Julio López
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Las mujeres trabajadoras y la lucha contra la explotación sexual
Por Flora Tristan - Thursday, Mar. 07, 2013 at 6:35 PM

...notas marginales críticas a la economía política de la prostitución.

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Dialéctica de la prostitución
“Me ofrecí a debatir (...) sobre la cuestión sexual. Yo soy, por supuesto, como socialista, no una representante de los 'Derechos de la Mujer'. Es la cuestión sexual y de su base económica lo que propuse para discutir (...). Los llamados 'Derechos de la Mujer' (...) son una idea burguesa. He propuesto hacer frente a la cuestión sexual, desde el punto de vista de la clase obrera y la lucha de clases”
Eleonor Marx

Córdoba, Argentina. Agosto 2012.

Red por el Reconocimiento del Trabajo Sexual


La Red por el reconocimiento del trabajo sexual es un colectivo de trabajador*s sexuales, equipos de investigación académicos, activistas, artistas y organizaciones sociales que desde la provincia de Córdoba se interesa en legitimar cualquier actividad sexual paga como un trabajo [¿Y acaso se imaginan estxs “trabajdorxs sexuales” o lxs no trabajadorxs que les acompañan que el trabajo esclavo o la servidumbre laboral son trabajos impagos o no remunerados?. Que no sean “libres” no significa que sean impagos].


Consideramos el trabajo sexual como un servicio ofrecido por personas mayores de edad en pleno ejercicio de sus facultades, de mutuo consentimiento y sin coacción alguna de terceras personas para ejercer esta actividad [era de esperar que, cuando menos, los “equipos de investigación académicos” informaran a “lxs trabajadorxs sexuales” sobre la mistificación jurídico-contractual que encubre la subsunción del trabajo en el capital; esas “terceras personas” –por decirlo así- que coaccionan el consentimiento de al menos una de esas “personas mayores de edad en pleno ejercicio de sus facultades”, como son lxs trabajadorxs]. Es un esfuerzo personal para la comercialización de servicios con un fin económico, que origina un pago en dinero o cualquier otra forma de retribución [Y hete aquí porqué nuestros “académicos” no se han tomado el trabajo de desmitificar las vinculaciones contractuales; es que efectivamente no defienden a sus “trabajadorxs sexuales” como tales trabajadorxs, sino como meros prestadores, o comerciantes cuentapropistas]. Es una parte o etapa de una actividad, de un proyecto personal para la formación y/o constitución de un bien capital o un fin determinado [El que una inmensa mayoría de lxs “trabajadorxs sexuales” hayan tomado la decisión de prostituirse bajo la presión imperativa de la pobreza -cuando no de miseria- tiene sin cuidado a lxs escribas de este manifiesto existencialista que solo sabe de “un proyecto personal”. Sin dudas, así se ha condenado a lxs prostitutxs a “ser libres”]. En el III Convenio de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) se define a quien ejerce el trabajo sexual como “toda persona que consiente en mantener relaciones sexuales con un número indeterminado de individuos mediante remuneración”.


En Argentina, la jerarquía sexual hegemónica responde a un modelo de sociabilización centrado en la pareja monogámica, heterosexual y reproductiva [La falta de sentido crítico de estos párrafos es en verdad alarmante. Tan presos de las relaciones jurídicamente están, que no advierten que tales vinculaciones están atravesadas constitutivamente por una infidelidad legítima constante con aventuras hetero y no tanto –actividad de “trampa” en la que está incluido, claro, el “ir de putas”. La “jerarquía sexual hegemónica” responde a un modelo de socialización centrado en “los cuernos” de la monogamia y la heterosexualidad. En cuanto a su dimensión “reproductiva”, esta no se encuentra mejor posicionada que la dimensión “deportiva” dentro de la supuesta “jerarquía sexual hegemónica”]. En este marco, las relaciones sexuales suponen un vínculo erótico-afectivo basado en el amor y la gratuidad [Los únicos que “suponen” esto son los escribas de este manifiesto, que al menos podrían haber hecho salir del closet a toda la teoría crítica decimonónica de la que podrían haber aprendido, por ejemplo, que el matrimonio supone un “vínculo” erótico-jurídico basado en el interés y la no gratuidad. Que “en este marco” las damas, por ejemplo, debían prestar un servicio sexual a sus caballeros a cambio de un pago en especies de por vida, o más o menos, es decir, que el matrimonio no es más que una forma de prostitución –o “trabajo sexual”- encubierta. Tal es así, que toda la inquietud por “el amor libre” se contraponía a este [estrecho] marco de “las relaciones sexuales”]. Se establece, de este modo, una estratificación erótico-sexual que delimita y condiciona fuertemente lo que se aprehende como deseo legítimo o como práctica deseable, excluyendo así un sinfín de prácticas y modos de desear que, por fuera de tales regulaciones, merecen también ser reconocidos como legítimos [la asociación que lxs escribas de este manifiesto realizan entre “legitimo” y “deseable” carece, ya no de sentido crítico, sino del más común de los sentidos. Por lo demás, que aquello que las “regulaciones” jurídicas excluyen suele realizarse en la práctica, se les presenta como la más terrible de las antinomias. Y que lo socialmente legítimo suele tener muy poco que ver con lo reconocido oficialmente, en nada afecta a sus delimitaciones y condicionamientos]. El trabajo sexual autónomo aparece como una de las contracaras de ese modelo al situar el sexo en un marco de actividad comercial [el trabajo sexual autónomo, mas también el trabajo sexual en relación de dependencia, es una parte integrante –acaso abyecta o subalterna- de este modelo de “estratificación erótico-sexual”].


Por este motivo el trabajo sexual se desarrolla en marcos de clandestinidad y vacío legal [hete aquí pues]. Si bien en Argentina el trabajo sexual no es un crimen tampoco es una actividad reconocida como un trabajo, por lo tanto no existe una reglamentación que pueda garantizar el ejercicio de los derechos laborales de quienes lo ejercen.


Desde 1936, año de la promulgación de la ley 12.331 de profilaxis, se implementó en el país un marco jurídico abolicionista en materia de trabajo sexual. En esta misma línea debe ser leído el decreto presidencial Nº 936/2011 que prohíbe la publicación de avisos de oferta sexual en los medios de comunicación con el objetivo de erradicar la trata de personas para la esclavitud sexual. Al impedir la publicación de avisos de una actividad lícita, fuente de ingresos económicos de quienes ejercen una actividad sexual paga, este decreto facilita y promueve el proxenetismo. De este modo se profundiza la percepción de ilegalidad del trabajo sexual, confundiéndolo con la trata de personas [¿pero acaso no erais vosotros mis buenxs liberales quienes querías “legitimar cualquier actividad sexual paga como un trabajo”?. El proxenetismo, “bien entendido”, no es lo mismo que la trata, sino, sencillamente, una patronal sexual que puede pagar o remunerar –y, dado el caso, respetar un sinfín de derechos laborales- a sus trabajadorxs a cambio del servicio sexual que estxs prestan a “terceros” en el marco de su empresa y en nombre de su firma. Por lo demás, ya hemos mencionado que incluso la trata –en tanto trabajo esclavo o servidumbre laboral- consiste en desarrollar una “actividad sexual paga” ].


