Julio López
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Mariano Ferreyra/La lucha permanente (Crónica de Daniel Mecca en Mavirock
Por Fuente: Juicio por Mariano - El diario del ju - Sunday, Oct. 21, 2012 at 2:43 PM
http://justiciapormariano.wordpress.com

Mariano

“Un mundo capitalista es un mundo esclavizado, de precarización, miseria y deshumanización. Miseria que no sólo es hambre, es humillación y resignación. Cuando se llega a este punto no alcanzan las palabras para llegar a las venas de los deshumanizados que se benefician con esto. Sólo queda hacer, actuar, comprometerse, sentir, ser humano. Mariano hizo, actuó, se comprometió, sintió y fue humano. Era grande Mariano, tanto que se fue dejándonos algo tan sensible como la inmortalidad de su juventud, contagiándonos de ella, para hacernos a todos jóvenes con él. Para que cada vez que el pueblo salga a la calle todos seamos Mariano, con esa ilusión aguerrida, con la sangre hirviendo exigiendo y trabajando por una justicia clara y limpia, sin el polvo de los vicios de un pasado”.

Carta de Beatriz Rial, madre de Mariano Ferreyra, un año después del crimen (20/10/11).



Fue un crimen político. El 20 de octubre de 2010 Mariano Ferreyra fue asesinado por una patota organizada y planificada por la dirección de la Unión Ferroviaria (UF). El joven militante del Partido Obrero (PO) tenía 23 años. Lo mataron cuando luchaba por ferroviarios tercerizados del Ferrocarril Roca, contra la precarización laboral. Lo mataron por luchar, luchando por otros, por un mundo mejor; lo mataron poniendo el cuerpo, el espíritu revolucionario; lo mataron poniendo la vida. El crimen de Mariano Ferreyra reveló la estructura parasitaria entre el Estado y el feudalismo de los sindicatos: la trama de negocios y complicidades entre la burocracia sindical, el gobierno nacional, los barrabravas y la tercerización de la represión a través de patotas digitadas por los propios jerarcas sindicales.

El lunes 6 de agosto de 2012, casi dos años después del crimen, comenzó el juicio oral y público por el crimen de Mariano y los tres militantes heridos del PO (Elsa Rodríguez, Nelson Aguirre y Ariel Pintos). El proceso judicial constituye un paradigma y un quiebre en la historia política argentina: por primera vez se va a juzgar a un dirigente sindical como autor intelectual de un crimen político. José Antonio Pedraza, líder de la Unión Ferroviaria desde hace 27 años, está imputado como instigador del asesinato.

Pedraza, a su vez, constituye el simbolismo político de la corrupción sindical y de la traición a los trabajadores: acompañó el desguace del sistema ferroviario durante el menemismo y, durante los gobiernos kirchneristas, dinamitó los derechos de los trabajadores ferroviarios —a costa de su hegemonía sindical, negocios personales y enriquecimiento, y el de sus aliados— al sistematizar, avalar y promover la tercerización laboral en el sector. Los trabajadores tercerizados recibían la mitad y hasta un tercio de los sueldos que cobraban los empleados de planta. Pedraza era dueño de una empresa subcontratista ferroviaria (Cooperativa de Trabajo Unión del Mercosur), que dependía del negocio de la tercerización.

Pedraza no será juzgado sólo: junto a él están el secretario Administrativo de la UF y número dos en el sindicato, Juan Carlos “El Gallego” Fernández; el delegado gremial y secretario de la Comisión de Reclamos del ex ferrocarril Roca, Pablo Díaz, acusado de ser el jefe y coordinador de la patota que asesinó a Ferreyra. También están acusados cinco miembros de la patota, entre ellos los barrabravas Cristian “Harry” Favale, del club Defensa y Justicia, y Gabriel “El Payaso” Sánchez, de Racing, investigados como autores materiales del asesinato. Además hay involucrados siete policías de la Federal. Para estos últimos ambas querellas (CELS, por la familia; CORREPI y APEL, por los tres heridos del PO) piden la pena de homicidio agravado. El juicio durará cerca de seis meses. Pasarán más de 367 testigos.

