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Apuntes sobre el cacerolazo, la clase obrera y la izquierda
Por Octavio Crivaro - Sunday, Sep. 16, 2012 at 11:10 PM

septiembre 14, 2012 | Octavio Crivaro | Como dice alguien muy gracioso: no es ni una cosa ni la otra, sino todo lo contrario. Un sector de la izquierda va a idolatrar a los caceroleros porque todo lo que se opone al gobierno, sin importar contenido de clase ni programa, es en sí mismo progresivo. Sin ir más lejos, ayer se veía a alegres militantes del PCR zarandear sus cacerolas teniendo su momento de “tribunos” entre gente que reclamaba por policía o por evitar la cubización de Argentina. Como muy graciosamente le respondió el compañero Diego a un militante de otra corriente: no toda concentración de gente con un mismo objetivo necesariamente es algo progresivo. También puede ser un recital. O una marcha de Blumberg.

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De lo que se trata es de entender el fenómeno. El cacerolazo de ayer fue una acción distinta y más amplia en su base social que los anteriores. En un sentido, los cacerolazos anteriores, con energúmenos nazis que golpean periodistas, eran el “enemigo” perfecto para un kirchnerismo que así se mantenía “a la izquierda” de la palestra política burguesa, cuando en realidad daba el giro a derecha de la “sintonía fina”. Lo de ayer expresa un hartazgo más generalizado en sectores medios, algunos de los cuales fueron parte del 54% de los votos con el que se reeligió Cristina. Desde ese punto de vista, contra toda visión autocomplaciente de los analistas kirchneristas, debería preocuparles lo de ayer porque significa pérdida de base social.

Como explica el amigo Juan Dal Maso, los cacerolazos de ayer unieron sectores más acomodados y de derecha, con sectores “medios medios”, trabajadores de cuello blanco, etc. Como sintetiza Homero Simpson: “la clase media alta baja”. En el mismo sentido, las consignas, cantos, etc., mezclaban a los clásicos “no queremos una nueva Cuba”, con quejas clásicamente republicanas (onda Binner o Carrió de los orígenes) contra los “manejos” del gobierno, por el cepo, por la re re, por las cadenas nacionales, por… Por más que militantes del PCR se pongan delante de esas manifestaciones como Charles Chaplin flamea su bandera en la clásica escena cinematográfica, querer dirigir eso o embellecer los cacerolazos, es absurdo y confirma la deriva. Ojo al piojo: hubo dos momentos donde sectores de izquierda “más de izquierda” que el PCR, como los compañeros del PO e Izquierda Socialista, le erraron groso: cuando marcharon con Blumberg, unos, cuando apoyaron la “rebeldía agraria”, los otros. No deberían caer en la tentación, de nuevo, de pensar esta clase de fenómenos sin una línea de clase: haciéndose los sotas con qué programa levantan y adaptándose a los humores vaporosos de la clase media.

Pero por otro lado puede haber un peligro sectario: no entender que lo que expresan estas acciones como fenómeno más general (no movilizado) es la pérdida de base social no solamente por derecha, sino también por (centro)izquierda. Christian Castillo planteó en una charla que dimos en Rosario que el kirchnerismo “ya no enamora”. La relativa efervecencia que hay en la juventud, que se nota en la extensa discusión que hay sobre el voto a los 16, en tomas o acciones estudiantiles puntuales, en una amplísima politización o inicial radicalización ideológica (aunque no en acciones) tiene en su base este “enfriamiento” y por ende implica un importante sector de disputa política.

Esto lo ven todos: lo ve demagógicamente el kirchnerismo, que piensa electoralmente y lanza la discusión sobre el voto. Pero estos no son más que “espasmos progresistas” de un gobierno que mima al empresariado, que negocia la sucesión de Moyano con burócratas sindicales de la peor calaña, o que se sostiene en luminarias del pensamiento de la Ilustración, como José Luis Gioja. Binner también lo ve, entonces hace declaraciones “piolas” un día (apoyar el voto a los 16), festejadas por el Tío Tom sindical, Victor De Gennaro, y declaraciones para la “tribuna de derecha” el día siguiente, como no cerrarle las puertas a Macri en su alianza electoral. Toda la oposición, que es como un puré de Cobos, se babea con los cacerolazos, para ver si puede pasar del coma farmacológico a terapia intermedia. Más allá de cómo busquen usufructuar estos espadachines de las encuestas, objetivamente esta emergencia de sectores tipo 2008-2009, deteriora la ya incierta sucesión de Cristina y supone un riesgo de actuar como si no hubiera otros sectores (sociales ni políticos) en la cancha.

Juan Dal Maso explica que, en general, los procesos políticos en el movimiento obrero son más lentos, menos explosivos, pero también más constantes. El paso del “nunca menos” al “algo menos”, el sostén a empresas despóticas y negreras, la transa con la burocracia sindical menemista habilita a la izquierda revolucionaria a meterse con todo y ganar más peso., en este sector menos visible, menos glamoroso, pero irreemplazable estratégicamente, aunque algunos no quieran verlo.

La emergencia de sectores con disidencia “por izquierda al gobierno” permiten hacer una enorme lucha política y campaña entre sectores que quieren discutir el voto a menores y a los inmigrantes, entre los que se oponen a la represión, entre los que no bancan que empresarios despidan delegados combativos y democráticos, etc. Aquel que no vea esto, y se juegue a ganar peso en esa juventud, cede al rutinarismo y objetivamente claudica al kirchnerismo y a la oposición burguesa al mismo tiempo. Pero toda lucha por estas justas demandas democráticas, hay que darla de la mano de denunciar el “hardware” de la democracia degradada: un capitalismo que liquida los derechos de la juventud trabajadora, que degrada doblemente a las mujeres que trabajan, que segrega a los inmigrantes a los peores empleos y barrios. La militancia “mezclada” entre los jóvenes trabajadores y los estudiantes de la Juventud del PTS es una política regia para intervenir con todo en cada fenómeno que reclame demandas democráticas justas, pero hacerlo buscando organizar a una clase que siendo mayoritaria, es la que más derechos ve amputados: la clase trabajadora, la juventud y las mujeres trabajadoras. Ni caceroleros, ni democratistas, una línea anticapitalista y revolucionaria.

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