El sistema federal de gobierno imperante en el país habilita a las provincias a tener sus propios códigos de faltas, de contravenciones o de convivencia que implican la habilitación a una discrecionalidad sin límites, la arbitrariedad, el desequilibrio de poder y la violencia simbólica y material por parte de la policía. En Córdoba, el artículo 45 del código de faltas presenta la figura de “Prostitución molesta o escandalosa” que establece un marco legal, posibilitando el hostigamiento y la extorsión a quienes ejercen el trabajo sexual.


A su vez, la ley provincial 10.060, recientemente sancionada, prohíbe en todo el territorio cordobés la instalación, funcionamiento, regenteo, sostenimiento, promoción, publicidad, administración y/o explotación bajo cualquier forma, modalidad o denominación –de manera ostensible o encubierta– de whiskerías, cabarets, clubes nocturnos, boites o establecimientos y/o locales de alterne. La denominada “ley de trata” tiene como finalidad cercar a las organizaciones que trafican con mujeres para combatir la explotación sexual y la trata de personas en el país. Sin embargo, el principal problema de la nueva normativa es la asimilación que se hace entre prostitución y trata de personas, criminalizando el trabajo sexual y erradicando todo espacio posible donde ejercer el trabajo sexual inclusive las cooperativas y el domicilio privado de l*s trabajador*s [la asimilación entre trata y prostitución también la realizáis vosotros con vuestra reivindicación de “cualquier actividad sexual paga como un trabajo”].


Frente a este panorama consideramos necesario el reconocimiento jurídico y social del trabajo sexual como una actividad laboral que garantice el ejercicio de los derechos sexuales y evite la precarización y criminalización de las personas que ejercen dicha actividad [en todo caso, que evite una mayor precarización de personas que por lo general viven en la pobreza, y, acaso, también, que evite su criminalización por meterse a militar en agrupaciones de desocupadxs, cortar rutas o calles por “trabajo digno”, etc.]. En este sentido, incluir al trabajo sexual en el debate de los Derechos Sexuales y Reproductivos ofrece un horizonte político y discursivo para la reglamentación del mismo [y para combatir la desocupación como buenxs neoliberales].


¿Cuáles son, entonces, los sujetos cuyos cuerpos adquieren derecho a decidir sobre sí mismos? O dicho de otro modo, ¿cuáles son los cuerpos autorizados a adquirir el estatuto legal –y epistemológico– de sujetos [de derecho]? ¿Cuáles derechos fundamentan esa posibilidad?

Objetivos de la Red
-Impulsar una ley que reconozca el trabajo [comercio] sexual autónomo en el país que garantice los Derechos Humanos y laborales de las personas que ejercen esta actividad.
-Exigir el cumplimiento del decreto 1086/2005, enmarcado en el Plan Nacional contra la Discriminación del INADI que en su artículo 17 indica la derogación de los artículos de los códigos contravencionales con figuras abiertas –como la falta a la moralidad o escándalo en la vía pública– que otorga facultades a la policía para realizar detenciones sin autorización judicial; y que en su artículo 18 promueve la sanción de una ley que reconozca derecho a jubilación y seguridad social a l*s trabajador*s sexuales.
-Elaborar estrategias jurídicas tendientes a contrarrestar los efectos de las medidas abolicionistas que conforman el ámbito jurídico nacional.
-Apoyar la conformación de las cooperativas de trabajador*s sexuales autónom*s propuesta por la Asociación de Mujeres Meretrices de Argentina (AMMAR), delegación Córdoba.
-Contribuir en la visibilidad del trabajo sexual como una actividad lícita.
-Articular con colectivos, personas y organizaciones de otras provincias que se encuentran realizando actividades en pos del reconocimiento del trabajo sexual.
-Promocionar la distinción existente entre trabajo sexual y trata de personas en diferentes ámbitos sociales [Recomendamos, entonces, abandonar la consigna pusilánime y genuflexa de “legitimar cualquier actividad sexual paga como un trabajo”, por algo así como legitimar cualquier actividad sexual “libre” y paga como un trabajo. Así al menos os pondréis a la altura del liberalismo clásico y podréis reivindicar consecuentemente -y con más decoro y elegancia al menos- el “trabajo libre” frente al “trabajo esclavo”. ].
-Desmontar los discursos morales opresivos que estigmatizan al trabajo sexual [montándose acríticamente sobre los discursos (in)moralistas de los neoliberales que legitiman el trabajo sexual –mistificación contractual mediante-, como alternativa a la desocupación].

Se lanza el Frente Abolicionista Nacional en La Pampa

Sábado, 04 Agosto 2012 11:36 - Social


El próximo lunes día 6 de agosto se lanzará en Santa Rosa el Frente Abolicionista Nacional, un frente federal que tiene por finalizada abolir la trata de personas y la prostitución. Desde General Pico viajan funcionarias municipales e integrantes del Movimiento por los Derechos de las Mujeres. El lanzamiento se realizará en la sede de UTELPa, sita en Av. Belgrano 243 a las 17 horas.


En el lanzamiento estará presente la abogada Marta Fontenla Integrante de la Campaña Abolicionista “Ni una mujer más víctima de las redes de prostitución”.


El Frente Abolicionista Nacional resume sus principios en la siguiente declaración:


Por cuanto para el abolicionismo la prostitución y la trata de personas afectan la dignidad humana y los derechos de las personas en prostitución [para lxs abolicionistas es difícil advertir que la prostitución adquiere, hoy por hoy, un “mero” carácter comercial]:
1. Tiene como fin la abolición del sistema prostituyente, entendido ello como un proceso en el cual son esenciales la represión de los explotadores, la no represión de las personas en situación de prostitución, la promoción de políticas públicas restitutivas de derechos y profundos cambios culturales, la visibilización y responsabilización del prostituyente, (mal llamado “cliente”) como parte de la erradicación de la desigualdad de género. Algunos estados, como Suecia hasta han establecido la penalización del prostituyente [La negación moralista del trabajo sexual implica necesariamente que más que una estrategia clasista-antipatriarcal, se despliegue una de tipo cívico-feminista que se sustenta más en la represión y persecución policial que en una lucha de clases articulada a las luchas contra el patriarcalismo. El abolicionismo es un prohibicionismo suave o selectivo].
2. Persigue por tanto a proxenetas, rufianes y tratantes, prohíbe los prostíbulos y toda otra forma de explotación de la prostitución ajena y de trata de personas, sin importar el consentimiento de las personas afectadas.
3. Establece que de ningún modo se debe perseguir a las mujeres y demás personas en situación de prostitución y prohíbe toda forma de reglamentación de la prostitución y de imposición de registros y controles médicos.
4. Sostiene que se deben establecer servicios de asistencia para las personas en situación de prostitución, y la adopción de políticas públicas tendientes a la restitución y garantía de sus derechos económicos sociales, culturales, civiles, políticos y de todo orden que les han sido negados en tanto actos de discriminación;
5. Se opone tanto al prohibicionismo como al reglamentarismo:


a) al primero porque prohíbe, persigue y reprime tanto a quienes explotan la prostitución ajena como a las personas en situación de prostitución, igualando la responsabilidad entre todos los involucrados, sin cuestionar las relaciones de poder propias del sistema prostituyente; [la relación de prostitución circula implícita, o en forma latente, a través de todas las relaciones de trabajo asalariado; y tales relaciones de poder –articuladas, sin dudas, con el patriarcalismo- lejos están de ser cuestionadas por las estrategias punitivas, mas no sea porque, sencillamente, la estrategia punitiva se entronca en las relaciones de derecho correspondientes al sistema de trabajo asalariado. Ni más, ni menos que las estrategias reglamentaristas].