En la movilización del 6 de agosto a los tribunales de Comodoro Py —donde se lleva adelante el juicio— miles de personas salieron a las calles para exigir “Perpetua a Pedraza” y “Justicia por Mariano Ferreyra”. Jorge Altamira, fundador y dirigente nacional del PO, sentenció allí que en este juicio “se está poniendo en juego el destino de los trabajadores”. Hubo, además, una masiva campaña en el marco del comienzo del juicio que abarcó adhesiones políticas, culturales, artísticas y hasta banderas con la leyenda “Justicia por Mariano Ferreyra” con la que se fotografiaron en las canchas los distintos equipos de fútbol. Mariano Ferreyra: un destino y un nombre que se convirtió en un símbolo más de los que luchan, un paradigma político en la clase trabajadora argentina. Un nombre que guarda en lo íntimo la historia de un militante, dirigente y cuadro político; de un amigo, hermano, hijo; de un músico, fanático de Pink Floyd, del cine europeo y de series televisivas; de un joven bohemio y sencillo; tímido, pero decidido, disciplinado, firme. En el círculo político lo llamaban El Jefe.

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“Parafraseando a Fidel: si queremos un modelo de hombre, un modelo de hombre que no pertenece a este tiempo, un modelo de hombre que pertenece a los tiempos futuros, de corazón digo que ese modelo es Mariano Ferreyra”. La oración es de Patricio “El Be”, el mejor amigo de Mariano, extraída de un texto conmovedor escrito por él el 3 de junio de 2011, día que Mariano hubiese cumplido 24 años.

Patricio cuenta que Mariano era un chico tímido, humilde, que te prestaba libros, que se preocupaba por tu formación política o se preocupaba si te pasaba algo. Que era muy compañero, muy amigo, lector, y sobre todo revolucionario, de “esos que llevaban la tenacidad de la lucha”. Que se caracterizaba por un humor negro implacable y también por un humor absurdo. Fanático, claro, de las series televisivas Doctor House y Family Guy.

Que leía, además de la literatura política de militante, a Julio Cortázar y a los poetas Alejandra Pizarnik y Pablo Neruda. Que también era tímido con las chicas: “Algunos dirían que medio lento con las minas”, bromea. Que llegó a escribir algunos versos por amor. Que se vivían prestando libros con Patricio como el Testamento de Lenin o textos sobre La Revolución Permanente de Trotsky. Su mamá, Beatriz, contó que Mariano era muy introvertido, despelotado y bohemio, y que no le importaba demasiado la ropa ni la plata. Y que la militancia era su vida. Otros de sus amigos recordaron que era fanático de las películas de Los Beatles y que quería estudiar cine.

Mariano tocaba además la guitarra, y llegó a tocar también el acordeón y el teclado eléctrico que un día consiguió por Mercado Libre. Eso sí, en música era infalible: amaba, por sobre todo, a Pink Floyd. Una vez le acercó a Patricio —también toca la guitarra— el disco DIVISION BELL. Le dijo: “Escuchate el tema “Coming Back To Life”. ¡Escuchá la voz de (David) Gilmour! ¡Es impresionante!”. Tenían una pasión musical: juntos solían tocar a dos guitarras la canción “I wish you were here”.

A Mariano algunos le decían El Bala, un apodo que venía desde que era chico y que a él no le gustaba demasiado. Otros, en su círculo de militancia, le decían El Jefe. Los más grandes lo llamaban Marianito. Patricio lo llamaba simplemente Mariano. “Una vuelta me agradeció: Vos sos el único que me dice Mariano, todos me dicen El Bala…”. Se habían conocido militando en el CBC de Avellaneda (UBA) en 2005.

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Miércoles 20 de octubre de 2010.

“Abrí los ojos. Mariano, mirame”. “Reponete, por favor, dale”.

