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Fragmentos del libro 'Cómo los ricos destruyen el planeta'
Por (reenvio) Hervé Kempf - Thursday, Jul. 25, 2013 at 8:14 PM

Extractos del libro, Ed. Libros del Zorzal, 2007, Buenos Aires, Argentina.

“(…) Los verdaderos mega ricos tienen avión propio, o utilizan el de la compañía (calculan entre 1 y 40 millones de euros). Éste resultará muy útil para vivir esos momentos capitales, como Thierry Breton, entonces presidente de France Telecom, que hizo un viaje de ida y vuelta a Estados Unidos para ver un partido de rugby. Sentirá unas ganas enormes de acondicionar su interior con madera preciosa o mármol. El empresario sensato consulta el catálogo de aviones de negocios así como otros eligen una bicicleta o una sierra eléctrica; le aconsejaremos el Falcon 900 EX, que consume tan poco- una tonelada menos de carburante cada 1600 kilómetros que sus competidores- que su fabricante lo llama ‘green machine’. Ah, nada mejor que volar en su propio avión sintiéndose un perfecto ecologista.”

“Aunque el avión está empezando a volverse un poco cursi. ¿No es más chic gastar su fortuna en el espacio? Cuesta 20 millones de dólares pasar una semana en la estación espacial internacional, como lo hicieron Dennis Tito, en mayo de 2001, Mark Shuttleworth, en 2002, y Gregory Olsen, en 2005. Pero pronto va a haber que encontrar vuelos más baratos, por ejemplo el vuelo suborbital, a 100.000 dólares, organizado por Space Adventures, o los vuelos comerciales turísticos propuestos para el 2008 por Virgin Galactic, por 200.000 dólares. A decir verdad, no sé muy bien por qué, el vuelo espacial tiene un pequeño sesgo vulgar, ya es algo demasiado trillado. Más bien, le aconsejaría un crucero submarino, como el Phoenix, que Us Subs propone por encargo: más de 30 metros de largo: cerca de 400 toneladas, apartamentos, grandes ojos de buey para ver hacia el exterior, una autonomía de 15 días… Que se agarre el capitán Nemo. Bueno, cuesta 43 millones de dólares. Pero usted se lo merece, no?.”

“El dinero ya no se oculta; al contrario, hay que exhibirlo. Y, para ello, nada mejor que una buena fiesta. François Pinault invitó a 920 ‘amigos’ a Venecia para la inaguguración de su museo privado. Estos llegaron en aviones privados, por supuesto, a tal punto que el aeropuerto Marco Polo se vio saturado; hubo que desviar a varios de los 160 jets a otros aeropuertos desde los cuales los pasajeros fueron transportados en helicópteros a la ciudad de los Doges. El señor Pinault estaba encantado: superó a su amigo Bernard Arnault, quien contó tan sólo con 6502 invitados en la boda de su hija Delphine, ‘una gran boda francesa’ donde se reunieron ‘príncipes, celebridades y barones de las finanzas.”

“En Sudáfrica, los ricos viven refugiados en casas rodeadas por alambre de púas, con una cámara vigilando la entrada mientras que guardias de seguridad circulan regularmente por las calles preservadas. En Francia- en Toulouse, Lille, la región parisina-, se están multiplicando las ‘residencias cerradas’, fortalezas conectadas con vigilancia electrónica y video, donde todos disponen, en su televisión, de un canal de vigilancia de los aparcamientos, los vestíbulos, los corredores y los jardines.”

“(…) (la) clase dirigente depredadora y codiciosa, que derrocha sus prebendas y abusa del poder, aparece como un obstáculo en el camino. No tiene ningún proyecto, no está animada por ningún ideal, no transmite ninguna ideología. La aristocracia de la Edad Media no era sólo una casta explotadora, también soñó con construir un orden trascendente, cuyo testimonio muestran, con esplendor, las catedrales góticas. La burguesía del siglo XIX, a la que Marx calificaba de clase revolucionaria, explotaba al proletariado, pero también quería difundir el progreso y las ideas humanistas. Las clases dirigentes de la guerra fría estaban movidas por la voluntad de defender las libertades democráticas frente a un contramodelo totalitario.”

“No caben dudas de que una parte de la producción de bienes responde a ‘fines útiles’ y satisface las necesidades concretas de la existencia. Pero el nivel de producción necesario a esos fines útiles se alcanza muy fácilmente. Y, después de ese nivel, el excedente de producción es generado por el deseo de ostentar sus riquezas a fin de distinguirse de los demás. Esto alimenta un consumo ostensible y un derroche generalizado.”

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