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Rosario. Ciudad del boom, ciudad del bang
Por (reenvio) Juan Pablo Hudson / Ezequiel Gatto - Thursday, Jan. 17, 2013 at 1:16 PM

Orgullosa por haber dejado atrás su famélico pasado, luce Rosario. Aunque tras la pátina ribereña y amable que promueve el socialismo realmente existente, asome una oscura trama de negocios. La guita no declarada del narcotráfico y de la soja confluyen hacia el fantástico mundo de la especulación inmobiliaria, en busca de blanqueo. Mientras, en los barrios, las bandas se llevan puestos a los movimientos sociales con la complicidad de la Policía.

Pitu camina a paso rápido junto a dos compañeros. “Los de la Dirección Provincial de Niñez se fueron a la mierda, ni la denuncia al 911 quisieron hacer”, maldice uno. Los comentarios se entrecortan cada vez más a medida que pasan las cuadras y sostienen el ritmo. Doblan en la esquina y, por fin, enfilan hacia el búnker. Todavía resuena en Pitu la voz quebrada de la abuela de Fleko cuando lo llamó por teléfono para pedirle ayuda porque había tenido que entregarle a su nieto de once años al principal transa del barrio. Fleko padece un retraso mental moderado. Suelen encerrarlo durante once horas diarias para que venda en uno de los kioscos de drogas de la zona. La abuela decidió alejarlo en forma definitiva, pero el transa se presentó en su domicilio con un arma en la mano y le dijo que tenía hasta las dos de la tarde para llevarlo; si no, lo mataba. Pitu camina los últimos metros intentando imaginar una estrategia mínima que permita recuperar a Fleko. “Como podamos, sin que se arme bardo, pero nos lo llevamos, lo importante es sacarlo”, les dice a sus compañeros, ya muy agitado. Uno de ellos le responde “ojo con el Pipi (hijo adolescente del transa) porque está empastillado a cualquier hora con el fierro en la mano”.

villa manuelita (barrio tablada, zona sur)

Bajamos del colectivo y reconocemos, a pocas cuadras hacia el sur, un tanque de agua de cemento, despintado y de unos 40 metros de alto. Es el punto neurálgico de la porción del barrio que maneja una de las bandas. El otro símbolo geográfico es el puente, alrededor del cual se nuclea la otra banda que confronta, con extrema virulencia, por el control del territorio.

El centro comunitario es zona de frontera. En la esquina nos espera uno de sus responsables. El local está en penumbras. Nos sentamos en sillas de plástico. De afuera llegan las voces de unos pibes rancheando en la vereda y las risas de unas doñas. Minutos más tarde, entra una chica de unos veinte años: “Don Luis no está en su casa”. Gonzalo se sorprende. Don Luis suele ser puntual. Habíamos acordado una entrevista con él a raíz del asesinato de su hijo por parte de una de las bandas del barrio.

Pasadas las 15.30 llaman a Gonzalo desde la calle. Reconocemos la voz alterada de la misma piba: “No puede venir, dice que la familia no quiere que hable, andá a fijarte vos”. “Bueno, dejá, yo ahora voy, dejalo tranquilo, no hay ninguna obligación de que hable”, le responde Gonzalo desde la puerta y da unos pasos hacia la esquina. Nos quedamos solos. Minutos más tarde nos sorprende el ingreso repentino de un hombre de unos sesenta años, de pelo negro, cortito, visiblemente nervioso, vestido con un overol azul. Nos da la mano rápido y nos dice, casi ahogándose con sus palabras, que vamos a tener que perdonarlo pero que recién discutió con su familia porque no quieren que hable. El motivo es irrefutable: acaba de salir de la cárcel el asesino de su hijo y está de vuelta en el barrio. Le respondemos que, entonces, es mejor suspender la entrevista. “No, no, no, es que yo también necesito hablar, si ni la denuncia pude hacer, tengo todo acá en la garganta, a mí se me murió en los brazos y no pude hacer nada”. Entonces comienza a narrar el momento en que le dispararon a su hijo. Intentamos calmarlo, pero cuando Don Luis se pone de pie y se acerca a la puerta para reproducirnos las circunstancias del crimen, vemos que le cambia el color de la cara y se da vuelta, de manera brusca, para pedirnos que hagamos silencio porque afuera está el soldadito que entregó a su hijo.

