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Una reflexión sobre el narcotráfico… desde la problemática del adicto como mercancÍa
Por Daniel Papalardo - Friday, Jun. 21, 2013 at 11:54 AM
danielpapalardo403@hotmail.com

existe una relación dialéctica vendedor consumidor que oculta el carácter de mercancía del propio consumidor y la reificación alienante del proceso

Una reflexión del narcotráfico…
…desde la problemática del adicto como mercancía
Asistimos, a la profusa difusión de operativos policiales, que requieren conferencias de prensa, anuncios oficiales, pequeñas giras mediáticas de los referentes políticos de la zona, convocatorias a marchas, etc,. En todos los casos, el factor común es la exaltación del procedimiento represivo, con adjetivación favorable hacia los miembros de la agencia policial interviniente.
También se pone en consideración de todos, presuntas amenazas a la agencia judicial , sin mayores precisiones de las que emergen de un discurso vacío de defensa institucional. Con desarrollo en el mismo ámbito, somos también testigos de las disputas de competencia, planteadas exclusivamente desde el plano normativo entre el aparto judicial del estado provincial o nacional. Unos haciendo eje en las consecuencias derivadas del tráfico de estupefacientes y otros, destacando la especificidad de la temática y la decisión política de que sea el Estado Nacional el encargado de asumir la problemática
También se dice , a título de escándalo , que son “los perseguidos”, quienes ahora estarían reaccionando contra los perseguidores, en algunos casos con sus mismos métodos, léase, infiltración, seguimientos vehiculares, escuchas telefónicas , amenazas, etc. todo lo cual , no hace otras cosa que poner en evidencia , que los modos de intervención en este escenario social del consumo, venta y producción de drogas, resultan valiosos, útiles , aconsejables o reprochables , según quien los corporice,
Sin embargo, y más allá de que en las intervenciones policiales, existe la poco saludable tendencia a concentrar las investigaciones en el método de la escucha telefónica prolongada, todo lo cual implica intromisión prolongada y no controlada en la esfera privada de las personas, lo que en ningún caso se tiene presente es la variable económica de la cuestión y la significación que el procedimiento tiene, en el mercado de estupefacientes.
Desde esa perspectiva, es advertible que lo producido por la fuerza policial, equivale a desagotar un estanque con un balde, con el agravante de que al espejo de agua continua ingresando líquido por otro sitio. Vale decir, la incidencia que la intervención represiva representa para el trafico de drogas , entendido como actividad económica ilícita, deviene de notoria insignificancia y nula incidencia en la obstaculización del desarrollo de esa actividad humana.
Pero lo más significativo y a la vez, mayormente oculto y ninguneado en el discurso , es el consumo, entendido también como acto económico, real y existente, cuya demostración se produce por la sola existencia del vendedor y comercializador del objeto requerido. Dicho de otra forma, cuando se dice con notoriedad y publicidad, que se dio “un golpe al narcotráfico”
¿Estamos diciendo a la vez que hemos terminado con el equivalente humano de consumidores? ¿El encarcelamiento de una banda de sujetos que se dedican a vender drogas prohibidas, significa en paralelo, que se terminó con el consumo de quienes eran sus clientes?, y en todo caso, ¿los guerreros policiales enfrascados en esta lucha de alto costo y escasa eficiencia, terminarán con la dialéctica vendedor-consumidor?¿Alguien piensa que volteando un “kiosco” se le permite a quien demanda droga, salir de ese problema?
También adquieren notoriedad por su centralidad mediática sucesos que son las consecuencias delictivas colaterales e ineludibles de la actividad mercantil con estupefacientes en plano de ilegalidad , y prohibición penal de grupos sociales estructurados como bandas-armadas. En la medida en que no reconozcamos que esa actividad económica primaria (compra y venta de drogas), está en la base del fenómeno criminal y que ambos extremos del vínculo mercantil deben ser analizados, desplazando al consumidor de la faz penal, pero asumiéndolo como un problema de salud pública, y de anomia social , no se podrá evitar que importantes sectores juveniles ingresen en esa dialéctica vendedor –comprador , con alternancia y que ese reclutamiento devenga en comportamientos sociales negativos para el conjunto social.
Las consecuencias más visibles de ese fenómeno social signado por la acción violenta, con base en la relación social mercantil de compra y venta de estupefacientes , se presentan en ámbitos geográficos de la vida urbana, donde también se nuclean en mayor medida asalariados, cuentapropistas y grupos sociales incursos en actividades sociales marginales ,si se los mira desde la estructura productiva ,que por esa relación fundante, vienen a constituirse en sujetos esteriotipados, pasibles de la intervención represiva de los órganos del Estado, predispuestos a la “lucha”.