b) al segundo porque legaliza los prostíbulos y la explotación de la prostitución de otras personas, dispone la inscripción obligatoria de las personas prostituidas en un registro especial, impone a las personas en prostitución exámenes médicos periódicos, especialmente ginecológicos, para garantizar la salud de los “clientes” (prostituyentes); persigue a las personas en situación de prostitución en la vía pública y a toda aquella persona que no se halle registrada. En la actualidad, este sistema sostiene la prostitución como un trabajo y, por tanto, la organiza y la promueve.
6. Rechaza el viejo reglamentarismo, para el cual la prostitución es un “mal necesario”, que es preciso regular para un mejor control, tanto como la postura actual que sostiene la regulación como “trabajo sexual”, es decir, como si fuera un bien social. Estas posiciones naturalizan y confirman el lugar de las mujeres, niñas, niños, adolescentes, travestis, transexuales y transgéneros y su control como medios para satisfacer el deseo masculino, como cuerpos al servicio del mismo. La desigualdad es un dato que no se cuestiona [es cierto que el reglamentarismo tiende a soslayar la articulación entre patriarcalismo y capitalismo; más el abolicionismo tiende, a su vez –y tanto como aquel, a mistificar el “trabajo libre”. El abolicionismo hace gala de censura más que de crítica].


El Frente Abolicionista Nacional (FAN) se constituye como una instancia de acción de las personas, grupos, y entidades de la sociedad civil que reunidas en Buenos Aires el 18 de julio de 2012, han resuelto adherir a sus objetivos, siendo el principal de ellos la abolición del sistema prostituyente, y la restitución plena de los DDHH a las personas afectadas.


Sus acciones están orientadas a difundir el conocimiento de la problemática de la prostitución y la trata de personas, estableciendo de qué modo afectan la vida individual y colectiva de las personas, entendiendo a la prostitución como una problemática social y una violación a los DDHH de las personas en situación de prostitución que no puede ser reglamentada bajo ninguna denominación y menos considerada trabajo [aquí la cosa toma ribetes tragicómicos. Es tal el fetichismo jurídico que lo que se viola son los derechos, no tanto las personas. Pero más importante es advertir que dado que no se realiza una crítica del trabajo asalariado –de hecho se lo mistifica-, no se llega a advertir que la prostitución efectivamente puede operar –entroncada al modo de producción capitalista- como un trabajo de prestación de servicios –abyecto acaso; indigno y denigrante tal vez, pero trabajo al fin y al cabo. E insistimos con que se trata de una posibilidad más o menos real, pero no así necesaria. Dentro del modo de producción capitalista, una actividad es considerada trabajo, no tanto por producir o significar un “bien social”, sino, sencillamente, por ser productor de plusvalía y ganancia. Si la actividad que usted realiza es hacer caca o vomitar para un capitalista, y si este puede hacer un buen negocio con sus excrecencias, su actividad es trabajo, y no solo trabajo, sino “trabajo productivo”. ¿Significa esto que lxs trabajadorxs tienen que aceptarlo?. De ninguna manera; como no están obligados a aceptar el trabajo en negro, el trabajar más de 8 horas, trabajos particularmente insalubres, etc. Pero eso depende, mínimamente, de una lucha sindical-cultural seria, y no de una claudicación reglamentarista o de una cívica caza de brujxs (estrategias ambas que no hacen más que subordinar la lucha de clases al arbitraje bonapartista de los poderes de policía del estado)].


Normativamente se sustenta, principalmente, en el paradigma contenido en la Convención para la Represión de la Trata de Personas y Explotación de la Prostitución Ajena, de 1949, la cual establece que la prostitución y el mal que la acompaña la trata son incompatibles con la dignidad humana y el bienestar de las/los individuos, o sea que no se pueden separar prostitución de trata.


En su art. 1ro, establece que los estados firmantes se comprometen a castigar a toda persona que para satisfacer deseos propios o ajenos 1) concertare la prostitución de otra persona, 2) explotare la prostitución de otra persona aún con el consentimiento de tal persona 3) sostuviere una casa de prostitución (art. 2). Es además punible la participación criminal y no se pueden establecer ningún tipo de registro de las personas afectadas.


Asimismo, tiene en cuenta otros instrumentos del derecho humanitario internacional, tales como la Convención sobre la eliminación de todas las formas de discriminación contra la mujer, firmado en 1979 e incorporado a la Constitución Nacional en 1994; la “Convención Americana sobre Derechos Humanos”, conocida como “Pacto de San José de Costa Rica; la “Convención sobre los Derechos del Niño” del 20 de noviembre de 1989, el “Pacto de Derechos Económicos, Sociales y Culturales” del 19 de diciembre de 1966.


Una de las primeras acciones del Frente Abolicionista Nacional es conseguir que la Cámara de diputados transforme en ley el proyecto aprobado por el Senado el 31 Agosto de 2011.-


las12
Viernes, 26 de octubre de 2012

Poner el cuerpo
RESISTENCIAS Se presentaron dos frentes que trabajan, en veredas opuestas, en materia de trabajo sexual y prostitución. Por un lado, el FAN (Frente Abolicionista Nacional), que lucha por la abolición del sistema prostituyente; por otro, la Red por el Reconocimiento del Trabajo Sexual (RRTS), que se presenta como un impulso colectivo para fortalecer y dar voz dentro de las agendas políticas a los derechos sexuales y reproductivos. Pero mientras la Red considera que las personas en situación de prostitución forman parte de la clase trabajadora, el FAN cree que no es una cuestión de deseo, sino de dignidad.

El paradigma abolicionista
Por Daniela Portas


“Mientras que en algunas provincias impulsan medidas en contra de la explotación sexual, siguen regulando la prostitución callejera con códigos de faltas y normativas represivas, condenando a la persona que ejerce la prostitución. ¿Esto no es subestimarnos como ciudadanas?” La pregunta fue realizada por Graciela Collante, de Ammar Capital, y desencadenó un aplauso. Sucedió en el marco de la presentación del Frente Abolicionista Nacional (FAN), realizada el viernes 27 de septiembre en el salón de la Unión de Trabajadores de Prensa de Buenos Aires (Utpba).


