Julio López
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25 años de sociología en las cárceles. La reflexión rebelde
Por reenvío agencia walsh - Thursday, Nov. 29, 2012 at 8:57 AM

(AW) "Así, los presos estudiantes de Sociología en innumerables ocasiones hemos respondido al atropello con la construcción de nuevos espacios libertarios, a veces mínimos y aparentemente inocuos y siempre, siempre, potencialmente revolucionarios". Parte del texto elaborado por Rodolfo "Cacho" Rodríguez -alumno en situación de cárcel en el último tramo de "Socio"-, un profundo aporte a la consideración de la existencia misma de la cárcel y del pensamiento crítico dentro y fuera de ella.

Si el saber no es un derecho seguro será un izquierdo. Silvio Rodríguez

Celebramos los primeros veinticinco años de presencia de la carrera de Sociología en las cárceles. Motivo para intentar algunas reflexiones sobre los efectos del pensamiento sociológico en la realidad de las personas detenidas.

Ya hemos dicho en este medio y en cuanto espacio pudimos que la cárcel no sirve sino para reproducir un orden social injusto que también tiene como condición de posibilidad, entre otras, la de encerrar a los locos, los disidentes, y a aquellos que, sabiéndolo o no, se resisten a ser explotados.
En este punto, no he conocido personalmente en otras carreras una posición tan crítica, clara y superadora respecto de la realidad social, la función del sistema punitivo y de la pena del encierro como sí se encuentra, desde las primeras materias, en la Sociología.

La apertura de perspectiva que significa para cualquier persona el acceso a la comprensión de los procesos históricos y las particularidades de un sistema es una cuestión que no siempre se nos muestra sencillamente. Estas cosas nos suceden, a veces, con el costo de crisis individuales y grupales, sobre todo en el encierro. Bien decía el compañero Gastón que el estudio despierta y, una vez que te despertás, ya no te podés volver a dormir. Agrego que no poder ya volver a dormir significa asumir la responsabilidad del trabajo duro y cotidiano en pos de cambiar la realidad.

No siempre uno tiene esta conciencia o, por lo menos, no siempre la toma todo lo "en serio" que la cuestión amerita. Y cierto es que el sistema sí lo toma en serio. Lo demuestra la constante guerra que el Estado, a través del servicio penitenciario y de buna parte del sistema judicial, mantiene desde hace tantos años contra el Programa UBA XXII.

Pero por sobre la desesperación que muchas veces nos generaron las políticas de Estado represivas expresadas en traslados, allanamientos, torturas y malos tratos a lo largo de estos veinticinco años, la mirada sociológica nos ha permitido actuar de acuerdo a un criterio superador, entendiendo que no hay relación de poder sin resistencia y que, aún contra todos los pronósticos, se puede enfrentar al poder dando vuelta su lógica. Así, los presos estudiantes de Sociología en innumerables ocasiones hemos respondido al atropello con la construcción de nuevos espacios libertarios, a veces mínimos y aparentemente inocuos y siempre, siempre, potencialmente revolucionarios.

Cierto es que el sistema expresa su violencia no solamente a través de sus dispositivos de represión. También despliega tras los muros una infinidad de recursos para anular los intentos de cambio y constituir sujetos dóciles: en los últimos veinte años la droga, en sus versiones más baratas y destructivas y con la anuencia -cuando no la directa complicidad- de las autoridades penitenciarias, viene haciendo estragos en las mentes de los compañeros detenidos. Y también en los últimos años las prácticas prebendistas, el clientelismo berreta que ofrece pequeños momentos de liberación ficticia a cambio de no agitar las aguas, no denunciar las muertes de compañeros y sí salir en la foto con la autoridad de turno, fueron creciendo intramuros en el marco de una política de Estado que, a pesar de anunciarse como nacional y popular, deja sin cuidado y sin resguardo tras las rejas a los hijos de los sectores más vulnerables del pueblo. Poder vislumbrar estos procesos también ha sido una característica que nos aportó el conocimiento sociológico, la carrera de Sociología.

Cuando digo "carrera de Sociología en el CUD" estoy intentando pobremente significar toda una dinámica de acción contestataria que no podría ser real sin la presencia de todas y todos los que la hacemos día a día. A lo largo de los años los actores de esta dinámica en el lugar de encierro hemos ido cambiando, rotando y, en algunos casos, volviendo a él. Cientos de profesores, de estudiantes presos, de compañeras y compañeros estudiantes del medio libre, compartimos en distintas épocas y con variada suerte procesos de avance, de logros y de derrotas también, que nos han fortalecido como personas y que han aportado al Programa UBA XXII aquello que, no por ser nombrado con frecuencia está tan presente en el resto de las disciplinas universitarias: La rebeldía reflexiva. La reflexión rebelde. Las ganas -a veces dolorosas- de cambiar lo que debe ser cambiado.

Con este criterio hemos participado activamente en la redacción de proyectos de ley que, en algunos casos, llegaron a aprobarse. Estuvimos presentes en la gestación de las actuales leyes de Ejecución de la pena y de Educación en contextos de encierro. Bregamos -y seguiremos haciéndolo- por el tratamiento y la aprobación de una ley de desmilitarización del sistema carcelario. Es para estos intentos de cambio que el conocimiento sociológico nos engrandece.

Celebramos entonces un dichoso aniversario y, al mismo tiempo, celebramos el hecho de que Marx, Foucault, Harriet Martineau, Bolívar, Ernesto Guevara, Artigas, Juana Paula Manso, Rosa Parks y otros y otras tantas más en sus actos y en sus textos, y en los discursos de nuestras y nuestros docentes, hayan irrumpido en la vida cotidiana tras los muros generando cosquillas intelectuales y rebeldes, condiciones de posibilidad para el cuestionamiento del orden establecido y de nuestro propio lugar como sujetos.
Personalmente, le debo a esta carrera la posibilidad de convertir largos años de encierro en años de lucha vital y de pensar y repensar mi propia historia en otros términos. No es sencillo y no ha sido sin un gran costo. Bien dice Alcira Daroqui que la Universidad no cura, no tiene por qué curar a nadie. Nada más (y nada menos) brinda un montón de herramientas para aquél que las sepa y las pueda tomar en sus manos, para cambiar la realidad.

Conozco infinidad de compañeras y compañeros que, gracias a su paso por las aulas de nuestra Facultad en la cárcel, han recomenzado sus vidas en el afuera por caminos creativos y con un sentido de justicia social en la docencia, la investigación social, en la literatura y la política. A ellas y a ellos los abrazo en este día, y a sus familias y a nuestros docentes. Y a nuestros muertos queridos, a las compañeras y compañeros que no pudieron llegar a ver este momento pero que dejaron toda la energía durante años en construir el espacio que hoy podemos y debemos todavía defender contra la incomprensión y la injusticia.

Rodolfo Rodríguez

Estudiante de Sociología en el CUD

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