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El "tosquismo", como doctrina del sindicalismo combativo
Por Sofía Alberti / La Capital - Wednesday, Nov. 28, 2012 at 2:03 PM

Domingo, 25 de noviembre de 2012 | Militancia férrea, formación política y sindical sólida, valores humanos indiscutibles. Términos con los cuales muchos coinciden a la hora de definir a la persona de Agustín “el Gringo” Tosco, el emblemático dirigente del sindicalismo clasista de las décadas del 60 y 70.

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“Fue uno de los pocos dirigentes sindicales que generaron doctrina”, resaltaron del movimiento sindical en el marco de una charla debate organizada por la Central de Trabajadores de la Argentina (CTA) Regional Rosario, con motivo de cumplirse los 37 años de la muerte en la clandestinidad del gremialista cordobés, el pasado 4 de noviembre.

En el encuentro se buscó rescatar la vigencia de los valores humanos y políticos de quien fuera secretario general de Luz y Fuerza de Córdoba, secretario adjunto de la CGT cordobesa y partícipe de la histórica CGT de los Argentinos.

La convocatoria realizada en la sede de ATE Rosario contó con una amplia participación de trabajadores del sector público y privado, e históricos militantes entre los que se destacaron el abogado de la CGT de los Argentinos, Eduardo Zanella y la pareja de uno de los militantes asesinados en la Masacre de Trelew, Hilda Bernardi de Toschi. En el panel expusieron el historiador obrero Leónidas Ceruti, el ex miembro del Partido Revolucionario de los Trabajadores y del Ejército Revolucionario del Pueblo (PRT - ERP) y compañero de cárcel de Tosco Rubén “Zurdo” Suárez; el histórico dirigente metalúrgico de Villa Constitución, Juan Actis y el secretario general de la CTA Rosario, Gustavo Teres, quien inició la charla abordando el legado de Tosco como herramienta para desarrollar hoy “unidad, coherencia y solidaridad”.

“Por su sólida formación teórica y clara definición política, pregonaba y practicaba la unidad y solidaridad entre los que luchan”, recordó Ceruti.

“Mis padres eran campesinos y yo trabajé junto a ellos una parcela de tierra. Después del colegio primario me trasladé a la ciudad e ingresé como interno en una escuela de artes y oficios. Allí se discutía mucho y el diálogo permanente me incitaba a profundizar la lectura. Siempre me gustó leer”, narraba en los años 60 el mismo Tosco sobre sus orígenes. Nacido en el sur de Córdoba, a los 20 años ya era delegado y su consecuencia lo transformó en emergente de una clase obrera numerosa, castigada por las medidas económicas y la persecución política desplegada desde 1955 y crecientemente movilizada.

Dos modelos en debate. En una época de confrontación directa entre dos líneas sindicales, la clasista o sindicalismo de liberación y la colaboracionista o participacionista, no dudó en debatir públicamente en 1973 con el secretario general de la CGT, José Ignacio Rucci.

Una transmisión televisiva en la que con gran altura ambos dirigentes debatieron la raíz de sus prácticas: mientras Tosco sostuvo que conceptualizaba al movimiento obrero “como una práctica eminentemente democrática que surge de las bases, donde todo compañero que es representante debe mirar más hacia el contenido que reclaman los trabajadores que a las formalidades”; Rucci definía que “las delegaciones regionales de todo el país deben a la Central Obrera todas aquellas exigencias que le imponen los estatutos y el Comité Central Confederal es el conducto hacia las bases”.

Preso en diversas oportunidades, condenado a 8 años de cárcel por su participación en el Cordobazo, Tosco siempre se negó a las negociaciones por su libertad entre cúpulas sindicales y el gobierno militar. Consideraba que la obligación de Rucci como dirigente “era la de luchar por nuestra libertad, no la de pedirla”, tal como acusó en dicho cruce televisivo.