El FAN lucha por la abolición del sistema prostituyente en nuestro país como parte de la erradicación de la desigualdad de género. El paradigma abolicionista comprende que la prostitución es una situación de violación de derechos humanos y que no puede ser considerada trabajo. En este sentido, aparece como una tercera vía opuesta al reglamentarismo, que brinda un marco legal a la prostitución (dispone la inscripción obligatoria de las personas prostituidas en un registro especial –persigue a las que no están registradas–, impone exámenes médicos periódicos y, en términos generales, organiza la prostitución como un trabajo), y al prohibicionismo, que penaliza la prostitución y, como denuncia el FAN, “iguala responsabilidades y niega las relaciones de poder propias del sistema prostituyente”.


El encuentro contó con la presencia como oradores de Lohana Berkins, dirigente de la Asociación de Lucha por la Identidad Travesti y Transexual (Alitt); Magui Bellotti, abogada feminista; Alberto Illief, coordinador de la Red Abolicionista, y la ya mencionada Graciela Collante. Illief inauguró la mesa de debate y definió algunos de los preceptos fundamentales del FAN: “Un hito importante para nosotros es el Convenio para la Represión de la Trata de Personas y la Explotación de la Prostitución Ajena, elaborado por Naciones Unidas en 1949 como una Carta de Derechos Humanos. En la prostitución, y en el mal que la acompaña que es la trata, el bien tutelado es la dignidad humana, que es aquello por lo cual todos los humanos nacemos humanos y jamás podemos ser despojados de esa condición”. Aquí reside uno de los puntos fundamentales de la discusión, porque uno de los argumentos que habitualmente utilizan quienes apoyan el paradigma reglamentarista es el de la voluntad, la diferencia entre las personas que son sometidas a la prostitución contra su voluntad y aquellas que deciden de forma autónoma prostituirse. El FAN sostiene que esa discusión es irrelevante cuando se está hablando de violaciones a los derechos humanos [¡Cuanto autoritarismo!. A más del fetichismo jurídico, de ninguna manera puede ser una discusión irrelevante la cuestión de la voluntad y el consentimiento. Mas lo que sucede es que realizar una crítica de esos argumentos, implica, precisamente, realizar una crítica del derecho –y de su forma más general; los derechos humanos. Lo que las abolicionistas no pueden hacer sin dejar de serlo].


Una de las acciones más importantes y urgentes que el FAN propone llevar a cabo es conseguir que la Cámara de Diputados sancione el proyecto de ley que el Senado aprobó el 31 de agosto del 2011. Dicho proyecto consiste en “una reforma que restablece el paradigma abolicionista. Nuestra legislación interna adquiere rasgos prohibicionistas a veces, reglamentaristas otras, y en el caso de la ley actualmente vigente yo diría que es prerreglamentarista. Digo esto porque distingue dos tipos de situaciones. Una, cuando las personas son menores de 18 años o cuando siendo mayores han sido objeto de violencia o amenaza o abuso de una situación de vulnerabilidad o distintas formas de coacción. Y otra, cuando no se puede probar que esa persona mayor de 18 años se encuentre en estas circunstancias. Es prerreglamentarista porque deja ciertas formas de proxenetismo o de trata fuera del campo penal”. Luego, Bellotti repasó algunos de los puntos clave de este proyecto de reforma de la ley actual. “La reforma establece que los tres delitos de proxenetismo, rufianismo y trata se configuran por la sola acción de quienes promueven la prostitución ajena, quienes explotan económicamente la prostitución ajena, y quienes –y éste es el delito de trata– captan, trasladan o transportan y acogen o reciben personas con fines de explotación. En esta reforma, no hay que probar que la víctima no consintió. Esto forma parte del paradigma abolicionista y dice claramente que el consentimiento de la víctima no se tendrá nunca en cuenta”, remarcó.


Ahora bien, el FAN no solamente plantea la necesidad de abolir el sistema prostituyente, sino que destaca la contraparte ineludible de este proceso: la asistencia a las víctimas para la restitución de sus derechos y su reinserción social. En este sentido, la reforma a la ley incluye avances significativos. Como explicó Bellotti, “la reforma habla de derechos económicos, sociales y culturales. Incluye el derecho a la educación, a la capacitación laboral, a la ayuda en la búsqueda de empleo, etcétera. Y establece que la asistencia se extiende hasta el logro efectivo de las reparaciones pertinentes, a diferencia de lo que sucede actualmente, que la asistencia se brinda hasta el momento en que la víctima presta declaración testimonial”.


El testimonio de Lohana Berkins, dirigente de la Asociación de Lucha por la Identidad Travesti y Transexual (Alitt), fue contundente: “El 99 por ciento de nuestra comunidad tiene que sobrevivir de la prostitución. Lo que no tienen en cuenta es el fuerte impacto que tiene sobre nuestros cuerpos ser atravesadas desde muy niñas por la prostitución. No se ve la estructura a la que constantemente somos sometidas”. Berkins insistió en remover los términos en los que usualmente se dan algunas discusiones, que nacen del desconocimiento y se nutren de lugares comunes: “Muchas veces se da el debate en una antinomia falsa, si es un trabajo, no es un trabajo. Y nuestras voces no son lo suficientemente escuchadas. Una de las cuestiones que a mí me empezó a paralizar cuando empezamos a debatir fue la dificultad que tienen para ubicarnos a nosotras como víctimas de violaciones a los derechos humanos. Siguen con esa rémora, con ese pensamiento de ‘a ellas les gusta, es dinero fácil’. ¿Qué pasa que no se puede ver la violencia que hay ahí?”, preguntó [hete aquí pues].


La polémica no tardó en llegar. Ese mismo día, Ammar CTA, la agrupación que nuclea a las trabajadoras sexuales que reclaman por sus derechos y por la protección de su fuente de trabajo, emitió un comunicado en el que calificó de “anacrónico” al FAN por fundamentar su posición en documentos como la Convención para la Represión de la Trata de Personas y la Explotación de la Prostitución Ajena, de 1949, año en el que, según expresaron, “sólo hacía dos años que las mujeres empezábamos a votar en este país, así que imagínense qué lugar habrán ocupado las mujeres en la elaboración y aprobación de ese documento”. El texto finaliza diciendo que “la clase trabajadora no debe estar en contra de sus propios intereses” [¿qué significa este mandamiento moral?. En todo caso –más allá del patético tono clasista para defender una política neoliberal-, el único sentido coherente que este imperativo categórico puede tener es que las organizaciones de la clase trabajadora precisan no claudicar ante la imposición de una forma de trabajo servil, y luchar, cuando menos, junto a los movimientos de desocupados por trabajos “más dignos”. Poco tiene que ganar “la clase trabajadora” con la reglamentación del trabajo sexual].


El FAN no respondió a este comunicado, pero algunas de las cosas dichas durante la presentación dejan en claro cuál es su posición. En palabras de Illief, “aquí no está en juego la libertad, si yo puedo prostituirme o no. Está en juego mi dignidad, que dice que siempre, en toda circunstancia, soy sujeto, jamás puedo ser convertido en objeto” [y aquí hay que repetir sobre la necesidad de realizar una crítica radical del trabajo asalariado que siempre se manifiesta como jurídicamente libre, pero que se basa en la cosificación de lxs vendedores de su fuerza de trabajo legitimada por esa “libertad”].
El derecho de trabajar
Por Andrea Lacombe


El 4 de octubre fue lanzada en la Ciudad de Córdoba la Red por el Reconocimiento del Trabajo Sexual. Integrada por trabajador*s sexuales, equipos de investigación académicos, activistas, artistas y organizaciones sociales, la RRTS se presenta como un impulso colectivo para visibilizar los derechos sexuales y reproductivos.


