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Crónica de un cacerolazo anunciado II
Por La Brújula Cooperativa de Comunicación - Friday, Nov. 09, 2012 at 5:43 PM

Germán Mangione para Brujulacomunicacion.com

 Crónica de un cacer...
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- ¿De qué medio son ustedes?, me gritó la señora con cierto tono inquisidor.
- De la Cooperativa de Comunicación La Brújula señora, ¿por qué pregunta?, contesté tratando de mantener la naturalidad necesaria para encubrir la preocupación que su tono había impreso a la pregunta. Pregunta que retumbaba en la hipótesis previa con la que asistí a cubrir el “evento”: con el periodismo está todo mal hoy.

-Porque yo soy una doña, una doña que viene a protestar no a hacer un golpe de estado, ni a pedir 100 o 200 dólares. Vengo a protestar porque estoy cansada que me mientan.
Y ese fue el comienzo de un largo monólogo, una especie de desahogo, de catarata de palabras que le brotaban hiladas por una necesidad que parecía ser la de muchos: la necesidad de expresarse, de ser escuchados.
Y no es casual que la cuestión de los medios estuviese tan a flor de piel. Poco parece importar en los hechos políticos de magnitud de los últimos tiempos “qué pasa”. El lugar de importancia parece haberlo ocupado el “qué dicen que pasa”.
-Porque a mi no me manda Clarín, dice la Doña.
Y se esfuerza por despegarse de los estigmas: “Acá también hay mercenarios, como los del grupo Vila-Manzano, que ahora que son amigos del gobierno y quieren destruir a Binner”. Me río, como buscando complicidad. “No, no te rías, anótalo” ordena la doña.
La manipulación mediática de cualquier hecho político ya es parte del sentido común. Cómo se "ve" se hizo una preocupación más de quien participa de una protesta. Como abejas que se agolpan en torno a la miel, los caceroleros se apiñaban frente a las camionetas de los canales, locales y porteños, ni bien la luz de la cámara iluminaba la escena. Con carteles, pancartas y banderas querían mostrar en la TV sus ideas, como aclarando.

La crisis de representatividad que en parte parece haber empujado a los miles que eligieron el 8N como su forma de hacer política, sin encontrar lugar en un partido o un referente político que los contenga, salpica también a los medios de comunicación.
Las grandes corporaciones mediáticas, no sólo las ligadas al monopolio Clarín, sino también las afines al gobierno, son vistas como actores políticos activos que transforman, recortan y muestran (mediatizan) la realidad según los intereses que los definen.

La previa y el post mediático pasaron a jugar un papel tan importante como el hecho en sí. El gran despliegue previo de hipótesis, sentencias, juicios de valor y posicionamientos (yo voy, yo no voy) condicionaron la movilización. Teorías descabelladas y amoldadas a los prejuicios, a favor y en contra, tomaban cuerpo sin la menor postura crítica. Cada cual entendía que lo del 8N iba a ser como cada cual se figuraba previamente que iba a ser. Y desde los medios opositores y oficialistas esta “mediatización” de la previa sirvió como caldo de cultivo para orientar según los intereses propios.
Mientras para los medios opositores era una movilización por la libertad de expresión, contra la dictadura, para los oficialistas era una marcha de la derecha neoliberal preocupada por perder los privilegios que supuestamente el modelo les quitó.
En la tarde el 8, la cadena televisiva internacional Telesur, de la que el estado nacional es integrante publicaba en Twitter:


Es raro, por lo menos en Rosario no hubo una sola consigna referida al tema.

Pero lo más preocupante de la situación quizás no sean las hipótesis previas, los mails denunciando supuestos complots golpistas, grupos neonazis detrás de la organización, grupos kirchneristas preparados para provocar y otra serie de teorías conspirativas que nada tuvieron que ver con lo que pasó en la calle. No. Lo más preocupante es el balance posterior.
En las redes sociales, que más que la idea de “medios democráticos” en manos de la gente terminan siendo un reflejo de las líneas editoriales de los grandes medios, los balances parecen seguir basándose en esas hipótesis previas. Aquellos que no participaron por entender que era una marcha golpista, siguieron viendo golpistas. Aquellos que no participaron por entender que representaba los intereses de las clases altas siguieron viendo sólo oligarcas. Y hasta algunos de aquellos que participaron y se pudieron expresar libremente siguen reclamando libertad de expresión.
La mediatización de la realidad parece haber generado una conversación de ciegos. Cada uno ve lo que quiere ver.

Políticos y apolíticos.

Estos días (y antes también, en movilizaciones obreras, de desocupados, etc.) se escucha mucho como argumento deslegitimador la idea "si no les gusta el gobierno preséntense a elecciones".
Este concepto parte de la idea que la única forma legítima de hacer política son las urnas. Uno puede acordar con esa idea o no. Pero centralmente es desconocer cómo ha sido la historia política de Argentina.

La revolución de Mayo de 1810 no la hizo la primera junta, sino la gente que en la calle quería saber de que se trataba.
El peronismo irrumpió en la política con el 17 de octubre, no con las elecciones que llevaron a Perón al gobierno.
La dictadura de Onganía empezó a resquebrajarse en el Cordobazo, no por elecciones.
Y el neoliberalismo se terminó en diciembre del 2001, no en el 2003.
Lo de ayer no fue ni una pueblada, ni una lucha antidictatorial, ni siquiera una revuelta.
Fue simplemente otra manera de hacer política (con la que podemos acordar o no) que suele incomodar a todos aquellos que se sienten cómodos mientras todo transcurra dentro del ámbito de las elecciones, esas que permiten que algunos sean elegidos y el resto se resigne sólo a elegir entre esas ofertas.

Pero me parece que esa historia negada, ya está demasiado metida en el ADN argentino como para esperar que todo sea como los cómodos quieren.
Mientras tanto tengo la leve sospecha que la dirigencia política, más allá de las pantomimas para la Tv tomo nota de este nuevo fenómeno, que al fin y al cabo no es tan nuevo. Una parte de la sociedad se ha reencontrado con la calle como forma de hacer política.
-    ¿Anotaste todo?, me dice la doña con el seño fruncido.
-    Si si, no se preocupe, le contesto. Y amago a sacar una foto como mostrándome ocupado. Mientras ella encuentra otro interlocutor dispuesto a escucharla.

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