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La maldad del hombre, ¿es culpa de la naturaleza?
Por (reenvio) Ladislao Vadas - Saturday, Jan. 19, 2013 at 3:53 PM

Delincuencia, cerrojos, candados, rejas, cárceles, policía, ejércitos, guerras de exterminio, vandálicas invasiones, brutales genocidios, desalmado terrorismo, estúpidas reyertas, horrorosas torturas… aterradores arsenales bélicos listos para ser utilizados en cualquier aciago momento con “juguetitos” tales como armas de exterminio total… ¡y aún muchos etcéteras!

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¡¿Qué es esto?! ¡¿Qué es todo este horripilante panorama hominal?! ¡¿Qué es esta alucinante muestra (aún incompleta por razones de espacio en este artículo) de la índole humana a los ojos de algunos humanos sabios, honestos, prudentes y conscientes?!

¡Un error de la naturaleza! Se apresuran a exclamar algunos cortos de pensamiento (como yo lo creía antes de despertar a la realidad).

¡Qué contrasentido! ¿Se puede imputar errores a algo inconsciente como lo es, a todas luces, la naturaleza en su ciego accionar? No, pero en sentido metafórico concerniente a su paradójico producto consciente: el cerebro humano, ¡¡si!! ¡Y con creces!

Sí, así como suena. Descartando la existencia de todo dios creador pura bondad, por ser éste una utopía, pues un ser perfectísimo como se dice que es, jamás podría haber creado un universo pleno de imperfecciones, entre ellas lo imperfecto que es el propio Globo Terráqueo y la “criatura” humana. ¿Quién es el culpable entonces? (Pregunta profunda e ingenua al mismo tiempo). Repito, ¿puede serlo acaso la “señora” Naturaleza ciega que, además actúa inconscientemente por puros tanteos al azar? Respondo con otro interrogante: ¿podemos culpar entonces a algo irreflexivo que “formó el universo en su etapa actual?

¡De ninguna manera! (Vadas “Platón”, dixit). Pero existe un ser consciente que “recibe las bofetadas”, tanto desde el ámbito de su entorno natural (llámese naturaleza), como de sí mismo, es decir, de su propia escabrosa naturaleza cual (hablando bien o mal) “mono suelto”. (Se adivina a quien me estoy refiriendo, ¿no es cierto?).

En otras palabras, no basta con que la naturaleza exterior castigue a esta díscola criatura, con sus ciegos ataques catastróficos, accidentes, enfermedades y otros infortunios, sino que es el propio hombre, quien cual “mono con navaja” hace la vida imposible a sus propios congéneres (léase prójimo). ¡Que paradoja mas irracional!, ¿no es cierto? Aquí evidentemente, en este huracán desatado (léase hombre) campean el amor y el odio; el sumo bien y el sumo mal. ¿Inventos de quién? ¿Acaso de un dios puro amor por una parte y de un diablo sumo mal por otra? ¡Pamplinas!

Prácticamente, no existe periódico alguno que circule por el mundo, ni noticioso televisivo, que no nos comunique alguna travesura (muchas veces acto terrorífico) de este espécimen que yo (siguiendo con mi manía) reclasificaría como Homo tremebundus, durante las 24 horas del día y la noche.

Señalo: asesinatos por aquí, víctimas inocentes del terrorismo por allí, invasiones bélicas por allá, vejámenes, abusos sexuales y otras lacras; estafas a la buena fe acullá y… otras malignidades del que yo ahora ultra reclasificaría como Homo sapiens traversus perversus. (Hombre travieso y perverso).

No es que por haber recibido en carne propia los brutales embates de este espécimen o mejor dicho coespécimen que lo denigro así, sino por lo que observo que les ocurre a los demás, víctimas del accionar perverso de la “subespecie” a mi antojo reclasificada también como “mono perverso” (aparte de “mono con cuchillo o navaja”.

Yo grito por todos los dolientes del mundo que me dan lástima. También he visto la pobreza extrema, ¡cómo no voy a gritar entonces!

Pienso, razono que esta especie no es ni de lejos, la única forma de vida consciente posible en este universo de galaxias (quizás uno entre otros probables). Pienso (con toda la legitimidad del mundo) en otras posibles (o tan sólo probables) formas de vida en el amplio Cosmos, desprovistas de la feroz competitividad, del egoísmo, la agresividad y otras lacras enraizadas en el genoma humano, por eso soy en buena parte misántropo, pero valoro sobremanera a la fracción noble del género humano, sean varones o mujeres.

Efectivamente a mí no me gusta un mundo así, mi desagrado clama a gritos, por eso soy arisco con los necios.

No es que pretenda “un mundo a mi medida”, el más bonito a mi vista como un pretencioso egoísta, sino para todos.

¿Qué quiero significar con: “para todos”?

Aunque parezca utópico, deseo un mundo pleno de cordura y mansedumbre. Esto último extendido a los animales mansos (me gustan los animales). Quiero decir que mi faz filantrópica y mis buenos deseos se extienden más allá, para abarcar también a mi “filozootropía” (valga este neologismo; de filos: que ama, y zoo: animal –del griego-), sin olvidarme tampoco de mis queridos amigos los vegetales, ese mundo clorótico (verde), pulmón del planeta que da vida a todos y que tan desaprensivamente es maltratado por los ambiciosos o inconscientes que sólo buscan el lucro sin importarles un bledo legar a sus descendientes sólo un páramo yermo desoxigenado; me refiero a la indiscriminada tala de árboles y “limpieza” de los montes naturales y selvas para los cultivos, con el fin de alimentar a la hormiga podadora humana que cada vez se extiende más y más, haciendo caso omiso del alerta de la superpoblación, formando un manto, tapizando prácticamente todas las tierras emergentes del globo, incluso hasta algunos desiertos.

No, insisto, a mí no me agrada esta piel humana que se ensancha bajando el nivel de vida, sin control poblacional, ni tampoco lo expresado al principio de este escrito, a saber: contiendas bélicas, asesinatos, cárceles, huérfanos de guerra… ¡No! ¿Qué es esto?, vuelvo a preguntar.

Para terminar con esta queja, sólo me resta aconsejar: ¡Señor sapiens! ¡Por favor!, basta de conflictos, guerras sin fin, masacres, dolor, llantos y otras desgracias. Breguemos por un cosmopolitismo total. ¡Basta de naciones! Un solo idioma de una única especie que yo bautizaría como Homo sublimis (Hombre sublime) en un solo país: el planeta Tierra entero.

fuente http://periodicotribuna.com.ar/11153-la-maldad-del-hombre-es-culpa-de-la-naturaleza.html

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