Julio López
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Resumen político hacia el 2013
Por PRML - Wednesday, Dec. 26, 2012 at 8:39 PM

Un balance necesario...

Resumen político hac...
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El mundo actual está marcado por la persistencia de la crisis del capitalismo en su etapa imperialista. La economía de los EE.UU. aun no sale de una prolongada recesión y los gobiernos de España, Grecia, Portugal e Italia entre otros aplican severos ajustes económicos. La contracara son las grandes
movilizaciones de masas, las huelgas y las rebeliones que, además de los países europeos más castigados, tuvieron como centro países del norte de África y el Medio Oriente, en donde se produjeron levantamientos populares que enfrentaron a las clases dominantes locales; no está exento el escenario de intervenciones imperialistas de los yanquis y la OTAN para tratar de aprovechar la inestabilidad política de
la región.
La crisis se instaló en el centro del capitalismo mundial e inevitablemente impacta sobre los países dependientes, de manera despareja y con algunos
rasgos peculiares. En América Latina, una combinación de crisis política y abundancia de recursos provenientes
de la exportación de los commodities configuraron una situación singular.
Tal la profundidad de esta situación que promovió la aparición de una seguidilla de gobiernos que socavaron la influencia del imperialismo yanqui y las facciones burguesas más serviles. Gobiernos como el de Venezuela, Bolivia, Ecuador e incluso Brasil y Argentina, a pesar de su naturaleza diferente, en la medida que respondieron a demandas populares impostergables, desviaron transitoriamente el auge de rebeldía popular y evitaron su evolución hacia una situación revolucionaria.
En este marco, el kirchnerismo vino a ocupar la representación política de una fracción renegociadora de la gran burguesía local, que lejos está de pretender romper con el atraso y la dependencia. En nuestro país no se alteró el modelo sojero, agroexportador, de perfil extractivista y con sectores industriales bajo control del gran capital privado. El manejo de la deuda
pública y la política crediticia permitió suculentas ganancias al capital bancario y su recuperación plena tras la crisis del 2001 e incentivó la tendencia a la concentración de la propiedad de los mismos. Las grandes empresas que sostienen o aumentan su predominio están ligadas, en lo esencial,
a la agroindustria, el acero, el aluminio primario y la elaboración de sustancias y productos químicos y a las
grandes comercializadoras de granos.
Por el lado del avance de la extranjerización, entre 2001-2010, 27 multinacionales se incorporaron a la crema de los monopolios, centralmente compañías mineras e industriales del sector automotriz. El sector agrario tampoco se queda atrás, con la presencia de
trasnacionales como Dupont, Syngenta, Bayer, Nidera, Cargill, Bunge, Dreyfus, Dow y Basf. Los grandes productores granarios, ganaderos y pooles de siembra incentivados a su vez por el capital financiero, el avance de frontera sojera, el control monopólico de la
exportación agraria y el desembarco pleno de Monsanto, constituyen hoy la base sustancial del Plan agroalimentario nacional definido por el gobierno.
Las estatizaciones de Correos, Aysa, Aerolíneas Argentinas, las AFJP y la parcial de YPF, supusieron un reforzamiento del capitalismo de Estado que obedece menos a una ideología estatista que a una renegociación de espacios al interior de la gran burguesía dominante. Así, de la mano del kirchnerismo avanzaron los Werthein, Ezkenazi, Macri, Elsztain, Mindlin, Brito, Eurnekian, López, Vila-Manzano, Moneta o empresas contratistas de obra pública como Electroingeniería, incorporándose a la elite empresaria.
En la agroindustria se posicionaron grupos como Aceitera General Deheza, Vicentín, etc.
Las utilidades sobre el valor de producción de las 500 empresas de mayor tamaño, comparados los períodos
1993-2001 y 2002-2007 -es decir, convertibilidad versus post-, crecieron más del 50%, de 8-8,5% á 12,5-13%.
Mientras, la participación de los trabajadores en el PBI que en 2001 era de 38.5% pasó en el 2011 a 37,6%, luego de años de crecimiento a tasas ‘chinas’.
Como se ve, poco de inclusión social, reparto de la riqueza y lucha contra las ‘corporaciones’ como gusta enunciar el discurso kirchnerista.
