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Silencios
Por Ernesto Torres - Thursday, Oct. 25, 2012 at 5:41 PM

Hoy es un día maravilloso.

Qué cosa linda es ver denuncia tras denuncia del kichnerismo contra Macri por el veto a la ley de aborto no punible; sobre todo cuando está acompañada de la profunda autocrítica por el compromiso de Cristina con la Conferencia Episcopal Argentina para frenar el derecho al aborto.

Qué bonito, cómo se llena el alma de luz al ver cómo el kichnerismo le pega con entusiasmo irrefrenable a Bonfatti ante la evidencia del autogobierno policial, generando valiosas oportunidades para democratizar esa fuerza; sobre todo cuando está acompañada de la importante autocrítica sobre el rol del Partido Justicialista durante el cuarto de siglo en que gobernó esta provincia, en su responsabilidad en la consolidación de esta policía, en los cuadros procesistas que incorporó en su momento a la gestión de la cosa pública, en la resolución que le dió a casos en los que estuvo involucrada la fuerza como la masacre de Diciembre de 2001 y el asesinato de Sandra Cabrera, en la manera en que actúa hoy en día para acabar con la impunidad de dichos casos y asegurar el encarcelamiento de sus responsables políticos.

También, cuando esta misma crítica sobre las serias falencias de la gestión del FAP en Santa Fe está también acompañada del debate público y la preocupación en el ámbito nacional por el desmonte que Sergio Berni hizo de las Unidades Fiscalizadoras de la Federal, por la denuncia cuando reprimió con la Gendarmería en Panamericana y encerró manifestantes en el Centro de Detención de Campo de Mayo, en el Día Internacional de los Derechos Humanos; y cuando al día siguiente de que la Gendarmería levantara el acampe en el edificio Centinela, se puso al frente de 200 gendarmes para desalojar a los choferes de la 60.

Así como se movilizaron para denunciar el peligroso cariz destituyente del accionar de gendarmes y prefectos, así también lo hicieron para denunciar estos otros hechos violatorios de las garantías democráticas.

Cuántos kichneristas podemos ver aún ahora denunciando con énfasis al servicio de inteligencia de la dictadura militar Gerardo Martínez y su uso discrecional de la patota sindical como grupo de tareas para reprimir protestas gremiales, por ejemplo en la provincia de Santa Cruz; las responsabilidades de Aníbal Fernández y Carlos Soria en la Masacre de Puente Pueyrredón, junto a Eduardo Duhalde, el padrino político de la candidatura presidencial de Néstor Kirchner; la hostilidad inhumana e insoportable que despliega Gildo Insfrán sobre las comunidades originarias de Formosa; el accionar de gobernadores como Luis Beder Herrera, Lucia Corpacci, José Luis Gioja, contra las asambleas ciudadanas; al Ministro Arturo Puricelli y su intento de restauración de la Doctrina de Seguridad Nacional; al rol del Estado argentino en la Minustah en Haití.

Es interesante ver como cada vez que denuncian medidas de derecha, contra los trabajadores, contra los vecinos de los barrios y comunidades más humildes y más pobres por parte de los gobiernos del PRO y el FAP, saben hacerlo también con las medidas de derecha, contra los trabajadores, contra los vecinos de los barrios y comunidades más humildes y más pobres por parte de los gobiernos del FPV.

No se guardan nada.

Hay que ver cómo los kichneristas criticaron a Macri por sus ataques a los docentes de Buenos Aires, pero eso no les evita, con profunda claridad, reconocer que el FPV acaba de aprobar una ley antiobrera, la "Ley Mendiguren" de reforma de la Ley de Riesgos de Trabajo que beneficia a los empresarios y a esos engendros del capital financiero, las ART, junto y gracias a los invalorable votos del PRO, con dos centrales sindicales en la calle protestando.

No podría decirse que plantearan -como si tal cosa fuera posible- que Cristina Fernández fuera por sí misma garantía suficiente del carácter progresista de su gestión de gobierno... que se haya dificultado de alguna manera el quehacer de los movimientos sociales que no se entusiasmaron por integrarse en la línea partidaria gobernante... o por ejemplo, que se hiciera un excesivo énfasis en algunas medidas relevantes, como la aplicación de la Ley de Medios, y se le quitara importancia a otras, de impacto equiparable, quizás, en la economía, y la sociedad, y las relaciones de poder, como las apuestas estratégicas a favor de los agronegocios y la megaminería contaminante, el modelo extractivo-exportador y su inmediata consecuencia, la creación de zonas de sacrificio, las alianzas con nefastas corporaciones multinacionales como Monsanto y Barrick Gold...

En fin, no se podría, entonces, de ninguna manera afirmar que los kichneristas -sus dirigentes, sus medios de comunicación- ejercen en su amplia mayoría y cotidianamente una doble moral, valorando las políticas represivas y neoliberales de forma diferente de acuerdo a su afinidad partidaria, y cayendo en un estridente silencio cuando alguna que otra situación, un tanto menor, pudiera dejarlos mal parados.

No me queda más remedio que callar, viendo cómo dicen, con tanta coherencia y honestidad intelectual, todo lo que hay que decir.

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Porque hay que decirlo todo.

Porque si no nos enfrentamos una y otra vez con la verdad, con todas las verdades, por duras que sean, no vamos a tener hombres y mujeres libres, sino soldaditos obedientes y loritos repetidores; muchos buenos televidentes consumidores de videoclips de propaganda, sea oficialista, sea opositora, respondiendo al estímulo emocional-visual del momento. Y mentirosos. Y oportunistas. Ni una construcción real: en vez, ilusiones, espejos, máscaras y fantasmas. Así es difícil la perspectiva de construir un movimiento que sea amplio, plural y democrático, que sirva verdaderamente para la liberación popular.

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