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La insistencia y la necesidad de la dignidad de clase
Por Carlos del Frade - Thursday, May. 02, 2013 at 4:02 PM

Martes 30 de abril de 2013 | En la General Motors despiden por hablar con un delegado; en Acindar quieren domesticar conciencias haciendo creer que los trabajadores deben competir entre ellos y en la mitad de los puestos laborales campea la precarización.

Sin embargo, la insistencia y la necesidad de la dignidad de clase aparecen en cada lugar. Y uno de sus principales ejemplos es la propia vida del albañil siempre desocupado y siempre militante, Narciso Canteros.

Postales de la clase a horas de un nuevo día internacional de los trabajadores.
Prohibido hablar en General Motors

“…cedida la palabra al trabajador, el mismo expresa que su despido fue discriminatorio por hablar con el delegado Germán Tonero y ratifica su reclamo de reincorporación…La empresa ha actuado legalmente por lo cual rechaza el término de “injustamente despedido”, niega la existencia de despido discriminatorio alguno en el caso, niega que haya sido despedido por hablar y esta es la primera vez que sale a la luz la eventual e hipotética causa del despido…reiteramos que el despido es sin causa…”, se puede leer en el expediente número 01604 – 0128890-5 del Ministerio de Trabajo de la provincia de Santa Fe, delegación Rosario.

El acta es del primero de marzo de 2013 y la empresa es nada menos que la General Motors.

La multinacional ganó, utilidades netas, 274 millones de pesos durante el año 2012 de acuerdo a sus propios balances.

A razón de 761 mil pesos diarios; 31 mil pesos por hora; 528 pesos cada sesenta segundos de ganancias netas. Cifras que la ubicaron como la empresa número 46 entre las mil que más ganaron en la Argentina durante el bicentenario de la creación de la bandera, aquel símbolo parido por los ideales de un general rebelde que quería ver flameando en la vida cotidiana de los habitantes de estos arrabales del mundo la bandera de la igualdad.

La General Motors despide por hablar con un delegado. La multinacional que tiene ganancias y tecnología del primer mundo y del tercer milenio impone prácticas típicas del siglo diecinueve.
El albañil que no podía pensar

Narciso Canteros fue feliz el lunes 22 de setiembre de 2003. Los medios masivos de comunicación hablaron de él. Hasta lo fotografiaron.

Durante años había visto morir albañiles como él sin que nadie recordara sus nombres.

Un artista construyó un par de manos que simbolizaban la fuerza y la habilidad de los obreros de la construcción.

El miércoles 24 de setiembre, bien temprano, recibió el telegrama de despido.

La empresa adujo ciertas reformas presupuestarias.

Narciso dice que está prohibido pensar y que semejante desafío a la patronal se paga muy caro.

Ahora el hombre que peleó durante años para que los obreros muertos tengan un recuerdo forma parte de la legión de desocupados del Gran Rosario.

Diez años después, Narciso Canteros fue tapa de los diarios “La Capital” y “El Ciudadano”. Se lo mostraba jubiloso, saltando sobre una red y con su casi legendario casco amarillo de albañil.

“Referente de Manos a la Obra, se tiró al vacío para probar una red”, fue el título repetido.

Narciso era reconocido.

Primera plana para él y su obsesión: la seguridad de sus compañeros de la construcción, los que pueblan las estadísticas cada vez más groseras de accidentes laborales fatales.

“Narciso Canteros, líder de la ONG, saltó desde seis metros y demostró que la malla puede salvar vidas. Ahora resta que en el Palacio Vasallo se imponga el sistema como obligatorio en Rosario. Gritaba de emoción segundos después de las 12.20” del martes 23 de abril de 2013, sostenía la crónica periodística.

“Es que había logrado un objetivo autoimpuesto desde hacía mucho tiempo: demostrar la resistencia de las redes anticaídas que él mismo venía propiciando para los edificios en construcción. Así fue que el responsable de la organización Manos a la Obra se arrojó sobre la malla de polipropileno desde una altura de seis metros bajo la supervisación de un equipo del Instituto de Mecánica Aplicada (Imae) de la Universidad Nacional de Rosario (UNR)”, apuntaba “La Capital”.