Mariano Ferreyra está acostado dentro de una ambulancia, una Traffic blanca, a punto de ser trasladado. Allí, en la misma ambulancia, también está Elsa Rodríguez, que acaba de recibir un tiro en la nuca. Mariano está herido por una bala que salió de la patota de la UF y le atravesó un pulmón. Tiene los ojos entreabiertos. Damián Reynoso, un compañero del PO de 27 años, está junto a Mariano en la ambulancia. Lo ve mal, muy dolorido: “Me incliné hacia él. Intentó hablarme, pero le dije que no lo hiciera, que guardara fuerzas”, contaría tiempo después. El muchacho de anteojos le pide que pestañee. Mariano lo hace, pero parece que está a punto de quedar inconsciente. “Aguantá, Mariano, no te esfuerces, no te duermas”, le dice desesperado. “Mi mayor preocupación era que quedara inconsciente, y entonces le hablaba y le hablaba para que quedara despierto. El tiempo parecía eterno. Los minutos no pasaban más, mientras yo lo miraba a los ojos”.

En la misma ambulancia también estaban Nelson Aguirre, militante del PO, que había sufrido dos disparos en la pierna, y el médico Félix Xul, que participó de la movilización en Barracas. “Yo le hablaba a Mariano todo el tiempo, le decía que abriera los ojos, le daba palmadas en la cara. Estaba muy pálido, cada vez más”, contó Reynoso. Recordó que el vehículo iba muy rápido. Que en un momento dobló con brusquedad en una curva y que todos se inclinaron en la ambulancia. “Cuando nos estabilizamos, vi que Mariano había cerrado los ojos. En ese momento me estiré para atrás, me puse mal, iba a llorar, pero Nelson me tocó la espalda. Me dijo: Vamos, vamos, compañero y me siguió palmeando. Entonces me recompuse y seguí hablándole. Mariano abrió los ojos otra vez”.

Al llegar al hospital Argerich, en el barrio de La Boca, los médicos pusieron a Ferrerya en una camilla y se lo llevaron con prisa. También entraron el resto de los heridos. Reynoso se quedó en la guardia. Daba vueltas por la sala. No caía de la situación. Se fue a la calle. Dijo que pensaba que todo era un sueño, que en un momento despertaría y que todo sería distinto. Al regresar se encontró con otros compañeros. Luego salieron los médicos. “Nos dieron la noticia. Entonces empecé a llorar. Todos empezamos a llorar”. Mariano Ferreyra había muerto. Moría tras llegar al hospital Argerich, ubicado en el barrio de La Boca.

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Las declaraciones —extraídas del libro ¿Quién mató a Mariano Ferreyra, del periodista Diego Rojas (Editorial Norma, 2011)— relatan los últimos minutos de vida de Mariano Ferreyra. Fueron la consecuencia de una emboscada organizada y planificada por una patota de la UF contra los manifestantes (tercerizados y militantes políticos y sociales) que se estaban retirando, luego de un intento fallido de cortar las vías. Era una patota que provenía, en su mayoría, de los talleres de Remedios de Escalada, en Lanús, desde donde salieron cerca de 80 personas. El ataque se hizo, según las imputaciones de las querellas, con la connivencia y la zona liberada de la Policía Federal. Fue un ataque político: según se desprende de la reconstrucción de los hechos, la intención era aleccionar “a los zurdos” para proteger el negocio de las tercerizaciones que comandaba Pedraza, en su doble rol de empresario y sindicalista. Esto se hizo bajo el amparo del Gobierno Nacional, en el marco del mecanismo que se había montado entre el Estado y la dirección del sindicato de la UF, a través de la asignación de subsidios y pago de sueldos —autorizados por funcionarios ligados al sindicato— destinados a empresas tercerizadas que en casos eran dirigidas por los propios gremialistas como Pedraza.

