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Juicio Menéndez III: continúan los testimonios de familiares y sobrevivientes
Por Redacción 351 - Friday, Apr. 12, 2013 at 12:04 PM

La primera testigo de la jornada fue María Lidia Piotti de Salguero, quien narró el secuestro de su esposo y su cuñada. Además brindó testimonio Sara Waitman, sobreviviente de distintos centros clandestinos de detención.

 

Juicio Menéndez III: continúan los testimonios de familiares y sobrevivientes

Por Nicolás Siadis | nsiadis@redaccion351.com

Fotografía: Nicolás Siadis y el Diario del Juicio

Al comienzo de su relato, María Lidia Piotti recordó los años difíciles que atravesaron los jóvenes de aquella época. “Durante el Navarrazo se hizo peligrosa la vida para los jóvenes que teníamos militancia política o social”, afirmó. Además, explicó que los hechos de violencia ocurridos durante 1974 fueron la antesala del golpe de estado.

La cuñada de María Lidia era María del Carmen Sosa de Piotti, docente y militante de la organización Montoneros. El 9 de enero de 1976, María del Carmen llevaba a su pequeño hijo a la casa de una hermana para luego irse a trabajar. Dejó el niño, y nunca más se supo nada de ella.

Luego de su secuestro, el hermano de la testigo y esposo de María del Carmen decidió irse de Córdoba debido a la persecución. “Él nunca nos dijo su paradero para no comprometernos. Al año siguiente nos enteramos por los medios que lo habían matado en Santa Fe”, relató.

María Lidia comentó que luego del secuestro de su cuñada, ella y su esposo Cecilio Salguero decidieron mudarse de su casa de barrio Ameguino por temor. “Mi esposo trabajaba en un taller de autopartes, su patrón nos ofreció su casa para quedarnos hasta que se calmaran las cosas”, recordó.

El 9 de marzo de 1977, Cecilio se dirigió a su trabajo pero nunca llegó. Su hermano le comentó que frente a Fiat se había realizado un operativo del Ejército.

Luego de dos meses de búsqueda, el Servicio Penitenciario comunicó a la familia Piotti que Cecilio estaba en la cárcel. “La forma que teníamos de saber que él estaba ahí era llevándole jabón y papel higiénico. En ese momento decidí volver a la casa de mis padres”, relató.

El 20 de octubre 1977 un grupo de civil se presentó en la casa de María Lidia. En ese momento fue detenida y trasladada a la Seccional Décima en donde le pintaron los dedos y tras unas horas la liberaron.

Durante el Mundial de 1978, Cecilio fue trasladado desde la cárcel hacia el Departamento de Informaciones D2. Él, junto a otros detenidos secuestrados, fueron considerados rehenes para garantizar la seguridad del Mundial.

“A mi esposo lo volví a ver en 1979 en la cárcel de La Plata. Ahí estuvo hasta 1981 cuando lo trasladan a Rawson. En 1983 vuelve a Córdoba y continúa detenido por una causa en la que le habían impuesto una  pena de 14 años”, señaló.

Finalmente, Cecilio recuperó la libertad el 28 de julio de 1984, un año después de la recuperación de la democracia.

Por último, María Lidia expresó que su presencia en los juicios se debe a que ella ha sido y sigue siendo militante por la vida y la fraternidad humana. “Creo que nadie puede ser feliz si los que nos rodean no lo son. Viví en un pueblo obrero muy pobre explotado por las grandes empresas. Quiero un mundo donde los niños sean formados para amar y no para matar, como dijo aquí el imputado Vergéz”, finalizó.

El amor trasciende al horror

Sara Waitman y Carlos Alberto D'ambra

El 20 de noviembre de 1976 era un día soleado. Sara Waitman y Carlos Alberto D’ambra iban camino a Alta Gracia a la casa de los padres de él. Alrededor de las 5 de la tarde, la pareja llegó a la terminal de ómnibus y se encontró con un gran operativo militar.

 

“Nos piden los documentos y luego nos llevan a donde estaban los camiones militares. Nos suben al camión y él me dice que seguro a mí me largaban rápido, entonces me preguntó si lo iba a esperar y yo le dije que toda la vida”, recordó emocionada Sara.

Desde la terminal de ómnibus, la pareja fue trasladada junto a otros detenidos al centro de detención clandestino Campo de la Ribera. Al otro día, Sara escuchó el silbido de una canción que le era conocida. “Alguien silbaba una canción que siempre escuchábamos con el “Nona”. La canción era Zamba para olvidar y él la estaba silbando para que yo supiera que también estaba ahí”, narró.

“Con el “Nona” D’ambra fuimos detenidos juntos y él me preguntó si yo lo iba a esperar. Declarando acá, y con su foto en el pecho, es la forma de decirle que lo sigo esperando”.

Ese mismo día, Sara escuchó que el “Nona” pidió fuego porque alguien le había convidado un cigarrillo. En ese momento, un gendarme le dijo a Sara que le dé fuego y cuando ella le pasó el encendedor él la tomó de las manos. Esa fue la última vez que pudieron tener contacto.

Durante los cinco días que Sara estuvo secuestrada en La Ribera, los interrogatorios y las torturas fueron constantes. Ella estaba sospechada de pertenecer al Partido Comunista. “Ahí empezaron las torturas, primero con golpes y después con la picana en la cara”, relató.

Del paradero de Carlos D’ambra nunca se supo más nada. En diciembre de 1976 fue trasladado a La Perla y luego desaparecido. El 25 de noviembre de 1976 Sara fue trasladada a la Unidad Penitenciaria Nº1 (UP1), en donde estuvo detenida hasta octubre de 1978.

“En esa cárcel se nos violaron todos los derechos humanos, los tratos fueron inhumanos y no pudimos tener visitas”.

En navidad de 1976 fue la primera vez que Sara pudo recibir la visita de sus padres. En abril de 1978, fue trasladada junto a otras detenidas al Campo de la Ribera. Al día siguiente, la Cruz Roja internacional tenía pautada una visita a la UP1 y las detenidas fueron llevadas a la Ribera y amenazadas respecto a sus posibles declaraciones a la organización. La mañana siguiente todos los presos políticos declararon ante la Cruz Roja y en ese momento Sara relató la desaparición de su compañero.

En octubre de 1978 fue trasladada a la cárcel de Devoto, en donde estuvo privada de su libertad hasta el año 1979. El día en que recuperó la libertad, se despidió del resto de las presas políticas diciéndoles: “hasta siempre compañeras”. En ese momento, una guardia cárcel que la escucho le dijo que por decir eso todas sus compañeras iban a ser castigadas. Al llegar al aeropuerto, toda su familia estaba esperando su traslado a Córdoba.

Por último, Sara expresó que en Argentina nunca nadie se preocupó por los presos políticos. “Hay alrededor de 12.000 presos políticos en todo el país y muchos ya no van a poder estar presenciando o declarando en los juicios. Nuestra misión es estar presentes para representar a todos nuestros compañeros fallecidos”, concluyó.

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