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Bariloche ignora los rincones que albergaron sucesos de su pasado
Por Fuente: Adrián Moyano - Monday, Feb. 04, 2013 at 3:51 PM

Lunes, 04 Febrero 2013 00:40 | ¿POR QUÉ TURISMO Y CULTURA NO VAN DE LA MANO?

Bariloche ignora los...
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¿Cuántos vecinos y turistas pasan por el actual Paseo de las Colectividades sin saber los acontecimientos casi dramáticos que tuvieron lugar allí? ¿Por qué ni una placa, ni un cartel, ni un folleto? El desinterés es mal negocio.

Febrero, pero de 1880. En la noche del cuarto día del mes, un machi que había llegado del otro lado de la cordillera hasta Quemquemtreu, iniciaba su ceremonia. Presenciaba sus preparativos Francisco Moreno, que por entonces urdía cómo evadirse de las tolderías de “Shaihueque”, el gran “lonko” de los manzaneros. En ese paraje solían concentrarse mapuches de las actuales provincias de Neuquén, Río Negro, Chubut y también de Chile, para llevar adelante sus “kamarikun”. Aquella no sería una ceremonia más, porque menos de un año antes, las tropas argentinas habían llegado hasta Choele Choel y después a la confluencia de los ríos Neuquén y Limay. La inquietud era comprensible.

En sus “Reminiscencias”, el todavía joven explorador, anotó que la presencia del “brujo” tenía como cometido vérselas con él. Como los demás viajeros que anduvieron por la Patagonia en el siglo XIX, el porteño se atribuía más importancia de la que tenía. En realidad, era el momento de hacer la ceremonia, la más importante del calendario espiritual mapuche y con ese cometido llegó el “machi” hasta el espacio ceremonial, que se ubicaba cerca del río Caleufu, donde el jefe manzanero tenía su “ruka”.

¿Por qué estaba allí Moreno? El viajero se encontraba en pleno desarrollo de su segunda travesía, en cuyo transcurso cruzó la provincia de Río Negro en dirección noreste-sudoeste, hasta llegar a Tecka, en la actual jurisdicción de Chubut. Allí se encontró con las tolderías de Inakayal y Foyel, aunque aclaró en su texto que habitualmente los dos residían más al norte. Allí vivía de manera permanente el “gennaken” Puilchicaya, quien en primera instancia no confió en las hipotéticas buenas intenciones del argentino.

El grupo que integraba el aficionado a los cráneos (indígenas) se dirigió al norte y después de varios días de marcha, le impuso su nombre a un espejo de agua que hoy forma parte destacada de la vida recreativa de los barilochenses. “Descubrí el 23 de enero de 1880 un nuevo lago, al que allí mismo bauticé con el venerado nombre del Dr. Juan María Gutiérrez”. No está de más recordar que los pobladores indígenas de estas latitudes no sólo ya conocían al lago, sino que también le daban otra denominación.

El ciprés

Días después, en varios rincones de la geografía urbana por la cual pasamos periódicamente, tuvieron lugar hechos importantes para la historia futura de los mapuches, los argentinos y en definitiva, para la ciudad que todos habitamos. Por entonces y según nos cuenta en su testimonio, Moreno era presa de un torrente de cavilaciones: “Al considerar que tenía por delante el paso de Bariloche, por donde podríamos escapar si es que nos cortaban la retirada del Sur, olvidaba la acechanza del indio, que de un momento a otro nos daría caza, y así mirando mentalmente en medio de espectáculos magníficos el camino del día siguiente, llegué a la cima de la loma desde donde debía guiarme por la aguja del añoso ciprés”. Se refería el enviado de Buenos Aires al enorme árbol que se levantaba donde actualmente está el Paseo de las Colectividades y que corrió la peor de las suertes décadas atrás, ante los hipotéticos requerimientos de la urbanización.

En esa elevación cambió la suerte del futuro perito. “Allí la ilusión del próximo se futuro se desvaneció en un instante; en la senda entre el bosque, había un mocetón mapuche, que el verme dio el alarido de guerra revoloteando en alto la lanza. Había sido descubierto, pero estaba preparado: tenía trazado de antemano el plan que seguiría en caso de que las advertencias de indios y cristianos se realizaran”, noveló Moreno.

Justamente, donde termina la barranca que hoy cede ante la calle que lleva su nombre, se congregó el contingente “cuando escoltado por los indios que parecían brotar de entre los tupidos coligües desde donde me habían espiado, llegué al ciprés... Sin municiones (sus compañeros de viaje) no habían podido defenderse de los setenta y cinco indios que capitaneaba Chuaiman, el hijo del cacique Molfinqueupu y hermano del que hacía de jefe de la caravana prisionera del General Villegas”.

Con el ánimo de que Moreno intercediera por los mapuches cautivos, fue que Sayweke mandó buscarlo a la margen sur del Nahuel Huapi. Además, la partida que lideraba el argentino no había seguido los pasos que preveía el protocolo indígena y con los soldados cerca, era lógico que su presencia reavivara el celo que ya había despertado cuatro años antes, en ocasión de su primer viaje por estas latitudes.

¿Por qué ningún museo de sitio, placa o cartel alusivo hace referencia a estos sucesos del pasado barilochense? En otros sitios del país, se hace mención a que en tal localidad del desierto riojano nació Facundo Quiroga o que en aquella quebrada cruzaron sus armas federales y unitarios o que en determinada posta pernoctó el general Belgrano. Suele de ser de interés para turistas, inclusive... Entre nosotros, ¿no tenemos historia o no sabemos nada de ella? ¿O suponemos que quienes nos visitan sólo se interesan por chocolates y perros San Bernardo? ¿Qué oferta tiene Bariloche en materia de turismo cultural? Sería interesante que se pensara en subsanar el déficit. Nos es inteligente subestimar a quienes eligen esta ciudad como destino vacacional.

A. M.

Cinco años más

El 6 de febrero de 1880 principió el “kamarikun” que presenció Francisco Moreno, cerca de donde el río Caleufu se cruza con el Collón Cura. Desde ya, el segundo no estaba afectado por las represas del Limay y contenía bastante menos agua que en nuestros días. El futuro perito encontró a la ceremonia similar a la que había visto cuatro años antes. “Esta solo varió de aquélla en que el espíritu guerrero era mayor y que la principal oración o ruego de los viejos capitanes al regar con aguardiente las rojas lanzas, consistía en pedir fuerza en la mano derecha para hundirlas en el pecho de los `huincas’”. La resistencia mapuche se agotó casi cinco años después, cuando Sayweke, Inakayal, Foyel y varios otros “lonko”, se “presentaron” en el fortín que luego dio origen a Junín de los Andes.

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