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La represión en la ciudad, también es política de estado.
Por Correpi - Monday, Apr. 29, 2013 at 7:29 PM

La policía metropolitana emergió, en la madrugada del viernes 26 de abril, alrededor de las 6 de la mañana, para custodiar a trabajadores municipales que tenían la misión de demoler el edificio en donde funcionaba el Taller Protegido 19, donde los pacientes internados en el Hospital Borda realizaban actividades terapéuticas. Este lugar venía siendo protegido por los trabajadores desde hace meses.

La demolición precedería a la construcción de un Centro Cívico tan innecesario como insidioso en su función de “poner en valor” una zona que los cínicos gobernantes de la Ciudad nombran como olvidada o eufemismos emocionales semejantes –el sur de Buenos Aires– como si ellos no tuviesen injerencia en las desigualdades existentes. Se sabe que detrás de esto se agazapa un negocio inmobiliario de Macri y que no es cierta en modo alguno la parodia inmunda de la ayuda al “vecino” de zona sur, negocios análogos –en su naturaleza y en su modo de defenderlo– a los que el oficialismo nacional llevó y lleva adelante en Catamarca (con la gobernadora Corpacci) y en La Rioja (con Beder Herrera). Se sabe, también, que la ideología que profesa el macrismo desprecia a aquellos “elementos sociales” (seres humanos, si traducimos) que sobran o combaten al sistema. Para ellos, los locos pobres, en esta lógica, conforman un grupo a eliminar si es necesario, más allá de cualquier resolución judicial y de todos los requerimientos formales propios de los procesos democráticos para desarrollar un operativo como el realizado.

La represión desatada por los efectivos de la Metropolitana (en un hospital neuropsiquiátrico, adonde no llegó la represión siquiera en tiempos de Videla) apuntó a los trabajadores, que fueron golpeados a mansalva y ocho de ellos fueron detenidos por defender el derecho a la salud pública. Los medios, escandalizados al haber sido sus trabajadores también víctimas de la represión, se dignaron transmitir y difundir crudamente las imágenes que mostraban cómo la policía descargaba toda su violencia contra quienes no se resignan a perder un derecho tan básico como la salud pública y gratuita.

A pesar de la represión, cientos de compañeros ocuparon el predio durante más de diez horas enfrentando la ocupación policial, enfrentado la represión y luego peleando frente a la comisaría por la liberación de todos los detenidos, que fueron arrojados en buzones similares a los que se ven en las prisiones de máxima seguridad estadounidenses.

El accionar de la Metropolitana puso de manifiesto, en primer lugar y una vez más, la respuesta del estado ante la oposición a sus designios espurios y clasistas, ante cualquier lucha o reclamo que entorpezca su desarrollo. CORREPI no considera que esto sea una excepción a la regla que el estado, en todos sus niveles, determina frente a quienes considera sus enemigos, aunque esta represión en particular ha demostrado, por otra parte, los extremos a los que la derecha política puede llegar, o amenazar con llegar, frente a cualquier resistencia.

La policía Metropolitana representa, desde su propia fundación, un caso único en el mundo si se atiende a que su plana mayor –con el Fino Palacios, Chamorro y Ciro James a la cabeza– debió renunciar en un tiempo récord debido a las imputaciones de espionaje a referentes de movimientos sociales. Este cuerpo, creado bajo el cómico concepto de una fuerza preventiva y de proximidad, repleta en sus filas de militares, gendarmes, policías provinciales y federales, cuestionados precisamente por su corrupción y ferocidad, atacó a los manifestantes con la alevosía y el autoritarismo genéticos de cualquier fuerza de seguridad –aquí no hubo un abuso de autoridad, la autoridad policial en sí es un abuso– y con maneras peculiarmente encarnizadas, con gestos propios de un Grupo de Tareas, sin nombre ni cargo en su vestimenta de ciencia-ficción norteamericana, con armas que apuntaron siempre por sobre la cintura de un ser humano promedio, con la furia que los cobardes saben mostrar cuando superan en número y armamento al otro. Nada muy diferente a los ocurrido en el Parque Indoamericano, en conjunto con la policía federal, o el 12 de marzo en la Sala Alberdi, con decenas de lesionados y tres periodistas de medios alternativos heridos con balas de plomo.

La lucha popular, una vez más, muestra las fisuras de un sistema malvado: fue la lucha de diferentes sectores lo que protegió durante años la función del Taller 19 y también fue la resistencia popular lo que en definitiva pone en cuestión el ilegítimo y perverso accionar del gobierno de la Ciudad y su brazo armado. En este punto, CORREPI desaprueba los dichos de medios de comunicación y los legisladores de la ciudad que señalan la presencia de “profesionales, legisladores, periodistas” en la manifestación, como si el hecho de que los manifestantes fueran únicamente luchadores sociales o gremialistas pudiera ayudar a comprender mejor el grado de represión.