El narcotráfico es industria (producción y tráfico) y actividad financiera de alta rentabilidad que cuenta en sus filas a comerciantes, industriales, políticos y jueces con la complacencia de las fuerzas de seguridad .Es decir, la sociedad civil y la sociedad política.
La lógica del capital, donde la individualidad, el sálvese quien pueda, la plata fácil y rápida, la inmediatez, , la mercantilización y la objetivación del sujeto resultan factores constitutivos, se compadece en un todo con el fenómeno de producción , comercialización, consumo e instrumentación financiera de la droga.
Quienes organizan los factores de producción y comercialización de estupefacientes, son la expresión más exacerbada de la miseria de una clase. Se incluye en esta noción a los propios laboratorios que elaboran ansiolíticos, antidepresivos, tranquilizantes, etc.
Como contrapartida, están los usuarios de esas drogas, es decir, de esas mercancías. Con referencia a ellos, las políticas represivas del tipo , “combate contra la droga” buscan a estigmatizar el consumo, asociándolo a la delincuencia o la patología, para lo cual se vale desde el inicio de toda una parafernaria ideológica, que finca raíces en estructuras de pensamiento de corte metafísico o en un puro idealismo ético, carente de todo soporte en la realidad.
Sin duda , lo que se omite considerar, cuando usualmente se aborda el tema, es la referencia a cuales son las condiciones subjetivas y sociales para que ese consumo se desarrolle. Se computan en ese aspecto, razones de orden social, que sientan sus bases en la alienación del sujeto frente al objeto, y a la primigenia determinación que emerge de la relación capital-trabajo, que nutre todas las expresiones de la vida social.
Por eso , el reclamo reiterado de implementar políticas urgentes para limitar el avance de la industria del narcotráfico en este contexto deviene ilusorio en tanto elude considerar las bases materiales que le dan cuerpo y vida a este fenómeno social, y al mismo tiempo omite la referencia al programa revolucionario, que lucha por la construcción de una nueva sociedad sobre nuevas bases, que le resten entidad a la situación, tornándola carente de sentido.
Así, el reclamo de medidas tales como, una mayor presencia del Estado en los sectores periféricos al proletariado urbano y a este , en sí mismo, a partir de planes de educación para los adolescentes con más la petición de políticas de pleno empleo y de un plan nacional gratuito de atención a adicciones, sin medidas coercitivas ni compulsivas, devienen absolutamente inocuos, pues encubren el conflicto constitutivo en sí y crean la falsa ilusión , es decir la ideología, de la posibilidad de solución de la conflictividad social dentro del marco económico social capitalista..
En particular, la alienación y el fetiche de la mercancía, dejan sus rastros antihumanitarios en las experiencias cotidianas de los trabajadores. En los efectores de salud pública, es imagen cotidiana, la de una madre , , pidiendo ayuda porque teme por su seguridad y la de sus vecinos barriales, frente a los comportamientos agresivos de su hijo, producidos por ingesta de estupefacientes.
Habría que advertir además, como contracara del fenómeno, la incidencia que este tiene a la hora de contabilizar conductas que se reputan agraviantes de bienes sociales
En ese contexto , los grandes trazos de las corrientes ideológicas que sustentan nuestra cultura occidental, advierten que: el todo incluye la parte y esta a su vez se define por esa globalidad, por eso, no puede nunca abordarse el análisis del fenómeno particular ,sin referencia primaria a la totalidad.
Es en ese plano donde destacamos, el fenómeno de alienación del sujeto en la sociedad capitalista. Bien que con diversos enfoques los pensadores señalaron además aquello que llamaron: el fetiche de la mercancía. Con esa estructura conceptual, es posible ver que lo que genéricamente se denomina droga, es básicamente, desde la perspectiva de su significación material una mercancía, es decir, un objeto con un valor de uso y otro de cambio ponderado en un precio que se define monetariamente.
Cualquiera de nosotros, transita por este mundo sobre la preexistencia de relaciones sociales que nos son dadas y que a la vez nos determinan. Son ellas, las que le imponen un mundo en donde el espacio de libertad se ve cada vez más determinado por la inclusión o exclusión del individuo. del sistema productivo y los objetos culturales que este produce, determinándolo en el imperativo alienante de la posesión de bienes como fín en sí misma.
