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Charla con Christian Ferrer por libro “El entramado. El apuntalamiento técnico del mundo”
Por (reenvio) Agustín Scarpelli - Monday, Dec. 03, 2012 at 7:27 PM

"Consideramos a la política y la cultura moralmente superiores para no hablar de su potencia emancipadora"

En “El entramado. El apuntalamiento técnico del mundo” (Ediciones Godot), el sociólogo analiza desde una perspectiva ensayística y poética la subjetividad del hombre moderno, una explicación que no pocas veces coincide con ese malestar existencial, (mal) percibido como íntimo.

Quienes hayan pasado por la “experiencia Christian Ferrer” dentro de un aula, o en el sótano de alguna librería, saben que su efecto puede perdurar meses, años y hasta una vida. No es, como podría suponerse, un pedagogo en el sentido tradicional: un maestro que imparte una serie de clases que tienen, al final, alguna enseñanza o moraleja. Ferrer es, más bien, una voz inquietante e incisiva que sugiere caminos por donde pensar lo contemporáneo –el cuerpo lacerado y exigido hasta en lo más íntimo, la ciudad como un organismo viviente, la matriz técnica que atraviesa a ambos–; caminos donde no hay garantías porque la “metodología Ferrer” no es algo que pueda enseñarse y aprenderse; es, más bien, una actitud: aquella que, por ejemplo, lo llevó a conocer casi todos los días de la vida de Ezequiel Martínez Estrada, protagonista de su tesis doctoral –“me gusta de él hasta lo que no me gusta”, reconoció durante su defensa–, o a visitar los lugares emblemáticos en la vida del escritor bon vivant Raúl Barón Biza, a quien dedicó una puntillosa y sorprendente biografía.

Ferrer recupera del olvido, y de archivos subterráneos –de antiguos diarios, revistas, librerías de viejo, bibliotecas personales, memorias manuscritas--, datos que pueden parecen anecdóticos pero que a veces definen la forma mentis de una nación. Por ejemplo, el discurso con que en 1899, el entonces presidente Julio Argentino Roca inauguró el ramal de ferrocarril Bahía Blanca-Neuquén. Porque si bien no es difícil recordar que aquel tren que llevaba a Roca tuvo que detener su marcha por una inundación antes de llegar a destino, pocos repararon en la claridad con que se encabalgaban en aquel discurso improvisado los avances técnicos representados por el ferrocarril con la agresividad genocida hacia la población nativa. Allí, lee Ferrer “el preámbulo ideológico de la imaginación técnica argentina”. Una especie de Sherlock Holmes a contrapelo, que busca en los detalles del crimen cometido el signo de una violencia constitutiva.

Vale aclarar que aquello que podríamos llamar el “archivo Ferrer” no es un catálogo de temas y preocupaciones más o menos homogéneas, sino que la pila se va abultando a partir de una guía sentimental, que nunca está desvinculada de su adscripción a las ideas y el modo de vida anarquistas. Sobre qué significa para él el anarquismo, pero sobre todo, para saborear el tono cautivante de su voz, el video que acompaña esta nota puede ser útil.

En El entramado. El apuntalamiento técnico del mundo, una colección de ensayos compilada por Ediciones Godot, Ferrer se convierte en un cirujano dispuesto a diseccionar la subjetividad del hombre moderno, para mostrar que hasta las formas en que hoy se experimentan el placer y el dolor son susceptibles de ser rastreadas en sus historicidades y leídas a la luz de la matriz técnica del mundo. Los temas que pone bajo la lupa pueden ser los habituales –la donación de órganos, el consumo de pastillas o de pornografía como sucedáneos espirituales, la conformación de una imagen del mundo acorde con las necesidades de la globalización o el advenimiento del libro electrónico– pero la forma de ponerlos en serie, aquello que suele llamarse “perspectiva”, es siempre completamente singular y reveladora. "Es, en ese sentido, un autor universal: como sucede al leer a Susan Sontag o a John Berger, su razonamiento se abre paso a través de imágenes poderosísimas y, un poco por detrás, camina la argumentación, al mismo tiempo ensayística y poética".

En el ensayo “El sufrimiento sin sentido y la tecnología”, Ferrer rastrea la causa del temperamento adictivo que caracteriza a la personalidad contemporánea en el desmantelamiento de toda una serie de herramientas espirituales que servían para hacer frente a los desmanes existenciales. Nos recuerda que en la época en que la industria farmacéutica estaba todavía en pañales, cuando aún no se había descubierto la anestesia, y “las operaciones quirúrgicas eran poco menos que batallas campales entre cirujano y paciente”, el hombre disponía sin embargo “de una serie de tecnologías de la subjetividad destinadas a fortalecer el alma con el fin de ‘pertrecharla’ para el inevitable encuentro con el dolor. La disciplina de los guerreros y la ascética religiosa o la concientización del militante aprestaban a la personalidad para que no se desorientara en caso de que el combatiente, creyente o revolucionario quedaran atrapados en territorio enemigo”.

