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El asno prodigioso de Chilibroste
Por Lelio Merli - Thursday, Nov. 01, 2012 at 9:53 PM
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Trata del parecido del comportamineto de los animales al de los humanos. Proque según Alfred D´Vigny: Todo en la creación responde a un mismo modelo.

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UN ANIMAL SOLÍPEDO, MAMÍFERO Y UNGULADO

El diccionario nos define así al asno, “llamado burro familiarmente”. O sea que, si no entiendo mal, algunos familiares llaman burro a algún pariente asno.

Con la definición del título nuestro héroe “El Asno Prodigioso de Chilibroste”, en aquellos años cuarenta, se habría sentido muy honrado si no fuera que, como “familiarmente” se dice, es alguien que “tiene poco entendimiento y que no llega a comprender”.

Pero ello se debe a que no pudo ir a la escuela y mucho menos a la universidad, ya que en ese caso habría sido uno de los tantos burros con título. Aquellos que los sociólogos llaman “tontos adulterados”.

Sin embargo fue superior a muchos en lo que a letras se refiere, puesto que como buen burro, cuando rebuzna, deletreaba las vocales sin que en la escuela se las enseñaran.
Trate Ud. de comprobarlo imitando su rebuzno: Ha, He, Hi, Ho, Hu, (aspire las haches, que para eso se escriben en castellano y si no puede, ayúdese con un vaso vacío en la boca, como si bebiera). Puede hacerlo también oyendo un disco de Millán Medina en su famoso y homónimo chamamé.

EL BURRO PRODIGIOSO

El Burro Prodigioso provenía de una raza salvaje oriunda no sé de donde, llamada garañón por el diccionario, no sé por qué. Nunca supe si era propiedad del Ejército o si éste lo había cedido a mi familia a cambio de futuras crías, pero sí recuerdo que el veterinario de la Remonta lo revisaba a menudo.

Es sabido que de la cruza de los asnos con los caballos nacen las mulas. Estas son especiales para transportar pesos en las montañas porque heredan las aptitudes del burro para caminar por ellas y su fuerza es descomunal.

Creer que en los ejércitos se ha podido suplantar las mulas, es un error. Hace unos veinte años el gobierno de Pakistán compró en La Argentina todas las mulas que estuvieran trabajando en las montañas para ubicarlas de inmediato en servicio para transportar ametralladoras pesadas y cañones livianos en sus escarpadas fronteras.

Conocí a un señor que haciendo ese acopio hizo fortuna. Las mulas fueron tan valiosas que se transportaron en avión desde Ezeiza.

Por ser híbridas no se reproducen y por lo tanto no tienen períodos de celo que dificulten una caravana. Al ser menos inteligentes que el burro (por su cruza con el caballo) son más dóciles y obedientes que aquel -- aunque también son bastante testarudas.

Existe un axioma en la cruza de equinos: la madre da el tamaño y el padre el tipo. Se utilizan yeguas de gran alzada como madres para obtener mulas para los ejércitos, aunque he oído que, al contrario, de conseguir una burra de gran tamaño, buscando un padrillo muy alto se obtienen las verdaderas mulas gigantes.

El caso es que a nuestro héroe se lo cruzaba con sus primas, las hembras de raza caballar de pelaje claro y gran porte, para obtener de este modo las mulas de artillería que muchos de nosotros, que peinamos canas, habremos admirado en los cuarteles o desfiles.
Las yeguas sentían por él una atracción especial haciendo honor al viejo refrán que dice: “Cuánto más prima más se arrima“.
Acostumbrados a ver siempre burritos cordobeses que por insignificantes sirvieron como mote para un presidente allá por el 890, encontrarnos con este asno de gran porte despertaba asombro.
Nuestro héroe, por su linaje, nunca hizo trabajos comunes, pero sí “serviles“ (en el verdadero sentido de la palabra). Como reproductor rendía el doble que cualquier padrillo de raza caballar. No sólo por la abundancia de servicios, sino también `porque al ser del Ejército tenía muy buena puntería y podía decirse con razón que “donde ponía el ojo ponía la bala“ y de que “no gastaba pólvora en chimangas“, porque servía sólo a las yeguas “dispuestas” realmente a ser madres.

Por esa razón era un espectáculo el que daban en los fines de año la enorme cantidad de mulitas pastando en el campo.

Mi imaginación de niño lo veía algo militar. No sólo por el trabajo que realizaba con la “obediencia debida“ sino porque también sabía pelear. ¿Pelear?.

Sí, pelear... y de eso, amigo, quiero hablar, porque en este aspecto también era prodigioso.

LA PELEA
Sucedía que el padrillo percherón (mencionado en mi anterior relato “El Reconocimiento“) se ponía malo cada tanto y comenzaba a patear y morder a los otros equinos. Su machismo se desnaturalizaba.

Pero de nada sirve en estos casos castigarlos con golpes. Sólo se los lastima y se los vuelve peores. Había llegado la hora de traer al burro prodigioso.

Trajeron el asno de Chilibroste. De nuestro segundo campo. Encerraron en un corral a toda la manada e introdujeron a nuestro héroe en ella como si fuera un boxeador dentro de un ring para disputar un título.

La lucha comenzó de inmediato. Patada viene, patada va, las primeras fueron para medir distancias. El percherón era un peso pesado que trataba de acertar un solo golpe final. Pero el asno, tan liviano y ligero, nunca se puso delante de sus patas. El burro daba coces con una sola, cada vez que pasaba a la carrera a su lado. El percherón también coceaba, pero al aire.

El burro cada vez que lo encontraba así, mal parado, le sacudía el vientre o le mordía el pescuezo. Hasta que en la oportunidad de encontrarlo tan levantado, apoyado sólo en sus manos, se burló de él pasando por debajo de su panza - como si jugara a la farolera - y entonces sí, le golpeó las costillas con sus dos patas juntas.

Dolorido, el caballo abandonó la lucha huyendo, mientras el burro lo perseguía mordiéndolo por todo el cuerpo. La manada observaba a su padrillo cómo, avergonzado, bajaba la cabeza.

Las personas que asistimos al duelo aplaudimos al ganador, el cual agradeció “vocalizando“ con varios rebuznos.


Como los aplausos continuaron, debe haber creído que eran por su vocalización de canto porque levantando el pescuezo impostaba su voz de barítono como si estuviera en La Scala de Milán. Hasta su “ Ho “ de pecho era un prodigio.

El asno volvió a Chilibroste para dedicarse a sus ocupaciones específicas y nuestro semental percherón, acomplejado, por un largo tiempo se portó muy bien.

Para “componer“ a los “machitos“ que se hacen los malos con las hembras y las maltratan no hay mejor cura que hacerles pasar, delante de todos y especialmente de ellas, mucha vergüenza.

¿VERGÜENZA?
Vergüenza sí y de esto, amigo, quiero hablarle, pero lo haré más adelante en el relato “Los Panzones” en el que Ud. notará similitudes con las hazañas de este héroe anónimo de Chilibroste, que aún sin ser tan inteligente como el gobernador Molinas, por ser sólo muy burro, sabía bien como se le baja los humos al que se hace el malo sólo con el sexo débil.

¡Qué razón tienen los sociólogos en estudiar el comportamiento grupal de los animales
para comprender el de los humanos!.

Porque es verdad: “todo en la creación responde a un mismo modelo“…
como dijera Alfred D´ Vigny. Por Lelio Merli
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