El panel de presentación estuvo integrado por Juan Marco Vaggione, integrante de la RRTS, coordinador del Programa de Derechos Sexuales y Reproductivos de la Facultad de Derecho y de Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de Córdoba (UNC) e investigador del Conicet; Liliana Pereyra, integrante de la RRTS, secretaria de Extensión de la Facultad de Filosofía y Humanidades de la UNC y directora del Equipo de Investigación Haciendo Cuerpos de la Facultad de Filosofía y Humanidades de la UNC; Roberto Birri, legislador provincial por el Partido Socialista, y Eugenia Aravena, integrante de la RRTS, secretaria general de la Asociación de Mujeres Meretrices Argentinas (Ammar) y secretaria de Derechos Humanos de la CTA Córdoba.


Una de las características de la Red es la heterogeneidad de su composición, lo que posibilita la riqueza en el intercambio de saberes provenientes de campos diversos. Vaggione puntualizó que, a partir de sus objetivos, la Red puede ser planteada como un espacio público subalterno y como un contradiscurso que se inscribe en una temporalidad central signada por el avance de los derechos sexuales y reproductivos en la Argentina. “Si la situación de las trabajadoras sexuales ya era vulnerable en un sistema imperante abolicionista, los nuevos cambios legales parecen llevarnos a un sistema de prohibición que las desestabiliza y precariza más aún. Por un lado, el decreto nacional que impide la oferta sexual, por el otro los códigos de faltas aún imperantes en nuestro país que todavía sostienen la figura de prostitución escandalosa, leyes de trata que confunden la trata de personas con el ejercicio del trabajo sexual, un fallo de una jueza del interior de la provincia de Córdoba, afirmando que la prostitución es ilegal; esta construcción que se va permeando en el discurso legal es la que torna cada vez más vulnerable el lugar de los y las trabajadoras sexuales”, dijo [fanfarronería de academia que le encanta posar de subalterno y se aferra al discurso neoliberal. Los análisis sectoriales, o micro, de estxs diletantes de la crítica no les permite advertir que reglamentando la prostitución como un trabajo, contribuyen al abaratamiento general de la fuerza de trabajo social, es decir, a precarizar aún más a las condiciones de existencia de la totalidad de la clase trabajadora].


A su vez, la RRTS aparece como un contradiscurso que se inscribe en la esfera de lo público, donde lo hegemónico pareciera ser el borramiento del trabajo sexual, su invisibilización como una forma de control. Para el investigador, “la Red trae voces disidentes a una agenda moralizadora que se asienta sobre el cuerpo de las trabajadoras sexuales con la negación de derechos como estrategia de control en torno a las nociones de cuerpo, sexualidad y trabajo sexual”. Dos de los objetivos de la Red apuntan en esa dirección: Impulsar una ley que reconozca el trabajo sexual autónomo en el país que garantice los derechos humanos y laborales de las personas que ejercen esta actividad y apoyar la conformación de las cooperativas de trabajadores sexuales autónomos.


Liliana Pereyra apuntó que otro de los objetivos de la Red es problematizar los discursos que se presentan como únicos y desnaturalizar lo que parece obvio. “Parte de la responsabilidad de este trabajo es también la posibilidad de generar preguntas incómodas tales como ‘¿qué tiene el trabajo sexual de distinto con respecto a otros trabajos? [Cuando menos una peculiar articulación con el patriarcalismo que la vuelve un trabajo servil], ¿sobre qué presupuestos se montan los discursos que intentan separarlos? [Acaso sobre la crítica a la articulación recién mencionada, y a sus efectos vejatorios], ¿cuáles son las operaciones que se ponen en juego cuando pensamos que unas partes pueden ser asimiladas al todo, cuando hacemos de la genitalidad el cuerpo entero y escuchamos frases como ‘vender el cuerpo’? [Acaso se imagina la no trabajadora Liliana que lxs prostitutxs trabajan solamente con sus genitales?. ¿O acaso es ella quien acostumbra a tener sexo de tal manera?], ¿qué otro cuerpo está en juego cuando trabajamos como médicas, ingenieros o en un call center? [Un cuerpo que no tiene otro cuerpo encima o debajo; que no tiene un cuerpo no deseado encima o debajo y manoseándolo, copulándolo, eyaculándolo, chupándolo, etc.]. ¿Qué nos pasa cuando vemos a mujeres que deciden poner su sexualidad en juego a la hora de ejercer una actividad laboral y se empoderan políticamente y nos interpelan? [Más allá del casi reconocimiento implícito de la articulación de capitalismo y patriarcalismo que atraviesa a la prostitución, apreciamos la claudicación del “pensamiento crítico” ante la ideología neoliberal. Ya no se trata de apoderarse de su cuerpo liberando su valor de uso (desmercantilizándolo), sino de empoderarse valorizando su valor de cambio (mercantilizándolo)] ¿Qué nos movilizan? ¿Qué miedos nos suscitan?” [Más allá del miedo a no poder romper con la hegemonía neoliberal o la de no poder apoderarnos de nuestros cuerpos, ninguno], se demanda Pereyra, dejando en claro que “no tenemos una verdad a cuestas sobre estas preguntas; por el contrario, como investigadores tenemos la obligación de repreguntarnos cada vez que estas cuestiones nos interpelan”. A su vez, los interrogantes y las consecuencias que generan los empoderamientos políticos, en este caso particular, de las mujeres trabajadoras sexuales, obligan a preguntar sobre la necesidad de la construcción de la víctima para tener luego la posibilidad de redimirla [¿y no han hecho ustedes a sus “trabajadorxs sexuales” unas victimas del “sistema prohibicionista”, de las abolicionistas, etc. y ahora se lanzan a “redimirlas” desmontando discursos moralistas opresores, etc.?]. Este mecanismo, sostiene Pereyra, “nos trae a otra encrucijada que se le presenta a un colectivo como el de las trabajadoras sexuales: ¿cómo posicionarse frente a determinados discursos de algunos feminismos, que no podríamos dejar de nominar a priori como progresistas, pero que sin embargo dejan fuera a algunas mujeres en pro de otras?”


Por su parte, Roberto Birri afirmó su compromiso con los objetivos de la RRTS, rescatando la importancia de trabajar para la reglamentación del trabajo sexual autónomo. Desde la perspectiva del derecho, explicó el legislador, el modelo vigente en nuestro país “es el más hipócrita de todos, ya que es un sistema que no reconoce ni prohíbe, considera el trabajo sexual desde una doble moral que lo esconde bajo la alfombra, evita otorgar derechos a las trabajadoras y no se pronuncia al respecto”. Birri recalcó la vigencia de los “vergonzosos códigos de faltas que habilitan a la policía a sancionar arbitrariamente la prostitución escandalosa, quedando a criterio del oficial interviniente decidir qué entiende por ‘escándalo’ y qué sanción corresponde”. Repudió esta figura que tiene como fin único criminalizar a las trabajadoras sexuales. Luego se refirió a la Ley de Trata que sancionó la provincia de Córdoba como “imperfecta e ineficiente”, ya que “pese a los cierres de whiskerías y clubes aún no hay ni un solo proxeneta preso”, sin embargo, afirmó, “los calabozos se llenan de trabajadoras sexuales”.