En el preciso momento en que esto sucedía, en el mediodía del 20 de octubre, Pedraza participaba en la sede la UF del congreso LatinRieles 2010 con empresarios ferroviarios —entre ellos los de las firmas tercerizadas— y funcionarios nacionales. Estaba allí junto a su segundo, el “Gallego” Fernández, quien estaba en contacto desde su celular con el delegado Pablo Díaz, marcado como el organizador y reclutador de la patota. Tanto Pedraza como Fernández estaban al tanto de lo que sucedía en Barracas, según admitió el propio jefe de la UF. En ese congreso participaba también el entonces secretario de Transporte, el ex macrista Juan Pablo Schiavi, luego kirchnerista, eyectado de la secretaría de Transporte luego de la masacre de Once ocurrida en febrero de este año.

El objetivo de los manifestantes era cortar las vías a la altura de Avellaneda para visibilizar el reclamo por la reincorporación de 117 despidos, y el pase a planta permanente, bajo el convenio ferroviario, para todos los tercerizados. Éstos eran acompañados allí, en la lucha, por militantes políticos y sociales de diferentes agrupaciones: el Partido Obrero, El Movimiento Teresa Rodríguez, la Coordinadora Aníbal Verón y Convergencia de Izquierda. Mariano Ferreyra era el responsable político del PO en Avellaneda. Pero, tras unos movimientos de distracción por el lugar, el objetivo fue abortado por los miembros de la UF que corrieron a piedrazos y cascotes a los pocos manifestantes que habían logrado subir al terraplén de las vías, y también al resto que se encontraba debajo. Éstos, a su vez, se defendieron y respondieron con piedras a los atacantes. Pero eran muy pocos y decidieron retirarse. Un cascote hirió en el brazo a Elsa Rodríguez.

Una hora después, ya alejados varias cuadras del terraplén, los manifestantes decidieron desmovilizarse. En las vías, a los miembros de la UF se les sumó un grupo de choque compuesto entre siete y doce personas, integrado, entre otros, por los barrabravas “Harry” Favale, que buscaba entrar a trabajar en la UF, y “El Payaso” Sánchez. Tanto Favale como Sánchez habían estado en los hechos ocurridos el 6 de septiembre de 2010 en el hall de la estación de Constitución cuando un grupo de tercerizados quiso realizar un acto y fue desalojado por miembros de la UF. Favale también participó del acto de Cristina Fernández el 15 de octubre de 2010 en el estadio de River, por el Día de la Lealtad, donde estuvo acompañada por la cúpula de la CGT. El barrabrava estaba ligado a dirigentes kirchneristas del conurbano bonaerense. Según la investigación judicial, el 20 de octubre Favale fue reclutado por Pablo Díaz, quien, desde su celular, estaba en contacto en todo momento con Fernández y Pedraza, antes y después del ataque criminal.

Las cámaras del canal C5N registraron el instante que la patota corrió a atacar a los tercerizados y militantes. Los hombres increparon a la notera y al camarógrafo e impidieron la filmación de los hechos. “Son putos. ¡Son todos putos esos piqueteros!”, gritó un hombre de cuello ortopédico a la cámara. Al advertir que comenzaba el ataque, los manifestantes, que se estaban dispersando del lugar, armaron un cordón de seguridad, integrado, entre otros, por Mariano Ferreyra.

Comenzó el ataque y los manifestantes se defendieron. Volaron piedras, botellas y palos de un lado a otro. “¿Trajiste los fierros?”, le preguntó en esos instantes Pablo Díaz a Favale. “Traje pocos”, contestó el barrabrava. Se oyeron balazos. Los atacados, que no advirtieron que les estaban disparando con balas de plomo, lograron correr finalmente a la patota por una calle de Barracas. Estos testimonios están incluidos dentro del expediente judicial.

Al finalizar el ataque, los manifestantes advirtieron un escenario desolador: Elsa Rodríguez y Mariano Ferreyra estaban tirados en el piso, desplomados. Ella con un tiro en la nuca. Mariano con un balazo en el abdomen. Nelson Aguirre tenía dos tiros en una pierna.

La mujer estuvo 40 días en coma, y, al despertar, sólo podía mover los ojos. Hoy es querellante en la causa, pero quedó con afasia y parálisis en el lado derecho del cuerpo. Otro de los heridos fue Ariel Benjamín Pintos. Luego  del ataque, la patota huyó y se reagrupó más lejos. A Cristian Favale, según el relato de un testigo, se le adjudica allí una frase: “Al de la gomera (por Ferreyra) le agujereé la panza”.

