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Los rieles y los pibes que ya no están
Por Carlos del Frade - Thursday, Nov. 15, 2012 at 12:16 PM

Miércoles 14 de noviembre de 2012 | La puerta del norte santafesino. Así está definido el departamento San Cristóbal. Antigua tierra de los guaycurúes, cuyos principales grupos eran los abipones, tobas, mocovíes y pelagaes. Los primeros blancos que llegaron fueron los compañeros de armas de Diego Rojas, hacia el año 1543. Querían llegar desde el Alto Perú al Río de la Plata.

 Los rieles y los pi...
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Foto: Mario Gasparetti

Rojas murió en Santiago del Estero y don Francisco de Mendoza asumió el mando.

Llegaron hasta el río Carcarañá, encontrando en su desembocadura los restos del fuerte Sancti Spíritu, abandonado por Sebastián Gaboto.

“Los expedicionarios encontraron allí una carta donde se indicaba la forma de llegar hasta Asunción y emprendió la marcha en pos de esa población. La mayoría de los expedicionarios se resistieron a ese viaje, a raíz de ello se entabla una agria disputa. Muere Francisco de Mendoza y las ya diezmadas huestes originarias de Rojas quedan a cargo de Nicolás Heredia. Por decisión de la mayoría regresan al Alto Perú, pero no lo hacen por el mismo camino, sino por el curso del Río Salado, experimentando con esta marcha, por primera vez la presencia del hombre blanco en nuestro suelo”, relata Víctor Hugo Vargas, en su trabajo “Historia de San Cirstóbal y la región”, del año 1998.

Desde los años cuarenta en adelante, sin embargo, San Cristóbal, la ciudad cabecera del departamento santafesino, se convirtió en uno de los principales corazones del sistema ferroviario argentino.

Varias manzanas del trazado urbano son hoy monumentales caserones de fantasmas.

En la Biblioteca Popular “San Martín” repiten que todavía el pueblo no elaboró el duelo del ferricidio de principios de los años noventa.

"San Cristóbal aprendió a vivir sin el ferrocarril –dice, sin embargo, el actual intendente Horacio Rigo en diálogo con los periodistas santafesinos.

“Sufrimos mucho por el cierre de los ferrocarriles”, agregó y remarcó que 400 familias quedaron en la calle.

Hoy, San Cristóbal basa fundamentalmente su actividad económica en la agricultura y la ganadería; pero, además cuenta con diversos microemprendimientos.

Con el esplendor del ferrocarril, San Cristóbal tuvo 15 mil habitantes. Con el cierre, la población bajó a 11 mil. Hoy cuenta con alrededor de 16.500 habitantes. “Hubo inmigración muy grande de trabajadores de edad media y jóvenes que terminaban la escuela primaria y que se iban a estudiar y no podían volver”, escribieron algunos cronistas.

Para el ingeniero agrónomo, Raúl Lager, San Cristóbal “sufrió dos grandes crisis: el robo de los ferrocarriles y la caída de muchas cooperativas y explotaciones agropecuarias pequeñas y medianas. Eso genera que hasta el día de hoy el trabajo sea estatal o precario y que la mayoría de las pibas y los pibes estén sentados en los escalones del Banco Nación sin saber qué hacer”.

Cuando el ferrocarril había desarrollado investigaciones que empezaba en los rieles y terminaba en la posibilidad de potabilizar el agua, la ciudad tenía futuro.

Según el ingeniero Vicente Assensa, “es necesario recuperar todo lo que se robaron del ferrocarril. Esa será la única manera de volver a tener un sentido de proyecto común en San Cristóbal”.

Pero el problema mayor de esta región santafesina, cercana a Santiago del Estero y Chaco, “son las chicas y los chicos que no saben qué hacer. Son hijas e hijos de generaciones aplastadas como consecuencia de lo que hicieron con el ferrocarril”, dice la trabajadora social Carina Calello.

Y agrega, mientras sostiene con un amor profundo y notorio a su hijo, que “esta historia de los últimos veinte años pesa en estos chicos. Cada vez se necesitan más proyectos para ellos. Porque esta ciudad es la que ostenta el mayor número de suicidios adolescentes en la provincia y eso no puede ser solamente una anécdota o una cifra más”, dice Carina, mientras la Luna aparece sobre los monumentales talleres ferroviarios, vacíos y silenciosos, casi como el interior de esas chicas y esos chicos cuyos nombres tampoco aparecen en las crónicas de los grandes medios de comunicación.

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