- Esto es para los familiares de los amigos que ya no están - dijo y sostuvo que si se hubiese usado este dispositivo de seguridad algunas de esas muertes habrían sido evitables. Se refería a los albañiles que se precipitaron desde diferentes obras en construcción.

Esa foto de tapa en los diarios locales que los mostraron a Narciso Cantero, albañil de toda la vida, arrojándose a una red que pensó para cuidar la vida de sus compañeros, es un reconocimiento y un triunfo de la dignidad de los trabajadores.

Cuando lo conocimos, a principios del tercer milenio, nos contó que fue despedido porque quiso recordar a los compañeros muertos y la patronal prohibía la memoria.

Narciso sintetiza en su cuerpo y en su vida la siempre existente conciencia de clase, a pesar de los pesares, las mentiras, las patronales y las burocracias varias.
Los villazos que se vienen

José Alfredo Martínez de Hoz se murió sin responder una sola vez ante la justicia federal por los casi setenta desaparecidos que él pagó como gerente de Acindar cuando el 20 de marzo de 1975 impulsó la invasión a Villa Constitución para aplastar a la UOM de aquella ciudad del sur santafesino que no tenía nada que ver con la burocracia ni con las patronales.

Martínez de Hoz era el gerente de Acindar y pagó 200 dólares por cabeza a cada uno de los cuatro mil integrantes de los grupos de tareas que llegaron aquella madrugada y que secuestraron 200 delegados de fábricas muchos de los cuales fueron torturados en el albergue de solteros de la empresa. Casi 70 están hoy desaparecidos. Un año después, Martínez de Hoz se convertía en el ministro de economía de la dictadura encabezada por Jorge Rafael Videla.

El problema fue el triunfo de la lista marrón del 16 de marzo de 1974 y la posterior solidaridad del pueblo de la ciudad para que se reconociera aquella conducción liderada por Alberto Piccinini. Jornadas históricas que pasaron a la historia con el nombre del villazo. Por el terror que causó a las clases dominantes se produjo, entonces, la inversión para desaparecer, se llevó adelante el 20 de marzo de 1975.

Hoy Acindar forma parte de un grupo multinacional hindú y sus ganancias durante 2012 alcanzaron los 337 millones de pesos. Ganancias, utilidades netas. A razón de 936 mil pesos diarios, 39 mil pesos por hora, 650 pesos cada sesenta segundos.

Producto del trabajo de casi mil quinientos trabajadores efectivos y otros tantos eventuales. Contratados con siete años de antigüedad que no saben qué es la estabilidad porque ya tienen 22 renovaciones temporales del precario vínculo laboral. Como si Acindar no tuviera dinero para convertirlos en obreros estables.

La empresa exige productividad, presentismo y ausencia de accidentes laborales y quiere disciplinar a los trabajadores bajo la idea que cada uno debe pensar en competir con el que tiene al lado, que deje de pensarlo como compañero.

Sin embargo hay 37 delegados, la mayoría de los cuales tienen menos de 35 años, que impulsan asambleas y discusiones colectivas, remando contra la profunda corriente del individualismo impuesta en los años noventa.

Y estos muchachos, generación sub 35, impulsan enamorarse de la historia, que sea más querida la camiseta del gremio que la camisa de la empresa y que los sobrevivientes del Villazo, hoy al frente del Centro de Jubilados y Pensionados de la UOM, narren sus memorias para sembrar un futuro mejor, solidario y abierto a la realidad de los otros trabajadores peores pagos que ellos.

A pesar del poder del dinero, la ausencia de la realidad laboral en los grandes medios, la muchachada de Frente de Renovación Metalúrgico avanza en la búsqueda de la memoria, la identidad de clase y los valores de una humanidad mejor, claves para un presente distinto, amanecer de nuevos y definitivos villazos.

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