En mayo del año pasado, un arrepentido de la patota reveló al portal periodístico Plaza de Mayo.com que vio a Favale disparando, un testimonio que ya había brindado a la Justicia: “Me puse detrás de un árbol y vi en el suelo un pedazo de ladrillo. Me agaché, agarré el ladrillo y, en ese instante, vi al lado mío a un tipo que se arrodilló y disparó: ¡pam, pam, pam! Era el guardaespaldas de Pablo Díaz. Le vi la cara. Nunca me voy a olvidar de esa cara: era Favale. Vi todo como una película, hasta pude ver los casquillos de las balas. En esa misma secuencia vi que un tipo que estaba a veinte metros se agarró la panza y se desplomó”.

Se probó que cuatro armas, al menos, fueron ese día disparadas, dos calibre 38, una 22 y una escopeta. Se probó, además, que Sánchez disparó con la suya propia. Los policías de la Federal están investigados por ser cómplices del crimen y ataque a los heridos. Ese mediodía del 20 de octubre de 2010 no detuvieron a nadie, no secuestraron las armas ni preservaron las pruebas. Además de Pedraza, Fernández, Díaz y Favale, están siendo juzgados los miembros de la UF Claudio Gustavo Alcorcel, Jorge Daniel González, Guillermo Armando Uño (también barrabrava de Defensa y Justicia y vinculado a los punteros políticos del kirchnerismo en Florencio Varela), Juan Carlos Pérez, Francisco Salvador Pipitó y Gabriel Sánchez, que formaron parte de la patota.

También se juzga a los policías Luis Osvaldo Mansilla, Jorge Ferreyra (ambos jefes del operativo), Hugo Lompizano, Rolando César Garay, David Villalba, Luis Alberto Echavarría y Gastón Maximiliano Conti. La querella propone para ellos la carátula de homicidio agravado, mientras que la fiscalía abandono de persona seguido de muerte. Los policías, según denuncian, fueron cómplices y partícipes necesarios del accionar de la patota de la UF. Las causas se lograron unificar en el mismo juicio.

En las primeras semanas del juicio, y a modo de estrategia de dilación, todos los detenidos e imputados se negaron a declarar. Pedraza fue uno de ellos, quien dijo cobrar 25 mil pesos mensuales. La defensa insistió con la teoría del enfrentamiento, tratando de culpabilizar a las víctimas. Sí se leyeron las indagatorias de los miembros de la patota, tomadas entre febrero y marzo de 2011. Allí se revelaron las contradicciones: los detenidos del grupo de choque señalaron a Favale como autor de los disparos y dijeron que no lo conocían. Éste, a su vez, marcó a Sánchez como autor material del crimen y acusó a Pablo Díaz de haberlo convocado “para defender a la UF”. Un dato que caracteriza la situación: un día antes del inicio del juicio, la UF sacó una solicitada en el diario La Nación y otros medios en el que defendía a todos los ferroviarios acusados, menos a Favale. Nelson Aguirre, por su parte, declaró que “cuando aparece la patota, los dos patrulleros desaparecen”.

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UGOFE y los negociados. La Unidad de Gestión Operativa Ferroviaria de Emergencia (UGOFE), concesionaria del Roca, estaba vinculada en los negociados junto a la UF y al Gobierno Nacional, en el marco de la entrega de subsidios millonarios y la tercerización de los trabajadores. UGOFE, creada en 2005, fue una asociación entre el Estado y las empresas Metrovías (del grupo Roggio), Ferrovías (del grupo Romero) y TBA (del grupo Cirigliano). El Gobierno Nacional, además de subsidiar los boletos, pagaba los sueldos de los que tenían el convenio de trabajo de dichas actividades, como así también se hacía cargo de abonar los contratos entre UGOFE y las tercerizadas.