barrio ludueña (zona noroeste)

Dos bandas se enfrentan por el control del territorio en una zona densamente poblada sobre las vías del ferrocarril. En esa zona de violentas disputas, que involucra familias enteras, los vecinos -paradójicamente- no permiten que se asienten kioscos de drogas. Vienen tumbándolos desde el año pasado, a mazazos limpios, hasta convertirlos en escombros. No son las únicas bandas operando en el barrio. Las muertes de pibes se expanden al mismo tiempo que crece, se ramifica y complejiza el poder de los narcos.

Ludueña es un barrio emblemático por el nivel de autoorganización que ha demostrado a lo largo de su historia. Allí realizó su tarea Pocho Lepratti, quien supo impulsar un notable trabajo con los jóvenes hasta su asesinato a manos de la policía en la sangrienta represión desatada por el gobierno de Carlos Reutemann como respuesta al estallido social del 19 de diciembre de 2001. “Ellos saben que lo que nosotros hacemos nos da poder. Si hay quilombo con algún pibe porque cayó en cana y me buscan a mí, en el fondo eso es poder. Para ellos es un problema porque quieren el control de toda la zona. Ha pasado que entraron a robarnos a nuestras casas muchas veces y en la gran mayoría, coincidentemente, estaban involucrados hijos de narcos o pibes que trabajan para ellos. Buscan información, marcarte presencia”, cuenta un histórico referente social y político de la zona. La última mención nos inquieta. Por eso repreguntamos. “De fondo es una lucha de poder. Los narcos hoy se la están agarrando con nuestros hijos, con nuestros vecinos y nos están matando. En otro barrio no hay el nivel de violencia que hay acá porque no existe el nivel de militancia de Ludueña. Y hay que ver también la influencia del Estado contra un sector que de repente está pensando y haciendo algo distinto. ¿Qué es lo que hace con eso? Potencia, apoya, da más impunidad a los narcos. Porque si no el Estado diría ‘acá no se puede porque está tal Organización y tenemos que cuidarlos’. Pero parece como si dijera lo contrario”.

barrio moreno

“Ahora llevátelo, pero a vos piquetero de mierda, te vamos a matar como a un perro, olvidate de venir por acá porque sos boleta, no vengas más”. Pitu nos relata el final de la liberación del pequeño Fleko. La negociación permitió sacarlo de su estado de semiesclavitud y, de inmediato, llevarlo a vivir fuera de Rosario. El encierro de menores de edad en búnkeres durante jornadas o días enteros es una situación habitual que imponen los transas en los barrios de Rosario. A partir del rescate de Fleko, ni Pitu ni sus compañeros del Movimiento 26 de Junio pueden acercarse a esa cuadra. Ni siquiera al centro de salud que se encuentra en las inmediaciones del kiosco.

Las experiencias que impulsa el Movimiento en diferentes barriadas populares permiten establecer una distinción entre aquellas zonas en las que aún existe el kiosco de droga regenteado por un transa que mantiene ciertos “códigos” (como no esclavizar a pibes inimputables), y aquellas bandas que pretenden un control más complejo y exhaustivo del territorio. El primero opta, en parte, por el ocultamiento y cierta reserva, mientras que las segundas operan ostentando su poder de fuego.

