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La muerte en los huesos
Por (reenvio) Natalia Zito * - Friday, Aug. 30, 2013 at 4:18 PM

Antonella Mirabelli fue noticia hace dos meses. Tenía 19 años y un grave cuadro de anorexia: pesaba 31 kilos cuando murió. A pesar de las denuncias, quejas y pedidos de su padre, la asistencia de instituciones capaces de ayudarla no llegó a tiempo. La Licenciada en Psicología Natalia Zito, especializada en el tratamiento de desórdenes alimentarios, analiza la relación entre las exigencias de belleza como fenómeno social y las patologías que surgen en vínculos familiares para explicar los posibles motivos del “comer nada”.

Si la anorexia fuera una frase sería: voy a desear aunque me cueste la vida. Tener hambre es desear. Vivir con hambre es un recurso extremo que puede llevar a la muerte. Antonella Mirabelli tenía 19 años, falleció el pasado 15 de junio en Rosario de Tala, Entre Ríos, a causa de un cuadro severo de anorexia que la había llevado a pesar 31 kilos. Antonella era hija de una mamá que se negó a que recibiera tratamiento y de un papá, de cuyos reclamos ante la justicia surge una frase llamativa: “no había otra posibilidad que no fuera la muerte”; así lo dice su abogado, Gustavo Baridón, al hablar de la impotencia como eje principal del caso, al relatar las audiencias donde el padre iba a decir que su hija se moría.

Una mamá que no la dejó salir, un papá que no pudo construir una salida. La madre y la abuela de Antonella rechazaron los pedidos de tratamiento del padre con argumentos religiosos. No aceptaron ningún tipo de asistencia porque, decían, “Dios la iba a curar como lo había hecho en otras oportunidades”. En muchos casos, la religión no es más que una legitimidad para mecanismos patológicos. La historia de Antonella es el cuadro de un funcionamiento familiar que aparece una y otra vez en los consultorios donde se atienden pacientes con anorexia.

Aunque cueste creerlo, es muy frecuente que cuando el tratamiento comienza a funcionar la familia ponga palos en la rueda. No crean que el enfermo viene a curarse, decía Lacan en “Psicoanálisis y medicina”, muchas veces viene a demandar ser autentificado como enfermo, viene para que lo preserven en su enfermedad. Recuerdo a la madre de una paciente de menos de trece años, a quien comencé a atender en terapia intensiva a causa de la bradicardia (ritmo cardíaco más lento que el normal) que le producía su extremo bajo peso. Cada vez que la visitaba, yo le llevaba una golosina.

Era un modo de decirle que ella no era “la que no comía” sino alguien a quien le estaba pasando algo que sin poder enunciar mostraba con su cuerpo. Regalarle una golosina era recordarle que ella era una nena como cualquier otra, que yo estaba dispuesta a jugar y escucharla, incluso ahí, en ese consultorio, en ese lugar donde todo parecía decir a gritos que la línea entre la vida y la muerte es apenas un descuido. Ella guardaba la golosina con un gesto de cortesía, como quien dice: lo voy a comer después. Ese después llegó. Cuando estuvo en una habitación común, alguna vez pudo comer las golosinas que yo le regalaba. Un día, la madre se acercó para comentarme preocupada: “¡hoy se comió dos bombones!”. Su temor era que comenzara a comer tanto que terminara engordando. Lo que estaba debajo era el temor a que su hija, casi adolescente, comenzara a hablar de los problemas de la familia. Alguien que habla, en un entorno acostumbrado a tapar, es una bomba de tiempo.

Si el alimento está primordialmente ligado a la madre, no es raro ver que los síntomas alimentarios se originan principalmente en los avatares de la relación madre-hijo, en sintonía con una función paterna inconsistente, fallida o directamente ausente. Si la madre da papilla de más y no hay nadie que interceda, el único modo de negarse es cerrando la boca.

Antonella fue noticia porque murió a pesar de los intentos del padre por encontrar alguien que fuera capaz de intervenir. Alguien, alguna institución con la solidez suficiente para ir más allá de las razones supuestamente religiosas que impedían la asistencia. Los padres de Antonella están separados hace seis años y tienen otras seis hijas de entre 6 y 17 años. El papá, Cristian Mirabelli, se presentó en la Defensoría de Menores para denunciar el estado crítico de su hija y las dificultades que encontraba para brindarle asistencia médico psicológica. Denunció, pidió, buscó, se quejó, se preocupó, pero la intervención capaz de rescatarla no llegó.

