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Antropología y literatura se unen en "El pájaro de hueso"
Por Telam - Wednesday, Jun. 12, 2013 at 3:56 AM

El pájaro de hueso, la última novela de la escritora y antropóloga social María Carman, desata una búsqueda que toma como punto de partida la certeza de la muerte en una trama atravesada por la geografía argentina, la última dictadura militar y una comunidad indígena que remite a los orígenes.

Antropología y liter...
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La novela parte con Manuel, un periodista de 26 años hijo de desaparecidos al que le descubren un cáncer terminal. Con la muerte a cuestas se propone conocer una verdad latente desde hace tiempo: un hermano gemelo, al que busca encontrar antes de su partida. Para ello, y para reescribir su infancia, emprende un viaje revelador a la provincia de Formosa.

Con la muerte como motor y lejos de caer en desdicha, la novela (Mondadori) relata el destino de Manuel en ese punto del norte argentino abandonado y así se sumerge en dos mundos contrapuestos, el del joven y el de la comunidad Qom, en la que se inscribe su gemelo, Agustín o araganak lta´a, el padre de las víboras, como se lo conoce.

Como los protagonistas de esta historia hay dos escenarios, Formosa y Punta Rasa (Buenos Aires), junto al encuentro de dos cosmovisiones. Y también, claro, hay otra noción de lo doble: antropología y literatura. "No puedo concebirlo de otra manera", sostiene a Télam la autora, investigadora del Conicet y especializada en temáticas de cultura, patrimonio, identidad urbana y medio ambiente.

Premio Lengua de Trapo de Novela, El pájaro de hueso —escrita hace diez o más años, aunque publicada en 2013— nació, como todas las novelas de Carman, en la vigilia.

"Llevo varios cuadernos y diarios de sueños desde que soy niña. Y sueño recurrentemente con dobles y gemelos: es una de mis tantas obsesiones", bromea la autora, que tiene en el cajón próximas obras a publicar: una nouvelle, un libro de poemas sobre su padre ornitólogo y un ensayo de antropología ambiental.

En este libro de cruce de historias, de paisajes, de formas de ver el mundo, Carman se apoya, una vez más como en Los elegidos, en la última dictadura cívico- militar. Referencia que para la autora supone una respuesta "más bien «jungiana»: existe un fondo inconsciente colectivo, una suerte de mundo vital o de memoria oculta que me interpela no en el vacío, sino en mi propia mente..."

"Seguimos tramitando entre todos, cada uno a su modo, ese pasado compartido, trágico. Es el peso de tanto dolor el que nos hace seguir dando vueltas por ahí", completa Carman, quien compartió la escuela primaria con hijas de los jerarcas de la dictadura. "Tengo un puñado de episodios en mi haber sobre esa proximidad", desliza.

"Me gusta mirar mapas e imaginar historias, especialmente esos lugares llenos de obstáculos donde los caminos mueren o extraños cauces los interrumpen", dice esta escritora que a los 13 años desplegaba un mapa y salía con su bicicleta a conocer esos lugares imaginados, al igual que hoy con sus novelas, como con Punta Rasa el otro ambiente que se figuró de "los laberínticos mapas de las rías de Samborombón".

Formosa es "el sitio que transformó para siempre mi visión del mundo", confiesa Carman sobre este paisaje entrañable de la novela, que junto a Punta Rasa más que escenarios temporales delimitan tramas cargadas de memoria.

Por esas geografías, deambulan, buscándose, estos gemelos idénticos aunque no complementarios, como ella misma señala: "Lejos están de completar cada uno, con sus frases, los pensamientos del otro. Muy por el contrario, la cercanía de Agustín parece aniquilar a Manuel. Y sin embargo, el narrador omnisciente es siempre uno de ellos, como si aún fuesen una sola persona".

Es que ellos también aparecen como huellas de experiencias personales: "Para el momento en que estaba escribiendo la novela también estaba acompañando a un hombre joven como Manuel a despedirse de la vida. La novela misma es parte de esa despedida entre nosotros. El personaje de Agustín surge de explorar otro camino: qué hubiese sucedido si a un muy querido colega, a quien un chamán le había ofrecido iniciarlo, hubiese aceptado".

Al igual que sus gemelos y sus paisajes, la autora tiñe de protagonismo a la muerte, hilo conductor de "Pájaro de hueso": ese ave que se monta en la ventana de Manuel cuando le diagnostican cáncer y luego vuelve a buscarlo; ese que Agustín le contó que ronda a los enfermos y que en Formosa lo llaman como Carman tituló el libro.

"En la cercanía de la muerte —reflexiona— parece haber una extraordinaria contradicción: por un lado, la persona que sigue conociéndose a sí mismo hasta el último instante, en su enfrentamiento improvisado, siempre nuevo, con las adversidades. Pero al mismo tiempo, ¿por qué no creer que también existe cierta inocencia o pureza al morir que borra nuestra trayectoria en este mundo como si ni siquiera lo hubiésemos atravesado?".

"¿Cuál de las posturas es la «verdadera»: el autoconocimiento hasta las últimas consecuencias o ese entrar desnudo a la muerte, como un espejo con la que llegamos, también, a la vida? ¿Y cómo saberlo sin experimentar con el propio cuerpo ese umbral?", son de las tantas preguntas que se hace María Carman y que sus protagonistas transitan en busca de su propia historia.

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