La cotidianeidad del barrio Moreno cambió por completo la madrugada del 1 de enero de 2012, cuando la escalada de violencia entre bandas enemigas provocó el asesinato –por error- de tres pibes que formaban parte del Movimiento 26 Junio: Jeremías “Jere” Trasante, Adrián “Patom” Rodríguez y Claudio “Mono” Suárez. Desde entonces la vida pública en la zona, que había logrado sobrevivir incluso a la pauperización neoliberal, poblando las veredas de vecinos y chicos a toda hora, declinó drásticamente. “Ahora se retomó un poco más la vida orgánica, pero enero, febrero, marzo, abril, fueron desérticos. Acá un 70% de los vecinos trabajan en la construcción, hay muchísimas amas de casa, cirujeo, es un barrio laburante. Antes caíamos un sábado a las 2 de la mañana y estábamos en la canchita donde mataron a los tres pibes y nos juntábamos con treinta compañeros adultos, tocábamos la guitarra, tomábamos vino y la pasábamos de fiesta. Todo eso se perdió por miedo”, cuenta Pitu y agrega que los jóvenes son blancos móviles que desde temprana edad deben lidiar con una institución estatal corrompida que es clave en el negocio del narcotráfico: la policía. En el caso del Triple Crimen, todos los implicados –víctimas y victimarios– tienen entre 15 y 25 años, con la única excepción de Sergio “El Quemado” Rodríguez, sindicado como el autor material de los disparos. “Las pocas instituciones estatales que tienen presencia -una escuela, un centro de salud, un club muy deteriorado- dejaron de ser espacios donde los pibes pueden construir un nicho de identidad o interrelacionarse. La juventud hoy genera sus primeros lazos, sus primeras cuestiones estructurantes de identidad a partir de la violencia. Hoy por hoy un pibe genera más identidad perteneciendo a un barra brava o siendo soldadito de tal banda o robando para la cana, que siendo militante de un movimiento social”.

ciudad del boom

El delito ligado al narcotráfico se ha convertido en parte del paisaje cotidiano de Rosario. Para los sectores medios y altos que no participan de manera directa del negocio, la temática se reduce a noticias periodísticas que muestran, semana a semana, la multiplicación de asesinatos. Para quienes habitan los barrios periféricos, en cambio, esta conflictividad, lejos de ser mediática, es la dinámica sangrienta que rige sus territorios de vida. La reiteración de muertes y el nivel de ferocidad que han asumido los conflictos narcos en los últimos dos años, han dañado y resquebrajado esa imagen pujante, pulcra y ribereña de Rosario que los gobiernos socialistas han sabido construir durante la última década y media. La capitalización de la renta extraordinaria que generan los agronegocios ha sido, hasta hace poco, el argumento exclusivo para explicar el boom inmobiliario. Algo tembló en la ciudad, cuando Marcelo Saín, ex director de la Policía de Seguridad Aeroportuaria, lanzó a los medios locales una hipótesis urticante: los grandes flujos de capital surgidos en el tráfico de sustancias ingresan, en buena parte, en la economía formal vía la especulación inmobiliaria. “En Rosario hay cuatro o cinco referentes del narcotráfico que manejan agencias de autos, que atesoran inversiones inmobiliarias, que han contratado buenos contadores, abogados y asesores financieros para canalizar estos recursos. El sector inmobiliario, a partir de los fondos fiduciarios, permite esto con toda facilidad", dijo el actual diputado bonaerense por Nuevo Encuentro.

Hernán Lascano, editor de Policiales de La Capital, suma elementos: “El otro día un desarrollador inmobiliario salió a decir que con la Ley de Lavado es mucho más difícil, pero esto no ha impedido que dinero no blanqueado fluya hacia el sector. En Rosario se considera que el 30% de la producción agropecuaria se comercializa en negro. Una masa de dinero formidable. ¿A dónde va eso? A sectores no declarados. Eso le sirve a la droga. De ahí el discurso neurótico, contradictorio, de los sectores que se dedican a actividades legales pero negrean y se quejan luego por la inseguridad”. En este tipo de entramados aparecen importantes equipos de abogados y contadores. Una fuente consultada, conocedora de cerca del mundo narco, se refirió al caso de los hermanos V., asentados en la zona sur, ligados a la barra de Newell’s, actualmente devenidos en empresarios inmobiliarios. Se habla de que podrían contar con un edificio propio y otros tantos inmuebles de importancia.

Enrique Font, criminólogo, echa luz sobre las etapas de circulación del dinero: “Los empresarios de las economías delictivas diversifican su actividad; pasan de acumular inicialmente con el tráfico de drogas y luego se dedican a la usura, o a acumular con autopartes e invertir en trata de personas y prostitución. Quien logra blanquear ese dinero, pondrá un boliche, hará una inversión inmobiliaria, comprará autos, se pondrá una concesionaria, depende del volumen que maneje, pero va colonizando la economía legal o formal”.