. Poco aporta a la definición de ese conflicto existencial si una persona, amenaza, roba, daña o dispara armas de fuego para conseguir comprar una sustancia adictiva no permitida o si actúa bajo los efectos de un pegamento que obtiene en una góndola de supermercado o en una ferretería. En los dos casos es su falta de persectivas frente a un mundo opresivo, la que lo determina en tal obrar. En esa conflictividad, opera en una lógica que le hace presumir que detentando objetos podrá vivir el hoy para mañana reiniciar la búsqueda que achica el horizonte de su existencia.
En ese terreno, emerge el artificio generado por , la hegemonía ideologíca de la clase capitalista conforme al cual, se hace pensar que el Estado, es decir, la organización jurídica y política de esa clase social, “hipotéticamente socorrista” (sea aparato judicial o administrativo) puede desde sus estructuras opresivas y autoritarias, con un problema que contribuyen a generar y del que es parte.
Por el contrario, es la lógica del consumo y la poderación del mercado como única determinante de nuestras vidas, supone necesariamente una estructura Estatal como la actual, con sus policias, sus psiquiátricos, sus juzgados y demás yerbas opresivas.
El gran y simple escamoteo de la realidad, al que se nos convoca a prestar adhesión es aquel que oculta que vivimos en un contexto donde la que la imagen prevalece sobre la sustancia y esto determina que la tenencia de objetos aporta seguridad y condiciona al sujeto definiendo su vida simplemente por la manera de obtener esos objetos.
La una sociedad superadora de la relación dialéctica capital-trabajo, es la luz que aparece en el fondo de esta oscuridad mercantilista, en la medida que permite la construcción de un hombe nuevo, superador de la alienación frente al objeto. La destrucción del Estado de los poderosos y los grupos económicos y su sustitución por una sociedad democrática y participativa conducida transicionalmente por los asalariados, es la línea estratégica de esta batalla contra la deshumanización del sujeto. No parece un camino fácil pero debe ser emprendido
Ladrar a la luna desde pacatas definiciones dictadas por una moral vacía de todo contenido y de raigambre positivista, junto a apelaciones a la seguridad individual, será muy útil para llenar espacios mediáticos, y lograr que se financien campañas, con el dinero de los trabajadores, pero únicamente nos conducirá al punto de inicio, como un burro en la noria, con el agravante de que ese origen resultan cada vez más amenazado por la barbarie y la decadencia.
Siguiendo la figura del estanque que se pretende desagotar con un balde, lo lógico será apreciar, que el flujo de agua que en paralelo al “desagote” ingresa liquido en mayor proporción, no es otro que el alto contingente de consumidores, ya que la materia prima de esta actividad económica visualizada como venta de drogas, no es un preparado sintético o un vegetal, es simplemente la persona que la consume. Por eso, lo que se oculta y no se dice en conferencia de prensa, es que lo que el traficante logra mediante los mecanismos económicos y comerciales montados en su organización no es venderles drogas a seres humanos, sino venderles seres humanos a la droga. En definitiva, lo que no se dice, es que los seres humanos han sido transformados en mercancía, por lo que el problema no reside en las drogas sino en las adicciones, y más precisamente en las razones y motivos que conducen a ese fenómeno de dependencia.
Dicho de otra manera, un criterio exclusivo de tutela jurídica, orden y represión, revestido de la impronta de “un combate” y la exaltación del temple y valor de sus “guerreros”, sólo sirve para juguetear con alto costo económico, con un “tabú” deliberadamente fabricado, so pretexto de disuasión y salud pública. Si se omite decir, que existe un alto componente de las sociedades civiles en donde estos sujetos –hoy detenidos con bombos y platillos- que fueron, son y serán los clientes y objeto de la actividad desplegada por aquellos, se oculta una parte de la verdad, máxime cuando se trata de localidades, pueblos y ciudades, de baja densidad poblacional.
La pregunta será entonces, ¿pueden los procedimientos policiales acabar con esta demanda creciente? ¿ puede bloquearse la oferta, por vía del aparato represivo? Se nos dice y hemos crecido durante décadas con el latiguillo de la economía liberal en lo concerniente a la inviabilidad de los controles de precios y precios máximos, pues la economía no puede ser contenida, en tanto proliferan en el mercado, actividades diversas que vulneran esos controles. Sin embargo, parece que esas premisas ricardianas, no se trasladan a una oferta y demanda inelástica como la que supone una población creciente de consumidores de drogas.
Si seguimos con esta lógica mediática de apología de lo insignificante y sobrevaloración de lo diminuto, eludiendo advertir su real incidencia, en un problema social, y económico, no encontraremos la ruta pertinente para llegar a destino, siempre y cuando busquemos llegar a alguna parte y no distraernos en el camino, desagotando estanques con baldes.
Daniel Papalardo



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