José Luis García, ex jefe de Administración de Personal y Liquidación de Haberes de UGOFE, contó en el libro Quién mató a… que desde la Secretaría de Transporte —liderada primero por el procesado Ricardo Jaime y luego por el imputado Schiavi— y la Subsecretaría de Transporte Ferroviario giraban las partidas de dinero para pagar los haberes de UGOFE todos los meses, pero también los sueldos del personal de empresas tercerizadas que contrata UGOFE. El hombre reveló el negocio: a los tercerizados les depositaban sueldos menores al dinero que giraba el Estado, diferencias del 30% e incluso superiores. Se estaban quedando con el “vuelto”.

En estas condiciones, se evidencia la resistencia de las empresas y las burocracias sindicales a pasar a planta permanente y convenio ferroviario a los trabajadores tercerizados de la rama. Hacerlo atentaba contra el negocio de los sindicalistas que jugaban también el doble rol de empresarios. Por otra parte, el día del crimen de Ferreyra, UGOFE otorgó 120 licencias gremiales a los que conformarían la patota que atacaría a los tercerizados. El delegado Pablo Díaz había hecho llegar el listado de los nombres. Un dato clave sobre esta estructura de corrupción montada: Guillermo Antonio Luna, subsecretario de Transporte Ferroviario, siguió intacto en su puesto hasta que renunció el 4 de septiembre pasado. Es un hombre del sindicato de La Fraternidad, aliada a la Unión Ferroviaria. Jugaba desde los dos lados del mostrador: desde su función pública autorizaba la entrega de los subsidios y el pago de los sueldos para las concesionarias de UGOFE y sus tercerizadas que, como se observó, están comandadas por sindicalistas como Pedraza. Asimismo, hay que remarcar que las empresas tercerizadas pagan menos salarios — además de tener peores condiciones laborales— que los convenios ferroviarios, por lo cual se sospecha que desde UGOFE obtenían diferencias respecto del dinero de los subsidios.

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Desde el primer momento del asesinato de Ferreyra, el Gobierno Nacional intentó despegarse del crimen. El entonces jefe de Gabinete, Aníbal Fernández, salió al día siguiente a respaldar a la Federal: “Hizo lo que tenía que hacer”. Y exculpó de toda responsabilidad a la Rosada, al intentar explicar la teoría de que fue un crimen cometido por una persona aislada, un ataque espontáneo, sin planificación: “Si un tarado sale de su casa con un arma, estamos hablando de un asesino. (Mariano) fue muerto por un asesino, ¿quiere que yo me haga cargo de un asesino?”.  El filósofo Juan Pablo Feinnman dijo que el “cadáver de Ferreyra” era de Jorge Altamira. El programa de la Televisión Pública 678 responsabilizó rápidamente al duhaldismo del asesinato, otra teoría que no tuvo ningún sustento.

Apenas unos meses después del crimen, en enero de 2011, y poco antes de la detención de Pedraza en su piso de un millón de dólares en Puerto Madero, el ministro de Trabajo de la Nación, Carlos Tomada, dialogaba lo más tranquilo por teléfono con el líder de la UF. De allí se desprende este diálogo revelador, donde se observa a Tomada aconsejando a Pedraza sobre hacer “un laburo sindical” sobre los trabajadores que entraban al ferrocarril, y “empezar a hacerles la cabeza”.

Carlos Tomada: —Sí, por eso. Tal cual. Luego lo que sí le dije es que si es necesario que alguna gente de él entre, si el problema es que entre alguna gente de él, este, bueno, eso es una cosa que se puede conversar. Luego, fundamentalmente, el planteo era que hay que hacer un laburo sindical sobre estos tipos que entran, porque no son todos del PTS o del…

José Pedraza: —No, no, no.

Tomada: —Hay un montón que se los puede ganar y, entonces, porque ahí llegamos, después que íbamos a hablar con la Unión también. De manera que éstos pensaran en meterlos en una especie de curso de capacitación y qué sé yo, y empezar a hacerles la cabeza…

Pedraza: —Bueno, nosotros estamos, hemos estado y estamos trabajando en eso.