No son olas pequeñas sino verdaderos maremotos: para el año que viene se proyecta un colapso del sistema portuario regional a raíz de un esperado 38% de crecimiento de la cosecha de soja. La especulación inmobiliaria proviene principalmente de los excedentes que generan los commodities. Sin embargo, aún sin conocerse su verdadera magnitud, aparecen en escena los capitales surgidos en el tráfico de estupefacientes. Flujos de dinero fresco que se incorporan -para su blanqueo- en un mercado inmobiliario rapaz cuyo único objetivo es seguir obteniendo, a manos del Estado y sin importarle el origen del financiamiento, más y más tierras para gestar nuevos negocios y construir la fisonomía contemporánea de esta ciudad.

villa manuelita

Permanecemos los tres en silencio, hasta que Don Luis reinicia el relato del asesinato de su hijo. Lo interrumpimos para decirle que no queremos que tenga conflictos por su testimonio. Tememos también el posible ingreso del soldadito. Don Luis pide disculpas por la situación, mira hacia la puerta una y otra vez, pero repite que necesita hablar de lo ocurrido. En ese momento escuchamos la voz de Gonzalo en la calle. Nos asomamos tensos y le anunciamos que vamos a reprogramar la entrevista. En la esquina vemos al soldadito que señaló Don Luis alejándose en una moto. Gonzalo se ofrece a acompañarnos a la parada de colectivos. “Luisito, prepará unos mates que ahí vengo”. “No, dejá, los acompaño”.

Caminamos hacia la parada mientras comienza a caer una llovizna ligera. Cuando llegamos a la avenida, Don Luis nos habla de su hijo y de la imparable seguidilla de asesinatos de jóvenes en el barrio. Lo miramos en silencio, sin saber qué decirle, mientras verificamos que el colectivo se acerca a paso rápido.

ciudad del bang

Según la Dirección de Análisis Criminal del Ministerio de Seguridad de Santa Fe, desde 2008 hasta la actualidad, la tasa de homicidios se incrementó casi en un cuarenta por ciento. Pasó de nueve a catorce el número de asesinados cada 100.000 habitantes. No todos los casos son imputables a la narcocriminalidad, pero se trata de la principal variable en alza. Habría dos categorías para ordenar estos crímenes: por un lado, casos recientes en los que se mata a personas que acumulan una cantidad de bienes y capitales importantes sin que se conozca cuál es su origen legal; por otro, los asesinatos de las segundas y terceras líneas, mayormente jóvenes y adolescentes, que se ocupan del comercio y el control de los búnkeres en territorios periféricos.

Hernán Lascano analiza: “No hay bandas estilo (Pablo Escobar) Gaviria o (el cartel de) Sinaloa. Son grupos más informales, pero con capacidad de generar ganancias siderales y súbitas. Comparten una enorme inteligencia comercial. Hay algunas que tienen verdaderos… no diría ejércitos… pero sí dotaciones de personal de seguridad. Sicarios. Los crímenes no declarados, ocho como mínimo, vinculados a la barra de Newell’s, tienen una característica parecida en cuanto a ferocidad: motos enduro, armas 9 milímetros, no ejecutan con un solo tiro sino que parece una firma de autor (por el nivel de ensañamiento). Hay una red de comercialización y seguridad con los llamados soldaditos”.

Bonfatti, a través de su ministro de gobierno, Rubén Galazzi, le salió al cruce Marcelo Saín adjudicando sus dichos a intereses políticos mezquinos motivados por su cercanía con el kirchnerismo. Sin embargo, semanas más tarde, la explosiva investigación impulsada por la Policía de Seguridad Aeroportuaria (PSA), que provocó el inmediato pedido de captura y la renuncia del Jefe de la policía provincial, Hugo Tognoli, volvió a instalar la hipótesis de una connivencia obscena entre la policía y los grupos narcos locales, provocando una crisis profunda en el gobierno.

