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La película de Él
Por Fuente: plazademayo.com - Friday, Nov. 23, 2012 at 11:15 AM

22/11/2012 Por Daniel Alaniz | El film sobre Néstor Kirchner fue considerado por la crítica cinematográfica de diarios oficialistas como una obra maestra. Una lectura de esas críticas y una opinión sobre un film de propaganda.

La película de Él...
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El oficio de crítico obliga a preguntarse qué hacer cuando uno ve una no-película. Si criticarla (lo cual es difícil si se critica películas y se ve una no-película), comentarla o qué. Cuando se termina Néstor Kirchner: La película dan ganas de ir a hacer una denuncia policial. Y ojo que con menos broma se podría hacerla en serio, porque la exhibición en 120 salas, el estreno en el Luna Park, su presupuesto y el tratamiento diferenciado de todas las demás películas argentinas siembra, al menos, algunas dudas.

Los críticos estamos acostumbrados a las no-películas porque a veces hay que escribir sobre esas franquicias hechas por robots, como la de los vampiros adolescentes (que, entre nosotros, se estrenó con sólo 50 copias más que la de Néstor y es la película más vista en estos momentos en el mundo todo). Pero hasta ahora, desde hace varios años, no había que hacerlo con la propaganda, no al menos con propaganda que fuera vista por un grupo de más de 100 personas. Buchones hay siempre, pero esto es otra cosa y todo llega. Cuando no hay nada sobre que escribir (y en Néstor Kirchner, la película no hay nada sobre qué escribir) recurrimos al contexto o a barbaridades como esta, escrita por Hugo F. Sánchez en Tiempo Argentino: “En un momento donde la polarización se traslada a cada uno de los rincones de la vida cotidiana, donde el modelo kirchnerista se enfrenta al mayor y más formidable poder económico, mediático y cultural de la historia argentina, para dejarlo absolutamente claro, este cronista se ubica de este lado. El de los buenos”. O sea, aunque la obra de Paula De Luque sea un desastre, Sánchez va a decir que es genial porque la hizo una de “los buenos”. Lo dicho, una barbaridad.

Si no hay nada que decir, se apela al contexto. Contexto o muerte, como cuando Ranzani en Página 12 habla sobre las imágenes de archivo de la pareja Kirchner en su juventud de esta manera: “… imágenes que ayudan a construir esta reflexión política y poética (a la que contribuye la música de Gustavo Santaolalla), y que cobran su mayor pico emocional con el final (que no conviene ser adelantado)”. Hay que aclarar que las imágenes a las que Ranzani se refiere son tomas caseras, de caracter familiar. A esas imágenes se refirió Gustavo Noriega en Palabras + Palabras -, diciendo que eran lo más interesante de la película por su valor documental. Y ya que supongo estar del lado de los malos, contribuyo a decir que son lo más interesante del film pero que, además, no las filmó De Luque. Y -perdón Ranzani y público- pero ya estamos jugados: al final, NÉSTOR MUERE.

Evidentemente se puede decir cualquier cosa cuando se habla de la nada, pero nunca usar la palabra reflexión para cosas como esta. Reflexionar es tratar de unir distintos puntos para sacar conclusiones nuevas. De pensar, bah, ya que tampoco somos diccionarios de palabras fáciles. En Néstor Kirchner, la película no hay conclusión, y no tendría que haberla necesariamente, pero en esta producción esto pasa porque no existen las contradicciones. Hay una bajada de línea, que no encuentra -y a la que no le interesa ver- en Néstor Kirchner a un ser humano (tampoco a un político), sino a un “Él”. Es propaganda, como ya se dijo mil veces; pero mala, porque la propaganda efectiva requiere de cierta potencia obscena, impune, que Paula De Luque no tiene, tal vez por no estar tan convencida de lo que hace o por pura ineptitud. Todas las operaciones de la película están mal narradas, mal enlazadas, sin cohesión, sin fuerza visual. Nunca se sabe, por ejemplo, de quién son las voces en off que van hilando el relato. Cosas así de sencillas. Como la apelación remanida a las “flores” para denotar esa “poesía” que Ranzani gusta de destacar. O como el uso de las imágenes de Máximo Kirchner y su anécdota sobre los soldaditos aplastados por su padre, que inician la película y que antes de su estreno se convirtieron en chiste de todo el mundo. (Es llamativo, pero cada vez que aparece Máximo parece querernos contar un nuevo trauma). De Luque no se puede dar cuenta de que la participación inicial de Máximo da una imagen opuesta a la que ella querría dar. No se da cuenta de eso ni de lo alargada, sosa y aburrida de toda la operación. Quizás no se da cuenta porque no es su película, sino la de un gobierno. Aunque sí debió percatarse del capítulo final, con el uso y abuso de la imagen de Mariano Ferreyra, que casi redefine el viejo concepto de abyección cinematográfica, dando a entender que su homicidio mató a Néstor, cuando lo importante en este caso es ver quién mató a Ferreyra. Las vías férreas que muestra quieren dar cuenta de ese homicidio, pero remiten involuntariamente a Once, responsabilidad del gobierno de Cristina pero también de Néstor.

Hubo una juventud maravillosa de los 70 en el campo del cine. Spielberg, Coppola, Scorsese, Bogdanovich y más fueron grandes relatores y sus películas estaban llenas de poesía. Entre ellos estaba el gran Brian De Palma, un cineasta que se preguntó durante toda su carrera sobre qué se podía creer y desconfiar del cine. Toda su obra estuvo basada, de alguna manera, en la mentira. Paula De Luque usa la misma materia prima, pero esta película no tiene nada que ver con De Palma ni el buen cine.

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