Julio López
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Será justicia. Peripecias de una travesti en Tribunales
Por anarresti - Monday, Aug. 26, 2013 at 10:10 PM

Algunos detalles de una mañana absurda.

I)
Se llama Ruwyt Yhajaira Falcón Escalona y las tiene todas: travesti, afrodescendiente, extranjera y pobre. ¿Algo más? Bocona. Yhajaira es de las que no se callan. Algo que exaspera a los muchachos de la comisaría 18 que, se sabe, las prefieren sumisas. Se la tienen jurada.
Por eso, el 17 de abril pasado, cuando la encuentran en la calle, la obligan a subir al patrullero y la pasean durante una hora entre las imaginables -aunque no muy imaginativas- burlas y amenazas. También algún golpe, para que vaya sabiendo. Después la entregan a un grupo de taxistas en una parada, para que éstos sigan maltratándola a voluntad. Fachotaxistas amigos de la yuta, transfóbicos, radioescuchas de radio 10 y Baby Etchecopar, votantes de Macri o algo peor. Yhajaira logra escapar, corre, pide refugio en un hotel pero se lo niegan. "Es sólo un puto" dice el encargado, molesto por el tumulto que acaba de despertarlo en plena madrugada. Los fachotaxistas le tiran piedras que rompen la vidriera de un negocio vecino. Yhajara no lo piensa más: golpeada, lastimada y asustada le da un empujón al encargado que le niega la entrada y se mete en el hotel. Después interviene (vuelve a intervenir) la policía, aunque, por supuesto, no para detener a los fachotaxistas agresores (que, por otra parte, eran sus amigos) sino para detener a Yhajara y armarle una causa. Ahora es ella la acusada de tomar un taxi y, al llegar a destino, amenazar al taxista con una tijera y robarle 150 pesos. Y también es ella la que rompió los vidrios a piedrazos antes de meterse, por la fuerza, en el hotel que, como bien recuerda el encargado, es una propiedad privada.

II)
El salón en el que el Tribunal Oral en lo Criminal N°9 va a conducir el juicio es tirando a pequeño, una especie de sucucho en algún recodo de un palacio gigantesco. Y como hay bastante gente, muchxs van a quedar afuera. Pudimos entrar una cincuentena, la mayoría amigxs de la imputada y militantes lgtb. La charla era animada cuando un policía nos grita: "¡Señores de pie!. Va a ingresar el tribunal". Todxs nos paramos, obedientes, mientras entran lxs tres jueces. El presidente del tribunal, condescendiente, nos autoriza a sentarnos nuevamente. Muchas gracias, Su Señoría. El show está por empezar.
Jueces, fiscales, defensora, imputada y público ocupamos nuestros respectivos lugares. Burocracia de rigor. El fiscal solicita que, durante el juicio, la imputada sea tratada según el género autopercibido y llamada por el nombre por ella elegido. El presidente del tribunal consulta con sus pares y acepta, a pesar de que en los expedientes a Yhajaira se la nombra, siempre, con el nombre que sus padres le asignaron al nacer y que a ella humilla.
Se llama a prestar declaración al taxista supuestamente robado. No está. Epa. No hay víctima. El tribunal va a volver a citarlo con la fuerza pública, pero mientras tanto no está. Por supuesto, tampoco hay testigos porque los "hechos" "sucedieron" adentro del taxi, entre el taxista ahora extraviado y la imputada. Y tampoco está la tijera, el arma de la agresora, porque los policías se olvidaron de requisarla. Ni mucho menos están los 150 pesos, porque los canas serán bestias pero no boludos. Y tampoco están (y ni siquiera sabemos los nombres de) los otros tres o cuatro taxistas, amigos del "agredido" que, según la imaginativa versión policial, aparecieron en el lugar de los "hechos" para "salvar" a su amigo en peligro con la oportunidad propia de la magia. En rigor, lo único que hay es un cuento policial inverosímil y unos vidrios rotos que una secretaria transporta adentro de una caja como si se tratase de algún valiosísimo tesoro prehistórico.

III)
La persona. Yhajaira se ganó el derecho a ser tratada como lo que es y a ser llamada por el nombre que ella eligió. Sin embargo, cuesta. Para referirse a ella, fiscal, jueces y testigos dicen "la persona". Suena muy raro.
Declara el primer testigo. Es un oficial de policía que cuenta que la madrugada de los "hechos" fue convocado a intervenir al hotel en el que se refugiaba Yhajaira. Por supuesto, llegó cuando Yhajaira ya estaba dentro del hotel, o sea que poco es lo que puede atestiguar. Dice que cuando llegó "la persona" tenía una piedra. "¿Una piedra en la mano?" quiere saber el fiscal. No se acuerda. El fiscal insiste: "¿Se acuerda que la persona tenía una piedra pero no se acuerda si la tenía en la mano?" No se acuerda. El oficial pone cara de idiota. Le sale bien. Después le llevan la caja con los vidrios rotos. "¿Los reconoce?" pregunta Su Señoría. El oficiall mira la caja y estudia atentamente su contenido. Levanta la vista y mirando de frente al tribunal murmura: vidrios rotos. Vuelve a poner cara de idiota mientras Su Señoría se muerde el labio inferior. Evidentemente es su especialidad. Le hacen algunas preguntas más. No se acuerda.
Después declara el encargado del hotel. Su declaración tampoco aporta demasiado: él también aparece en escena cuando los vidrios ya están rotos y "la persona" pide refugio en el hotel. Y también declara la esposa del encargado, un testimonio todavía más inútil porque ella llegó más tarde todavía y todo lo que sabe es lo que le contó la policía.
Entonces Sus Señorías decretan un cuarto intermedio hasta la semana que viene. En la próxima audiencia, suponemos, comparecerá el famoso taxista, del que se espera un testimonio tan sólido como el de su amigo, el policía olvidadizo.

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