Las múltiples fuentes consultadas, coinciden en que los socialistas han tenido un proceder absolutamente errático y tibio en torno a las políticas de seguridad pública y al control político de la policía.

Los barones del narco comparten un denominador común que da pistas sobre la connivencia con ciertos estamentos del poder judicial: salvo excepciones, mantienen sus prontuarios en blanco a pesar de la expansión territorial y la visibilidad de las operaciones. Sus nombres circulan entre vecinos y organizaciones militantes, tanto como en los medios y en el submundo judicial. Lascano afirma: “El poder político muestra desconcierto y falta de conocimiento específico del territorio y las fuerzas de seguridad que maneja. No dudo de la buena fe del gobierno. Pero esta omisión, que no es nueva, es un problema político de magnitud”.

barrio ludueña

Dice el referente barrial: “Acá hay bandas muy organizadas. No es toda gente del barrio. En el 2010 cayó uno de los grandes. Fue en Empalme Graneros, al lado de Ludueña. Tenía una cocina de cocaína y era socio de un ex agente de la SIDE durante la dictadura que manejó el narcotráfico en Ludueña desde los noventa hasta parte de los dosmil, pero hace un tiempo se borró”. Se refiere a la caída del Tuerto Boli, señalado como uno de los principales barones del narco de la zona norte, apresado en 2008 y condenado a prisión dos años más tarde. El día que lo agarraron se incautaron por primera vez en Rosario dosis de paco, una droga que por decisión de los propios traficantes no suele circular en la ciudad. Temen que los efectos devastadores acaben arruinando el negocio.

El pasado 11 de julio de 2012 se produjo, también en Empalme Graneros, a la vuelta de la casa en la que cayó Boli, un operativo encabezado por el nuevo subcomisario de la delegación local de la Federal, Gustavo Serna: se desbarató un búnker atendido por un pibe de quince años, con catorce kilos de cocaína. Veinte días más tarde, los medios anunciaban que se trató de un falso operativo. La sorpresa fue grande cuando se pudo verificar que en los panes encintados sólo había bicarbonato de sodio. Serna fue pasado a disponibilidad. Habría sido Esteban A., referencia importante de bandas ligadas al robo y desguace de autos, quien montó esa escena para legitimar a Serna en su nueva función. Con ese golpe de efecto, los vínculos entre Esteban A. y el nuevo subcomisario estaban asegurados. Las fronteras entre legalidad e ilegalidad, instituciones y bandas son, por momentos, indistinguibles.

barrio moreno

El Movimiento 26 de Junio celebró el procesamiento de cinco imputados y de tres policías de la oscura comisaría 15 en la causa abierta por el asesinato de los tres pibes. Pero la situación del barrio dista de ser clara. La captura de uno de los referentes de la principal banda de la zona provocó consecuencias inesperadas: “En principio había una especie de vacío de poder, al no estar el Negro Ezequiel (Villalba), que era el que históricamente trababa los vínculos con la cana, sabía negociar, sabía contener a los pibes cuando no había que mandársela. Los pibes estaban completamente desencajados, empastillados, con un fierro y tiraban por tirar y no había quien los parara”, cuenta Pitu. Dos hechos posteriores a la Masacre de Moreno reflejan la radicalidad de la nueva situación: el 24 de marzo, los dos hermanos del Negro Ezequiel, integrantes de su banda, pusieron un arma en la cabeza de una de las madres de los asesinados en el Triple Crimen. Entonces, los vecinos se congregaron en la puerta de la casa de los Villalba. Allí los esperaba un móvil de la 15 y los dos hermanos subidos al techo apuntando con una Itaka. Policías y bandas armadas frente a sesenta personas indignadas. En agosto, los Villalba atacaron a balazos a Keko Suárez, hermano de uno de los muertos, que salvó su vida de milagro cubriéndose detrás de su auto en la puerta de la casa. El atentado se produjo, sugestivamente, durante los diez minutos en que la guardia apostada en la vivienda fue levantada, sin ninguna razón.

ciudad del boom, ciudad del bang

“Voltean kioscos, se meten en búnkeres, pero no llegan a las raíces. Se infiere que si se secuestra más es porque circula más. Pero lo único que tenés es una operación cosmética”, razona Lascano. La propia Mónica Fein, intendente de la ciudad y figura de un Partido Socialista que, desde hace tiempo, viene virando hacia posiciones más conservadoras, se sinceró por televisión: “Si seguimos el camino del dinero vamos a encontrar quizás a los grandes responsables, mientras que el trabajo que estamos haciendo, que es muy valioso, nos hace encontrar con jóvenes y adolescentes víctimas de estos grandes responsables”.

