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El imputado Lardone reconoció los trabajos de inteligencia y los secuestros
Por Redacción 351 - Monday, May. 20, 2013 at 10:44 AM

Durante la jornada, varios de los imputados pidieron ampliar su declaración indagatoria. En esa instancia, los dichos de Ricardo Lardone fueron clave.

 

Juicio Menéndez III: el imputado Lardone reconoció los trabajos de inteligencia y los secuestros

Por Nicolás Siadis | nsiadis@redaccion351.com

Fotografía: gentileza El Diario del Juicio

Lo más trascendente de la mañana fue la declaración del imputado Ricardo Lardone. En su afán de desprestigiar a los sobrevivientes, reconoció que realizó lancheos –reconocimiento de personas en la calle- y trabajos de inteligencia que derivaron en secuestros.

Además, desmintió los dichos de los testigos que lo involucraban en torturas o traslados de secuestrados. Lo paradójico es que no negó las acusaciones, solo dijo que los sobrevivientes no pudieron haberlo visto debido a su situación de “detenidos”.

En su estrategia de tildar a los sobrevivientes de “colaboradores”, Lardone no hizo más que reconocer su participación activa en el sistema represivo. “Una de las testigos me reconoció en La Perla como una persona con pelo largo y barba colorada. Es mentira, porque en ese momento tuve que cambiar mi apariencia para hacer mi trabajo en la calle. Hice vigilancias fijas y móviles”, afirmó.

Así se puede deducir que, si el imputado habla de “detenidos”, lancheos y secuestros, está reconociendo los hechos que se están juzgando y su participación en ellos. Además de Lardone ampliaron su declaración Carlos Villanueva, Ernesto Barreiro y Alberto Luís Lucero.

Gabriela Calabresse

La primera testigo de la mañana vivía en la Colonia de Oliva junto a su familia. Su papá era psiquiatra y trabajaba en el complejo. Luego, de adolescente, se trasladó a Córdoba para comenzar sus estudios en la Escuela de Trabajo Social.

Su historia de militancia comenzó en 1974, pero en su casa ya se respiraba lucha desde siempre. “Mis padres eran miembros del Partido Comunista pero no estaban de acuerdo con la lucha armada. En el ’74, la Federal se llevó detenido a mi papá al D2, en donde lo torturaron mucho”, recordó.

“Nosotros éramos jóvenes sensibles a las injusticias sociales. Nos daba vergüenza lo que veíamos dentro del manicomio y en la sociedad. Ahí nos organizamos en la Juventud Guevarista en noviembre de 1974” relató.

En noviembre de 1975 Gabriela había asistido, junto a otros compañeros, al funeral del dirigente gremial Agustín Tosco. A la salida de la ceremonia fue interceptada por la policía y detenida junto a un compañero llamado Alejandro Héctor Gómez.

“Todos teníamos plena conciencia de lo que nos esperaba si caíamos. En ese momento sentí que me había llegado la hora, solo esperaba tener las fuerzas suficientes para no hablar”.

Luego de la detención, los jóvenes fueron trasladados al Pasaje Santa Catalina. “Cuando nos van a tomar los datos ven que yo tenía la mano manchada con pintura roja. Ahí me ponen un rotulo del ERP (Ejército Revolucionario del Pueblo) y me llevan a una oficina para interrogarme”, narró Gabriela. En ese momento fue golpeada y agredida sexualmente por sus captores.

Durante los dos días que estuvo detenida, la testigo pudo ver a muchos detenidos tirados en el suelo, golpeados y ensangrentados. Después de ser liberada siguió militando en el barrio Ciudad Evita.

Gabriela recuerda que cuando fue a anotarse para comenzar el segundo año de la carrera vio una lista de personas consideradas subversivas pegada en un transparente . Entre ellas estaba su nombre. En ese momento decidió no volver más a la facultad.

“Después de ese episodio estuve rondando durante 9 meses por distintos barrios de Córdoba hasta que decidí irme al exilio a Italia en diciembre de 1976. Desde el exilio me enteré que mi amigo Alejandro Héctor Gómez había sido desaparecido en mayo del ’77”, expresó.

El 1 de junio de 1976 ocurrió lo que se conoce como el “Operativo Ventilador en Ascochinga”. La testigo comentó que se trató de un falso enfrentamiento entre las fuerzas armadas y un grupo guerrillero. “Fue un enfrentamiento fraguado en donde asesinaron a 8 compañeros que habían sido previamente secuestrados”, afirmó.

Con posterioridad, Gabriela visitó el lugar donde había ocurrido el supuesto enfrentamiento. En esa oportunidad, los vecinos le contaron que la noche en que ocurrió el hecho, el ejército había llevado detenidos a los que acribillaron a balazos. Luego los subieron nuevamente a un camión y los trasladados al hospital San Roque.

Luego de responder a las preguntas de las partes, relacionadas con su actividad política y sus compañeros de militancia, Gabriela comentó que regresó del exilio en el año 1984.

Jorge Eduardo Cannata

El 9 de marzo de 1977 las fuerzas armadas realizaron un operativo en una casa llamada “El Castillo” en donde fueron asesinados siete militantes Montoneros. El domicilio estaba ubicado en el barrio Villa Cabrera.

La casa de Jorge era aledaña a “El Castillo”, y ese 9 de marzo él regresaba a su hogar cuando comenzó el tiroteo. “Vi que había mucho movimiento de militares y de un momento a otro se desató una balacera”, recordó.

En ese momento el testigo fue detenido junto a su hermano y trasladado a La Ribera. Jorge tenía 18 años y recién llegaba a la Argentina luego de vivir un año en Europa.

“Yo recién llegaba de Europa, no tenía ni idea de lo que estaba pasando y no podía creer que en mi país existiera un lugar así”.

Jorge estuvo detenido en La Ribera junto a su hermano y su padre durante 15 días. Luego, los tres fueron alojados en la Unidad Penitenciaria Nº1 (UP1) donde estuvieron detenidos durante 6 meses. “A mi hermano lo llevaron a La Perla, en donde estuvo dos noches, y lo trajeron de vuelta. Mi padre fue detenido días más tarde cuando volvía de trabajar”, aclaró.

En septiembre de 1977 los Cannata fueron trasladados al penal de Sierra Chica, en donde estuvieron privados de la libertad durante dos años y tres meses. “Estuvimos presos sin tener ninguna acusación. Nos comentaron que en el barrio se decía que estábamos presos para que la gente viera lo que les podía pasar aunque no tuvieran nada que ver”, recordó.

Finalmente, los tres fueron liberados en julio de 1979.

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