También trascendió un diálogo entre Pedraza y la número dos del Ministerio de Trabajo, Noemí Rial. La funcionaria lo llamó para solidarizarse por el allanamiento del departamento en Puerto Madero del líder de la UF. “¿No había nada raro?”, le pregunta ella en un tramo de la charla. Y sobre el final: “Llamame a mi casa cualquier cosa que necesites, José”. Las relaciones político-sindicales entre el Gobierno y Pedraza seguían intactas. Estos diálogos con ambos funcionarios, que están incorporados al expediente judicial de la causa, surgen a partir de la intervención judicial que se dispuso sobre el celular de Pedraza.

Una semana después del asesinato de Mariano Ferreyra, murió Néstor Kirchner. El 5 de diciembre de ese año, la Presidenta recibió a la mamá, al papá y a los dos hermanos del joven asesinado. Les dijo que “se iba a ir hasta el fondo”. Hace unos días, la mandataria habló del caso intentando instalar una retórica épica: “Mi hijo dice que la bala que mató a Mariano rozó el corazón”; y adjudicó a Néstor Kirchner ser quién llevó a la Justicia un testigo clave para el juicio.

Lo cierto es que tras el crimen de Ferreyra, el Gobierno Nacional casi no modificó su estructura política ferroviaria ni los subsidios estatales descontrolados, y recién removió al subsecretario de Transporte Ferroviario, Antonio Luna, en septiembre de este año. Tampoco se investigó a UGOFE ni al resto de los responsables directos de Transporte. Peor aún: UGOFE fue premiada con la concesión del ferrocarril Sarmiento, luego de que se la quitaran a Cirigliano tras la masacre de Once, cuando murieron, el 22 de febrero de 2012, 51 personas y hubo más de 700 heridos.

En estos meses, se supo que Pedraza, de la UF, apoyó desde la cárcel la candidatura de Antonio Caló, el metalúrgico bendecido por la Rosada para liderar la CGT oficialista y antimoyanista. Para dar cuenta de los apoyos y complicidades, el Confederal de la CGT se va a realizar en La Fraternidad, el gremio aliado a la Unión Ferroviaria que dirige Omar Maturano.

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El 20 de octubre de 2011, cuando Patricio “El Be” se enteró que mataron a su mejor amigo, tomó un taxi y el chofer justo estaba escuchando una radio en la cual hablaban del caso: “El primer quiebre que tuve fue cuando el tipo de la radio dice el nombre Mariano Ferreyra, y es justamente ahí el momento en que uno siente que el tipo de la radio te lo arrebata. Te lo saca, deja entonces de ser Mariano, el Jefe, el Bala, tu amigo, para ser Mariano Ferreyra, Mariano Estaban Ferreyra, el asesinado en la masacre de Barracas (…). A medida que pasa el tiempo cada vez va asumiendo más que cuando uno habla de Mariano, está hablando de historia: de la historia del país, de la historia de la política y del sindicalismo argentino”.

Patricio confiesa, con algo de desesperación íntima y ternura, que la muerte de Mariano no le termina de cerrar, que piensa que algún día va a regresar. Que, aún hoy, siempre que le pasan cosas el primero en el que piensa para contárselo es en Mariano. “Él no buscaba la muerte ni enfrentamientos violentos que pudieran terminar así. A pesar de todo, yo sé que si a Mariano le dieran la posibilidad de elegir de volver a militar en el Partido y de volver a hacer todo lo que hizo y la lucha que dio, lo volvería a hacer sin lugar a dudas porque la importancia que le daba a la lucha y sus deseos de transformación de la sociedad no tenían límites. Siempre estuve seguro de que todas las luchas que dio Mariano las volvería a dar una y mil veces más”.

Una y  mil veces más Mariano Ferreyra y su lucha permanente. Poner el cuerpo. Poner la vida. Una sola cosa no hay: es el olvido y dejar de luchar. Porque para los que luchan, como Mariano Ferreyra, no hay muerte ni olvido, jamás.

*Esta nota fue cedida gentilmente por Mavirock para su reproducción en El Diario del Juicio.




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