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Imágenes paganas
Por Revista Mascaró - Bárbara Corneli - Tuesday, Feb. 19, 2013 at 6:16 PM

Imágenes paganas...
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En carnaval, dicen, vale todo. ¿Qué implica esta tradición cultural? ¿Somos más felices y más libres en esos días de permiso? ¿Es posible el “carnaval toda la vida” sin culpa?

Disfrazate hermano que ha llegado el día
de olvidar la pena que te tiene mal,
cambiá tu tristeza por esa alegría
que hoy nos da la vida con su carnaval

Disfrazate hermano.

Letra: Francisco Gorrindo

Música: Bonavena/ Solera

> Por Bárbara Corneli

Hay una asociación inevitable entre el exceso y lo prohibido. Una mesa que desborda de comida: carnes, frutas, vino; unos cuerpos que se entregan a las pulsiones libidinosas, o a un baile espontáneo. Embriaguez, empacho, descontrol, la inalcanzable saciedad, la insatisfacción eterna. La desmesura de cualquier placer, o el placer en sí del disfrute pleno y sin culpas, tiene una sola palabra asignada en el diccionario católico: pecado.

Desde los atracos de Baco, hasta las guerras de bombitas de agua y espuma entre los niños (y no tanto) de hoy, la magnitud de lo que puede ser considerado falta o exceso, también cuenta con ciertos permisos. Los comportamientos que en cualquier época del año levantarían diversas sospechas (de picardía, locura, deshonra o desatino), se habilitan en carnaval.

Lo prohibido hecho carne vale y se vive en carnaval. El desenfado y la algarabía se calzan la máscara o se pintan la jeta y salen dispuestos a quebrar los límites con los que viven envueltos el resto de los días.

La tradición que encarna cada pueblo abre un abanico de formas en las que se manifiesta esta festividad. Uno de los exponentes más ostentosos tiene que ver con los desfiles de las comparsas en Río de Janeiro o, en nuestro país, en Gualeguaychú donde se despliega brillo y sensualidad y quienes asisten son más bien espectadores. Estas celebraciones son las que cobran mayor visibilidad o, mejor dicho, las que han generado un circuito comercial y turístico con mayor marketing en la difusión televisiva. Sin embargo los festejos también  toman formas como las de los carnavales norteños donde se encarnan rituales de ofrendas al espíritu del carnaval, así como las múltiples expresiones lúdicas de apropiación popular de esta fiesta, entre las que se encuentra el ejemplo de las agrupaciones murgueras, que ha crecido históricamente más allá de su origen y sus primeras y más fuertes acepciones rioplatenses.

El origen etimológico de la palabra “carnaval” en la Edad Media significaba en latin “abandonar la carne”. Aunque es claro que la significación del término excede la prohibición religiosa de consumir carne en los días de cuaresma. Ese abandono implica también salirse de la propia carne, del propio cuerpo, para gozar de los placeres vedados sin luego encarnar ningún tipo de responsabilidad respecto a lo transcurrido durante los días de permiso, donde los límites morales (propios e impuestos) quedan a un margen.

Hay algo que sin dudas es de carácter humano, que supera las pertenencias étnicas, de clase, ideológicas y de género, y que contribuye a que sea el carnaval una de las fiestas adoptadas desde lo popular en todo el mundo.

Necesitamos ese estertor, ese recreo. Las libertades que nos permitimos a diario no son suficientes, no nos calman la sed, no nos descansan la espalda ni la cabeza. Hace falta bailar, cantar, actuar como locos, dementes, reírnos de todo, pero sobre todo de nuestras miserias. Nos han convencido de que no se puede vivir de fiesta y, mientras transitamos, el carnaval es un bálsamo melancólico.

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