Hace un año, Néstor Pozzi, jefe del Laboratorio Químico de la ex Drogas Peligrosas de la provincia, decía: “Desde 1989 hubo tres etapas bien diferenciadas. Antes de la devaluación de 2001 había en la calle una droga con una pureza de entre el 50 y 60 por ciento. En ese momento no había ‘alita de mosca’, pero se la mencionaba. Después, empezó a circular el paco periodístico, una cocaína mal cocida con un montón de aditivos y la pureza de la droga bajó a un 5 o 7 por ciento. Ahora hay una remontada en la calidad de hasta un 20 o 23 por ciento de pureza”. La pasta base llega de Bolivia, a diferencia de la llamada “alita de mosca” (de alta calidad, cercana al 80%, de aspecto translúcido) que viene de Colombia y Perú. Pozzi agregó que casi no existen cocinas de cocaína fijas sino que son móviles. De un kilo de pasta base se pueden obtener 978 gramos de cocaína de alta calidad, que a la hora de la comercialización, y con la adición de sustancias para su corte, quintuplica su peso e intensifica el poder destructivo para el consumidor.

barrio moreno

“Hoy por hoy si uno se propone un trabajo serio de construcción territorial en un barrio, confronta con el narcotráfico. Si uno tiene una propuesta signada por pensar espacios para la juventud, de participación para las doñas, eso genera desde ya intereses encontrados. En barrio Moreno hoy es esa la principal línea de confrontación”. Pitu termina de decirlo y niega con la cabeza dando muestras de la magnitud del desafío. Volvemos a mencionar la aberrante actitud de los transas de encerrar en condiciones de semiesclavitud a menores en los búnkeres. “Rosario deja hacer a los narcos. A mí siempre me llamó la atención la actitud de los vecinos. En otros lugares, al transero que se zarpó lo sacan a ladrillazos. La cuestión de los adultos tiene que ver con haber internalizado esta cuestión de mierda y también con impotencia”.

“Nosotros tenemos una reunión con la cartera de Seguridad y de Justicia cada quince días. Queríamos arrimar alguna política aunque sea acotada, pensando como caso testigo a Moreno, desde lo territorial. Y es difícil porque los funcionarios no habilitan la discusión. Uno de los ejes es convocar a los pibes a interrelacionarse, a construir un proyecto en común, discutir sobre cuestiones del barrio. Todo nos obliga a disputarle el soldadito a la banda narco. Hay que ganarles de mano”.

barrio ludueña

Las actividades en las calles y plazas son una marca de Ludueña. “Sabemos que los pibes vienen perdiendo códigos. Nosotros garantizamos una seguridad comunitaria. Dentro de la plaza, la parada del colectivo, donde la policía no está”. Trabajar para los narcos significa dinero, autos, motos, perros y un nivel de seguridad en el barrio. La obtención súbita de prestigio y estatus. Volvemos a preguntar sobre los alcances de esa seguridad comunitaria: “Involucramos a algunos de esos pibes que vienen perdiendo códigos. Le decimos: ¿Qué van a hacer? ¿Dan una mano? La gran mayoría se copa porque tienen un hijo o un hermano o sobrino que participa en la actividad, en una murga o en un taller. Hay que fortalecer a la gente para que puedan tener algún nivel de confrontación con los narcos. Nos falta un montón, pero esto ya es importantísimo. Es la gente del lugar la que los tiene que sacar cagando”.

fuente: revista crisis nº12 diciembre 2012-enero 2013 http://www.revistacrisis.com.ar

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