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La historia de la familia Luchsinger en La Araucanía
Por Loreto Soto (subido por uno más) - Sunday, Jan. 06, 2013 at 12:54 AM

Werner Luchsinger, el empresario agrícola que murió la madrugada del viernes en un incendio en su casa en comuna de Vilcún, pertenece a una familia de larga trayectoria en la zona. Un clan que, de alguna forma u otra, ha estado ligado al conflicto mapuche desde principios del siglo XX. Y si bien, los terrenos de Werner no estaban incluidos dentro de las reivindicaciones históricas, los predios de su familia han sido centro de la polémica desde la denominada “pacificación de la Araucanía”.

Revuelo provocó la muerte del empresario Werner Luchsinger, de 75 años, en la madrugada de este viernes. Su cuerpo se encontró calcinado junto al de su esposa después de un incendio provocado por encapuchados, que arrasó con la casa patronal de su fundo en Lumahue, comuna de Vilcún.

Su apellido es ampliamente conocido en la zona y también a nivel nacional, no sólo por su prominencia como latifundistas sino porque hace exactamente cinco años, Matías Catrileo, un joven comunero mapuche, fue baleado por la espalda en los terrenos del predio Santa Magdalena de propiedad del primo de Werner, Jorge Luchsinger, a manos de uno de los tantos carabineros encargados de resguardar la seguridad de los agricultores de la zona.

Pero la historia de este clan en la región de La Araucanía es de larga data y se remonta a 1883, año en que Adán Luchsinger Martí llega a Chile. En un primer momento, el patriarca de la familia se instaló en Quechereguas, a 70 kilómetros al norte de Temuco, en una “sencilla hijuela de 60 hectáreas” , que le otorgó el fisco, donde nacieron sus hijos Conrado, Enrique, Carlos y Melchor Luchsinger Rüff.

Posteriormente, en 1906 la familia se traslada a Vilcún – 20 kilómetros al oriente de la capital regional – y adquiere 60 hectáreas del inmigrante alemán, Emilio Quepe. A partir de ahí, y tal como lo constata el registro del Conservador de Bienes Raíces, Luchsinger comenzó a comprar varios terrenos, totalizando las mil hectáreas. Al fallecer, en 1936, toda la herencia se dividió entre sus cuatro vástagos.

Según consta en los registros oficiales, hoy los descendientes de los Luchsinger Rüff tienen cinco predios: Santa Margarita, de Jorge Luchsinger Villiger; el fundo Santa Rosa Lote 1, de Rodolfo Luchsinger Schiferli; el fundo Santa Rosa Lote 2, de Enrique Luchsinger Schiferli; el fundo Santa Rosa, de Eduardo Luchsinger Schiferli, y otro fundo Santa Rosa, también a nombre de Enrique Luchsinger Schiferli.

Cuando se produjo la muerte de Matías Catrileo, el historiador e investigador del Observatorio Ciudadano, Matías Correa, realizó una extensa investigación que se remitía a los orígenes de los Luchsinger en la zona y su vínculo con las comunidades mapuches. En cierto modo, su trabajo remite a los orígenes de este conflicto, que este viernes marcó uno de sus sucesos más críticos.

En esa línea, Correa comentó a Radio Universidad de Chile que “en general, la relación ha sido de conflicto. Hubo un momento que señalan los mismos comuneros, en que los Luchsinger tenían una pulpería y cuando no podían pagar los alimentos, se iban adjudicando tierras, hasta tener las que poseen hoy”.

Este mecanismo fue reconocido por el mismo Conrado Luchsinger en una entrevista a la revista Qué Pasa.

La situación se agravó, además, con el funcionamiento de los títulos de merced otorgados a diez comunidades mapuches entre 1908 y 1909, que se ubican en los límites de los predios Luchsinger.

Y es que después de la denominada “Pacificación de la Araucanía”, el fisco estimó que los terrenos mapuches sin trabajar eran sitios baldíos y los requisó. La normativa estableció, además, que si las comunidades acreditaban la posesión de su tierra por el tiempo que la ley exigía, se podían quedar en la reducción o reserva que se determinaba después de la repartición de hijuelas de 70 cuadras a los colonos.

En este proceso, los inmigrantes comenzaron a trazar líneas rectas para delimitar su propiedad, chocando con las demarcaciones indígenas que se basaban en accidentes geográficos naturales, como ríos, quebradas y alturas máximas. De esta forma, los mapuches resultaron aún más perjudicados con el uso del suelo. Una consecuencia de ello, fue que los pueblos originarios tuvieron que abandonar la ganadería, pues no tenían espacio para la cría de animales, lo que facilitó su empobrecimiento.

Respecto de esta situación, el historiador detectó una asimetría en el trato hacia colonos y mapuches, que desembocó en un problema que, hasta hoy, no ha podido resolverse.

“Si uno ve los títulos de merced que se les entregó a los mapuches se les señala que por no tener bienes materiales, no tener instrumentos de trabajo y ser pobres, en definitiva, no pueden poseer más de lo que se les concede, que son 50 hectáreas para diez familias. En cambio a los colonos, que estaban en la misma condición, se les da una vaca con cría, bueyes tablas, clavos, sueldos y salud. Entonces, hay una opción del Estado de colonizar y de ir reduciendo el espacio territorial mapuche”, precisa.

Terrenos en disputa

Más tarde, en el periodo de la reforma agraria promovida por Eduardo Frei Montalva, las reivindicaciones territoriales mapuches comenzaron a adquirir más fuerza, sin embargo, el clan no perdió ni un centímetro de sus terrenos. En esa época, Jorge Luchsinger cedió parte de sus tierras a las comunidades, aunque según indica Correa, se habría tratado sólo de cuatro o seis hectáreas.

Después de cuatro juicios, el mismo Jorge debió restituir, en 1971, 56 hectáreas a las comunidades Pedro Tori, Juan Cuyanao, Antonio Canío y Santos Marihueque.

Con el golpe militar de 1973, los latifundistas de la zona pudieron estar “tranquilos” en relación a las exigencias de terrenos, pero ya en 1999, la organización Ayjarewe Wenteche, de Truf Truf, , protagonizó la primera ocupación permanente del Fundo Santa Margarita. De acuerdo a los datos recabados por Correa, en 2000, vinieron los atentados incendiarios, y a partir de 2005, el predio cuenta con vigilancia permanente de Carabineros.

En medio de este conflicto, Martín Correa afirma que, según los datos que él maneja, no han existido acercamientos entre la familia Luchsinger, los comuneros y las autoridades para buscar una salida a las demandas territoriales.

En esa línea, el investigador del Observatorio Ciudadano subrayó que otro factor determinante en este complejo escenario es que desde la constitución de la República, el Estado estableció que todos los habitantes del territorio son chilenos, sin tomar en cuenta la diversidad étnica, cultural y de cosmovisión de los pueblos originarios.

Y si bien, los terrenos que sufrieron el incendio de este viernes en la madrugada no correspondían a las zonas con reivindicaciones históricas, la ligazón del apellido del clan quedará estampada, una vez más, en la historia de la zona.

Por lo mismo, Correa cuestionó la táctica utilizada por el Gobierno de reforzar el contigente policial y la labor de inteligencia que se desplegará en La Araucanía que, durante siglos, ha demostrado ser infructuosa.

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