Julio López
está desaparecido
hace 6423 días
versión para imprimir - envía este articulo por e-mail

El caso de Luz y Diego. Crónica de una causa armada
Por (reenvio) Natalia Biazzini - Sunday, Mar. 03, 2013 at 7:50 PM

Luz Gómez y Diego Romero vivían junto a su beba Zaira. Él trabajaba en una metalúrgica y ella en una casa de tinturas en la Ciudad de Buenos Aires Habían venido de Jujuy para ahorrar dinero y poder comprarse una casa.

Todo cambió el 21 de diciembre de 2011 cuando la policía irrumpió en su casa de Villa Ballester y se los llevó detenidos: fueron acusados de haber asesinado a Roberto Castillo, un hombre al que jamás habían visto en su vida. Desde aquel día sus vidas se transformaron en un calvario al que no le encuentran solución. Él pasa sus días detenido en el penal N°39 de Ituzaingó y Luz cumple prisión domiciliaria junto a su hija, en una pieza de José C. Paz.

El 2 de julio de 2011 Luz de 27 años y Diego de 30 fueron a comprar un televisor al supermercado Coto de Munro. A la salida pidieron un remís y cuando llegaron a su casa se dieron cuenta que se habían olvidaron la mochila en el auto. “Como no tenía documentación no hice la denuncia. Ojalá hubiera tenido una tarjeta de crédito para hacer la denuncia”, relata Luz impotente. En la mochila tenían facturas de la tarjeta de crédito y en un bolsillito lateral un certificado de vacunación de Zaira de 2010. Al día siguiente Luz fue a la remisería a reclamar su mochila y alguien le dijo que no estaba el chofer para preguntarle.

El sábado 1 de octubre de 2011, tres meses después de la pérdida de la mochila, Luz y Diego salieron a pasear con su hija, fueron al Carrefour Soleil del Bajo Boulogne y compraron unos pantalones para Diego.

Dos horas antes el colectivero Roberto Castillo, de 55 años, dormía la siesta cuando dos delincuentes entraron a su casa de Castelar con la intención de robar. Castillo se despertó por los gritos de su mujer, que había sido maniatada por dos personas. Castillo se abalanzó sobre los delincuentes pero uno de ellos le disparó por lo menos cuatro veces. El hombre murió al instante.

El agresor y su cómplice, eran una mujer y un hombre, escaparon del lugar y se subieron a un Volkswagen Voyage, ahí los esperaba Juan Carlos Noguera, el remisero que había llevado a Luz y a Diego y que fue acusado de ser “partícipe necesario del crimen”, al igual que Miriam Rojas y Graciela Ojeda, supuestamente encargadas de montar la inteligencia.

La investigación del hecho, caratulada como “homicidio en ocasión de robo”, quedó a cargo del personal de la Unidad Funcional de Instrucción (UFI) de turno perteneciente al Departamento Judicial Morón.

Dos meses y medio después, el 21 de diciembre de 2011 Luz, Diego se irían de vacaciones a Jujuy para visitar a sus familias pero no pudieron hacerlo. A las siete de la mañana la policía irrumpió en el PH de Villa Ballester. Pensaron que era por los ruidos molestos de los vecinos y le restaron importancia, pero minutos después entraron a su casa enfurecidos: “Rompieron la puerta y empezaron a los gritos, yo no entendía nada”, relata Luz en una mezcla de tristeza y enojo. Minutos después lo vio a su marido tirado en el piso, esposado y con sangre en la boca. “Se llevaron nuestros teléfonos celulares y la cámara fotográfica, buscaban teléfonos Nextel”, dice Luz.

“Como no tenía con quien dejar a Zaira, me llevaron con ella a la DDI de Merlo. Pensé que iba a declarar y me volvía a casa, pero pasaba el tiempo y yo les pedía por favor que me dejaran comprarle un yogurt para que comiera algo, hasta las siete de la tarde que vino la tía de Diego Zaira no comió nada, por suerte todavía le daba el pecho y con eso se aguantó”, cuenta acongojada.

A las ocho de la noche los llevaron a declarar junto con dos mujeres -Miriam Rojas y Graciela Ojeda- y el hombre que hizo de remisero a los asesinos, Juan Carlos Noguera. “En ese momento no sabía quiénes eran los otros y antes de declarar nos sacaron fotos y nos hicieron la huella”, relata Luz.