La profundización de la crisis capitalista mundial, la inflación, la depreciación relativa del dólar, la reaparición del déficit fiscal, la caída de reservas, una descomunal fuga de divisas y la explosión de una crisis energética, entre otros, deterioraron seriamente
las ‘virtudes del modelo’. Si bien cayó el peso de la deuda externa en relación al PBI, su desplazamiento hacia acreedores internos, centralmente organismos estatales como la ANSES y el BCRA, expone al conjunto de la economía a los avatares financieros
del Estado, concretamente a la salud de las cuentas públicas.
Tras las elecciones de 2011, confiado en el soporte político del 54% de los votos emitidos, el gobierno nacional viró hacia una política de ‘ajuste ortodoxo a la neoliberal’, con el intento de imponer topes a las discusiones paritarias, la eliminación parcial de subsidios a los servicios y los transportes, el recorte de fondos a las provincias y el desaceleramiento de la obra pú-
blica. Pronto debió postergarlo ante el estallido de los estatales santacruceños, la tragedia de Once, las huelgas de los docentes y estatales bonaerenses y señales de estancamiento de la economía; de todas maneras, persiste la política de ajuste mientras explora
otros caminos para su aplicación.
Ante este panorama el gobierno nacional busca recuperar la iniciativa con algunas medidas democráticas, como la ampliación de derechos a las minorías, o que pretenden serlo, como la Ley de
Medios. Pero sobre todo el kirchnerismo encontró un aliado en la fragilidad, fragmentación y oportunismo de una oposición burguesa, por derecha atada a las viejas recetas del ‘ajuste neoliberal’ y la represión de las protestas populares que saltaron por los aires en diciembre del 2001, y por izquierda ‘tocada’ por el falso progresismo de la política del gobierno de CFK.
Así, en el presente, la facción kirchnerista de la gran burguesía argentina es la única que aparece con aptitud política en el terreno electoral. Sin embargo, la imposibilidad legal para la reelección de Cristina Kirchner es un obstáculo importante. Al día de hoy no existe una sucesión visible, y tampoco debemos descartar que fuercen una situación política (no ‘legal’) que imponga, de hecho, un nuevo ‘pacto de Olivos’ a una oposición impotente.
Las mayores chances de la derecha en la oposición giran en torno a la interna peronista, en la que se anotan Scioli, De la Sota, Massa o Moyano, y a la que busca colgarse Macri. Por el lado de la llamada centroizquierda (FAP, Proyecto Sur, etc.), su programa escasamente diferenciado del kircherismo, más allá de los discursos, y su apuesta parlamentaria y electoralera, les impiden acaudillar los reclamos populares que, en oleadas, eligen el camino de la acción en las calles, el paro y los cortes de ruta, la ocupación de organismos estatales y empresas.
Así y todo, se introdujeron cambios políticos que afectaron la base de apoyo social del gobierno, y cuyo efecto final es por lo menos incierto, incluso
electoralmente. Si Moyano, después de años de fidelidad política, se animó a desafiar pública y abiertamente a la presidenta es porque existe objetivamente una corriente entre los trabajadores y el pueblo que rechaza los cantos de sirena del kirchnerismo.
Hoy podría decirse que Cristina Kirchner perdió la ‘calle obrera’ y controla a medias la ‘calle piquetera’. De hecho se desplazó su base de apoyo y movilización, que ya no descansa en las huestes sindicales de Moyano y en los aparatos de los intendentes del conurbano, y pasó a manos del Movimiento Evita, La Cámpora, la Tupac Amaru y la organización de D’Elía, agrupados en “Unidos y Organizados”, respaldados en los generosos fondos estatales y sobre un asistencialismo con tufo electoral. La ley ‘antiterrorista’, la transformación de fuerzas como Prefectura y en especial Gendarmería, la persistencia de más de 4000 luchadores populares procesados, lista que crece día a día con cada corte, ocupación y lucha, nos obliga a estar alertas, y no sólo de las fuerzas ‘legales’ sino de las patoteadas paraoficiales varias.
Luego de nueve años de crecimiento económico continuado a tasas en torno al 8% (salvo 2009), el argumento de referirse a la situación del 2001 para
justificar las asignaturas pendientes en materia de equidad social y bienestar popular resulta, cuanto menos, oportunista. Los estatales y docentes de todo