La indignante respuesta del PRO, en su conjunto, a los sucesos, no sólo justificó el proceder de su policía –y por tanto, de ellos mismos– sino que “abrazó” a sus efectivos heridos en un melodrama que enmascara –apenas- la arenga represiva, aludiendo a falacias como la supuesta categoría de “trabajadores” de los policías. Cuando asistimos a situaciones como éstas, solemos considerar el procedimiento desplegado como propio de un “accionar fascista”. Sin embargo, es imprescindible que entendamos y denunciemos su política como tal y no al hecho en sí. La rabia no es pasajera, ese perro vive rabioso.

Y en esa tónica, utilizaron sus voceros las estadísticas de CORREPI para jugar su impúdica lucha política con el gobierno nacional, lucha que es indiferente y ajena a CORREPI, por ser una disputa intestina de la burguesía que apunta a la alternancia de poderes en un estado al que consideramos un instrumento de opresión de la clase dominante hacia los trabajadores y el pueblo.
CORREPI repudia el oportunismo del macrismo al usar datos de nuestro Archivo de Casos para hacer su política, estadísticas que, por cierto, estuvieron mal citadas, considerando que tres de los muertos en la represión a la protesta del período de gobierno kirchnerista, también son de Macri (Parque Indoamericano), y sin olvidar los varios casos de gatillo fácil metropolitano desde que la fuerza existe (Rodrigo Romero, Kevin Marchioni, Matías Guerra y otros).

CORREPI no provincializa ni nacionaliza la represión según las conveniencias de quien las quiera utilizar. Si bien las estadísticas están compuestas por números y porcentajes, también portan el espíritu de quien las realiza. CORREPI no es un organismo oficial -nada más lejos– y tampoco es una palabra “neutra”, por eso no acepta ser utilizada por ninguna fuerza política para defender sus intereses. CORREPI no “juega” para nadie y se rehúsa a ser funcional a cualquiera de los bandos que se disputan el poder del estado burgués, especialmente cuando la manipulación apunta a que los sectores más claramente de derecha se auto-sindiquen como “menos represores” que el sector rival.

En el mismo sentido, debemos también remarcar el oportunismo del gobierno nacional, que, ante el salvajismo ostentado por el PRO, reafirma su discurso basado en los derechos humanos, sin responsabilizarse de los muertos, heridos y represaliados que carga en su período “dorado” desde 2003: persecución judicial de referentes sociales con más de 4.000 compañeros criminalizados; represión contra obreros y manifestaciones sociales (Zanón, la protesta por la tortura y asesinato de Cristian Ibañez en Jujuy, los Qom, los docentes de ADOSAC con justificación de Filmus incluida, entre muchísimos otros); tercerización de la represión mediante las patotas (no hace falta dar ejemplos ¿verdad?); militarización territorial; uso cotidiano del gatillo fácil y la tortura en cárceles y comisarías (es interminable la lista que podríamos citar en este punto).

CORREPI rechaza, de este modo, también la posición oficial del gobierno nacional, que se adjudica banderas que no son las suyas a un nivel meramente discursivo, mientras emplea todos los modos repasados de represión de cualquier disidencia. Prueba fresca de esto son los dichos virtuales de Cristina Fernández, quien dijo textualmente, aunque suene increíble a nuestros oídos: “Le sigo explicando. No queremos reprimir. Preferimos pagar todos los costos. Es la política que llevamos adelante estos 10 años”.
Insistimos: CORREPI no acepta ser funcional a ningún partido ni fuerza política burguesa. Y eso es posible porque no le debe favores a ningún poderoso y porque el único compromiso que sostiene es con las masas de oprimidos y desangelados de este sistema que siguen siendo asesinados, torturados y reprimidos por los verdugos azules (y de otros colores) del estado burgués, mucho más allá de los gobernantes de turno.

Fueron los trabajadores quienes defendieron hasta las últimas consecuencias los talleres y fue la lucha popular la que enfrentó a la represión con absoluto coraje. Fue el pueblo organizado el que auxilió a los heridos y arrancó de la comisaría a los presos.
Las internas que hoy se juegan entre el macrismo y el kirchnerismo, tirándose represaliados y muertos por la cabeza, sólo muestra lo poco que les importa la vida del pueblo que trabaja y lucha por vivir dignamente.

No esperamos nada de ninguno de estos sectores ni de los que comparten proyectos similares de cómo administrar este estado represor.

Por eso repetiremos siempre, en las calles, que el camino es la organización y la lucha, y así enfrentaremos la represión para avanzar en nuestras conquistas.

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