Dejar de comer es el intento desesperado por salvarse, por conservar la capacidad de tener hambre, de desear. El deseo nos hace personas. La muerte muestra los huesos detrás de la anorexia, pero si se mira bien, es la imagen de alguien que está dispuesto a entregarlo todo. La anorexia es mucho más que una adaptación fanática a la moda. En todo caso, la delgadez, la exigencia de belleza como fenómeno social es la tela ideal para que prosperen cuadros patológicos que se gestan puertas adentro, en vínculos familiares donde las puertas nunca están bien puestas. Para vivir hace falta una ley, una puerta que cierre bien. Una, al menos una, y nunca todas. Una madre que es Dios o está en contacto directo con él, no deja margen para ir más allá de ella, en busca de otra cosa. Dios, en persona, es una presencia capaz de llenar todos los espacios. Si eso pasa, no hay movimiento posible y sin movimiento no hay vida.

No hay forma de ganarle al padre, decía Lacan al referirse al padre como función (no necesariamente varón de carne y hueso). Padre representa la ley, la puerta cerrada, lo que se puede y lo que no. La ley del incesto es su primera expresión. La simbiosis inicial madre-hijo requiere una cuota de omnipotencia que se va desintegrando gradualmente gracias a que una relación de dos, integra un tercero. Si hay tres, entonces puede haber más. Sería como decir: la madre desea otra cosa además de su hijo y su hijo también deseará cosas que ella no podrá darle. Con ellos dos no basta. Se llama función paterna a la introducción de la ley como intermediario, como tercer lugar en donde había sólo dos. La madre y la abuela de Antonella invocaron una ley sin intermediarios, sin necesidad de terceros.

Decir “no hay otra posibilidad que no sea la muerte”, también es decir: todo lo que haga será en vano. Omisión, indiferencia o inconsistencia es la versión, el estilo paterno en una familia que puede hacer necesaria la anorexia. Lacan lo dice así: “él único poder a disposición del sujeto contra la omnipotencia es decir no”. Y aclara: la defensa es en el objeto y no en la acción. Si me pusiera psicoanalíticamente estricta debería decir que el síntoma anoréxico no es no comer, sino comer nada. La nada como objeto vacío. La anorexia es eso: llenarse de vacío. Come nada para invertir los tantos. Ahora es la madre, con su necesidad de alimentarlo, la que dependerá de él. Llamar la atención no es algo malo, si alguien llama la atención es porque la necesita. La anorexia es un llamado de atención, una protesta, un piquete de estruendo silencioso lo suficientemente impactante como para que a nadie se le pase desapercibido.

Antonella Mirabelli llegó a ser internada por pedido de su padre, en el Hospital San Roque, pero fue retirada de la institución por su madre con el argumento religioso de que “tenían comunicación directa con Dios”. Si estaba enferma, Dios la iba a curar sin necesidad de los médicos. Algunas semanas más tarde fue internada en un hospital de salud mental, pero se fugó con la ayuda de su madre.

Pedirle a alguien con anorexia que coma es pedirle que se mate, querer convencerla de que hay una vida posible sin deseo (“convencerla” porque si bien no es un cuadro exclusivamente de mujeres, los casos de varones son aislados, las razones están en la estructura edípica). Antes que pretender que coma es necesario desarmar la encrucijada, soportando el apremio de un cuerpo en peligro. Esta es la principal dificultad para tratar un síntoma tan complejo que pone patas para arriba la clásica relación terapéutica: el médico da indicaciones que el paciente se compromete a cumplir.