el país encabezan la resistencia al ajuste en el sector público, junto a los trabajadores de la salud. En 2010, los tercerizados del Ferrocarril Roca protagonizaron la lucha más exitosa contra la precarización laboral consiguiendo que más de 1.500 compañeros pasaran a planta permanente, a pesar del alto costo que significó el asesinato de Mariano Ferreyra a manos de la patota de Pedraza. En el sector privado, a pesar de la dureza de las patronales, desde Kraft-Terrabusi a la línea 60 y
en innumerables pequeños y medianos conflictos se sigue fogueando un nuevo activismo sindical combativo y antiburócratico. La persistencia de fuertes organizaciones territoriales que escapan al control del oficialismo a pesar de los intentos de coptación o, cuando no funcionan, la represión y el desconocimiento de derechos, se hace sentir en cortes, piquetes y movilizaciones.
En la misma dirección transitan los reclamos por la tierra como en el Ingenio Ledesma de Jujuy, las comunidades qom de Formosa o los asentamientos
en el conurbano bonaerense. Más de un plan de saqueo de nuestros recursos naturales debió posponerse ante el alzamiento de pueblos como los de
Andalgalá, Famatina, Belén, Tinogasta y otros, pasando por encima de los compromisos del gobierno con la Barrick Gold y Osisko.
Esta política antiobrera, antipopular, entreguista y de represión selectiva es la base objetiva que genera innumerables conflictos desde abajo que van mellando el “modelo” K y desnudando su demagogia “nacional y popular”. A las consecuencias del ajuste sobre el
pueblo y sus luchas, se le suman las divisiones internas del equipo de gobierno y las contradicciones con buena parte de sus ex aliados.
El terreno en que se dirime fundamentalmente la lucha que se viene, teniendo como antecedente la resistencia popular al ajuste y las injusticias sociales es el que se planteó en el reciente paro de la CGT y la CTA que, independientemente de la vocación de
sus impulsores, inclinó objetivamente la balanza para el lado de la acción callejera, ámbito propicio para los
estallidos sociales con protagonismo obrero. Grandes luchas espontáneas se vienen en un futuro inmediato, la bronca expresada por la clase trabajadora y amplios sectores del pueblo en forma desigual o discontinua, después del paro del 20, encuentra su mejor ámbito para propiciar una política de construcción unitaria que encauce esa bronca en el sentido de la rebelión popular y no del recambio electoral.
Que se ponga en debate que la crisis es estructural y por lo tanto lo que está en juego es un nuevo modelo de sociedad que no se puede realizar en los marcos del capitalismo dependiente y el control de los monopolios. El alistamiento en las gateras electorales de las fuerzas políticas del amplio espectro, de derecha a izquierda, no encuentra eco en las masas toda vez
que el conjunto del sistema parlamentario viene de mal en peor como resultado de sus medidas antipopulares o insignificantes respecto a las expectativas de cambios profundos. Si bien la fuerza de la propaganda burguesa va a inundar y aturdir al país con la próxima farsa electoral, su eficacia se viene
deteriorando en el activo luchador y de
izquierda. No sólo no hay candidatos confiables sino que no cuentan con un proyecto superador que entusiasme a quienes están a la búsqueda de una alternativa para el país que viene.
Cuanto más se vuelquen las masas a las calles, más se deteriora el sistema democrático burgués, es cada vez difícil penetrar con el discurso que hay que esperar las elecciones para cambiar; la experiencia de las masas se
va procesando y sobre esa situación queremos actuar.
Éstos son los motivos que nos motivan a avanzar con una propuesta que tenga como norte la fusión de la política revolucionaria con sectores de vanguardia obrera y popular, que vaya más allá de la propuesta electoral de “votobronca” e “indignados” y que,
frente a la claudicación de la izquierda reformista que hace de las “elecciones una cuestión estratégica”, intervenga por la positiva con un programa mínimo de salida para la crisis desde el combativismo, la izquierda y el antiimperialismo, organizando e impulsando el auge y la rebelión hacia nuevas y más elevadas confrontaciones.
Están dadas las condiciones suficientes para construir una alternativa verdaderamente democrática, popular y antiimperialista con eje en la clase trabajadora, basada en un programa común de avance sobre
los monopolios, el capital financiero y la explotación obrera, en defensa del trabajo, los recursos naturales y el ambiente y por el bienestar popular.

PRML

PARTIDO REVOLUCIONARIO MARXISTA LENINISTA
(EX VANGUARDIA COMUNISTA)

http://www.prmlargentina.org

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