Eugenia Aravena repasó la trayectoria y el recorrido de militancia que llevan a cabo las trabajadoras sexuales de Ammar durante los últimos doce años. Aravena compartió esta difícil situación de ilegalidad y abuso por parte del poder policial y jurídico, explicando cómo este escenario de desamparo laboral se incrementa más cuando desde posiciones abolicionistas se equipara trabajo sexual con explotación sexual y trata de personas, abuso y explotación de menores. “Militamos a pulmón, por convencimiento político. Es fácil acusarnos cuando no les importa la realidad del sector de las trabajadoras sexuales. Siguen subestimándonos y caracterizándonos de una forma ridícula, no asumen nuestras diferencias internas: distintas clases sociales, niveles educativos, distintas culturas. Es una falta de respeto que no se escuchen nuestras voces”, demandó Aravena. “Dicen que nos quieren proteger, que no sabemos lo que hacemos y con esto mezclan y dañan a miles de mujeres. Doce años construyendo organización, con premios internacionales como el de Onusida, pero parece que somos tan tontas que no sabemos lo que queremos. Ya hay cooperativas de trabajadoras sexuales y las vamos a defender cueste lo que cueste. Creemos que esta Red es una herramienta importantísima. Queda mucho por delante, todavía hay compañeras presas y perseguidas... por eso la Red es un nuevo impulso”, finalizó la activista.


Una sociedad que siga utilizando el sistema legal para penalizar conductas como el aborto, el trabajo sexual o el consumo de drogas, todavía tiene mucho camino para recorrer, declaró Vaggione, un camino hacia la democratización de la sexualidad, las prácticas individuales y en la construcción democrática de lo colectivo.



[Notas marginales críticas a] Algunas notas de una feminista pro-sexo [Aquí valdría la pena -o el pene- recordar la problemática de Foucault sobre la obsesión sexual en nuestras sociedades. Obsesión no sólo médica, sino también de goce (por no traer a cola-ción a un más conservador Antonio Gramsci). O acaso hacerle un hijo por atrás –al estilo deleuziano- a Beatriz Preciado y su teoría del capitalismo fármaco-pornográfico, la explotación de la potentia gaudendi, etc.] NO-ABOLICIONISTA

“NINGUNA mujer nace para PUTA”. NINGUNA PUTA. Ese es claramente el subtexto de tan tajante afirmación. [Opción 1; el subtexto refiere a un objetivo a alcanzar proscriptivamente –que es lo que parece sugerir la “feminista pro-sexo”. Opción 2; el subtexto refiere a la negación de la propia condición de puta. Que conociendo a la autora de la frase, refiere a una negación de la negación, es decir, a la afirmación de su personalidad, negando la propia condición de puta que a ella la negaba. Opción 3; ambas].


En lo personal como feminista (y un tendal de asociaciones mutantes más), estoy ciertamente harta del “feminismo moralizante, victimizante” y anti-puta. [Luego, quizás ya “harta” de sí misma “en lo personal”, mutará su feminismo en uno de tipo “moralizante, victimizante”, pero siempre pro-puta, justo es reconocerlo. Por lo demás, esta gente que aconseja siempre y en todo lugar el no hablar por “las putas”, se fastidia sobremanera cuando una “puta” reniega de su condición y se lanza a batallar contra la prostitución. Aquí, la crítica de Spivak a Foucault y a Deleuze en “¿Puede hablar el subalterno?”, se demuestra en toda su pertinencia teórico-política].


El debate “trabajo sexual, ¿sí o no?” me parece un maniqueísmo desde donde es muy difícil construir [de acuerdo, pero el maniqueísmo radica, precisamente, en la dicotomía abolicionismo-reglamentarismo. Ambas, para el caso, son medidas policiales]. No puedo estar a favor o en contra del trabajo sexual/prostitución, porque inherentemente el trabajo sexual no es ni bueno ni malo (o en todo caso, podríamos remitirnos al anarquismo y al situacionismo para afirmar que ningún trabajo es bueno o dignificante). Creo profundamente que aquel feminismo que sostiene en su abanico argumentativo razones intrínsecas para defender o repudiar algo, en términos de clausura en “bueno/malo”, es un feminismo que rehuye por completo al análisis crítico, a la capacidad de auto-crítica y a la posibilidad de ser interpelado y enriquecido por contextos y agentes políticos a los que no está teniendo en cuenta [Trabajo bueno, trabajo malo; que estupidez (in)moralista. ¿Qué más da?, como “ningún trabajo es bueno o dignificante”, bien podría aceptarse el trabajo esclavo o la servidumbre laboral. Total, la historia muestra que en las sociedades donde imperaba el modo de producción esclavista algunos esclavos la pasaban bastante mejor que muchos sujetos libres (incluso las prostitutas han gozado de una mejor posición social que otras mujeres de familia, por decirlo así)].

Aquí van cuatro cuestiones sobre las que me interesaría discurrir:

I

Pensar el trabajo sexual como algo intrínsecamente degradante es, por un lado, instituir arbitrariamente un régimen de legitimidad dividido entre “trabajo bueno, humana y moralmente dignificante” y “trabajo malo, degradante, desmoralizador, alienante”, eludiendo los contextos –sociales, políticos, culturales, geográficos, etc.-, y también los privilegios, según los que un trabajo puede ser ejercido y reconocido como trabajo. [Por ejemplo, el capitalismo posmoderno y sus problemas de absorción de mano de obra y, por tanto, su aliento a que lxs desocuapdxs se “empoderen” prostituyéndose. Por lo demás, insisto en que, así planteado, lo mismo vale para la distinción entre trabajo esclavo y trabajo libre (la distinción entre trata y prostitución, por ejemplo), o trabajo en negro –con ese estigma de color- y trabajo en blanco, etc.].


Eso me dispara las siguientes preguntas: ¿puede algún trabajo ser edificante, empoderador, constructivo dentro de una matriz capitalista, atravesada por las coordenadas del clasismo, racismo, sexismo, heteronorma, cisexismo, androcentrismo, feminización forzada, precarización de lo femenino, etc.? ¿Qué es lo que se está juzgando aquí? ¿El trabajo sexual en tanto trabajo? ¿O es el término “sexual” aquello que incomoda, interpela, hace ruido a gran parte del feminismo y muchos discursos progresistas? ¿Por qué la fuerza de trabajo sexual debería separarse de otras fuerzas de trabajo a la hora de pensar circuitos de intercambio económico? ¿Es la sexualidad aquella última frontera no-transgredible, aquella sobre la cual se establecen las calidades de la dignidad? ¿Con qué parámetro, con qué criterio y quién distribuye las gradientes de lo digno? ¿Por qué es menos digno trabajar con el sexo, que con la mente, las manos, los ojos? (si es que fuera posible compartimentar definitivamente y aislar el ejercicio de funciones y prácticas individual*s unas de otras). En el panorama actual, con las particulares configuraciones de capitalismo, clasismo, racismo, sexismo en nuestras coordenadas sudakas, si de trabajos precarizados o de sujet*s vulnerad*s se trata entonces, ¿por qué falla el énfasis a la hora de denunciar la gran mayoría de las prácticas y situaciones laborales para la gran mayoría de l*s sujet*s precarizad*s y vulnerad*s por este sistema?