En el caso de pacientes con anorexia, la indicación es comer pero se sabe que no va a poder hacerlo. La batalla se libra en y con el cuerpo. Alguien que está dispuesto a entregarlo todo no va a bajar las armas hasta no encontrar un lugar donde continuar la batalla. Incluso, cuando el síntoma comienza a ceder, cuando puede comer, la batalla continúa, pero se libra en un campo que incluye la palabra. O porque incluye la palabra es que puede comer. Si se tiene en cuenta esto, es sencillo comprender que los tratamientos que se basan en imponer la comida y/o la compañía permanente hasta en el baño para evitar los vómitos tienen resultados efímeros porque: o bien el síntoma retorna al poco tiempo o se traslada a otra cosa igualmente dañina. No se trata de lograr que coma, sino de que comer nada deje de ser necesario. Si un árbol se seca, limpiarle las hojas no resuelve el problema, hay que atender las raíces.
El padre de Antonella vio la muerte en los huesos y aún así no pudo evitarla, no pudo construir una salida, ni siquiera a través de la justicia. La madre, que creyó que con ella o Dios sería suficiente, escribió una carta pública en Facebook luego de la muerte de su hija: “quiero destacar un agradecimiento al Señor Samuel Roskín (fiscal de la causa) por permitir ejercer la ley con toda libertad”.

* Natalia Zito es Licenciada en Psicología por la Universidad de Buenos Aires, psicoanalista, escritora y periodista cultural. Fue miembro del Equipo de Bulimia y Anorexia del Centro de Salud Mental Nº3 “Dr. A. Ameghino”, institución donde realizó su formación de Postgrado en Psicoanálisis. Integró el Equipo Interdisciplinario de Cittral (Centro Interdisciplinario para el Tratamiento de los Trastornos Alimentarios) y CEDA (Centro Especializado en Desórdenes Alimentarios). Ha publicado artículos en revistas especializadas, en su mayoría referidos a la clínica con desórdenes alimentarios.

fuente http://www.revistaanfibia.com/feria-nota/la-muerte-en-los-huesos

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El padre de la chica que murió de anorexia pedirá que se investigue el caso
Por (reenvio) Télam - Friday, Aug. 30, 2013 at 4:32 PM

El padre de la joven entrerriana que padecía esa enfermedad y se negó a recibir tratamiento médico por cuestiones religiosas, pedirá a la justicia que investigue la muerte de su hija y si hubo abandono de persona por parte de su ex esposa.

Cristián Mirabelli, padre de la joven de 19 años que falleció el sábado en Rosario del Tala solicitó al abogado Gustavo Baridón que inicie los trámites ante la justicia para determinar las causas del deceso y para que las otras seis hijas que tuvo con su ex mujer puedan recibir tratamiento médico en caso de que se presente alguna enfermedad.

María Antonella Mirabelli falleció el sábado pasado en Rosario del Tala, a 180 kilómeros al este de la capital entrerriana por padecer anorexia nerviosa luego de negarse, junto con su familia, a recibir tratamiento médico.

Los padres de Antonella, Verónica Rodríguez Rocca y Cristián Mirabelli, están separados desde hace seis años.

La madre y la abuela de la joven decidieron hace un tiempo no recibir atención médica de ningún tipo, basándose en el precepto biblíco de que Dios cura todo mal, a raíz de lo cual Antonella murió.

En septiembre de 2012, el padre de la chica presentó ante la Defensoría de Pobres y Menores una queja por la situación de su hija, ya que la veía enferma y la chica, por sus creencias, no se realizaba tratamiento médico.

El Juzgado Civil y Comercial tomó el caso e inició los trámites, proceso quedó paralizado debido a que la joven se negaba a recibir tratamiento médico, y como era mayor de edad había que respetar su voluntad.

Baridón reveló que la jueza María Elina Corral, a cargo del caso, pidió medidas alternativas para el tratamiento de Antonella, no compulsivas como el padre había solicitado.

La chica y su madre se negaron al tratamiento por sus creencias religiosas y finalmente la fiscalía pidió que se respete la voluntad de Antonella debido a que era mayor de edad.

El fiscal Samuel Rojkin, que intervino en el caso, aclaró que “se hizo todo lo posible por salvar a Antonella”, pero reconoció que el Estado no podía internar por la fuerza a la mujer mayor de edad y en uso de sus facultades mentales.

fuente http://www.telam.com.ar/notas/201306/21824-el-padre-de-la-joven-que-se-nego-a-ser-asistida-pedira-que-se-investigue-el-caso.html

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