Ahí les presentaron al defensor oficial, Eduardo Pecchia, que les explicó por qué estaban detenidos: en octubre había habido un asesinato en Castelar y en el lugar del hecho la Policía había encontrado una mochila negra Nike y en uno de sus bolsillos estaba el certificado de vacunación de Zaira. Luz y Diego intentaron en el mar de confusión recordar cómo habían perdido la mochila aquel día de julio.

Pecchia no creía en la inocencia de Luz y Diego: “Explíquenme por qué aparece la mochila en el lugar del hecho, yo les creería si la mochila la hubieran perdido el día anterior del asesinato pero ustedes me dicen que la perdieron meses antes”. A Luz se le aclararon los recuerdos: “La mochila Diego, la mochila que nos olvidamos en el remís”, exclamó aturdida.

“Qué bueno que tengan una coartada”, dijo Pecchia. “En ese momento yo no sabía qué significaba esa palabra”, dice hoy Luz que junto a su familia se volvió casi una experta en derecho penal.

Pecchia les comunicó que había un identikit donde el hombre era parecido a Diego, que tenía su pelo y barba y que era conveniente que no declarasen. “Lo miré al defensor y le dije que yo sí iba a declarar y declaré en ese momento. Hoy por hoy me dicen que tendría que haber armado una defensa, pero lo único que podría ampliar es la llamada de mi hermana. El resto, todo lo que declaré es mi verdad, ahora y siempre”, sostiene Luz. La llamada a la que hace referencia es del mismo sábado 1 de octubre a la tarde cuando llamó gracias a una promoción de telefonía celular a su hermana que estaba en la provincia de Mendoza. A más de un año de estar detenida y después de reiterados pedidos recién ahora están investigando esa llamada que habría durado unos 40 minutos y coincidiría con el momento del asesinato.

“Como el lunes siguiente (3 de octubre) era mi cumpleaños llevé una torta al trabajo y les conté lo que había hecho el sábado anterior, que habíamos ido al Soleil a pasear. Por eso también me acuerdo qué hice ese día, sino es muy difícil acordarse lo que uno hizo tres meses atrás”, afirma Luz.

“El hecho ocurrió a las tres y media de la tarde en Castelar y yo salí de mi casa a las cinco a pasear a Boulogne. Hicimos unas compras, compramos unos pantalones para Diego”, detalla Luz que repite en su mente paso por paso de aquel sábado.

“Dicen que una de las personas que entraron a la casa a robar salió lastimada. Cuando fue la tía de Diego al negocio donde habíamos comprado los pantalones le dijeron que tenían una cámara interna pero cuando fue la Policía le dijeron que no tenían cámara de seguridad. Además todos los shopping tienen su cámara”, dice Luz indignada.

La viuda de Castillo, Mercedes Del Valle Ríos declaró que la mujer que entró a su casa era de tez blanca y pelo castaño claro y su cómplice tenía el cutis bien blanco, de pelo corto castaño oscuro. En distinto sentido, un vecino de la víctima y segundo testigo, Hernán Acuña, señaló que vio salir a “un hombre de entre 25 y 28 años, flaco y a una mujer morocha, de ojos achinados, de facciones similares a los nativos de Perú y Bolivia”.

La rueda de reconocimiento, efectuada dos días después del arresto fue impulsada por la fiscal de Morón Marcela D´Ascencao. Luz posó junto a su tía, de 40 años, una prima de 33 y su madre, de casi 50 años, llegada ese mismo día desde Jujuy. “Era obvio que me iban a señalar, si me pusieron con gente que no se me parece y mucho más grande. Fue todo una burla. A Diego le hicieron lo mismo”, cuenta Luz. La viuda del colectivero dudó al verlos, pero Acuña los marcó como responsables.

El juez de garantías de turno, Humberto Meade, no les concedió la libertad por falta de mérito y les otorgó la prisión domiciliaria. Sin embargo, la fiscal D’Ascencao insistió y apeló por Diego, quien no pudo gozar de la morigeración.