Nuevamente, ¿el problema con el trabajo sexual será “el trabajo” o “lo sexual”? [A la primera pregunta evidentemente hay que responder que sí. Que desde un punto de vista neoliberal todo trabajo no solo que puede, sino que debe ser “empoderador” y “constructivo” dentro de la matriz capitalista, etc. Nadie tanto como lxs neoliberales insiste en esto del “empodermiento” de lxs trabajadorxs, lxs ciudadanxs, etc. Apoderarse de los medios de producción y abolir el trabajo, eso, eso ya es otro asunto. Pero no nos vamos tan allá. ¿Por qué la fuerza de trabajo en general no podría explotarse durante 14 horas diarias o más?. Como el trabajo dentro de la matriz capitalista, etc. es alienante, etc. Que lxs trabajadorxs hayan luchado por reducir la jornada laboral, mejorar las condiciones e, inclusive, eliminar –dentro de lo posible- ciertas ramas laborales y formas de trabajo particularmente nocivas ha sido todo un gran disparate. La lucha por las 8 horas, contra el trabajo nocturno en ciertas ramas de la producción, etc. –y que eran encabezadas muchas veces por anarquistas-, todas luchas de un obrerismo moralizante, victimizante y anti-no se sabe que, por decirlo así. Por lo demás, ¿por qué es más duro trabajar en una mina o de cartonero que trabajar en la universidad, en la prensa o en un shopping?. ¿Por qué, es más rentable trabajar de vedette que de docente?. ¿Por qué es “malo” trabajar en un prostíbulo, y “bueno” hacerlo en cooperativa de trabajadoras sexuales?, si patrones hay en todos los trabajos, y ello no es “ni bueno, ni malo”. ¿Por qué… etc.?. Por fin, tal parece que el hecho de que la prostitución sea un trabajo donde se actualiza interseccionalmente, y en forma más o menos brutal, todo “el clasismo, racismo, sexismo, heteronorma, cisexismo, androcentrismo, feminización forzada, precarización de lo femenino”, no significaría ninguna diferencia de grado respecto del resto de los trabajos. ¿Y si el problema es “el trabajo” y no “lo sexual”?. ¡¿Para qué mierda vamos a echar a perder “lo sexual” convirtiéndolo en un trabajo?!. Salvo que sea por necesidad…].

II

Se me hace necesario volver a insistir con esta pregunta hasta el cansancio. ¿Por qué la sexualidad todavía ocupa un lugar ponderado, sagrado, metafísico, fundacional, celado por la moral? [Aquí valdría la pena –y más penes todavía- traer a (cola)ción toda la genealogía (en sentido foucaultiano) religiosa de la prostitución –el oficio más antiguo del mundo, según dicen- y que la sitúan en “un lugar ponderado, sagrado, metafísico, fundacional, celado por la moral”. O, a Bataille y su teoría de cómo es que la prostitución moderna continúa vinculada (acaso dialécticamente) a la sexualidad como “un lugar ponderado, sagrado, metafísico, fundacional, celado por la moral”].


¿Es la sexualidad aquello valioso y sagrado tanto ha alimentado el discurso de otr*s sobre mi cuerpo, otro templo inalienable, cuyo cuidado y autogestión más vale caerían sobre otr*s (instituciones, familia, Estado, partido, etc.)? ¿La sexualidad sigue siendo aquel núcleo inalienable, aquello que define, recorta, o mejor dicho, construye fundacionalmente al individuo? ¿Por qué movimientos cimentados bajo la rúbrica “lo personal es político” necesitan convalidar a toda costa ese lugar de lo sexual? ¿Es necesario tener un Santo Grial a celar y proteger?


Aquí arriesgo una conjetura personal. La sexualidad continúa siendo considerada y conceptualizada como una esencia valiosa, propiedad inalienable del individu*, o mejor dicho, garantía ontológica del individu* mismo. De acuerdo a esta concepción, tanto la sexualidad como el cuerpo son entendidos como “orgánicos”, “naturales” y aquí la calidad de “natural” funciona como un índice de redención moral (“natural es bueno”)y también como una excusa para activar toda una compleja maquinaria de poderes con el fin de custodiar, resguardar, velar y garantizar por “la pureza originaria de aquello natural”: nunca está de más recordar que “natural” funciona como un dispositivo de legitimación moral de los discursos más conservadores, a “lo natural” históricamente se le ha enfrentado lo “contra-natura”, la desviación, la anomalía.


Según estos términos, al parecer la “sexualidad” ES, efectivamente, el/la individu* mism*: el ya consabidísimo discurso de la prostitución como sinónimo de “vender el cuerpo” o “convertir el cuerpo en moneda de cambio”. Según este lugar común, ella, él, pero históricamente en los imaginarios, ella, “se venden”. ¿Qué es lo que venden? ¿A sí mism*s, su cuerpo, su estatuto de individu*, su historia? ¿Cómo sería “consumido” aquello que se “vende”? ¿Es realmente esto posible?.


De este modo, tanto discursos conservadores como discursos progresistas suscriben –explícita o tácitamente- a un mismo sustrato moral que elabora y regula jerarquías –de orden puramente cultural, sujetos a una determinada intencionalidad política-que definen a la esfera sexual como una última frontera intransigible del sujet*. [Familia, Estado, partido, etc. No. Mercado, Capital, trabajo, etc. Si. Anarquismo neoliberal si los hay. ¿Por qué la tierra todavía ocupa un “lugar ponderado, sagrado, metafísico, fundacional, celado por la moral” de los pueblos indígenas?. De lo personal es político a lo personal es rentable (empoderamiento). Si bajo el capitalismo todo tiende a desacralizarse y devenir mercancía, al parecer, no nos queda más que aceptar esa libertad de chalaneo, hacernos comercializables de pies a cabeza y venderle el alma al diablo. “¿Es necesario tener un Santo Grial a celar y proteger?”. Aquí arriesgo una conjetura personal. Acaso sea, mas no como espacio de sacralidad natural, sino como espacio de intimidad en tanto punto de resistencia contra la mercantilización totalitaria de la vida y los sujetos. De acuerdo a esta concepción, tanto la sexualidad como el cuerpo son entendidos como “íntimos”, “éticos” y aquí la calidad de “intimo” funciona como un índice de resistencia ética (“práctica de libertad”) y también como una excusa para activar toda “una compleja maquinaria de poderes con el fin de custodiar, resguardar, velar y garantizar” por la práctica de libertad de aquello intimo, es decir, la excusa para activar toda una compleja maquinaria de guerra ético-política anticapitalista que define a la esfera sexual como una frontera –acaso última- de la intimidad de los sujetos; tal y como los pueblos originarios defienden a la tierra como última frontera de su autonomía política. O, incluso como cualquier paisucho, hasta el más bananero, defiende la última frontera de su soberanía. Por fin –y esto ya lo hemos manifestado-, desde una perspectiva política ajena al maniqueísmo moralista en el que se debaten abolicionistas y reglamentaristas, la lucha libertaria contra la prostitución debe articularse permanentemente con la lucha revolucionaria por la “¡abolición del sistema de trabajo asalariado!”. Abolición no en el sentido punitivo de lxs abolicionistas, sino en el sentido subversivo de lxs libertarios].
III