En El entramado puede escucharse aquella misma respiración que se oye en las aulas de la facultad de Ciencias Sociales de la UBA, sólo interrumpida por el viejo chirrido de las paletas del ventilador. Ferrer habla como escribe, por eso sus teóricos suelen deslumbrar incluso a los desprevenidos, que propagan la noticia y hacen de lo que podría haber sido una clase íntima otra multitudinaria. Fue y sigue siendo difusor de autores como Georges Bataille, Gilles Deleuze y Martin Heidegger. Su prólogo a La sociedad del espectáculo es fundamental, por otra parte, para profundizar las ideas de Guy Debord.

Pero, también, Ferrer escribe como habla, por eso en El entramado, un artefacto cultural sofisticado y preciso, es posible encontrar una especie de voz compañera (la relación de amistad es una de los pilares del anarquismo) con la que meditar sobre aquello que nos pasa ante las diversas e insospechadas manifestaciones de la técnica en el corazón de nuestras vidas, nuestros cuerpos y nuestras relaciones sociales más primarias. “El síntoma de la actualidad se revela en la necesidad de huir del dolor, que se corresponde con el temperamento adictivo de esta época”, dice con algunas formas expresivas que pueden parecer muchas veces extemporáneas. Como si el lenguaje de uso corriente no le alcanzara al sociólogo para plasmar sus ideas sobre los cruces entre técnica y sociedad, esa amalgama que hoy impregna casi por completo la cultura, y necesitara recuperar los sentidos primigenios de las palabras o, al menos, rastrear sus transformaciones. Por ejemplo, la forma en que la palabra “confortación” –consolar y amparar a una persona devastada por la tragedia o acongojada por un revés de la fortuna– se licuó en la palabra “confort”: una serie de juguetes tecnológicos que sirven de colchón al sufrimiento del hombre ante las inclemencias de la vida industrial. “Medios y espectáculo ofrecen refugio y paliativo a infinidad de vidas dañadas, aunque la consecuencia de acostumbrarse a ellos es fomentar el hábito de ocuparse de las cosas no ocupándose de lo que es importante, es decir llevando adelante vidas que quizá se preferiría no repetir en una eventual reencarnación. Encontrar virtud en la adquisición de confort y el consumo de espectáculos es lo propio de una subjetividad asediada y adictiva, para la cual el domicilio funciona a modo de estuche protector”, reproduce con tino la contratapa de esta compilación de artículos cuyo origen y sentido revela en pocas palabras el propio autor.

-¿De qué manera y según qué criterios fueron reunidos estos ensayos?
-El libro es el fruto de reflexiones específicas sobre las novedades tecnológicas de los últimos tiempos, contempladas con extrañeza y sin entusiasmos rápidos ni acríticos. Quizás lo escribí sorprendido de que susciten tanta excitación y ocupen un tiempo que se le resta a realidades existenciales íntimas y relacionales que requieren de intervención afectiva e intelectual constante y que se vuelven tanto más acicateantes cuando no se les presta atención. En otras palabras: se gasta más energía social en la consecución y gestión de tecnologías de todo tipo de lo que se lo hace con invenciones afectivas y espirituales que son, al final de cuentas, las únicas perdurables. Muchos de esos artículos, algunos inéditos, derivaron de la observación de tecnologías específicas, particularmente las comunicacionales, pero en verdad todas ellas son sólo engranajes de una máquina mucho más global, un entramado en el cual psiquis, afecto y técnica son ramas de un mismo árbol de ruedas.

-Es difícil captar en sus artículos en qué momento pasa de la sociedad a la cultura, de ésta a la técnica o a la política, ¿cómo piensa la relación entre estas esferas?
-No hay diferencia sustancial. Técnica, política y cultura coadyuvan al sostenimiento y gestión del actual sistema de cosas. La insistencia en considerar a la política o a la cultura como actividades moralmente superiores, aún teniendo en cuenta sus "perversiones" y sus paupérrimos significados, para no hablar de su posible potencia emancipadora, es un síntoma de detención de la imaginación de la época. Esta misma termina desgastada entre arabescos e ilusiones.

-He visto algunos datos muy curiosos en este libro y en otros anteriores, ¿cómo se constituyen sus archivos?
-Mi archivo es caprichoso y sintomal. Diría que mi archivo es miniaturista. En un pormenor se puede encontrar la zona áurea de una época.

El entramado puede ser leído como material de inspiración para comenzar una tesis, pero también en el colectivo, antes de dormir o con el desayuno. No se encontrará allí consuelo, pero sí una explicación para nuestros males de época, que no pocas veces coinciden con nuestro malestar existencial, (mal) percibido como íntimo.

fuente http://www.revistaenie.clarin.com/ideas/Entrevista-Christian-Ferrer_0_744525780.html

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