Julio López
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De la varilla a la pastilla: el Ritalín
Por (reenvio) Deseperada.org - Friday, May. 03, 2013 at 1:23 PM

La neuróloga Ximena Carrasco define el TDAH como “un cuadro neuropsiquiátrico complejo, que se manifiesta en la esfera del comportamiento, de la conducta del sujeto, y que le genera desventaja o desadaptación en distintos ámbitos (personal, familiar, escolar, laboral, social). No es un trastorno en el estado de ánimo; tampoco es un déficit de la inteligencia general ni es una perturbación en el juicio de realidad. Se afecta la conducta.”

Pero a diferencia de lo que ocurre con otros trastornos psicológicos o psiquiátricos, en el caso del Ritalín o Metilfenidato, fue primero el fármaco y después la nosología de la enfermedad. Es decir, se crea un criterio diagnóstico a partir del efecto del medicamento en el sujeto que será el mismo para el sujeto con el trastorno o sin él.

De hecho el psiquiatra norteamericano Peter Breggin sostiene que para ninguno de los trastornos psicológicos o psiquiátrico hay evidencia de un trastorno biológico o genético ni evidencia de que exista el TDAH. Para el neurólogo Fred Baughman los niños diagnosticados de TDAH son niños normales, pero que se ha impuesto en la sociedad de que cualquier emoción o conducta algo molesta es una enfermedad mental y en “la Asociación Psiquiátrica Americana saben muy bien que la están promoviendo como enfermedad cuando no hay información científica que confirme cualquier enfermedad mental.”

Lo que está ocurriendo según Carlos Pérez, quien acaba de publicar su libro Antipsiquiatría, es que se está inscribiendo en el terreno de la medicina lo que debiera abordarse desde un punto de vista pedagógico. Al designar al niño como enfermo y resolver problemas sociales con medicación se está admitiendo que el problema es del sujeto y no de la sociedad. Así un modelo educativo en crisis como el que afecta a la mayor parte de los países del mundo se achaca al sujeto y no a la sociedad ni a las instituciones. Según Pérez el único efecto del Ritalín es el placebo. Ni el niño se queda más tranquilo y tiene mejor rendimiento, sino que los profesores sienten alivio. El Ritalín crea por tanto un contexto.

El Ritalín o Metilefidinato tiene una estructura semejante a la de la anfetamina y actúa de manera similar que la cocaína, activando los centros inhibitorios de la conducta. “Es un estimulante que eleva el nivel de neurotransmisores, como la dopamina, con un funcionamiento muy similar a la cocaína. No se tiene claridad ni certeza sobre sus efectos a largo plazo”. Pero no cura el trastorno. Una vez que se va el efecto el niño sigue comportándose de la misma manera.

El interés de las instituciones escolares por recetar Ritalín parece ser un tema económico. Aquellos que se avienen a medicar a los niños obtienen una suculenta subvención. “Se les dice a los papás que si no medicalizan a sus hijos, estos serán futuros delincuentes o van a tener trastornos mentales. Un papá que no tiene formación en salud acepta así la medicalización”. La medicalización debiera ser el último recurso para tratar a un niño que no se concentra o no hace las tareas o no controla su impulsividad.

Parece evidente que lo primero que hay que abordar es la gestión del tiempo en los colegios, la cantidad de alumnos por aula, y los asuntos didácticos. Hay que involucrar no solo a los psicólogos ni a los profesores y a la familia sino a toda la institución educativa y a la sociedad. “Al acostumbrar a los niños a tomar fármacos para rendir según estándares impuestos por una sociedad obsesionada por los mecanismos de medición, se adiestra a sujetos en el saber adaptarse a regímenes de competencia. Los fármacos promovidos no fomentan la autonomía y menos la creatividad, sino que el aceptar la autoridad y saber resolver tareas encomendadas en una sala de clases cuya estructura no ha variado en profundidad en los últimos tres siglos.” En suma, se está reemplazando la varilla de otros tiempos por una pastilla.

Fuente
http://desesperada.org/de-la-varilla-a-la-pastilla-el-ritalin

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