscilan entre los documentales, el ensayo y la ficción, algunas pertenecen claramente a uno u otro de esos géneros; otras, las más numerosas, los mezclan de manera orgánica. Gran viajero, gran compañero de las causas revolucionarias, gran explorador de las tecnologías de la imagen, trae de estos diversos frentes una obra en movimiento, abierta a la duda, al humor y a la melancolía, y a través de la cual se dibuja el autorretrato de un hombre que hace de la libertad una cuestión de elegancia moral.

Todo comienza a mediados de los años 50, cuando se fomenta a los dos lados del Sena un golpe resonante del cine moderno. En la orilla derecha lo dan los jóvenes turcos de la Nouvelle Vague. En la orilla izquierda, Marker, rodeado de algunos amigos que se llaman Alain Resnais y Agnès Varda. Ideológicamente, se es incluso un poco más serio de este lado. Más ricos de experiencias también, a semejanza de Marker, que es ya crítico (en la revista Esprit desde 1946), simpatizante comunista (colabora con la organización Peuple et Culture), novelista (Le Coeur net, 1949)[El corazón limpio], ensayista (Giraudoux par lui-même, 1952) [Giraudoux por sí mismo] y director de la célebre colección “Petite planète”, en el sello editorial Seuil, que renueva la concepción de las guías turísticas, sobre todo en el espacio acordado a la fotografía. El dominio de la dialéctica, y por tanto, del montaje, constituye igualmente uno de las propiedades del grupo de la orilla izquierda. Lo testimonia, desde 1953, el documental realizado conjuntamente por Marker y Resnais, Les statues meurent aussi [Las estatuas también mueren]. Este magnífico ensayo sobre el arte negro, cuya austera factura enmascara la ironía, contiene una carga anticolonial tan penetrante que inaugura, para Marker, una relación íntima con la censura de Estado.

El autor hace luego las maletas para acompañar por las cuatro esquinas del mundo a las realizaciones socialistas: China, con Un dimanche à Pekin (1956) [Un domingo en Pekín], la Unión Soviética, con Lettre de Sibérie (1957) [Carta de Siberia], Israel, con Description d´un combat (1960) [Descripción de un combate], Cuba, con Cuba si (1961). Volverá a ello, hasta el punto de desaconsejar luego la visión de algunas de estas cintas. La entrada de Marker en la “short list” de los autores de obras maestras se produce en virtud de otra película, única en los anales del cine, sin equivalente real ya en su propia cinematografía: La Jetée [El espigón]. Realizada en 1962, esta joya de 29 minutos es un relato de ciencia-ficción en blanco y negro, compuesto íntegramente de imágenes fijas, con la excepción de un plano fugaz del batir de las pestañas de una mujer amada, que tiene el efecto de una epifanía. Esta fotonovela de anticipación es “la historia de un hombre marcado por un recuerdo de infancia” que, desde un mundo anonadado por la guerra mundial, viaja en el tiempo para alcanzar ese recuerdo, antes de experimentar que no es otra cosa que el cumplimiento de su propia muerte.

La vertiginosa seducción de la película no se reduce a la influencia subterránea que determina tanto el tardío remake realizado por Terry Gilliam (Twelve Monkeys, 1995)[Doce monos] como el que se bautice con su nombre un bar en el barrio de Shonyuku de Tokyo, donde cinéfilos del mundo entero beben un whisky nipón a su salud. Ofrece, por añadidura, una clave de la obra de Chris Marker, determinada por la idea de que no hay relación con lo real sin imagen de lo real ni meditación participante sobre el tiempo y la memoria que atraviesan esas imágenes. Pero la obra en cuestión es tan profusa, tan resueltamente inventiva que parece burlarse por adelantado del protocolo necrológico.

¿Qué retener? Tres momentos, tal vez. La adhesión revolucionaria, con la etnografía urbana premonitoria del Joli mai (1962) [Bonito mayo] en las calles de París, la instigación del incendiario colectivo Loin du Vietnam (1967) [Lejos de Vietnam], que reúne sobre todo a Godard, Resnais, Lelouch y Varda, la creación de la cooperativa cinematográfica Servicio de Lanzamiento de Obras Nuevas (SLON), que produce y difunde filmes de intervención. La distancia meditativa con Le fond de l´air est rouge (1977) [El fondo del aire es rojo], doloroso enterramiento de las utopías revolucionarias al mismo tiempo que confesión de desposesión cinematográfica (“nunca se sabe lo que se filma”). La entrada, por último, en un nuevo régimen de imágenes, desde Sans soleil (1982) [Sin sol], que mezcla en el curso de una peregrinación nipona y africana las vistas de un mundo que apaga la desesperación y de imágenes electrónicas cuya fuente obscura parece definitivamente seccionada de lo real.

El eclipse melancólico sería total si Marker, soñador pragmático, no encontrara motivo para el relanzamiento de una nueva utopía que pudiera cimentar las relaciones entre los hombres sobre algo más de justicia y de igualdad. Level 5 [Nivel 5], fascinante exploración histórica de la batalla de Okinawa por una diseñadora de videojuegos sobrepasada por el programa de su máquina, será el último anuncio en la gran pantalla de este giro. Mientras parece desaparecer poco a poco del paisaje cinematográfico, el artista se desmultiplica bajo diversos avatares (incluido el de un gato llamado Guillermo-en-Egipto) en los museos, en los lugares y redes de la Web.

Videoinstalación (Zapping Zone, 1990, Centro Pompidou) en forma de contrapropuesta televisiva; CD-ROM (Immemory, 1997) que invita a la manera de una “Busca del tiempo perdido” informática y compartida a una exploración geográfica de su memoria; instalación, en 2008, a la edad de 87 años, en la plataforma virtual de Second Life. Este solitario apasionado por sus semejantes ocupa allí, bajo el pseudónimo de Sergei Murasaki (en homenaje a sus dos países predilectos, Rusia y Japón), una isla bautizada “Ouvroir” [Taller] (en referencia al Oulipo, Ouvroir de littérature potentielle [Taller de Literatura Potencial], de Raymond Queneau) y experimenta ahí nuevas formas de producción artística. La lista está lejos de ser exhaustiva, promete a los apasionados y a los investigadoras una larga investigación. Esa es, en definitiva, la extrema delicadeza de Marker: concernir desapareciendo.

Jacques Mandelbaum (1958), crítico y periodista cinematográfico, trabaja para el diario parisino Le Monde y es autor de varios libros sobre directores como Jean-Luc Godard, Jacques Rozier, Ingmar Bergman o Hu Hsiao-hsien.

Traducción para http://www.sinpermiso.info: Lucas Antón

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