Y eso me lleva a la siguiente cuestión. La sexualidad como sede de dignidad y el cuerpo como templo configuran y serializan “sujetos-víctima” objeto de discursos, políticas de higiene moral, existencias precarias/precarizadas asistidas, dependientes, vulnerables. Todo discurso construye sujetos a los que describe, valida, defiende, asiste, visibiliza, impugna. En este sentido, la mayoría de las veces, el discurso de la “violencia de género” no pone en cuestión, sino que reactualiza una y otra vez la ontología simbólico-social de la víctima/victimario (“es natural que los varones sean victimarios/es natural que las mujeres sean víctimas”). La victimización recurrente de sujetos femeninos/feminizados a través de los discursos (sean feministas o no, sean radicales o no) es, justamente, una forma de explotación física, social, simbólica; por una parte se anula y niega por completo el capital político, la historicidad y especificidad situada de est*s actor*s políticos, por otra parte, se los concibe únicamente desde un lugar inercial de diagnóstico social, indulgencia y paternalismo: no saben, ni pueden hablar por ell*s mism*s, porque están alienad*s/no saben lo que les conviene o es bueno para ell*s/etc.


La victimización sistemática de las trabajadoras sexuales, putas y prostitutas por parte del "pensamiento progresista" es una de las formas más flagrantes de fragilizar, objetualizar, infantilizar y negar rotundamente el capital político, la historicidad, la complejidad de los debates internos dentro de estos movimientos. Por otra parte, y quizás aquí podría saltar el paredón y zambullirme de lleno en el discurso con mi propia historia de femme-queer-feminista, muchas veces he experimentado una fuerte censura y violencia política hacia toda expresión polimorfa de lo femenino dentro del movimiento feminista. La sobre-valoración compulsiva de lo femenino dentro una sociedad heterosexista muchas veces ha dado lugar a una sistemática infra-valoración y denostación de lo femenino dentro del feminismo. Para much*s, nos resulta muy difícil pensarnos, enunciarnos y construirnos desde una alter-feminidad o desde una feminidad que sensiblemente hacemos nuestra y que transitamos políticamente con orgullo y deseo. Así como las chongas, bomberos, invertidas, tribadistas son existencias, iconografías, presencias-fantasma, obsesiones disonantes para el imaginario sexo-genérico occidental, y figuras-estandarte para gran parte del activismo y las poéticas LGTB, lésbicas, feministas; las putas y las frígidas, imágenes de una feminidad revulsiva, patologizada, de mujeres impropias, desaprobadas, incorrectas en más de un sentido (moral, biológico, psicológico, político, social) siempre fueron esa gran ausencia, esa gran desgracia, ese enorme e incómodo silencio que suena a vergüenza y fobia dentro de las discusiones, las historias, las acciones, las reflexiones y los discursos. [Como “Todo discurso construye sujetos a los que describe, valida, defiende, asiste, visibiliza, impugna”, nuestra feminista pro-sexo victimiza a lxs prostitutxs, solo que ha cambiado de victimarios. En vez de ser el patriarcado, el proxenetismo, el capitalismo, se trata del paternalismo –que detalle-, el feminismo, el progresismo. Lxs prostitutxs siguen siendo “victimizadas”, con todo lo que ello, se dice, conlleva. Por lo demás, la noción de “capital político” es bastante sintomática de cómo las relaciones capitalistas van colonizando la conciencia práctica, ya no de las putas, sino de ella misma y todos sus “alter” habidos y por haber. Por fin, todo este discurso que construye, por ejemplo, también, a las feministas como sujeto-victimario “es una de las formas más flagrantes”, etc.].

IV

Por último y fundamentalmente, ¿hasta qué punto es radical un movimiento que suscribe a un programa punitivo de sociedad, que legitima el lugar político de la prohibición/abolición/censura/represión y le otorga al Estado un rol clave en ese sentido?


A su vez, a contrapelo de políticas punitivas que continúan vulnerando, exponiendo y confinando a est*s sujet*s a vivir de parches políticos de un asistencialismo mezquino y precario, y que termina produciendo de manera serializada perpetuas "víctimas y sujet*s de riesgo", se deberían activar múltiples propuestas y experiencias políticas de empoderamiento, autonomía y reconocimiento entre espacios y dentro de espacios. Exorcizar la víctima o cuestionar el dispositivo de victimización subyacente en muchos de nuestros discursos es fundamental para reconocer (en el sentido que planteaba más arriba) y dejarnos interpelar por sujet*s políticos que, efectivamente, se encuentran a nuestro lado hace muchísimo tiempo, somos nosotr*s en potencia o son parte nuestra desde hace rato. [Por último y fundamentalmente, ¿hasta qué punto es radical un movimiento que suscribe a un programa policíaco de sociedad, que legitima el lugar político de la regulación/autorización/legitimación/vigilancia y le otorga al Estado un rol clave en ese sentido?. O, quizás más adecuado para éste caso, ¿hasta qué punto es radical un movimiento que suscribe a un programa neoliberal de sociedad, que legitima el lugar empresarial de la capitalización/mercantilización/propiedad/trabajo y le otorga al mercado un rol clave en ese sentido?. ¿Qué mejor que activar “múltiples propuestas y experiencias políticas de empoderamiento, autonomía y reconocimiento” para que una masa de desocupadxs acepten la prostitución como un trabajo cualquiera como desean lxs neoliberales?. Haber sabido antes y Tartagal, Cutral Có, el 19 y 20 de diciembre de 2001, etc. no hubiesen sucedido. Y si sucedían no hubieran representado a trabajadorxs desocupadxs, sino, más bien, a vagxs y mal entretenidxs que no deseaban empoderarse y ponerse a trabajar, porque trabajo había. Si ellxs fueron lo suficientemente victimizadxs por las feministas o eran lo suficientemente moralistas como para no prostituirse, no era problema ni de los capitalistas ni de su Estado, era problema de ellxs. “A diferencia de las otras mercancías, la valoración de la fuerza de trabajo encierra, pues, un elemento histórico moral” (Karl Marx). Así las cosas –y aun prescindiendo de toda la crítica feminista a la prostitución-, la promoción de la prostitución como un trabajo cualquiera apunta a disminuir el valor general de la “fuerza de trabajo” afectando su “elemento histórico moral” (¡no natural!) a partir de la ocupación de una parte de la “población sobrante” en el trabajo de servicios sexuales.


¡¿Qué más da?. Si “ningún trabajo es bueno o dignificante”!].

de Morganita Surrealisme, el Domingo, 1 de Julio de 2012

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