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La vida al interior de la comunidad Juan Huenchumil Quintupil
Por uno más - Sunday, Jan. 06, 2013 at 1:47 PM

El lugar es señalado como el hogar de Celestino Córdova, detenido tras el ataque del viernes a la familia Luchsinger.

No son los perros ni los gansos. Aquí, en el sector de Lleupeco, 15 kilómetros al interior de Temuco, el timbre natural que avisa la llegada de un visitante se llama treile o queltehue, un pájaro que -según los lugareños- sabe quién es de la casa y quién no.

En los últimos dos días, sin embargo, la gente de la Juan Huenchumil Quintupil, una de las tantas comunidades indígenas de El Manzanar, en un rincón de la comuna de Padre Las Casas, se olvidó de ellos y optó por mirar por la ventana.

“Ya nos tienen en la tele y en los diarios”, reclama Mario Huintrileo, uno de los residentes. “Ese cabro nunca fue de aquí”, agrega. El octogenario agricultor se refiere a Celestino Cerafín Córdova, detenido por el ataque incendiario al fundo Lumahue, donde perecieron el empresario Werner Luchsinger y su esposa, Vivian Mackay.

La comunidad Juan Huenchumil Quintupil quedó en el ojo del huracán cuando se corrió la voz de que esa explanada de aromos y eucaliptos era el hogar de Celestino. También volvieron los recuerdos de 2009, cuando tres operativos de Carabineros encontraron municiones para fusiles M-16, escopetas hechizas, mechas detonadoras y miguelitos, en el marco de la investigación de un ataque a un bus Tur-Bus ocurrido en julio de ese año.

La policía finalmente detuvo a varias personas en Lleupeco, entre ellos, Ernesto Chachallao, sindicado como uno de los líderes de la Coordinadora Arauco Malleco, y Luis Tralcal, acusado de tener las municiones y la caja con 5,6 metros de mecha industrial. La mayoría aún tiene procesos vigentes. A este último no se le pudo acreditar un delito terrorista.

Ayer, sin embargo, en la comunidad reinaba el silencio. “Los carabineros pueden dar vueltas, porque están en todo su derecho, pero eso no nos significa nada; aquí vivimos nuestra vida, el resto verá lo que hace con la suya”, dice José Leal, uno de los oriundos que regresó de Canadá.

El general Iván Bezmalinovic, actual jefe de zona de Carabineros en la Región de La Araucanía, es claro. “No calificamos a ninguna comunidad como conflictiva. Mi último reporte para esta región es que tenemos 1.397 comunidades activas, y de ellas, el 98 por ciento de las personas son mapuches tranquilos que quieren vivir en paz”.

Esta comunidad agrícola recibió su personalidad jurídica de la Conadi el 14 de agosto de 1997. Se ubica a un costado de la ruta Pirquincho, cerca de las aguas del río Cautín.

Celestino Huaiquinao, uno de sus primeros líderes, asegura que ellos son pacíficos. “Por el año 2000 nos pusieron la carretera 5 Sur, y en vez de peleas y barricadas nos sentamos a conversar”.

De su tocayo detenido, nada. “El muchacho era de acá, sufrió mucho cuando Antonio, su papá, murió atropellado, pero ahora se cambió y está en la comunidad Córdova Chicahual, del sector de San Martín”, cuenta.

En una derruida casona de madera, a unos tres kilómetros de la carretera y rodeado de gallinas y cerdos, Juan Aillapán, presidente de la comunidad, recibe a La Tercera junto a Flor del Carmen, su mujer. “No sé lo que ocurrió, no estuve allí”, dice sobre el incendio. Estaba más preocupado de sus vacas que de las noticias. “Somos unas 250 personas desde tiempos muy antiguos. Tenemos nuestro lonco y nuestra machi. Y jamás hemos salido a pelear con nadie. Poseemos demandas de tierra, pero sobre todo de vivir en paz”, asegura.

Cerca de allí residen Florindo Marilaf (53) y su esposa, Carmen Millaleo (46), ambos padres de Luisa, la pareja del detenido. “El es un buen muchacho, que se dedica a remediar (sic) a la gente, porque es machi. La última vez que lo vimos fue el 16 de diciembre, para el Ñiwtun (ceremonia espiritual)”, repite Carmen como quedándose sin aire.

Pasadas las 12 horas, en Temuco, mucha gente comienza a llegar a la misa de los Luchsinger. En Lleupeco todos siguen mirando por la ventana.

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