Después del abogado oficial, pasaron por dos abogados particulares que les cobraron entre ambos 43 mil pesos. La mamá de Luz, Amalia Ortega, trabaja en Jujuy y tiene el sueldo embargado con tanto gasto. Cada vez que puede viene a Buenos Aires a ocuparse del caso. Allá lejos en la ciudad de Ledesma colaboraron en una colecta para Luz y Diego amigos, familiares y vecinos.

Luz y Diego nunca se contactaron con la viuda de Castillo. “Después de la mala experiencia con los abogados conocimos a gente de organismos de derechos humanos”. Hoy su abogado es Eduardo Soares, que pertenece a la red de abogados gremialistas y es un reconocido militante. En este tiempo también conocieron a Rubén Carballo, que perdió a su hijo en el recital que la banda Viejas Locas dio en Vélez en 2009 y que todavía la Justicia está investigando. En solidaridad Carballo fue a visitar a la viuda, a decirle que sentía su pérdida pero que había dos personas inocentes en el caso. La mujer quedó shockeada por la visita y tiempo después lo denunció, dijo que la había ido a presionar. Por otro lado, Carballo hoy sufre el hostigamiento sobre otro hijo: Emanuel Carballo y su amigo Walter Grecco están detenidos y acusados de robo. Según el relato de Emanuel, el 10 de enero pasado fue levantado junto a un amigo por dos personas armadas, vestidas de civil, que después de casi dos horas de “pasearlos y amenazarlos” en un auto, fueron obligados a robar un kiosco de San Justo. Más tarde fueron detenidos por personal policial y trasladados a la comisaría de la zona. “Me pusieron las esposas, me pegaron en la cara, y cuando me llevaron a la comisaría me decían ‘corrito, vos sos mío’, después me metieron en un calabozo”, dijo el joven.

Luz Gómez pasó un mes detenida en la comisaría de Merlo y luego le habilitaron la prisión domiciliaria, aunque no usa pulsera magnética. Le habían dicho que iba a poder volver a trabajar con la condición de que alguien la llevara y trajera al trabajo, por eso optó vivir con una compañera de trabajo de José C. Paz que le ofreció su casa para vivir con Zaira, en lugar de ir a vivir con su hermana en Monte Grande, zona sur.

En la empresa de tinturas la esperaron tres meses y como no pudo volver por cuestiones burocráticas terminaron indemnizándola.

Diego Romero estuvo dos meses detenido en una comisaría y luego fue trasladado al penal N°39 de Ituzaingó. Al poco tiempo de estar detenido sufrió una crisis depresiva. Casi todos los días habla con su mujer y su hija a la que siente crecer por teléfono.

La causa lleva más de un año y consta de siete cuerpos de 200 páginas cada uno y deja muchos interrogantes: ¿Por qué no los detuvieron el mismo día del hecho o al siguiente, si ya tenían la mochila con el certificado de Zaira? ¿Por qué le cortaron el pelo a Diego cuando lo detuvieron, para que se pareciera más al hombre del identikit? ¿Por qué siguen presos si las mujeres que están detenidas por entregadoras y el remisero declararon que no los conocen a Luz ni a Diego? ¿Por qué en la causa relacionan a Diego con una mujer implicada solo por el apellido en común, por qué dicen que hay parentesco? Si en el lugar del asesinato quedaron restos de ADN, ¿por qué tardaron más de un año y por pedido del abogado defensor en extraerle sangre a Diego? ¿Por qué ninguna autoridad pidió las cámaras del Soleil Carrefour donde quedaría certificado que ni Luz ni Diego entraron lastimados ese 1 de octubre? ¿Por qué Luz, de tez morena, sigue presa si la viuda declaró que la mujer que entró a su casa es de tez blanca y pelo castaño claro? ¿Quiénes se benefician con Luz y Diego presos?

En una nota periodística a Diego, Alejandro Cabrera Brito escribió: “Fue muy difícil no llorar, fue muy difícil solo intentar ponerme un minuto en su lugar. Él me pidió que no dejemos solas a Luz, ni a su mamá, ni a su suegra, y volvió a agradecer a todos. Desde el pabellón me alcanzó a gritar: “Justicia y Libertad. Eso pidan por nosotros”●

fuente http://malviticias.com.ar/el-caso-de-luz-y-diego-cronica-de-una-causa-armada/

agrega un comentario