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Una película que ya vimos, pero de la que todavía no sabemos el final
Por (reenvio) Mario Antonio Santucho / Crisis - Wednesday, Dec. 19, 2012 at 2:49 PM

El revés parcial sufrido ayer por el Gobierno nacional en su intento por quebrar la espina dorsal del multimedio más poderoso de la Argentina, puede leerse como un segundo capítulo de otro conflicto clave acontecido durante el gobierno de Cristina Kirchner: “la guerra contra el campo” de 2008.

En ambas oportunidades una iniciativa gubernamental resulta fuertemente resistida por conglomerados de poder bien asentados en la trama social contemporánea, que representan articulaciones conservadoras y establecen injustas jerarquías.

Ante el desafío, la plana mayor del kirchnerismo redobló la apuesta y aprovechó para polarizar la escena según su gusto y estilo. Confiado en poseer la razón histórica de su lado, dinamitó todo escenario de negociación más o menos espurio, y se abocó (más de una vez también se desbocó) a la tarea de subordinar a su circunstancial enemigo. Al reaccionar de ese modo dejó en un segundo plano el pulso y el sentido de la conflictividad que protagonizaba, extraviando así la conducción del proceso.

Lo cierto es que tanto los sectores ligados a la agro-exportación (en 2008), como ahora las principales cadenas mediáticas (me refiero particularmente a la alianza entre Clarín y La Nación), han conseguido torcer de manera imprevisible a la opinión pública, y presionaron de manera eficaz sobre las instituciones, para conseguir sendos triunfos políticos, en ambos casos agónicos y excepcionales.

En este contexto, las discusiones sobre la verdadera intencionalidad de medidas como la Resolución 125 o la Ley de Medios no parecen relevantes. Mientras que la justeza de un impuesto extraordinario a la exportación de commodities, y de la obligación de desinvertir que recae sobre las empresas dominantes del sector audiovisual resultan evidentes.

Aún así, lo interesante de leer estos acontecimientos como partes de un mismo patrón de conflictividad, no es determinar quiénes son los buenos y quiénes son los malos. Eso forma parte de un terreno de elecciones éticas, en el que los argumentos cada vez influyen menos. Lo importante sería entender la naturaleza de los antagonismos sociales y políticos que vivimos, y la manera como las instituciones se pliegan y repliegan según intereses poco democráticos, o se acomodan a hegemonías volátiles.

A la espera del próximo fallo de la Corte y de la evolución de esta telenovela judicial que nos mantiene en vilo, convendría retomar los puntos fundantes de aquellos debates que contienen al menos la promesa de una democratización, hoy taponados por la puja ciega entre los dos grandotes del barrio.

fuente http://www.revistacrisis.com.ar/una-pelicula-que-ya-vimos-pero-de.html

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