No obstante, esa división no limitó la política de alianzas desplegada por el referente cordobés, que incluía siempre en sus discursos a los sectores del peronismo no ortodoxo, estudiantes y sacerdotes del tercer mundo a los que siempre proponía marchar juntos sobre los puntos en común. Ceruti evaluó que con esa postura “demostró a los sectores dominantes la fuerza de la clase obrera organizada”.

Rubén Suárez fue trasladado al penal de Rawson en 1972 por la política de concentración de presos políticos. Con 22 años compartió la prisión con Tosco. Entre varias anécdotas, destacó una que se dio luego de la Masacre de Trelew, en la que fueron fusilados 16 militantes: “Durante el 72, un grupo de sindicalistas europeos viajaron al sur para visitar a Tosco. Cuando el guardia cárceles le informó al Gringo que había llegado la visita, él levantó su muñeca para que le coloquen la cadena con la que movilizaban en la cárcel a todos los presos. «No, no, venga que el oficial me dijo que no le ponga nada», le dijo el guardia. Y Tosco le respondió: «Usted me pone la cadenita y me la lleva hasta donde esté la visita, como le hace a mis compañeros para que sus madres y novias se sientan lastimadas por esa cadena que marca la piel». Y así Tosco se hizo llevar ante los dirigentes sindicales europeos como nos trasladaban a nosotros para humillarnos. Así era. No aceptaba ninguna diferencia, ni para más ni para menos. Obviamente, después de esa actitud de Tosco no existió más la cadenita dentro de la cárcel”, relató el ex PRT-ERP.

Ideas para el presente. Si bien los panelistas resaltaron que el contexto actual se encuentra muy distante del que parió a Tosco y otros referentes de peso, apuntaron la necesidad de reinstalar el pensamiento de este cordobés que “fue de los pocos dirigentes sindicales que generaron doctrina”.

Juan Actis, histórico militante obrero metalúrgico de Villa Constitución, conoció a Tosco en 1974. “Hoy Agustín es uno de los imprescindibles”, planteó emocionado y lo consideró como un “símbolo de la unidad y la democracia”. Pensando a Tosco desde el momento actual, Actis apuntó que “la conciencia no es sólo ir para adelante, sino también medir la correlación de fuerzas. La lucha hoy es ideológica, por la cabeza de los compañeros”.

No obstante, el rescate del criterio unitario de Tosco, en la actividad se definió que hoy el rasgo distintivo del movimiento sindical es la división, dato que salta a la vista con la existencia de cinco centrales sindicales: dos CTA y tres CGT.

Consultado sobre esta dificultad para generar unidad, Suárez consideró que “lo que determina todo es la correlación de fuerzas”. La “falta de expresión del movimiento obrero como clase está ligada a una serie de hechos”, entre los que destacó la derrota de las organizaciones revolucionarias y de la estrategia de poder lanzada por el Che Guevara. “El imperialismo nos destrozó, lo que implica una derrota de la clase obrera que la aplasta”, dijo.

En segunda instancia, que sobre esa derrota hubo “un aplastamiento más grande” en términos económico, político, y social perpetrado desde la dictadura hasta el menemismo, sumando a esto también el fenómeno Malvinas, “que llevó a la idea de que con los grandes, con el imperio, no se puede”.

Otro factor lo ubicó en “la burocracia sindical que aporta a la reducción drástica del sueldo y la precarización laboral, que pone en crisis a la clase obrera. Y con el menemismo muere el peronismo como ideología y en la clase muere la expectativa en la solución política para los problemas del país”.

Desde la perspectiva de Teres actualmente “el mapa está abierto”. El desafío que plantea la visión «tosquista» es “poner esa vertiente del clasismo en la discusión de la construcción unitaria de esta etapa, en la concepción actual de la independencia y autonomía sindical. Sin forzar a Tosco, porque la historia no se repite, sí creo que hay que tomar enseñanzas que nos sirvan como referencia. Para Suárez “hoy el punto es avanzar en la lucha contra las injusticias sociales, donde van a surgir, de a poco, los nuevos Tosco”. •

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